Por la fe de los jóvenes – El Video del Papa 05 – Mayo 2022


Este mes de mayo, el Papa empieza un ciclo de tres intenciones de oración dedicadas a la familia. Y quiere hacerlo dirigiéndose primero a los jóvenes, los “que quieren construir algo nuevo”. Les pone un ejemplo a seguir: “Cuando pienso en un modelo en el que ustedes, los jóvenes, se puedan sentir identificados, siempre me viene a la cabeza nuestra Madre, María”. Francisco pide a los jóvenes que se arriesguen teniendo en cuenta que “necesitan discernir y descubrir lo que Jesús quiere” de ellos.
 
En este discernimiento, Francisco les dice que “es de gran ayuda escuchar las palabras de los abuelos”. Y les propone tres compañeros de viaje en el trayecto de su vida: la valentía, el saber escuchar y la dedicación al servicio.

“Al hablar de familia quiero empezar dirigiéndome primero a los jóvenes. 
Cuando pienso en un modelo en el que ustedes, los jóvenes, se puedan sentir identificados, siempre me viene a la cabeza nuestra Madre, María. 

Su valentía, su saber escuchar y su dedicación al servicio.
Ella fue valiente y decidida al decir “sí” al Señor.

Ustedes, los jóvenes que quieren construir algo nuevo, un mundo mejor, sigan su ejemplo, arriésguense.

No olviden que para seguir a María necesitan discernir y descubrir lo que Jesús quiere de ustedes, no lo que a ustedes se les ocurre que pueden hacer.

Y en este discernimiento es de gran ayuda escuchar las palabras de los abuelos.

En esas palabras de los abuelos van a encontrar una sabiduría que los va a llevar más allá de las cuestiones del momento.

Le van a dar panorámica a las inquietudes de ustedes.

Recemos hermanas y hermanos para que los jóvenes, llamados a una vida plena, descubran en María el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio”.

El amor, y no las excusas, es el que hace avanzar. Artículo.

“Lo excusable no necesita ser excusado y lo inexcusable no puede ser excusado".

Michael Buckley escribió esas palabras comentando la triple traición de Pedro a Jesús. Este es el marco. Pedro había traicionado a Jesús en su hora más comprometida, no por maldad, sino simplemente por debilidad. Ahora, al mirar a Jesús por primera vez desde aquella traición, Pedro se siente comprensiblemente intranquilo. ¿Qué se dice después de traicionar a alguien?

Pues bien, no tuvo que decir nada. Jesús tomó la iniciativa y, como destaca Buckley, no excusó a Pedro. Jesús no dijo cosas como, ¡es perfectamente comprensible tener miedo en una situación así! ¡No eras realmente tú mismo! ¡Entiendo que eso pueda suceder! Ni siquiera le dijo a Pedro que todavía lo ama. Nada de eso. Simplemente le preguntó a Pedro: "¿Me amas?" y cuando Pedro dijo que sí, todo cambió. No se necesitaron excusas. Lo excusable no necesita ser excusado y lo inexcusable no puede ser excusado. Nuestra condición de humanos ya justifica que seamos proclives a la traición; lo que hay que hacer después es reafirmar el amor.

A una pareja que conozco le ocurrió esto. Fueron juntos a una fiesta un viernes por la noche y la esposa, en parte por la influencia del alcohol y las drogas, se fue de la fiesta con otro hombre. Su marido no se dio cuenta de ello por un tiempo, pero al enterarse de lo sucedido, se sintió comprensiblemente muy afectado. Se fue a casa solo y pasó la noche en vela pensando y sus reflexiones pasaron por una serie de fantasías vengativas hasta llegar a lo que (por fortuna) finalmente decidió.

Al día siguiente estaba sentado en la mesa de la cocina a media mañana cuando su mujer, avergonzada y escarmentada, llegó a casa. Ella tenía ensayadas sus disculpas y estaba preparada para enfrentarse al justificado enfado y furia de su marido. Pero se encontró con algo bien distinto. Su marido no le permitió expresar ninguna disculpa o excusa, ni tampoco explotó de ira. Más bien, tranquilo y triste, se limitó a decirle lo siguiente "Me voy a ir de casa durante una semana, para que puedas pensar en todo esto. Tienes que decidir. ¿Eres mi esposa o estás con otra persona?". Volvió una semana después buscando un compromiso renovado y más radical con su relación. Desde entonces, su matrimonio es sólido y lleno de gracia. Su esposa está ahora comprometida con la relación de una manera que nunca antes lo estuvo.

Sin duda, a su regreso, la esposa de este hombre le presentó disculpas y excusas con lágrimas en los ojos. Su negativa a que las expresara antes fue útil pensando en el largo plazo, pero hay que reconocer que fue algo cruel en el momento. Incluso cuando algo no puede ser excusado, seguimos necesitando la oportunidad de decir que lo sentimos. Las disculpas son importantes, tanto para la persona que las ofrece como para la que las recibe. Hasta que no se presenta una disculpa explícita, siempre hay un asunto pendiente. Sin embargo, el arrepentimiento explícito no es, en última instancia, lo que hace avanzar las cosas cuando una relación ha sido herida o fracturada. Lo que hace avanzar las cosas es un compromiso renovado con el amor, con una fidelidad más profunda.

No se puede excusar lo inexcusable. Estrictamente hablando, eso es cierto, aunque a veces una comprensión más profunda de las cosas excusa en cierto modo lo inexcusable. He aquí un ejemplo.

Hace varios años, este incidente ocurrió en Australia. Un consejo escolar católico acababa de construir una nueva escuela multimillonaria. Poco después de su inauguración, uno de sus alumnos, un chico de secundaria, provocó un incendio en su taquilla, sin saber que las válvulas de gas del sistema de calefacción de la escuela estaban justo detrás de su taquilla. Se inició un gran incendio y toda la escuela se quemó. El chico se armó de valor y reconoció lo que había pasado. Luego, por supuesto, le sobrevino una serie interminable de preguntas: ¿Por qué iba a hacer eso? ¿Por qué alguien provocaría un incendio en su taquilla? ¿Qué explica ese tipo de estupidez temeraria? ¿Qué puede excusar lo inexcusable?

Me gustó mucho la respuesta que dio a estas preguntas uno de los obispos australianos. Ante un grupo de profesores y administradores escolares, su breve respuesta lo decía todo. ¿Por qué este joven estudiante haría algo así? Porque es un chico. Los chicos jóvenes han provocado incendios (sin ninguna razón aparente) mucho antes de que las válvulas de gas aparecieran en el mundo. Además, no hay excusa para ello, salvo la propia naturaleza humana.

A menudo, esa es la excusa para lo inexcusable: ¡Porque somos humanos!  De hecho, esta fue la verdadera excusa de la mujer que bajo la influencia del alcohol y las drogas traicionó a su marido, al igual que fue la verdadera excusa de Pedro cuando traicionó a Jesús.

Pero, esto debe ser leído correctamente. Esto no nos da permiso para apelar a nuestra naturaleza humana moralmente inepta como excusa para la traición o la estupidez. ¡Somos humanos! ¡Los chicos serán chicos! La lección es más bien que cuando nuestra ineptitud moral nos hace caer en la traición o la estupidez, lo que finalmente hace avanzar las cosas no es una disculpa o una excusa, sino un compromiso renovado en el amor. Ron Rolheriser - 

Novena del Corazón de María, patrona y titular de nuestra parroquia. 23 a 31 de mayo.

 


Comienza esta semana la Novena al Corazón de María quien es patrona y titular de nuestra parroquia. 

Desde el 23 de mayo al 31 de mayo. A las 19:30, después del Rosario y antes de la Misa de las 20h.

CONSAGRACIÓN  FILIAL AL CORAZÓN  DE MARIA

 

¡Oh Virgen y Madre de Dios!
Yo me entrego por hijo tuyo
Me confío a tu amor materno
Para que formes en mí a Jesús.
El Hijo y el enviado del padre,
El ungido por el Espíritu Santo
para anunciar la Buena Nueva a los pobres.
Enséñame a guardar, como tú,
la Palabra en el Corazón
hasta transformarme en Evangelio de Dios.
Pide la fuerza del Espíritu para que sea
testigo de Cristo entre los hombres.
Infúndeme tu amor materno
para que les revele al Padre
y sientan la alegría de tos Hijos de Dios
en comunión fraterna de la Iglesia.
Madre,  aquí tienes a tu hijo. Fórmame.
Madre,  aquí tienes a tu hijo. Envíame.
Madre,  aquí tienes a tu hijo,
Habla por mí Ama por mí.
Guárdame en tu corazón,
En ti, Madre, he puesto toda mi confianza:
Jamás quedaré confundido. Amén.



Espiritualidad: Un lugar donde todos creyentes pueden confluir. Artículo.


¿Dónde podemos confluir todos los creyentes más allá de las divisiones creadas por la historia, el dogma, la denominación y la religión? ¿Dónde hay un lugar en el que toda gente de corazón sincero pueda encontrar un motivo común y tomar parte en el culto todos juntos?

Ese lugar se encuentra en la búsqueda ecuménica e interreligiosa de espiritualidad, y nuestras escuelas y seminarios de teología necesitan crear este lugar en su visión y estructuras académicas.

¿Qué es la espiritualidad como disciplina académica que se tiene en nuestras escuelas y seminarios de teología? De hecho, ha estado cercana durante largo tiempo, aunque bajo diferentes nombres. En los círculos católicos romanos, antes se trató por partes como teología moral, liturgia, teología ascética, y como literatura mística y devocional. En los círculos protestantes y evangélicos (donde hasta recientemente, la literatura mística y devocional eran tomadas con recelo) hubo cursos sobre discipulado, culto y ética cristiana.

Así pues, ¿qué es la espiritualidad como área de estudio? Aun a riesgo de una enorme simplificación, dejadme proponer una analogía como una manera de entender cómo la espiritualidad se relaciona con la teología y el dogma. La espiritualidad se relaciona con la teología y el dogma de parecida manera a como un real juego de deportes se relaciona con el reglamento de ese deporte.

Por ejemplo, para el juego del béisbol hay un reglamento, codificado inicialmente y luego corregido periódicamente a través de los muchos años en los que el juego se ha practicado. Para practicarlo hoy, uno debe asumir esas reglas. No hay juego fuera de esas reglas. Sin embargo, mientras estas reglas dictan críticamente las líneas en las que el juego se debe llevar a cabo, no son el juego mismo. Solamente dictan cómo se debe jugar y aseguran que se juegue de una manera reglamentaria.

En esencia, ese es el papel crítico de la teología y el dogma. Son el reglamento para la manera como necesitamos discernir la fe y la práctica religiosa mientras vivimos nuestro discipulado, si estamos legitimados para llama. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, CMF) - 

Manejar una ascensión. Artículo.

Un amigo mío, algún tanto cínico para con la iglesia, indicó recientemente: “Lo que está tratando de hacer la iglesia institucional de hoy es poner su mejor rostro al hecho de que está muriéndose. Básicamente, está tratando de manejar una muerte”.

Lo que está sugiriendo es que la iglesia de hoy, como una persona que está luchando por aceptar un diagnóstico terminal, trata de reformar su imaginativa para acomodarse finalmente a lo impensable: su propia muerte.

Tiene razón al sugerir que la iglesia de hoy está tratando de reformar su imaginativa, pero se equivoca sobre lo que está tratando de manejar. Lo que hoy está tratando de manejar la iglesia no es una muerte, sino una ascensión. Lo que hoy necesita reformar en nuestra imaginativa es lo mismo que necesitaba reformar en la imaginativa de los primeros discípulos en los cuarenta días entre la resurrección y la ascensión. Necesitamos volver a entender cómo permitir a un cuerpo de Cristo marcharse de modo que pueda ascender, y nosotros volvamos a experimentar Pentecostés. ¿De qué se trata aquí?

Entre los elementos que hay en el misterio pascual, la ascensión es el menos entendido. Entendemos mejor el significado de la muerte y resurrección de Cristo y la venida del Espíritu en Pentecostés. Entendemos peor la ascensión.

Los cuarenta días que hubo entre la resurrección y la ascensión no fueron un tiempo de puro gozo para los primeros discípulos. Fue un tiempo algo gozoso, pero también de considerable confusión, desaliento y pérdida de fe. En los días anteriores a la ascensión, los discípulos estaban con cara de aleluya siempre que reconocían de nuevo a su Señor Resucitado, pero las más de las veces estaban confundidos, desalentados, llenos de dudas, porque eran incapaces de reconocer la nueva presencia de Cristo en lo que estaba aconteciendo a su alrededor. En una ocasión, lo abandonaron completamente y, como señaló Juan, volvieron a su anterior modo de vida: la pesca y el mar.

En cambio, durante ese tiempo, Jesús reformó poco a poco sus capacidades de imaginar. Al fin comprendieron el hecho de que algo había muerto, pero que algo más, mucho más rico, había nacido, y que ahora necesitaban dejar de aferrarse a la manera como Jesús se les había hecho presente antes, de modo que él pudiera hacerse presente de una manera nueva. La teología y espiritualidad de la ascensión está contenida esencialmente en estas palabras: Dejad de aferraros a lo que una vez fue, dejadlo marchar, de modo que podáis reconocer ahora la nueva vida que ya estáis viviendo, y recibir su espíritu. Los evangelios sinópticos nos enseñan esto en su pictórica versión de la ascensión, donde un Jesús corpóreo bendice a todos y luego asciende físicamente fuera de su vista. Juan nos da la misma teología, pero en diferente estampa. Hace esto en su descripción del encuentro en la mañana de Pascua entre Jesús y María Magdalena cuando Jesús dice: ¡María, no me retengas!

Hoy, la iglesia está tratando de manejar una ascensión, no una muerte. Puedo ver fácilmente donde mi amigo puede estar confundido, porque cada ascensión presupone una muerte y un nacimiento, y eso puede ser confuso. Así pues, ¿dónde, en realidad, está hoy la iglesia?

Edward Schillebeechx sugirió una vez que estamos viviendo en ese mismo desaliento que sintieron los primeros discípulos entre la muerte de Jesús y su verificación de la resurrección. Estamos sintiendo lo que ellos sintieron: duda y confusión camino de Emaús. El Cristo que una vez conocimos ha sido crucificado y aún no podemos reconocer al Cristo que va caminando con nosotros, más vivo que antes, aunque de un modo nuevo. En consecuencia, igual que aquellos primeros discípulos camino de Emaús, también nosotros caminamos frecuentemente con rostros abatidos, con una fe confusa, necesitando que Cristo aparezca con nuevo aspecto para reformar nuestras capacidades de imaginar, de modo que podamos reconocerle como ahora se nos hace presente.

Creo que Schillebeeckx tiene razón en esto, aunque yo lo diría de otra manera. La iglesia de hoy está en ese tiempo que media entre la resurrección y la ascensión, sintiendo un desaliento considerable, con su pensamiento acomodado a una anterior comprensión de Cristo, incapaz de reconocer claramente a Cristo en el momento presente. Para muchos de nosotros que crecimos en una particular comprensión de la fe, nuestra anterior comprensión de Cristo ha sido crucificada. Pero Cristo no está muerto. La iglesia no está muerta. Ambos, Jesús y la iglesia, están muy vivos, caminando con nosotros, reformando poco a poco nuestros pensamientos, reinterpretándonos las escrituras, repitiéndonos: ¿No era preciso que el Cristo (y la iglesia) sufriera de esa manera…?

Para muchos de nosotros, vivir hoy en fe es estar en ese tiempo que media entre la muerte de Cristo y la ascensión, dudando entre la alegría y el desaliento, tratando de manejar una ascensión.

En el camino de la fe, hay siempre noticias malas y buenas. La noticia mala es que invariablemente entendemos a Cristo como crucificado. La buena noticia es que Cristo está siempre muy vivo, presente con nosotros sin cesar y de una manera más profunda. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Temor a perder una oportunidad. Artículo

A un niño le resulta duro tener que irse a la cama a mitad de una noche, cuando el resto de la familia está aún celebrando algo. Nadie quiere irse a la cama mientras todos los demás están todavía despiertos. Nadie quiere perderse la vida.

Recordad cómo de niños, cansados e incapaces de mantener los ojos abiertos, aún luchabais contra cualquiera que tratara de llevaros a la cama. Exhaustos o no, no queríais perderos nada. No queríais saliros e ir a dormir mientras seguía habiendo tanta vida.

En realidad, nunca vencemos ese obstáculo. Esa resistencia es congénita y aún nos ronda en nuestros lechos de muerte.

Una de nuestras más dolorosas ansiedades es provocada por la sensación de que siempre estamos perdiendo una oportunidad de algo. Esto es también uno de nuestros mayores temores sobre la muerte. Para la mayoría de la gente, la tristeza y la oscuridad de morir vienen no tanto del temor de lo que podrían encontrar en la otra vida, el juicio y el castigo, sino de un temor a la aniquilación. Además, el temor aquí no es tanto que se perderá su identidad personal (aunque ese es un temor real) sino más bien que se les apartará de toda vida de la que han sido parte. La tristeza se halla en tener que dejar marchar, en saber que la vida seguirá ahora sin nosotros, en ser llevados a la cama mientras la fiesta continúa. Y esto está profundo en nuestro interior, tanto que encontramos difícil imaginarnos cómo incluso puede el mundo continuar sin nosotros.

 Sin embargo, esto no es señal de que haya algo malo en nosotros, alguna neurosis que necesite remedio o alguna cuestión moral o religiosa que necesite atención. Es la condición humana, pura y simple, y Dios es el artífice de eso. En resumen, estamos hechos para ser parte de un tejido, no el contenido de simples hilos en su aislamiento.

Tenía yo veintitrés años cuando vi morir a mi padre en una habitación del hospital. Él era joven aún -sesenta y dos años- e idealmente debería haber tenido aún algunos años por delante. Pero, estaba muriendo, él lo sabía, y a pesar de una fe que le dio algún alivio, estaba profundamente triste a causa de ello. Con lo que luchaba en su muerte no era con algún temor a la otra vida o algunas compensaciones que aún necesitase hacer en esta vida. Nada de eso. No había ningún asunto sin acabar con Dios, ni asuntos religiosos y morales todavía por arreglar. Tampoco había malsanos temores de la otra vida. Su único asunto inacabado tenía que ver con esta vida, y lo que él seguiría perdiendo en términos de (en sentido figurado) ser llevado a la cama temprano mientras la fiesta aún seguía. Además, para él, la fiesta estaba a todo ritmo. Sus hijos adultos estaban justo empezando a establecer sus vidas y darle nietos, y la mitad más joven de su familia estaba preparándose activamente para entrar en sus vidas adultas. No iba a estar con ellos para ver cómo cambiaba todo esto, ni iba a estar con ellos para ver a la mayoría de sus nietos. Más importante aún, tenía una esposa, un alma gemela, a la que dejaría. No era una buena noche para ser enviado a la cama temprano.

Más allá de todo esto, aún tenía sus propios hermanos, vecinos, amigos, una parroquia, negociados cívicos, equipos deportivos y otras incontables conexiones vivificantes, y era consciente, no sin enorme dolor, de que todas estas cosas estaban a punto de fenecer, al menos a este lado de la eternidad.

¿Por qué no debería haber estado triste? Verdaderamente, ¿por qué ninguno de nosotros debería estar triste cuando estamos enfrentándonos a una muerte de cualquier clase, cuando están llevándonos a la cama mientras el resto de la vida aún está siguiendo?

Somos constitutivamente comunitarios. Hasta Dios mismo dijo cuando creó la familia humana: No es bueno para nadie estar solo. Importa mucho ser parte de una familia y una comunidad, parte del tejido de la vida, y un tejido se compone de múltiples hilos. Siendo así, resulta comprensiblemente triste siempre que nuestro particular, frágil y solitario hilo está siendo tirado fuera del resto del tejido. No es extraño que los niños pequeños no quieran ser llevados a la cama mientras todos los demás aún continúan con la noche.

Además, esto no es sólo cierto por la tristeza que experimentamos cuando nos enfrentamos a nuestras muertes. La misma dinámica es operativa cuando arrostramos las diferentes mini-muertes que nos acosan mientras envejecemos, perdemos nuestra salud, nos jubilamos, nos despiden de los trabajos, perdemos a personas a quienes amamos, malogramos matrimonios, estamos geográficamente fuera de lugar, o de cualquier otra manera somos empujados fuera de la principal corriente de vida hacia los márgenes.

De igual modo, puede ser útil saber que nada está mal aquí. Morir es duro. Dejar marchar es duro. Ser empujado a un lado es duro. Desaparecer de la vida es particularmente duro. Por eso a los niños pequeños no les gusta que los lleven a la cama. Ron Rolheriser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) -