Una de las lecturas asignadas para el curso fue el libro de Christopher de Vinck Sólo el corazón sabe cómo encontrarlos: Recuerdos preciosos para un tiempo sin fe.
El libro es una serie de ensayos autobiográficos, la mayoría de los
cuales se centran en su vida de hogar y su relación con su esposa e
hijos. Los ensayos que describen su relación con su esposa no exceden lo
romántico, pero son maravillosamente reconfortantes y colocan el sexo
en un contexto de matrimonio, seguridad y fidelidad.
Al final del semestre, una mujer joven, de 30 años, me dijo esto mientras me entregaba en su trabajo final una reflexión sobre el libro de Vinck: “Este es el mejor libro que he leído en mi vida. No tuve mucha guía moral mientras crecía, y así no siempre tuve cuidado con mi corazón y fui bastante libre y existencial acerca del sexo. Básicamente he dormido en mi camino a través de dos provincias canadienses; pero ahora sé que lo que de hecho deseo es lo que este hombre (de Vinck) tiene. ¡Estoy buscando la cama de matrimonio!” Sus ojos rompieron en lágrimas mientras me confiaba esto.
¡Estoy buscando la cama de matrimonio! Eso es una gran imagen de lo que el corazón denomina hogar.
Al final del día, ¿qué es el hogar? ¿Es una entidad étnica, un género, una ciudadanía, una casa en algún sitio, el lugar donde nacimos, o es un lugar en el corazón?
Es un lugar en el corazón, y la imagen de la cama de matrimonio lo sitúa bien. El hogar es donde estás cómodo física, psicológica y moralmente. El hogar es donde te sientes seguro. El hogar es donde tu corazón no se siente fuera de sitio, obligado, violentado, denigrado, trivializado, hecho a un lado (aun cuando a veces se toma como favor). El hogar es un sitio del que no tienes que ausentarte para ser tú mismo. El hogar es donde puedes ser totalmente tú mismo, sin la necesidad de adoptar la actitud de que eres otra cosa diferente a ti. El hogar es donde estás a gusto.
Hay diferentes lecciones encubiertas en ese concepto de hogar, no menos importantes -como esta joven mujer vino a darse cuenta- algunas valiosas opiniones sobre qué idea tenemos del amor y el sexo. Algo de lo que está en juego aquí es captado en este popular concepto de anhelo por un alma gemela. La lástima, empero, es que generalmente tendemos a opinar de un alma gemela en términos románticos muy cargados. Pero, como ilustra el libro de Vinck, encontrar un alma gemela tiene más que ver con encontrar el consuelo moral y la seguridad psicológica de la cama de un matrimonio monógamo de lo que tiene que ver con el objeto de las novelas románticas. En términos de nuestra sexualidad, lo que subyace más profundo en nuestros anhelos eróticos es el deseo de encontrar a alguien que nos lleve a casa. Cualquier sexo desde el que tienes que ir a casa es aún algo que no está dando aquello por lo que más anhelas; y es, a lo más, un tónico temporal que te deja buscando incluso algo adicional y más real.
La frase Estoy buscando la cama de matrimonio contiene también algunas opiniones enfrentadas que disciernen entre las varias clases de amor, infatuación y atracciones en las que caemos. La mayoría de la gente es por naturaleza temperamentalmente promiscua, lo que significa que experimentamos fuertes sentimientos de atracción, infatuación y amor por todas maneras de otros, independientemente del hecho de que con frecuencia aquello por lo que somos atraídos en otro no es algo con lo que pudiéramos estar alguna vez en casa. Podemos enamorarnos de muchos tipos diferentes de personas, pero ¿qué clase de amor contribuye a formar un matrimonio y un hogar? El matrimonio y el hogar se afirman sobre la clase de amor que te lleva al hogar, sobre la clase de amor que te da la sensación de que con esta persona puedes estar en casa y puedes construir un hogar.
Y, obviamente, este concepto no sólo se aplica a un esposo y esposa en el matrimonio. Es una imagen para lo que constituye el hogar; para todos, casados y célibes igualmente. La cama de matrimonio es una metáfora por la que se expresa el centro psicológico y moral a discreción.
T. S. Elliot escribió una vez: El hogar es el sitio de donde partimos. Es también el lugar donde deseamos acabar. Al nacer, nuestros padres nos traen al hogar. Ese es el lugar desde donde empezamos y donde estamos a gusto hasta que la pubertad nos guía afuera en busca de otro hogar. Muchas trampas nos esperan potencialmente en esa búsqueda; pero, si escuchamos ese profundo consejo de nuestro interior, ese indomable anhelo de lograr el hogar de nuevo, entonces, como los magos que siguieron una estrella especial hasta el pesebre, nosotros también encontraremos la cama de matrimonio; o, al menos, no la buscaremos por todos los lugares inapropiados.
Al final del semestre, una mujer joven, de 30 años, me dijo esto mientras me entregaba en su trabajo final una reflexión sobre el libro de Vinck: “Este es el mejor libro que he leído en mi vida. No tuve mucha guía moral mientras crecía, y así no siempre tuve cuidado con mi corazón y fui bastante libre y existencial acerca del sexo. Básicamente he dormido en mi camino a través de dos provincias canadienses; pero ahora sé que lo que de hecho deseo es lo que este hombre (de Vinck) tiene. ¡Estoy buscando la cama de matrimonio!” Sus ojos rompieron en lágrimas mientras me confiaba esto.
¡Estoy buscando la cama de matrimonio! Eso es una gran imagen de lo que el corazón denomina hogar.
Al final del día, ¿qué es el hogar? ¿Es una entidad étnica, un género, una ciudadanía, una casa en algún sitio, el lugar donde nacimos, o es un lugar en el corazón?
Es un lugar en el corazón, y la imagen de la cama de matrimonio lo sitúa bien. El hogar es donde estás cómodo física, psicológica y moralmente. El hogar es donde te sientes seguro. El hogar es donde tu corazón no se siente fuera de sitio, obligado, violentado, denigrado, trivializado, hecho a un lado (aun cuando a veces se toma como favor). El hogar es un sitio del que no tienes que ausentarte para ser tú mismo. El hogar es donde puedes ser totalmente tú mismo, sin la necesidad de adoptar la actitud de que eres otra cosa diferente a ti. El hogar es donde estás a gusto.
Hay diferentes lecciones encubiertas en ese concepto de hogar, no menos importantes -como esta joven mujer vino a darse cuenta- algunas valiosas opiniones sobre qué idea tenemos del amor y el sexo. Algo de lo que está en juego aquí es captado en este popular concepto de anhelo por un alma gemela. La lástima, empero, es que generalmente tendemos a opinar de un alma gemela en términos románticos muy cargados. Pero, como ilustra el libro de Vinck, encontrar un alma gemela tiene más que ver con encontrar el consuelo moral y la seguridad psicológica de la cama de un matrimonio monógamo de lo que tiene que ver con el objeto de las novelas románticas. En términos de nuestra sexualidad, lo que subyace más profundo en nuestros anhelos eróticos es el deseo de encontrar a alguien que nos lleve a casa. Cualquier sexo desde el que tienes que ir a casa es aún algo que no está dando aquello por lo que más anhelas; y es, a lo más, un tónico temporal que te deja buscando incluso algo adicional y más real.
La frase Estoy buscando la cama de matrimonio contiene también algunas opiniones enfrentadas que disciernen entre las varias clases de amor, infatuación y atracciones en las que caemos. La mayoría de la gente es por naturaleza temperamentalmente promiscua, lo que significa que experimentamos fuertes sentimientos de atracción, infatuación y amor por todas maneras de otros, independientemente del hecho de que con frecuencia aquello por lo que somos atraídos en otro no es algo con lo que pudiéramos estar alguna vez en casa. Podemos enamorarnos de muchos tipos diferentes de personas, pero ¿qué clase de amor contribuye a formar un matrimonio y un hogar? El matrimonio y el hogar se afirman sobre la clase de amor que te lleva al hogar, sobre la clase de amor que te da la sensación de que con esta persona puedes estar en casa y puedes construir un hogar.
Y, obviamente, este concepto no sólo se aplica a un esposo y esposa en el matrimonio. Es una imagen para lo que constituye el hogar; para todos, casados y célibes igualmente. La cama de matrimonio es una metáfora por la que se expresa el centro psicológico y moral a discreción.
T. S. Elliot escribió una vez: El hogar es el sitio de donde partimos. Es también el lugar donde deseamos acabar. Al nacer, nuestros padres nos traen al hogar. Ese es el lugar desde donde empezamos y donde estamos a gusto hasta que la pubertad nos guía afuera en busca de otro hogar. Muchas trampas nos esperan potencialmente en esa búsqueda; pero, si escuchamos ese profundo consejo de nuestro interior, ese indomable anhelo de lograr el hogar de nuevo, entonces, como los magos que siguieron una estrella especial hasta el pesebre, nosotros también encontraremos la cama de matrimonio; o, al menos, no la buscaremos por todos los lugares inapropiados.