Si uno pide con fe, el Señor siempre nos escucha:
“El único sobreviviente de un naufragio fue visto sobre una pequeña isla. Estaba orando fervientemente y pidiendo a Dios que lo rescatara, y todos los días revisaba el horizonte buscando ayuda, pero ésta nunca llegaba.
Aburrido y para pasar el rato empezó a construir una pequeña cabaña para protegerse y proteger sus pocas pertenencias. Un día, después de andar buscando comida por el interior de la isla, regresó y encontró la pequeña choza en llamas, el humo subía hacia el cielo...Todo lo poco que tenía se había perdido. Desesperado, cayó de rodillas en la playa y le gritó a Dios:
-“Dios mío, ¿cómo pudiste hacerme esto?
Y se quedó dormido por la tristeza sobre la arena.
Temprano, a la mañana siguiente, escuchó asombrado la sirena de un barco que se acercaba a la isla. Al principio creyó que se trataba de un sueño. Pero ante el repetido sonar de la sirena, se convenció de que era verdad: ¡¡¡venían a rescatarlo!!!
Una pequeña lancha se acercó hasta la orilla y unos marineros lo invitaron a subir.
El pobre náufrago sólo acertó a preguntar:
-Pero, señores, ¿cómo supieron que yo estaba aquí perdido?
-Vimos las señales de humo que nos hiciste, respondieron ellos.
Nuestro Padre Dios siempre está a nuestro favor y hasta las cosas más difíciles se pueden convertir en una bendición”.
Fuente: comentario al Evangelio del sábado 5 de Marzo. Ciudad Redonda