El Señor me concedió la gracia de la conservación de las especies sacramentales y tener siempre, día y noche, el Santísimo Sacramento en el pecho.

 

«En el día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la Iglesia del Rosario, en La Granja, a las 7 de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies sacramentales y tener siempre, día y noche, el Santísimo Sacramento en el pecho; por lo mismo, yo siempre debo estar muy recogido y devoto interiormente; y además debo orar y hacer frente a todos los males de España, como así me lo ha dicho el Señor. Y más adelante, «En el día 16 de mayo de 1862 (…) en la Misa me ha dicho Jesucristo que me había concedido esta gracia de permanecer en mi interior sacramentalmente».

«La Eucaristía, como sacramento del Sacrificio y de la presencia real de Cristo, ocupó un lugar preponderante en la vida espiritual y apostólica de san Antonio María Claret. La celebración eucarística era el momento más intenso de su unión personal con Jesucristo, ofrecido al Padre por la salvación de los hombres, en ella recibía los ardientes deseos de sacrificar su vida con Cristo por el bien de la Iglesia y de todos los hombres. La oración ante el Santísimo Sacramento le ayudaba a mantener estos sentimientos y a desarrollar sus actividades en un espíritu sacrificial profundamente compenetrado con el misterio redentor de Cristo y de la Iglesia.

La vivencia que tiene el P. Claret de la Eucaristía puede dibujarse como un itinerario de respeto, admiración, devoción, necesidad, íntima unión y plena comunión. Fuente: Claret.org. 
Imagen de S. Antonio María Claret de la Parroquia del Corazón de María de Oviedo. Tomada por Eugenio (E.P.D)