Jesús pasó por la vida haciendo el bien

Comentario al Evangelio del viernes, 7 de octubre de 2016
Fernando Torres cmf
      Cuentan que una vez se acercaron a un pueblo español unos Testigos de Jehová. Como hacen habitualmente, empezaron a ir de casa en casa para hablar con los vecinos y tratar de convencerlos de que se uniesen a su comunidad. Dice la historia que llegaron a una casa en las que les abrió la puerta un hombre. Ellos comenzaron a hablar y, al poco, el hombre les paró y les dijo: “Miren, vamos a dejarlo, porque yo no creo en mi religión católica que es la verdadera, no voy a empezar a crear en la suya que es falsa.”
      La historia nos puede ayudar a entender el texto evangélico de hoy y las muchas reticencias que se encontró Jesús en su ministerio. En el tiempo de Jesús había también muchos de esos que no creían en su religión que era la verdadera y no iban a creer en aquellas nuevas ideas que predicaba Jesús. Daba lo mismo que vieran que las palabras de Jesús eran liberadoras, que la gente sanaba de sus enfermedades y encontraba nuevos caminos de solidaridad y fraternidad. Daba la mismo que Jesús se posicionase claramente contra todo lo que significaba opresión y dolor y sufrimiento para las personas. Todo eso daba lo mismo por una sencilla razón: porque ellos no querían salir de sus casillas, de su vida tranquila, ordenada y cómoda. Ellos no se sentían solidarios con las personas que sufrían. Se habían hecho una vida tranquila, reposada, y no querían dejarla de ninguna manera. Si otros lo pasaban mal, no era su problema. A ellos les bastaba con cumplir con las apariencias de una vida socialmente aceptable.
      Por eso criticaban a Jesús. No le podían aceptar. Jesús les descolocaba. Había que dar una explicación convincente a lo que pasaba delante de sus ojos. No fue difícil. Lo que hacía Jesús lo hacía por arte de Belcebú. Ya está. Solucionado el problema. Podían volver a cerrar la puerta y sentarse tranquilamente enfrente de la televisión a leer el periódico. Otros iban un poco más allá y le pedían un signo que les convenciese definitivamente.
      Jesús les responde con su vida. No hay más signo que lo que hace. Y lo que hace es el bien. Jesús fue un hombre que pasó haciendo el bien, preocupándose por el bien de los que se encontró en el camino, abriendo los corazones a la esperanza de que era posible vivir de una manera nueva, más justa, más solidaria, más fraterna. Todos como hijos del mismo Padre Dios.

      Claro que, para eso, para vivir de esa manera nueva, hay que salir de donde estamos, de donde nos sentimos cómodos. Hay que mirar de frente el dolor y la injusticia del mundo, de nuestros hermanos y hermanas. Hay que sentirse solidarios y aceptar que la vida, el reino, está más allá de los muros de nuestra casa, de nuestras comodidades. ¿Lo intentamos?

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