Sucede con el Reino de Dios lo que con el grano que un hombre echa en la tierra.

 



Domingo XI  tiempo ordinario


 *El discurso sobre el Reino de Dios, propuesto por Jesús en parábolas a los hombres de todos los tiempos, responde a una doble pregunta: qué lógica rige el funcionamiento del Reino de Dios? Alcanzará éste su objetivo?

        Las dos parábolas que recoge el texto de hoy hablan de un "grano" echado en tierra: en la primera parábola el crecimiento del grano no depende del trabajo del hombre {"Duerma o vele, de noche o de día, el grano germina y crece": v. 27), sino únicamente de la fertilidad del suelo.

        La primera lectura se mostraba todavía más explícita: no es el hombre el que trabaja para edificar el Reino de Dios, sino sólo Dios. En la segunda parábola aparece una idea ulterior: el minúsculo grano de mostaza –que carece de toda vistosidad- "se hace mayor que cualquier hortaliza" (v. 32). Se trata de una grandiosa visión plena de esperanza, que anima a los creyentes a mantener una actitud de paciencia. Dios obra en la historia, a pesar de que las apariencias digan lo contrario. La realización de su Reino no depende de la eficiencia, ni de las instituciones, ni de los individuos; no es cuestión de programas o de obras, sino de una escucha atenta de la Palabra de Dios y de la disponibilidad para dejarla crecer en nosotros. El mensaje central de la parábola no es, a pesar de todo, una invitación al quietismo o a la falta de compromiso. Al contrario, presenta al creyente una mentalidad nueva, la de no escuchar tanto sus deseos y sus ganas de hacer y mantenerse disponible, con paciencia y humildad, para crear las condiciones en las que la Palabra de Dios pueda dar fruto libremente.