San Gregorio Nacianceno, en uno de sus sermones, nos invita a asumir uno de los papeles de los distintos personajes de los relatos de la Pasión, en concreto de Nicodemo y de José de Arimatea. En el Cuarto Evangelio aparece varias veces Nicodemo. Hay dos momentos importantes relacionados con él: al principio del Evangelio, cuando va a visitar de noche a Jesús, y al final de la vida del Señor, cuando ayuda a enterrar su cuerpo.
Los textos son muy significativos. En el primero se narra la escena en la que el fariseo busca a Jesús: “Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él» (Jn 3, 1-2).
Ir de noche puede significar caminar a oscuras, sin ver, e ir a encontrarse con Jesús, quien va a decir: “Yo soy la luz del mundo”. Implica el deseo de alcanzar la iluminación. El texto evangélico de Jn 3, cita siete veces el verbo creer, y en cinco ocasiones emplea la palabra “luz”. Quien cree recupera la vista, comprende las Escrituras, reconoce al Señor, no camina en tinieblas, avanza sin tropezar.
Nicodemo nos enseña a buscar, a acercarnos a la Luz, aunque sea en un momento vergonzante, en el que nos da pudor que nos vean acudir al Maestro y a su misericordia. El poeta dice: “De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente, solo la sed nos alumbra”. Si hay necesidad se busca, aunque sea de noche. Nicodemo nos enseña su sed de verdad.
Estos días son propicios para estar en oración de noche, y dejarnos instruir en el corazón por quien ha venido en nombre de Dios -más aún, es el Hijo de Dios- como luz, como verdad y como vida.
En el texto evangélico hay un paralelismo entre tinieblas y obras malas, y luz y caminar en la verdad.
Pero es la actuación de Nicodemo en los relatos de la Pasión la que nos invita más especialmente estos días a ser generosos. “Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar” (Jn 19, 39-40).
¿Te sumas a la ofrenda de los aromas? La oración es aroma de incienso, y el perfume caro, ofrenda de amor.. Fuente: Ciudad Redonda