¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

 




III Domingo de Adviento


La pregunta del Bautista: "Eres tú el que tenía que venir?", que domina la presente página del evangelio de Mateo, no expresa una mera curiosidad religiosa.

          Juan estaba convencido de que el Mesías iba a inaugurar el Reino de Dios. Llevaba una vida ascética ejemplar llamando a penitencia a sus contemporáneos y fustigó las costumbres de los poderosos hasta ser encarcelado por tal motivo. Desde la prisión, manda a informarse acerca de los fundamentos de la "buena noticia" porque se ha jugado la vida sobre el sentido de lo que ha vivido hasta el presente. Ni siquiera el Bautista es una excepción en la oscuridad de la fe, ni goza desde el principio de una plena comprensión del proyecto de Dios que le puede preservar del escándalo (v. 6).

          Jesús responde indicando lo que está haciendo; sus palabras (anuncia el evangelio a los pobres), sus acciones ("Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo...": v. 4), las Escrituras, mediante las cuales se pueden entender sus palabras y acciones (de hecho, espiga unas citas, tomadas la mayor parte de Is 35: "Los ciegos ven..."). Jesús sabe que a alguien que está disponible como el Bautista, el evangelio le habla por sí mismo; él comprenderá que Jesús es el que viene en nombre de Dios. Pero como el Bautista ha anunciado un Mesías un tanto diverso, juez severo, ministro de la ira de Dios, deberá estar dispuesto a rectificar su misma visión de Mesías.

          También él debe convertirse. Mateo reserva al final una palabra dirigida al discípulo de Jesús: el Bautista era grande, pero no era más que un precursor, mientras que el discípulo ha conocido en plenitud el don de Dios, y por eso es más grande que el Bautista (v. 11). Su grandeza no estriba en una mayor estatura ascética y moral, sino en el don de Dios que ahora, en Jesús, se manifiesta plenamente.



 Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda