Las lecturas de hoy... me han dado de sí para dos homilías
distintas. Como en días anteriores me he detenido en los Hechos de los
Apóstoles, he preferido quedarme con la segunda: el Evangelio.
Dicen los especialistas que San Juan ha reservado el uso de la palabra «carne» para referirse exclusivamente a la encarnación (la Palabra de Dios se hizo carne) y a la Eucaristía. Ambas se iluminan mutuamente. Si la Palabra de Dios se hizo carne, quiere decirse que donde Dios habla ahora es en la persona de Jesús (él es la Palabra de Dios), a él hay que escuchar, porque las antiguas Diez Palabras/mandamientos ahora son una sola: Cristo. Y los mandamientos solo uno: Amaos como yo.
• Y si las Diez Palabras/Mandamientos dieron origen al Pueblo de Dios, esta Palabra que es Cristo es el origen de un Nuevo Pueblo.
• Si la Palabra de Dios se hizo carne/hombre, quiere decirse que a Dios ahora lo encontramos en los hombres, en todo hombre y también en mí.
• Si la Palabra de Dios se hizo carne, quiere decir que Dios se ha metido de lleno en nuestra historia para hacerla suya, para que le encontremos en los acontecimientos que vivimos, en el cada día.
• Quiere decir también que Dios ha asumido nuestra debilidad para elevarla, ahora es una «carne» divinizada, habitada por el Espíritu, consagrada.
• Si la Palabra de Dios (la que hizo la creación en 7 días, la que hizo la vida) se ha hecho carne, en Cristo comienza una nueva creación, una nueva vida, un nuevo nacimiento: nacemos de lo Alto, de Dios: y por eso somos Hijos y herederos con Cristo... Y más... No pretendo agotarlo en unas pocas líneas.
♦ Y «comer su carne» significa aceptar, asumir, formar parte de todas estas cosas que acabamos de apuntar.
♦ Significa también que nos vamos transformando en Cristo, en Cuerpo y Carne suya («ya no soy yo el que vive, sino Cristo que vive en mí»).
♦ Significa que aceptamos ser también nosotros pan que se entrega para que otros se alimenten. Haced «esto» en memoria mía.
♦ Significa que aceptamos la entrega y el sacrificio (=sangre) por amor como estilo de vida.
♦ Significa que estamos «en proceso» de Resurrección por estar unidos a él.
♦ Y significa que, si nosotros somos el Cuerpo de Cristo (y él nuestra cabeza), la Palabra y la carne de Cristo se hacen Iglesia/comunidad fraterna, de modo que también a los hermanos los «comulgamos» cuando recibimos su Cuerpo, quedando unidos (= en comunión) entre nosotros. Y me permito subrayar esto último, porque encuentro a no pocos hermanos que convierten la comunión en un «tú a tú» con Jesús... sin «miembros», sin que importe la comunidad, sin integrarse, sin construirla, sin vivirla.
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?, se preguntaban aquellos judíos que no entendían nada. Nosotros ya sabemos la respuesta, aunque a menudo nos cuesta hacerla vida.
Lo que no vale es lo que algunos afirman con tanta seguridad (la ignorancia es muy atrevida): que «para ser cristiano no hace falta la Eucaristía(=ir a misa)». Porque el deseo y la intención de Jesús es que su Palabra y su carne/cuerpo son el camino para ser uno con él, para ser realmente discípulos, para sellar con él la alianza nueva y eterna y ser su nuevo Pueblo/comunidad, para tener Vida en nosotros, para que seamos uno y el mundo crea...
Todo esto hay que irlo «masticando» muy despacio, porque «tiene mucha miga». Comentario al Evangelio de hoy viernes, 20 de abril de 2018. Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Dicen los especialistas que San Juan ha reservado el uso de la palabra «carne» para referirse exclusivamente a la encarnación (la Palabra de Dios se hizo carne) y a la Eucaristía. Ambas se iluminan mutuamente. Si la Palabra de Dios se hizo carne, quiere decirse que donde Dios habla ahora es en la persona de Jesús (él es la Palabra de Dios), a él hay que escuchar, porque las antiguas Diez Palabras/mandamientos ahora son una sola: Cristo. Y los mandamientos solo uno: Amaos como yo.
• Y si las Diez Palabras/Mandamientos dieron origen al Pueblo de Dios, esta Palabra que es Cristo es el origen de un Nuevo Pueblo.
• Si la Palabra de Dios se hizo carne/hombre, quiere decirse que a Dios ahora lo encontramos en los hombres, en todo hombre y también en mí.
• Si la Palabra de Dios se hizo carne, quiere decir que Dios se ha metido de lleno en nuestra historia para hacerla suya, para que le encontremos en los acontecimientos que vivimos, en el cada día.
• Quiere decir también que Dios ha asumido nuestra debilidad para elevarla, ahora es una «carne» divinizada, habitada por el Espíritu, consagrada.
• Si la Palabra de Dios (la que hizo la creación en 7 días, la que hizo la vida) se ha hecho carne, en Cristo comienza una nueva creación, una nueva vida, un nuevo nacimiento: nacemos de lo Alto, de Dios: y por eso somos Hijos y herederos con Cristo... Y más... No pretendo agotarlo en unas pocas líneas.
♦ Y «comer su carne» significa aceptar, asumir, formar parte de todas estas cosas que acabamos de apuntar.
♦ Significa también que nos vamos transformando en Cristo, en Cuerpo y Carne suya («ya no soy yo el que vive, sino Cristo que vive en mí»).
♦ Significa que aceptamos ser también nosotros pan que se entrega para que otros se alimenten. Haced «esto» en memoria mía.
♦ Significa que aceptamos la entrega y el sacrificio (=sangre) por amor como estilo de vida.
♦ Significa que estamos «en proceso» de Resurrección por estar unidos a él.
♦ Y significa que, si nosotros somos el Cuerpo de Cristo (y él nuestra cabeza), la Palabra y la carne de Cristo se hacen Iglesia/comunidad fraterna, de modo que también a los hermanos los «comulgamos» cuando recibimos su Cuerpo, quedando unidos (= en comunión) entre nosotros. Y me permito subrayar esto último, porque encuentro a no pocos hermanos que convierten la comunión en un «tú a tú» con Jesús... sin «miembros», sin que importe la comunidad, sin integrarse, sin construirla, sin vivirla.
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?, se preguntaban aquellos judíos que no entendían nada. Nosotros ya sabemos la respuesta, aunque a menudo nos cuesta hacerla vida.
Lo que no vale es lo que algunos afirman con tanta seguridad (la ignorancia es muy atrevida): que «para ser cristiano no hace falta la Eucaristía(=ir a misa)». Porque el deseo y la intención de Jesús es que su Palabra y su carne/cuerpo son el camino para ser uno con él, para ser realmente discípulos, para sellar con él la alianza nueva y eterna y ser su nuevo Pueblo/comunidad, para tener Vida en nosotros, para que seamos uno y el mundo crea...
Todo esto hay que irlo «masticando» muy despacio, porque «tiene mucha miga». Comentario al Evangelio de hoy viernes, 20 de abril de 2018. Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf