Destaco este intercambio porque soy bastante consciente de que, siempre
que un célibe con votos escriba sobre sexo, esto será problemático para
algunos, a ambos lados del espectro ideológico. Sea como sea, al
referirme aquí a dos ingeniosas citas de Gary Gutting, quiero sugerir
que nuestra cultura haría bien de examinar valientemente sus opiniones
sobre el sexo para ver dónde nuestro actual comportamiento relativo al
sexo podría no estar sirviéndonos bien. Aquí están las citas:
Escribiendo en una revista de Commonweal (23 de Septiembre, 2016), dice Gutting: “Necesitamos, sin embargo, una ética de la sexualidad, y el punto de partida debería ser la comprensión de que el sexo no es `diversión´. O sea, no resulta una actividad agradable que podamos separar sin peligro de las cosas que de hecho importan. El sexo no es como decir un chiste, beber un buen vino o ver un partido de baloncesto. No es sólo que el sexo sea más intenso; también pone en comunicación emocional y moral las profundidades que ordinariamente los placeres no ponen. Los valores humanos fundamentales tales como el amor, el respeto y la auto-identidad están siempre en juego. El `sexo casual´ es una peligrosa ilusión. El sexo es un problema para nosotros principalmente porque lo confundimos con la diversión”.
Dos años después, en otra revista de Commonweal (19 de marzo, 2018) comentando la indignación moral que encendió al movimiento #Me Too, escribe: “Nuestra indignación puede parecer anómala, particularmente en el contexto de Hollywood, porque la industria del entretenimiento -junto con la publicidad de la industria de la autoayuda y los intelectuales iluminados- es una fuente primaria de la idea ampliamente aceptada de que el sexo debería ser liberado de la seriedad de las estructuras morales y reconocido exactamente como otra manera de poder divertirse la gente moderna. …Yo no soy cínico, pero sí pienso que vale la pena reflexionar sobre la tensión entre la indignación moral por acoso sexual y la ética de la sexualidad liberada. El problema central es que esta ética apoya la idea de que el sexo debería ser típicamente otra manera de tener diversión. … Esta ética está abierta, por supuesto, a la idea de que el sexo también puede ser una expresión de la intimidad profunda, comprometida y monógama; pero, a pesar de todo, no ve ningún problema con el sexo que empieza y acaba sólo como diversión”.
¿Puede el sexo empezar y acabar sólo como diversión? Muchos de nuestra cultura de hoy dirían que sí. Parece que esto es a lo que hemos evolucionado.
En el corto espacio de medio siglo hemos presenciado algunos cambios de paradigmas en cómo nuestra cultura valora la moral sexual. Hasta la década de 1950, nuestra ética moral dominante asoció el sexo al matrimonio y tener hijos. El sexo se consideraba moral cuando era compartido en un matrimonio y estaba abierto a la concepción. La década de los 60 eliminó la parte sobre el sexo asociado a tener hijos, por lo que el control de nacimientos vino a ser aceptable en la cultura. Pero el sexo aún necesitaba estar dentro de un matrimonio. El sexo pre-marital y extra-marial, aunque difundidos, no eran vistos aún como aceptables moralmente.
Los años 70 y 80 cambiaron eso. Nuestra cultura vino a aceptar el sexo fuera del matrimonio ofreciéndolo como consensual y amoroso. El sexo, en efecto, vino a ser una extensión de citas. La generación de hoy nació y fue educada en esa ética. Finalmente, los 90 y el nuevo milenio trajeron todavía un cambio más radical, a saber, el sexo “enganche”, el sexo donde el alma, la emoción y el compromiso son deliberadamente excluidos de la relación. Para mucha gente, hoy, el sexo se puede entender como puramente de recreo -y aún moral- sólo para divertirse.
¿Qué hay que decir sobre esto? ¿Puede ser el sexo simplemente para diversión? Mi respuesta es la misma que la de Gutting. El sexo sólo para diversión no funciona porque, aunque lo intentemos, no podemos separar el sexo del alma.
Al final, el sexo sólo por diversión no es diversión, excepto en la fantasía, en la ideología divorciada de la realidad y en la novelas y películas ingenuas. A los que son sensibles, trae invariablemente pesar; y a los que son insensibles trae invariablemente dureza de corazón. A todos trae explotación sexual. Más seriamente, conduce a cierta pérdida del alma. Cuando a la sensibilidad no se le da su lugar propio en la sexualidad, incluso peor, cuando es excluida deliberadamente, acabamos vendiéndonos cortos, no honrándonos adecuadamente a nosotros ni a otros; y, al final del día, esto no da por resultado ni la felicidad en nosotros ni el propio respeto de otros.
El alma es una mercancía digna de protección, particularmente en el sexo.
Escribiendo en una revista de Commonweal (23 de Septiembre, 2016), dice Gutting: “Necesitamos, sin embargo, una ética de la sexualidad, y el punto de partida debería ser la comprensión de que el sexo no es `diversión´. O sea, no resulta una actividad agradable que podamos separar sin peligro de las cosas que de hecho importan. El sexo no es como decir un chiste, beber un buen vino o ver un partido de baloncesto. No es sólo que el sexo sea más intenso; también pone en comunicación emocional y moral las profundidades que ordinariamente los placeres no ponen. Los valores humanos fundamentales tales como el amor, el respeto y la auto-identidad están siempre en juego. El `sexo casual´ es una peligrosa ilusión. El sexo es un problema para nosotros principalmente porque lo confundimos con la diversión”.
Dos años después, en otra revista de Commonweal (19 de marzo, 2018) comentando la indignación moral que encendió al movimiento #Me Too, escribe: “Nuestra indignación puede parecer anómala, particularmente en el contexto de Hollywood, porque la industria del entretenimiento -junto con la publicidad de la industria de la autoayuda y los intelectuales iluminados- es una fuente primaria de la idea ampliamente aceptada de que el sexo debería ser liberado de la seriedad de las estructuras morales y reconocido exactamente como otra manera de poder divertirse la gente moderna. …Yo no soy cínico, pero sí pienso que vale la pena reflexionar sobre la tensión entre la indignación moral por acoso sexual y la ética de la sexualidad liberada. El problema central es que esta ética apoya la idea de que el sexo debería ser típicamente otra manera de tener diversión. … Esta ética está abierta, por supuesto, a la idea de que el sexo también puede ser una expresión de la intimidad profunda, comprometida y monógama; pero, a pesar de todo, no ve ningún problema con el sexo que empieza y acaba sólo como diversión”.
¿Puede el sexo empezar y acabar sólo como diversión? Muchos de nuestra cultura de hoy dirían que sí. Parece que esto es a lo que hemos evolucionado.
En el corto espacio de medio siglo hemos presenciado algunos cambios de paradigmas en cómo nuestra cultura valora la moral sexual. Hasta la década de 1950, nuestra ética moral dominante asoció el sexo al matrimonio y tener hijos. El sexo se consideraba moral cuando era compartido en un matrimonio y estaba abierto a la concepción. La década de los 60 eliminó la parte sobre el sexo asociado a tener hijos, por lo que el control de nacimientos vino a ser aceptable en la cultura. Pero el sexo aún necesitaba estar dentro de un matrimonio. El sexo pre-marital y extra-marial, aunque difundidos, no eran vistos aún como aceptables moralmente.
Los años 70 y 80 cambiaron eso. Nuestra cultura vino a aceptar el sexo fuera del matrimonio ofreciéndolo como consensual y amoroso. El sexo, en efecto, vino a ser una extensión de citas. La generación de hoy nació y fue educada en esa ética. Finalmente, los 90 y el nuevo milenio trajeron todavía un cambio más radical, a saber, el sexo “enganche”, el sexo donde el alma, la emoción y el compromiso son deliberadamente excluidos de la relación. Para mucha gente, hoy, el sexo se puede entender como puramente de recreo -y aún moral- sólo para divertirse.
¿Qué hay que decir sobre esto? ¿Puede ser el sexo simplemente para diversión? Mi respuesta es la misma que la de Gutting. El sexo sólo para diversión no funciona porque, aunque lo intentemos, no podemos separar el sexo del alma.
Al final, el sexo sólo por diversión no es diversión, excepto en la fantasía, en la ideología divorciada de la realidad y en la novelas y películas ingenuas. A los que son sensibles, trae invariablemente pesar; y a los que son insensibles trae invariablemente dureza de corazón. A todos trae explotación sexual. Más seriamente, conduce a cierta pérdida del alma. Cuando a la sensibilidad no se le da su lugar propio en la sexualidad, incluso peor, cuando es excluida deliberadamente, acabamos vendiéndonos cortos, no honrándonos adecuadamente a nosotros ni a otros; y, al final del día, esto no da por resultado ni la felicidad en nosotros ni el propio respeto de otros.
El alma es una mercancía digna de protección, particularmente en el sexo.