La palabra “espiritualidad” es relativamente nueva en el mundo angloparlante, al menos tal como se usa hoy. Antes de la década de 1960, habríais encontrado muy pocos libros en inglés con la palabra “espiritualidad” en su título, aunque eso no era aplicable al mundo francoparlante. Hace medio siglo, los escritores espirituales del Catolicismo Romano escribieron sobre espiritualidad, pero en su mayor parte con títulos tales como “La vida espiritual” y “Teología ascética”, o a modo de tratados devocionales. Los Protestantes y los Evangélicos, en su mayor parte, identificaron la espiritualidad con las devociones Católicas Romanas y se alejaron de la palabra.
¿Qué es espiritualidad, como se entiende generalmente en los círculos eclesiales hoy? Abundan definiciones en los escritos espirituales de toda suerte, cada una de las cuales define la espiritualidad con un particular objetivo final en mente. Muchas de estas definiciones son útiles en discusiones académicas, pero son de menor utilidad fuera de esos círculos. Así pues, dejadme arriesgar simplificando las cosas con una definición que sea suficientemente amplia, interreligiosa, ecuménica y confiadamente simple como para ser útil.
Espiritualidad es el intento, por parte de un individuo o de un grupo, de encontrar y experimentar la presencia de Dios, otras personas y el mundo cósmico de manera que entre en una comunidad de vida y celebración con ellos. Las disciplinas y hábitos genéricos y específicos que se desarrollan a partir de esto vienen a ser la base para las diferentes espiritualidades.
Privada de su raíz, se puede hablar de espiritualidad como una “disciplina” a la que se somete alguien. Por ejemplo, en el Cristianismo nos llamamos “discípulos” de Jesucristo. La palabra “discipulado” toma su raíz de la palabra “disciplina”. Un discípulo es alguien que se pone bajo una disciplina. El Hinduismo y el Budismo llaman a esto “yoga”. Para ser Hindú o Budista practicante necesitáis estar practicando una cierta “disciplina” espiritual, que llaman yoga. Y eso es lo que constituye cualquier práctica religiosa.
Toda práctica religiosa pide a uno ponerse bajo una cierta “disciplina” (que te hace un “discípulo”). Pero podemos distinguir entre diversas “disciplinas” religiosas. Aristóteles nos dio una distinción que puede ser útil aquí. Distinguió entre “género” y “especie”; por ejemplo, “pájaro” es género, “petirrojo” es especie. Así, mirando a diferentes espiritualidades podemos distinguir entre disciplinas “genéricas” y disciplinas “específicas”: Cristianismo, Judaísmo, Hinduismo, Budismo, Islamismo, Taoísmo y diferentes Religiones Nativas son espiritualidades “genéricas”. Pero en cada una de ellas encontrarás entonces una amplia serie de espiritualidades “específicas”. Por ejemplo, en la amplia categoría del Cristianismo encontrarás Católicos Romanos, Anglicanos, Episcopalianos, Protestantes, Evangélicos, Mormones y Congregacionalistas. Cada uno de estos es una especie.
Después podemos distinguir aún más: en cada uno de esos encontrarás una amplia serie de “sub-especies”, esto es, “disciplinas” cristianas particulares. Por ejemplo, en el Catolicismo Romano, podemos hablar de personas que tienen una espiritualidad Carismática o una espiritualidad Jesuita, Franciscana, Carmelita o Salesiana, por ofrecer sólo unos pocos ejemplos. Observad el ejemplo aquí: de género a especie y a sub-especie. Como espiritualidad, el Cristianismo es un género, el Catolicismo Romano es una especie, y ser Jesuita o Franciscano (o, en mi caso, Oblato de María Inmaculada) es una sub-especie.
Pido disculpas si esto parece un poco irreverente, esto es, hablar tan clínicamente de género, especie y sub-especies en referencia a las apreciadas tradiciones de fe en donde la sangre de los mártires ha sido derramada. Pero se espera que esto nos pueda ayudar a entender más claramente un tema complejo y sus raíces.
Nadie sirve a su Dios completamente, como tampoco vive del todo la dignidad dada por su Dios. Necesitamos guía. Necesitamos modelos de conducta y disciplina confiados y bendecidos por Dios que al fin vengan de la divina revelación misma. A éstos llamamos religiones. Luego, en estas religiones podemos ser ayudados más aún por modelos de conducta vividos por ciertos santos y figuras de sabiduría. Así, en el Cristianismo, tenemos el bien probado ejemplo y sabiduría de 2000 años por parte de mujeres y hombres de fe que han esculpido diferentes “disciplinas” que nos pueden ser útiles para vivir mejor nuestro propio discipulado. Jesuita, Franciscano, Carmelita, Salesiano, Mazenodiano, Carismático, Opus Dei, Focolar, Obrero Católico, San Egidio, Cursillo, Hechos-Misiones, Acercamiento Cristiano, entre otros, son espiritualidades; y exactamente como el ejercicio y los regímenes dietéticos de salud de los expertos pueden ayudarnos a mantener nuestros cuerpos más sanos, así también las prácticas de discipulado de santos particulares, gigantes espirituales y figuras de sabiduría pueden ayudar a hacer nuestro seguimiento de Jesús más fiel y generativo.
¿Cuál de estas espiritualidades es la mejor para vosotros? Eso depende de vuestro temperamento individual, vuestra particular vocación y llamada, y vuestra circunstancia en la vida. Una sola talla no se ajusta a todos. Del mismo modo, como cada copo de nieve es diferente de todos los otros copos, así también nosotros. Dios nos da diferentes dones y diferentes llamadas, y la vida nos pone en diferentes situaciones.
Dicen que el libro que necesitas leer te encuentra, y te encuentra en el preciso momento en que necesitas leerlo. Eso es verdad también para las espiritualidades. La que necesitas te encontrará, y te encontrará en el preciso momento en que la necesites.