No atesores tesoros en la tierra,
donde la polilla y la carcoma los roen,
donde acumular solo te va a servir
para tener miedo a perder,
donde los ladrones abren boquetes y los roban,
y tú sufres encerrándote
en una jaula de oro para protegerlos.
Tú atesora tesoros en el cielo,
que es el aire libre,
y es la intemperie de los caminos,
en el corazón de los amigos,
y en el corazón del mismo Padre Dios.
Porque allí no hay polilla ni ladrones,
no hay ambición ni miedo.
Y donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
Tú mira con ojos limpios, porque tu ojo es la medida de la vida.
Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz.
Si tu ojo está enfermo, y no aprendes a mirar en lo profundo,
serás ciego, aun sin saberlo. Abre los ojos, ya.
(Rezandovoy, adaptación de Mt 6, 19-23)