San Juan Diego, el Vidente de Guadalupe, un Modelo de Humildad (9 dic)

En abril de 1990 Juan Diego (el vidente de la Virgen de Guadalupe) fue beatificado por el papa Juan Pablo II en el Vaticano. En Julio 2002 fue canonizado en una ceremonia presidida por Juan Pablo II, realizada en la Basilica de Guadalupe. Su fiesta es el 9 de diciembre.

Hay consenso entre los expertos que Juan Diego nació en 1474 en el calpulli de Tlayacac en Cuauhtitlán. Este lugar estaba localizado 20 kilómetros al norte de Tenochnitlán (ciudad de México) y fue establecido en 1168 por la tribu nahua y posteriormente conquistado por el jefe Azteca Axayacatl en 1467. El nombre azteca de Juan Diego era Cuauhtlatoatzin, algo así como “el que habla como águila” o “águila que habla”.

El Nican Mopohua lo describe como un “pobre indio”, que no pertenecía a ninguna de las categorías sociales relevantes del Imperio, como funcionarios, sacerdotes, guerreros, mercaderes, o sea que pertenecía a la numerosa clase baja del Imperio Azteca, aunque no era esclavo. Él mismo hablándole a a la Virgen de Guadalupe que se le presenta se describe como “un hombrecillo” o un don nadie, y es por esto que dice que tiene falta de credibilidad ante el Obispo. El trabajaba la tierra e incluso era dueño de una parcela, donde vivía en una pequeña vivienda. Fabricaba mantas y las vendía. Estaba casado pero sin hijos.
Entre los años 1524 o 1525 se produce su conversión al cristianismo y fue bautizado junto con así como su esposa, con el nombre cristiano de Juan Diego y su esposa con el nombre de María Lucía.
Los bautizó un fraile Franciscano de nombre padre Peter da Gand, quien fue uno de los primeros misionarios franciscanos que llegó a Mexico.
En las Informaciones Guadalupanas de 1666, que fue la primera investigación formal realizada por la Iglesia sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, Juan Diego aparece como un hombre muy devoto y religioso, aún que se hubiera convertido. Se dice que era  reservado y de un carácter místico, de poco hablar y que hacía penitencias frecuentes. También se dice que caminaba 20 kilómetros desde su poblado hasta Tenochtitlán para recibir instrucción religiosa.
Su esposa María Lucía  fallece en 1529 y Juan Diego se va a vivir con su tío Juan Bernardino en Tolpetlac, que así le quedaba mas cerca de la iglesia en Tlatilolco – Tenochtitlán, sólo 14 kilómetros.
Se cuenta que él se levantaba muy muy temprano los sábados y domingos, antes que amaneciera para ir caminando a la iglesia y llegar a tiempo a la Misa y a las clases de instrucción religiosa.
No usaba zapatos, caminaba descalzo como la gente de su clase macehualli, ya que solo los miembros de las clases superiores de los aztecas usaban cactlis, o sandalias, confeccionadas con fibras vegetales o de pieles. Usaba para protegerse del frío una manta, tilma o ayate, tejida con fibras del maguey, el cactus típico de la región. El algodón era solo usado por los aztecas mas privilegiados.

SE LE APARECE MARÍA:
Las caminatas a Tenochtitlánle tomaban unas tres horas y medias atravesando montañas y poblados. En una de ellas ocurre la primera aparición de la Virgen de Guadalupe, en el lugar ahora conocido como “Capilla del Cerrito”.
La Santísima Virgen le habló en su idioma náhuatl. Y lo llamó “Juanito, Juan Dieguito”, “el mas pequeño de mis hijos”, “hijito mío”, mostrando así su cariño.
En el momento de las apariciones Juan Diego tenía 57 años, lo que significaba que era un anciano para los estándares de la época, porque la expectativa de vida masculina apenas sobrepasaba los 40 años.
Luego de las apariciones de Guadalupe Juan Diego se fue a vivir a un pequeño cuarto pegado a la capilla que alojaba la santa imagen, dejando sus pertenencias a su tío Juan Bernardino.
Pasó el resto de su vida completamente dedicado a la difusión del relato de las apariciones entre la gente de su pueblo. Algo similar a lo que le sucedió al Negro Manuel, que fue custodio de Nuestra Señora de Luján, Argentina.
Juan Diego muere el 30 de mayo de 1548, a la edad de 74 años. Juan Diego amaba de sobremanera la Sagrada Eucaristía, y por permiso especial del Obispo, luego de las apariciones, recibía la Comunión tres veces por semana, algo completamente inusual en aquellos tiempos.
Su Santidad Juan Pablo II alabó en Juan Diego su simple fe nutrida por la catequesis y lo definió como un modelo de humildad para todos nosotros, refiriéndose a lo que le dijo a la Santísima Virgen:
“soy solo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda”

LAS APARICIONES: El 9 de diciembre de 1531, cuando se dirigía a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, quien se le presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.
María le encargó que pidiese al Obispo Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición, en su nombre. Y como el Obispo no aceptó, la Virgen le pidió que insistiese.
Al día siguiente, un domingo, Juan Diego volvió a hablar con el franciscano, quien le tomó examen sobre la doctrina cristiana y le solicitó pruebas objetivas de la aparición. El 12 de diciembre, un martes, Juan Diego se dirigía de nuevo a la ciudad y la Virgen se le volvió a presentar, le consoló, y le dijo que subiera hasta la cima del cerro Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. A pesar del frío invierno y la aridez del sitio, Juan Diego halló unas flores muy hermosas, que las recogió en su tilma y se las llevó a la Virgen, quien le dijo que se las presentara al  Obispo como prueba de la veracidad de la aparición. Cuando Juan Diego estuvo ante el obispo, abrió su tilma y dejó caer las flores, mientras que apareció en el tejido de su tilma  la imagen de la Virgen de Guadalupe, hasta hoy inexplicablemente impresa.
Esta es la historia oficial, pero hay quienes dudan de su veracidad, al punto que consideran que Juan Diego nunca existió y que fue una estratagema armada para convertir a los aztecas. Sin embargo hay un hecho sobrenatural que todavía no se puede explicar que son las características extraordinarias y sobre humanas de la pintura que quedó grabada en la tilma de Juan Diego, que es objeto de veneración del pueblo mexicano. Fuente


Tus pecados te son perdonados. Levántate y echa a andar. Calendario de adviento. Día 9.

 

“Tus pecados te son perdonados. Levántate y echa a andar”
Toma tu cruz y sigue a Jesús.
Señor, tu Adviento me trae la esperanza de que escuchas mi clamor.

Calendario de Adviento. Día 9 de 25. 2024.

Short:

Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María, patrona de España. Calendario de adviento. Día 8.


"Hágase en mi según tu palabra"

Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María, patrona de España.

El SÍ de María cambió la Historia.

Calendario de Adviento. Día 8 de 25. 2024.

Short:

Origen de la celebración de la Inmaculada como patrona de España y de su ejército

El "milagro" de Empel: Corría el año de 1585, era la noche del 7 de diciembre. El Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, compuesto por 5.000 hombres, está bloqueado por la escuadra holandesa en la Isla de Bommel. La situación era desesperada para los tercios españoles pues además del estrechamiento del cerco se sumaba la escasez de víveres y ropas secas.
El jefe enemigo propone entonces una rendición honrosa pero la respuesta española es clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, los holandeses recurren a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo.
Pronto no quedó más tierra firme que el monte de Empel, donde a duras penas consiguen refugiarse. En cierto momento, cavando una trinchera, un soldado del Tercio encuentra enterrada una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. La imagen es colocada en un altar improvisado y, tomándolo como señal del cielo, imploran su auxilio con gran devoción.
Y esa noche ocurre algo del todo inusual en las aguas del río Mosa: un viento frío las hiela. ¡Es la respuesta a sus plegarias!
El comandante español no pierde un instante: en las brumas de la noche, marcha con sus hombres sobre el hielo, aproximándose a los buques holandeses y los ataca por sorpresa hasta el amanecer. La victoria es absoluta. "Hasta parece que Dios es español al obrar tan gran milagro", dice el almirante Hohenlohe-Neuenstein.
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios, actual infantería española, y es fiesta nacional en España el día 8 de diciembre. 
Fuente: Felipe Barandiarán del  Oratorio de San Antonio. Pintor: Augusto Ferrer-Dalmau Nieto

La Inmaculada y el origen de la bandera de Europa.


Descubra cómo la corona de 12 estrellas de las imágenes de la Inmaculada, pasó a ser la bandera de la Unión europea. 1,40'


Arsene Heitz es un artista octogenario de la ciudad de Estrasburgo. Su nombre no es muy conocido. Sin embargo, una de sus creaciones se despliega al viento como símbolo de todos los europeos. En efecto, en 1950 el Consejo de Europa convocó un concurso de ideas para confeccionar la bandera de la recién nacida Comunidad Europea. Heitz, entre otros muchos diseñadores, presentó varios proyectos, y uno de ellos resultó ser el elegido, ése que hoy todos conocemos: doce estrellas sobre un fondo azul.

Recientemente, Heitz ha desvelado a una revista francesa cuál fue el motivo de su inspiración. En aquellas fechas -dice él- leía la historia de las apariciones de la Santísima Virgen en la Rue du Bac de París, que hoy es conocida como la Virgen de la Medalla de la Milagrosa. Y según el testimonio del artista, concibió las doce estrellas en círculo sobre un fondo azul, tal como la representa la iconografía tradicional de esta imagen de la Inmaculada Concepción. En principio Heitz lo tomó como una "ocurrencia", entre las muchas que fluyen en la imaginación del artista; pero la idea despertó su interés, hasta el punto de convertirse en motivo de su meditación.

Por lo que dice en la revista, Heitz acostumbra a escuchar a Dios en su interior. Es decir, reza con el corazón y con la cabeza. Se declara un hombre profundamente religioso y devoto de la Virgen, a quien ni un solo día deja de rezar el Santo Rosario en compañía de su mujer. Y por todo ello concluye que en su inspiración confluyen, además de sus dotes de artista, esas voces silenciosas que el Cielo siempre pronuncia sobre los hombres de buena voluntad, de los que, sin duda, Heitz forma parte. Un artista que casi al final de su vida y en el cénit de su carrera, puede proclamar con la garantía de la autenticidad que concede ese momento -en el que los cosas que interesan son ya muy pocas pero muy importantes- que se considera un hombre que ama a todo el mundo, pero, sobre todo, a la Santísima Virgen, que es nuestra madre.

Es cierto que ni las estrellas ni el azul de la bandera son propiamente símbolos religiosos, lo que respeta las conciencias de todos los europeos, sean cuales sean sus creencias. En este sentido, cuando Paul M. G. Lévy, primer director del Servicio de Prensa e Información del Consejo de Europa, tuvo que explicar a los Miembros de la Comunidad Económica el sentido del diseño, interpretó el número de las doce estrellas, como "guarismo de plenitud", puesto que en la década de los cincuenta no eran doce ni los miembros de dicho Consejo, ni los de la Comunidad Europea. Sin embargo, en el alma de Heitz habían estado presentes las palabras del Apocalipsis: Una gran señal apareció en el Cielo, la Mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas. Y sin percatarse, quizás, los delegados de los ministros europeos adoptaron, oficialmente, la enseña propuesta por Heitz en la Fiesta de la Señora: el 8 de diciembre de 1955.

Muchas casualidades, como para que, a partir de ahora, no nos sea difícil descubrir entre los pliegues de nuestra bandera de europeos la sonrisa y el cariño de Nuestra Madre, la Reina de Europa, dispuesta a echarnos una mano en ese gran reto, que nos ha propuesto el sucesor de San Pedro, Juan Pablo II: recristianizar el Viejo Continente con el ejemplo de nuestras vidas y el testimonio de nuestra palabra. Javier Paredes. Fuente: Hispanidad.com

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

 



       Domingo 2º de Adviento


En la fiesta de la Inmaculada, más que hablar de María, sentimos el deseo de acercarnos a ella para que nos introduzca en el misterio de su virginidad, que es un misterio de silencio; en el misterio de su inocencia absoluta, que es un misterio de gozo.

María ya está revestida con vestiduras de salvación, tiene su vestido blanqueado en la sangre del cordero antes de su nacimiento. El Padre, de algún modo, la ha bautizado de antemano en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo para presentarla al mundo tota pulchra, toda hermosa. La fascinación de María está en ignorar su propia belleza: su humildad, su transparencia que la hacen vivir mirando fuera de sí misma, toda donación.

María, virgen y madre, imprime al misterio cristiano su aspecto más sugestivo y fascinante; es un nostálgico reclamo a la pureza, a la inocencia. Incluso el hombre más experimentado en el mal difícilmente puede sustraerse a la fascinante atracción de la inocencia y la virginidad.

Nuestro amor a María esencialmente debe traducirse en el deseo de vivir profundamente, sinceramente, su misterio; deseo siempre más vivo, más hondo, de sumergirnos en su pureza, como un bautismo en su inocencia para salir purificados, revestidos con vestiduras de salvación.

Para cualquier alma, el contacto con la Virgen santa es un contacto que purifica y salva. De algún modo, es ya un contacto con la humanidad del Señor que tomó carne en ella. Nosotros, que nos sentimos tan pobrecillos y frágiles, debemos lograr, por la fe, descubrir cada vez más el milagro de la presencia de María entre nosotros.

       





Alabad a nuestro Dios. El sana los corazones destrozados. Calendario de adviento. Día 7.

“Rogad al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies” 

Alabad a nuestro Dios. El sana los corazones destrozados.

Que el Espíritu Santo nos ilumine con aquella luz de la fe que alumbró a san Ambrosio.

Calendario de Adviento. Día 7 de 25. 2024.

Short:

¿Quién o qué pone luz en tu vida? Calendario de adviento. Día 6.

 
“Ten compasión de nosotros, hijo de David”

¿Quién o qué pone luz en tu vida?

Señor, creo en ti porque me abres los ojos para ver tu luz en mi oscuridad.

Calendario de Adviento. Día 6 de 25. 2024.

Short:

Busca al Señor mientras se deja encontrar. Calendario de adviento. Día 5.

 

“El que escucha mis palabras y las pone en práctica, edifica en tierra firme”

Busca al Señor mientras se deja encontrar.

Señor, la gracia de tu bondad apresure la salvación que retrasan nuestros pecados.

Calendario de Adviento. Día 5 de 25. 2024.

Short:

Con esfuerzo y fe, los vínculos rotos pueden ser restaurados. Artículo.

Rudolf Sanders, terapeuta de parejas y católico practicante, reflexiona en una entrevista sobre el impacto de la espiritualidad en las relaciones, el estrés navideño y cómo abordar las expectativas en la convivencia familiar.
Al final de este artículo tienes los enlaces del próximo retiro, para matrimonios, de Amor Conyugal.

(KNA/InfoCatólica) Según el terapeuta de parejas Rudolf Sanders, la Navidad es un periodo especialmente propenso a los conflictos en pareja debido a las altas expectativas emocionales. «La Navidad activa en muchos una profunda necesidad de pertenencia familiar», comenta Sanders. Sin embargo, esta época también puede reavivar heridas del pasado.

Un ejemplo recurrente que observa en su práctica es el de personas que buscan recrear una «familia ideal», muchas veces idealizada, lo que puede generar frustraciones cuando la realidad no se ajusta a las expectativas. «He trabajado con parejas donde la historia personal de uno de los miembros afecta directamente la dinámica navideña. Es crucial identificar estas raíces emocionales para evitar conflictos recurrentes», añade.

¿Cómo evitar tensiones durante las fiestas?

Sanders sugiere a las parejas reflexionar sobre sus expectativas antes de las fiestas: «Pregúntense qué desean realmente de la Navidad y confíen en que su pareja está haciendo lo mejor posible». También destaca la importancia de mantener una visión positiva hacia el otro: «Asumir que el otro no actúa con mala intención es fundamental para fortalecer la relación».

En lugar de centrar la atención en «producir» una celebración perfecta, Sanders recomienda enfocarse en disfrutar del tiempo juntos y reducir el estrés asociado a las expectativas externas.

La espiritualidad como recurso en las relaciones

La fe juega un papel central en la terapia de Sanders, quien reconoce que su propia espiritualidad influye en su trabajo. «El concepto de la resurrección me inspira profundamente, incluso en contextos de pareja. Creo firmemente que, con esfuerzo y fe, los vínculos rotos pueden ser restaurados», asegura.

Para él, la espiritualidad permite a las personas reconocer sus limitaciones y dejar de proyectar expectativas irreales sobre el otro. «Es esencial entender que no todo lo que buscamos puede venir de nuestra pareja; hay una dimensión superior que nos da estabilidad y sentido», reflexiona.

Compromiso y resiliencia en las parejas cristianas

Cuando se le pregunta si los cristianos tienen mayor capacidad para mantener relaciones estables, Sanders responde que la espiritualidad proporciona un marco que fomenta la resiliencia y el compromiso. «La relación con Dios refuerza la seguridad de que no estamos solos en nuestra lucha. Eso nos da fuerzas para seguir adelante, incluso en tiempos difíciles», afirma.

Con esta visión, Sanders concluye que las parejas pueden superar los desafíos de la vida juntos, si comparten una base sólida de confianza, esfuerzo mutuo y fe. «El compromiso no significa perfección, sino un proceso constante en el que ambos se apoyan y se complementan a lo largo del tiempo». Fuente.

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13 – 15 DICIEMBRE 2024

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La indicación con niños quiere decir que se puede llevar a los hijos al retiro y serán atendidos por cuidadoras.

Me acerco a ti, Señor, para descansar de mi hambre de verdad. Calendario de adviento. Día 4.

 

“Siento compasión de la gente”

Acude a Jesús con tu pobreza.

Me acerco a ti, Señor, para descansar de mi hambre de verdad.

Calendario de Adviento. Día 4 de 25. 2024.

Short:

Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. Calendario de adviento. Día 3.

"Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis"
Memoria de San Francisco Javier, patrón de las misiones.
Danos, Padre, un corazón de niño, capaz de maravillarse.

Calendario de Adviento. Día 3 de 25. 2024.

Short:


SAN FRANCISCO JAVIER. Sacerdote misionero Jesuita en el lejano Oriente. Fiesta: 3 de diciembre

Cristo de la sonrisa (de la capilla del castillo de Javier)
La sonrisa de su Cristo en Javier quizá fue la que le motivó en su alegría hasta hacer que en la India, en Japón o en la actual Malasia le llamasen «El Alegre». Confianza en Dios, espíritu aventurero, capacidad de diálogo interreligioso e intercultural fueron valores que Javier bebió de su relación con Jesús.
 No podemos desvincular a San Francisco Javier del Cristo de la Sonrisa porque fue Él quien lo sedujo y lo hizo el hombre universal que hoy celebramos. Fuente

En breve: Nació en el castillo de Javier (Navarra) el año 1506. Cuando estudiaba en París, se unió al grupo de san Ignacio. Fue ordenado sacerdote en Roma el año 1537, y se dedicó a obras de caridad. El año 1541 marchó al Oriente. Evangelizó incansablemente la India y el Japón durante diez años, y convirtió muchos a la fe. Murió el año 1552 en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China.

Pulsa sobre el enlace para leer el artículo completo:

¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!


Caminemos a la luz del Señor. Calendario de adviento. Día 2.


"Señor no soy digno de que entres bajo mi techo"
Caminemos a la luz del Señor.
 Ven a visitarnos con tu paz, Señor. Que brille tu rostro y nos salve.

Calendario de Adviento. Día 2 de 25. 2024.

Short:

La corona de Adviento.

El año litúrgico comienza con el Adviento. Se enciende una de las cuatro velas cada domingo de los cuatro que dura el Adviento, para indicar el camino que se recorre hasta la Navidad. El primer domingo de Adviento una, el segundo dos, y así sucesivamente. El orden de encendido es: morado, verde, rosa y blanco.
Además de ser un elemento decorativo, esta corona anuncia que la Navidad está cerca y debemos prepararnos.
Los cristianos, para prepararnos a la venida de nuestra LUZ y VIDA, la Natividad del Señor, aprovechamos esta "Corona de adviento" como medio para esperar a Cristo y rogarle infunda en nuestras almas su luz.

Morado: Representa el espíritu de la vigilia.
Verde: Representa la esperanza.
Rosa: Representa la alegría por la cercanía del nacimiento de Jesús.
Blanco:  Es el color de la presencia luminosa de Dios.

El círculo es una figura geométrica perfecta que no tiene ni principio ni fin. La corona de adviento tiene forma de círculo para recordarnos que Dios no tiene principio ni fin, reflejando su unidad y eternidad. Nos ayuda también a pensar en los miles de años de espera desde Adán hasta Cristo y en la segunda y definitiva venida; nos conciencia que de Dios venimos y a Él vamos a regresar.
Las ramas verdes de pino o abeto representan que Cristo está vivo entre nosotros, además su color verde nos recuerda la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza que debemos cultivar durante el Adviento.
Las manzanas rojas con las que algunas personas adornan la corona, representan los frutos del jardín del Edén, con Adán y Eva, que trajeron el pecado al mundo, pero recibieron también la promesa del Salvador universal.
El lazo rojo representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.
El día de Navidad, las velas  son sustituidas por otras de color rojo que simboliza el espíritu festivo de la reunión familiar. En el centro, se coloca una vela blanca o cirio simbolizando a Cristo como centro de todo cuanto existe.
La luz de las velas simboliza la luz de Cristo que desde pequeños buscamos y que nos permite ver, tanto el mundo como nuestro interior. Como hemos comentado antes, cuatro domingos antes de la Navidad se enciende la primera vela. Cada domingo se enciende una vela más. El hecho de irlas prendiendo poco a poco nos recuerda cómo, conforme se acerca la luz, las tinieblas se van disipando, de la misma forma que conforme se acerca la llegada de Jesucristo, que es luz para nuestra vida, se debe ir esfumando el reinado del pecado sobre la tierra. La luz de la vela blanca o del cirio que se enciende durante la Nochebuena nos recuerda que Cristo es la Luz del mundo. El brillo de la luz de esa vela blanca en Navidad, nos recuerda cómo en la plenitud de los tiempos se cumple el "Adviento del Señor". Fuente

Vigila, vela, para estar atento a lo verdaderamente importante. Calendario de adviento. Día 1.


“Estad despiertos en todo tiempo y manteneos en pie ante el Hijo del hombre”. Lc 21,25-36 

 Vigila, vela, para estar atento a lo verdaderamente importante.
 
 Muéstranos, Señor tu misericordia y danos tu salvación.

Calendario de Adviento. Día 1 de 25. 2024.

Short:

Verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.

 




       Domingo 1º de Adviento


El relato litúrgico del evangelio se compone de dos fragmentos del llamado "discurso apocalíptico" de Jesús en la versión de Lucas.

En la primera parte (w. 25-28) el discurso se centra en la venida del Hijo del hombre. El Hijo del hombre es el que ha sido humillado y ha padecido por toda la humanidad y al que Dios ha resucitado de entre los muertos, reconociéndolo como Hijo, salvador universal. El cristiano espera el día de su manifestación "con gran poder y majestad" (v. 27), espera que aparezca, plenamente visible, su victoria sobre el mal y su señorío universal.

Según Lucas, el día del Hijo del hombre se anuncia con ciertos signos: "Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos..." (v. 25). No se trata de manifestaciones que nos permitan calcular con anticipación el momento de la venida de Jesús. Se trata, por el contrario, de acontecimientos que se darán siempre, en cualquier tiempo. De hecho, siempre sucederán catástrofes naturales o desórdenes y acontecimientos dolorosos, lo cual indica que el hombre siempre debe estar a la espera de la venida de Jesús.

Con todo, se darán dos modos de leer los signos: el del que espera con miedo el final de un mundo encaminado a la desaparición y la nada (de ahí la angustia, la locura, el miedo: w. 25-26); y la del que, creyendo, no infravalora el mal, pero a pesar de todo "levanta la cabeza" y abre el corazón a la esperanza porque está seguro de la liberación (v. 28).

En la segunda parte el evangelista resalta dos imperativos:

"Procurad" (v. 34), y "velad y orad" (v. 36). Es preciso tener cuidado con lo que embota el corazón y apaga la esperanza. Hay que vigilar -y aquí aparece la añadidura de la preciosa invitación a la oración- para evitar la perversa fascinación del mal y estar lúcidos para esperar al único que da sentido a nuestra historia: al Hijo del hombre

       






Pan y vino. Artículo.

En la Última Cena, cuando Jesús instituyó la Eucaristía, eligió el uso de dos elementos, el pan y el vino. Las imágenes están ahora tan profundamente arraigadas en nuestra conciencia que nunca dejamos de preguntar la razón del pan y el vino. Entre todas cosas que Jesús podía haber escogido, ¿por qué estas dos? ¿Qué incluyen en sí mismas que las hacen particularmente aptas para actualizar el cuerpo y sangre de Cristo? Más particularmente, ¿qué representa cada una?

De acuerdo con el uso que se realiza de ellas en la Eucaristía, el pan y el vino simbolizan aspectos muy diferentes de nuestras vidas, de nuestro mundo y de la vida de Jesús.

Pan. ¿Qué es el pan? ¿Qué representó para Jesús en aquella primera Eucaristía? Una hogaza de pan está elaborada con muchos granos de trigo que cuando son molidos pierden su identidad de separados y pasan a ser una hogaza. En la Eucaristía, el pan nos representa a nosotros, multitud de individuos, ahora juntos como un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo. Pero representa también un aspecto particular de nuestras vidas, a saber, estas vidas nuestras en el grado en que estamos alegres, sanos, en comunión unos con otros y creciendo como hijos de Dios. El aroma del pan tierno habla de vida. Eso mismo hace el pan en la Eucaristía. Se convierte en el pan de los logros del mundo y espera la bendición de Dios para todo lo que es joven, saludable, creativo y rebosante de vida.

Metafóricamente, el pan celebra el periodo galileo de la vida de Jesús y de nuestras propias vidas: el tiempo de la juventud, de los milagros, de caminar sobre el agua, de hacer surgir a gente de entre los muertos, de la gozosa energía de la vida, del enamoramiento y del nacimiento de la nueva vida.

Vino. ¿Qué representó el vino para Jesús y qué representa en la Eucaristía? El vino está hecho de uvas machacadas y representa la sangre. Y, como sangre de Cristo, representa todo lo roto, frágil, incompleto, enfermo, doloroso y agonizante en el mundo. Es el vino de la mortalidad e insuficiencia del mundo, la sangre de todos es machacada a la vez que tienen lugar los logros del mundo.

Metafóricamente, el vino conmemora el periodo de Jerusalén en la vida de Jesús y en nuestras propias vidas: el tiempo de la incomprensión, de ser la víctima, de la angustia mental, de la angustia física, de ser excluido, de la soledad de morir cuando los demás no pueden ayudarnos.

Y los dos juntos contribuyen a un todo equilibrado, la vida en todos sus aspectos. En efecto, cuando el que preside la Eucaristía eleva el pan y el vino, esto es lo que está diciendo: Señor, lo que elevo a ti hoy es todo lo que hay en este mundo, tanto de gozo como de dolor: el pan de los logros del mundo y la sangre de todo lo que es machacado cuando esos logros tienen lugar. Te ofrezco todo lo que es saludable y floreciente en nuestro mundo: el gozo vivido en nuestras mesas, la alegría de los niños, los prometedores sueños de los jóvenes, la satisfacción del logro y todo lo que es creativo y desbordante de vida, aun cuando también te ofrezco todo lo que es débil, endeble, aviejado, machacado, enfermo, agonizante y victimizado. Te ofrezco todas las bellezas, placeres y gozos paganos de esta vida, aunque yo permanezca contigo bajo la cruz, afirmando que quien está excluido del placer terrenal es la piedra angular de la comunidad. Te ofrezco los fuertes, junto con los débiles y mansos de corazón, pidiéndote que bendigas a ambos y amplíes mi corazón de modo que pueda, como tú, custodiar y bendecir todo que existe. Te ofrezco no sólo las maravillas sino también las penas de este mundo, tu mundo.

La espiritualidad podría asumir algunas lecciones de esto. Demasiado frecuentemente las espiritualidades son unilaterales y necesitan equilibrio.

Por una parte, es posible que una espiritualidad se centre demasiado lateralmente en la prosperidad humana y descuide la insuficiencia humana: el sufrimiento, el pecado, la mortalidad, y la invitación de Jesús a cargar con su cruz. Celebra exclusivamente la juventud, la salud, la prosperidad y la bondad, y presenta a un Jesús que nos ofrece un Evangelio de prosperidad más bien que un Evangelio íntegro.

A la inversa, una espiritualidad puede centrarse también unilateralmente sobre la insuficiencia humana; el pecado, la mortalidad, el ascetismo y la renuncia al placer. Celebra a los ancianos pero no a los jóvenes, a los enfermos pero no a los sanos, a los pobres pero no a los adinerados, a los agonizantes pero no a los vivientes, y al mundo futuro pero no al presente. Esto priva al Evangelio de su integridad y presenta a un Jesús como si fuera un asceta enfermizo y mirara con recelo la felicidad humana natural.

El pan y el vino de la Eucaristía dan voz a todos aspectos de la vida. En palabras de Teilhard de Chardin, las palabras consagratorias de una Eucaristía quieren decir en esencia esto: “Sobre cada sustancia viviente que está para brotar, para crecer, para florecer, para madurar a lo largo de este día, yo digo de nuevo las palabras: ‘Esto es mi cuerpo’. Y sobre cada fuerza de muerte que está a la espera de corroer, de marchitar, de despojar de la vida, digo nuevamente tus palabras que expresan el supremo misterio de la fe: ‘Esta es mi sangre’”. Traducido al Español para Ciudad Redonda por Benjamín Elcano, cmf / Artículo original en inglés.

Un credo universal. Artículo.

Los credos nos cimientan. En una breve fórmula resumen los principales contenidos de nuestra fe y nos mantienen atentos a las verdades que nos sostienen.

Como cristiano, rezo dos credos, el credo de los Apóstoles el Credo de Nicea. Pero rezo también otro credo que me cimienta en algunas profundas verdades que no siempre son reconocidas como inherentes a nuestros credos cristianos. Este credo, recogido en la Epístola a los Efesios, es sorprendentemente breve y afirma con total sencillez: Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios que es Padre de todos nosotros.

¡Eso dice mucho en pocas palabras! Este credo, aunque cristiano, vale para todas las denominaciones, todas las creencias y todas las personas sinceras de dondequiera. Cualquier habitante del planeta pueden rezar este credo porque, al fin y al cabo, sólo hay un Dios, una fe, un bautismo y un Dios que nos creó y nos ama a todos.

Esto tiene trascendentales consecuencias para el modo como entender a Dios, otras denominaciones cristianas, otras creencias, a los no creyentes sinceros y a  nosotros mismos. Sólo hay un único Dios, al margen de nuestra denominación, la particular fe o la total ausencia de fe explícita. El mismo único Dios es el amoroso  creador y padre de todos. Y ese único Dios no tiene favoritos, no le disgustan ciertas personas, denominaciones ni creencias, y nunca menosprecia la bondad y sinceridad, al margen de su particular capa religiosa o secular.

Y estas son algunas de las consecuencias: Primera, Jesús nos asegura que Dios es el autor de todo lo que es bueno. Además, como cristianos, creemos que Dios tiene ciertos atributos trascendentales, esto es, Dios es único, verdadero, bueno y bello. Si eso es verdad -¿cómo podría ser de otro modo?- entonces todo que vemos en nuestro mundo que es integral, verdadero, bueno o bello, sea lo que sea su calificación externa (católico romano, protestante, evangélico, judío, hindú, budista, musulmán, nueva era, neopagano o puramente secular) procede de Dios y debe ser honrado.

Una vez, John Muir desafió al Cristianismo con esta pregunta: ¿Por qué los cristianos son tan reacios a que los animales puedan entrar en su restringido cielo? El credo de la Epístola a los Efesios pregunta algo semejante: ¿Por qué los cristianos son tan reacios a que las otras denominaciones, los otros credos y la sincera buena gente sin explícita fe puedan entrar en nuestro restringido concepto de Dios, Cristo, fe e iglesia? ¿Por qué tememos la comunión de fe con cristianos de otras denominaciones? ¿Por qué tememos la comunión de fe con sinceros religiosos judíos, musulmanes, hindúes, budistas y nueva era? ¿Por qué tememos el paganismo? ¿Por qué tememos los sacramentos naturales?

Puede haber buenas razones. Primera, necesitamos salvaguardar precisamente las verdades expresadas en nuestros credos y no entrar irresponsablemente en un amorfo sincretismo en el que todo es relativo, donde todas las verdades y todas las religiones son iguales, y el único requerimiento dogmático es que somos corteses unos con otros. Aunque de hecho hay algo (religioso) que decir acerca de ser corteses unos con otros, un punto más importante es que el hecho de abrazarse unos con otros en comunión de fe no supone afirmar que todas creencias sean iguales y que la denominación particular o tradición de fe de uno sea intrascendente. Por mejor decir, es reconocer (importantemente) que, al  fin y al cabo, todos formamos una sola familia, bajo un solo Dios, y que necesitamos abrazarnos unos a otros como hermanos y hermanas. A pesar de nuestras diferencias, todos tenemos el mismo credo radical.

Entonces también, como cristianos, creemos que Cristo es el único mediador entre Dios y nosotros. Como afirma Jesús, nadie va al Padre sino por mí. Si eso es verdad -y como cristianos lo mantenemos como dogma- ¿dónde sitúa eso a los hindúes, budistas, taoístas, judíos, musulmanes, nueva era, neopaganos y no creyentes sinceros? ¿Cómo participan del reino con nosotros, cristianos, dado que ellos no creen en Cristo?

Como cristianos, siempre hemos tenido respuestas a esa pregunta. Los catecismo católicos de mi juventud hablaban de un “bautismo de deseo” como una manera de entrar en el misterio de Cristo. Karl Rahner hablaba de las personas sinceras que eran “cristianos anónimos”. Frank de Graeve hablaba de una realidad que él  denominaba “Christ-ianity”, como un misterio de más amplitud que el histórico “Christianity”; y Pierre Teilhard de Chardin hablaba de Cristo como la final estructura antropológica y cosmológica en el proceso evolutivo mismo. Lo que todos estos están afirmando es que el misterio de Cristo no puede ser identificado simplistamente con las iglesias cristianas históricas. El misterio de Cristo actúa a través de esas iglesias cristianas históricas, pero también actúa -y lo hace con mayor amplitud- fuera de nuestras iglesias y fuera de los círculos de la fe explícita.

Cristo es Dios y, por consiguiente, se le encuentra allí donde alguien está en la presencia de la unidad, la verdad, la bondad y la belleza. Kenneth Cragg, tras muchos años como misionero con los musulmanes, sugirió que van a servir todas las religiones del mundo para dar total expresión al Cristo total.

Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios que es Padre de todos nosotros; y así, deberíamos dejar de ser tan reacios a permitir a otros, no de los nuestros, entrar en nuestro restringido cieloArtículo original en inglés.Artículo de Ron Rolheiser OMI en @ciudadredonda.org