Los primeros monjes cristianos creían en algo que llamaban
Acedia. Más coloquialmente, lo llamaban El diablo de mediodía, un nombre que
describe esencialmente el concepto. La acedia, para ellos, era diferente a la
depresión ordinaria ya que aquella no te introducía en las áreas oscuras y
caóticas de la mente y el corazón, para indisponerte ante tu propio complejo e
infinito interior; se trataba más bien de un aplanamiento, una escasez de
energía, que te ponía en un estado semi-vegetativo que simplemente amortiguaba
todo sentimiento y pensamiento profundo.
La primitiva iglesia la consideró uno de los siete pecados
capitales. Después se la volvió a llamar Pereza: Hay abundancia de buena
literatura espiritual sobre el concepto de acedia, no lo es menos el definitivo
trabajo de Kathleen Norris sobre cómo fue entendida la acedia por la primitiva
iglesia.
Pero hasta recientemente, la acedia no había sido estudiada
en profundidad como concepto psicológico. Felizmente, esto está cambiando, con
importantes implicaciones para la espiritualidad. Para ofrecer sólo un ejemplo:
Recientemente asistí a una conferencia dada por una especialista junguiana,
Lauren Morgan Wuest. No puedo hacer justicia aquí a su tesis completa, pero
dejadme exponer una sinopsis muy simplificada.
Habiendo leído la literatura de los Padres del Desierto y
los varios comentarios sobre la idea de acedia, ella intentó interconectar esa literatura
espiritual con los criterios de psicología contemporánea, particularmente los
de la escuela junguiana de pensamiento. ¿Cuáles fueron sus conclusiones?
En resumen, su visión es que la acedia no es una diagnosis
clínica, lo que quiere decir que no es una patología que requiera tratamiento,
ni es una depresión corriente. Más bien los síntomas de la acedia son el
resultado de un saludable e instintivo reflejo de nuestros cuerpos y mentes,
los cuales, cuando no se les da algo que necesitan, a veces nos cierran
violentamente, muy parecido a como una depresión corriente cierra a alguien;
excepto eso en el caso de la acedia, el cierre de energía tiene por finalidad
la salud. Dicho simplistamente: Ya que no nos sentaremos por nuestra cuenta ni
daremos a nuestros cuerpos y mentes el descanso, alimento y espacio que necesitan, nuestros cuerpos y mentes
conspiran juntos violentamente para sentarnos. En esencia, eso es acedia, y, en
esencia, es por nuestra propia salud.
Como psicóloga, ella no sacó de esto consecuencias para la
espiritualidad, particularmente cómo esto podría relacionarse con la práctica
del Sabbat en nuestras vidas; pero todas las implicaciones están ahí.
Cuando lees las escrituras judeo-cristianas, particularmente
los primeros pasajes del Génesis que narran la creación del mundo y cómo Dios
“descansó” el Sabbat, ves que hay un ritmo ordenado divinamente a cómo
desplegar supuestamente el trabajo y el descanso en nuestras vidas. Brevemente indicado, tiene que haber para
nuestras vidas un patrón, un ritmo, que funcione así: Tú trabajas durante seis
días, y luego tienes un día sabático; trabajas durante siete años, y luego
tienes un año sabático; trabajas siete veces siete años, y luego tienes un año
jubilar y sabático por todo el planeta; y después trabajas toda la vida, y pasas
a una eternidad sabática.
En esencia, nuestras vidas de trabajo, nuestra agenda de
cada día y nuestras ansiedades normales están para ser interrumpidas
regularmente por un tiempo en el que dejamos el martillo, dejamos nuestra
agenda, dejamos nuestras preocupaciones de un día de trabajo y simplemente nos
sentamos, descansamos, vegetamos, gozamos, nos empapamos, nos deleitamos,
meditamos, oramos y dejamos que las cosas se cuiden de sí mismas durante cierto
tiempo. Esa es la fórmula bíblica para la salud espiritual, humana, psíquica y
corporal. Y cuando no hacemos esto voluntariamente, en efecto, cuando nos
descuidamos de practicar el Sabbat en nuestras vidas, nuestros cuerpos y mentes
están como para hacerlo por nosotros cerrando nuestras energías. La acedia es
nuestro amigo aquí: Practicaremos el Sabbat de una manera u otra.
No es un secreto que hoy la práctica del Sabbat está
desapareciendo más y más en nuestra cultura. Verdaderamente, nuestra cultura
constituye una conspiración virtual contra la práctica del Sabbat. Entre los
muchos responsables inculpados por esto, yo destaco nuestra adicción a la
tecnología de la información, nuestra incapacidad para estar durante cualquier
lapso de tiempo sin estar conectado a otros y al mundo a través de un teléfono,
una tablet o la pantalla de un ordenador. Cada vez somos más incapaces de alejarnos
de todo aquello a lo que estamos conectados a través de la tecnología de la
información, y consecuentemente somos más incapaces de simplemente descansar,
de dejar que las cosas fluyan, de experimentar el Sabbat. Tal vez la práctica
de los Cyber-Sabbats sería hoy, para nosotros, la práctica ascética más
importante.
Ya hace setecientos años, el poeta sufí Rumi lamentó: He
vivido demasiado tiempo donde puedo ser alcanzado. Eso es un grito a favor del
tiempo del Sabbat, que se quebró mucho antes de que la tecnología de la
información de hoy nos instalara donde siempre podemos ser alcanzados, y ese
grito está quebrándose hoy en todos sitios mientras nuestra adicción a la
tecnología de la información aumenta. A uno le preocupa que no encontremos el
ascetismo necesario para contener nuestra adicción, pero entonces la acedia
bien puede hacer por nosotros lo que nosotros somos incapaces de hacer por
nosotros mismos.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 30 de enero de 2017
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