El terapeuta empezó con algo expresado en parte con humor. Dijo: “¡Qué horrible que te hiciera eso! ¡Morir precisamente entonces!” Obviamente, el hombre no había intentado su muerte, pero su momento fue de hecho terriblemente injusto con su esposa, ya que la dejó con una culpa en apariencia permanente, sin ninguna forma de solución.
Sin embargo, después de ese comienzo, el terapeuta continuó
preguntándole: “Si volviera a tener a su esposo durante cinco minutos,
¿qué le diría Vd.?” Sin dudarlo, respondió ella: “Le diría lo mucho que
lo quería, lo bueno que fue conmigo durante todos estos años y cómo
nuestro pequeño momento de ira al final fue un insensato segundo que no
significa nada referido a nuestro amor”.
El terapeuta dijo entonces: “Vd. es una mujer de fe, cree en la comunión de los santos. Bien, su esposo está vivo aún y sigue presente en su vida ahora; así pues, ¿por qué no le dice todas estas cosas precisamente en este momento? ¡No es demasiado tarde para expresarle todo eso!
El terapeuta estaba en lo cierto. ¡Nunca es demasiado tarde! Nunca es demasiado tarde para decirles a nuestros seres queridos fallecidos lo que verdaderamente sentimos por ellos. Nunca es demasiado tarde para disculparnos por las formas en que pudimos haberles hecho daño. Nunca es demasiado tarde para pedirles perdón por nuestra negligencia en la relación, y nunca es demasiado tarde expresar las palabras de aprecio, declaración y gratitud que deberíamos haberles expresado mientras estaban vivos. Como cristianos, tenemos el gran consuelo de saber que la muerte no es el final, que nunca es demasiado tarde.
Y necesitamos desesperadamente ese particular consuelo… y esa segunda oportunidad. No importa quiénes somos, siempre somos inadecuados en nuestras relaciones. No siempre que debiéramos podemos estar junto a nuestros seres queridos; a veces decimos cosas con ira y amargura que dejan profundas cicatrices, traicionamos la confianza en todo tipo de formas y, por lo general, carecemos de la madurez y autoconfianza para expresar la declaración que deberíamos estar comunicando a nuestros seres queridos. Nunca ninguno de nosotros está totalmente a la altura. Cuando Karl Rahner dice que ninguno de nosotros experimenta la “sinfonía completa” en esta vida, no se está refiriendo sólo al hecho de que ninguno de nosotros realiza totalmente su sueño, se está refiriendo también al hecho de que, en todas nuestras relaciones más importantes, ninguno de nosotros está totalmente a la altura.
Al final del día, todos nosotros perdemos a los seres queridos de modo similar a como esa mujer perdió a su marido, con asuntos inacabados, con un mal momento. Siempre hay cosas que deberían haber sido dichas, y no se dijeron; y siempre hay cosas que no deberían haber sido dichas, y se dijeron.
Pero ahí es donde nuestra fe cristiana entra. Nosotros no somos los únicos que nos quedamos cortos. En el momento de la muerte de Jesús, prácticamente todos sus discípulos habían desertado. El momento aquí fue también muy malo. El Viernes Santo fue malo mucho antes de que fuera bueno. Pero -y este es el punto como cristianos- no creemos que siempre habrá finales felices en esta vida, ni que siempre seremos adecuados en la vida. Más bien, creemos que la plenitud de la vida y la felicidad nos vendrá a través de la redención de nuestros errores, no el menor de ellos a causa de nuestra inadecuación y debilidad.
G. K. Chesterton dijo que el Cristianismo es especial porque en su creencia en la comunión de los santos, “incluso los muertos consiguen un voto”. Consiguen más de un voto. Logran incluso oír lo que les estamos diciendo.
Así… si perdiste a un ser querido en una situación en la que aún había algo sin resolver, en la que aún había una tensión que necesitaba ser aliviada, en la que deberías haber estado más atento o en la que te sientes mal porque nunca expresaste adecuadamente la declaración y afecto que podrías haber expresado, comprende que no es demasiado tarde. ¡Aún se puede hacer todo!
El terapeuta dijo entonces: “Vd. es una mujer de fe, cree en la comunión de los santos. Bien, su esposo está vivo aún y sigue presente en su vida ahora; así pues, ¿por qué no le dice todas estas cosas precisamente en este momento? ¡No es demasiado tarde para expresarle todo eso!
El terapeuta estaba en lo cierto. ¡Nunca es demasiado tarde! Nunca es demasiado tarde para decirles a nuestros seres queridos fallecidos lo que verdaderamente sentimos por ellos. Nunca es demasiado tarde para disculparnos por las formas en que pudimos haberles hecho daño. Nunca es demasiado tarde para pedirles perdón por nuestra negligencia en la relación, y nunca es demasiado tarde expresar las palabras de aprecio, declaración y gratitud que deberíamos haberles expresado mientras estaban vivos. Como cristianos, tenemos el gran consuelo de saber que la muerte no es el final, que nunca es demasiado tarde.
Y necesitamos desesperadamente ese particular consuelo… y esa segunda oportunidad. No importa quiénes somos, siempre somos inadecuados en nuestras relaciones. No siempre que debiéramos podemos estar junto a nuestros seres queridos; a veces decimos cosas con ira y amargura que dejan profundas cicatrices, traicionamos la confianza en todo tipo de formas y, por lo general, carecemos de la madurez y autoconfianza para expresar la declaración que deberíamos estar comunicando a nuestros seres queridos. Nunca ninguno de nosotros está totalmente a la altura. Cuando Karl Rahner dice que ninguno de nosotros experimenta la “sinfonía completa” en esta vida, no se está refiriendo sólo al hecho de que ninguno de nosotros realiza totalmente su sueño, se está refiriendo también al hecho de que, en todas nuestras relaciones más importantes, ninguno de nosotros está totalmente a la altura.
Al final del día, todos nosotros perdemos a los seres queridos de modo similar a como esa mujer perdió a su marido, con asuntos inacabados, con un mal momento. Siempre hay cosas que deberían haber sido dichas, y no se dijeron; y siempre hay cosas que no deberían haber sido dichas, y se dijeron.
Pero ahí es donde nuestra fe cristiana entra. Nosotros no somos los únicos que nos quedamos cortos. En el momento de la muerte de Jesús, prácticamente todos sus discípulos habían desertado. El momento aquí fue también muy malo. El Viernes Santo fue malo mucho antes de que fuera bueno. Pero -y este es el punto como cristianos- no creemos que siempre habrá finales felices en esta vida, ni que siempre seremos adecuados en la vida. Más bien, creemos que la plenitud de la vida y la felicidad nos vendrá a través de la redención de nuestros errores, no el menor de ellos a causa de nuestra inadecuación y debilidad.
G. K. Chesterton dijo que el Cristianismo es especial porque en su creencia en la comunión de los santos, “incluso los muertos consiguen un voto”. Consiguen más de un voto. Logran incluso oír lo que les estamos diciendo.
Así… si perdiste a un ser querido en una situación en la que aún había algo sin resolver, en la que aún había una tensión que necesitaba ser aliviada, en la que deberías haber estado más atento o en la que te sientes mal porque nunca expresaste adecuadamente la declaración y afecto que podrías haber expresado, comprende que no es demasiado tarde. ¡Aún se puede hacer todo!