Cambió de parecer y fue



Domingo 26º del Tiempo Ordinario

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Tú, Señor, me invitas a creer

Comentario



 <<Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el Reina de Dios. Porque vino Juan a mostraros el camino de la salvación y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y vosotros, a pesar de verlo, no os arrepentisteis ni creísteis en élť (Mt 21,31-32).

La referencia básica de la lectura es el <<arrepentimientoť, la conversión del corazón. <<Arrepentirse para creer>>. Jesús ha invertido intencionadamente el orden de los verbos. No es sélo <<creer para arrepentirseť. Arrepentirse para creer consiste, ante todo, en no considerarse ni justos, ni rectos, ni Santos. Ni tampoco pensar que por observar tal o cual ley no somos como el resto de los hombres que no la observan.

Tener conciencia de ser pecadores nos pone en actitud de conversión. Creernos justos nos impide encauzar los pasos por el camino de la conversión. Quien nos hace justos, rectos y santos es Sólo Dios (la parábola del fariseo y del publicano de Lc 18,9-14 no deja lugar a dudas ni a equívocos). Arrepentirse para creer consiste en no ser nosotros quienes determinemos qué es bueno o malo, justo o injusto, recto o torcido, santo o profano, sino el Seńor

El discurso de Ezequiel, entre Dios e Israel, arranca con un interrogante: ,żAcaso no es justo mi proceder? żNo es mas bien vuestro proceder el que es injusto? Es lícito -y necesario- preguntarse: żQué sabe Israel de <<rectitudť? La respuesta Sólo la puede dar Dios: la iniquidad es causa de muerte; la justicia y la rectitud son causa de vida. Pasar de la iniquidad a la justicia y a la rectitud es pasar de la muerte a la vida. żQuién determina este paso? Dios.



No me basta con amar yo a Dios si mi prójimo no le ama. San Vicente de Paul. 27 de septiembre.

Fue durante diez años un sacerdote que se buscaba a sí mismo y que buscaba una sistematización que le conviniera. Los pobres habían estado siempre ante sus ojos, pero nunca se había fijado en ellos. Distribuía limosnas, sobre todo durante el tiempo que estuvo junto a la reina Margot, entre 1608 y 1610, pero no practicaba la caridad. Más tarde, una serie de ardientes acontecimientos le cambiaron por dentro. Le dio la vuelta a la pirámide de sus prioridades. Cuando se dio cuenta del hambre doble de las masas - a saber: el hambre de la Palabra y el hambre de Pan se sintió comprometido personalmente. Comprendió que debía dejar de buscarse y buscar. Más eso sin ningún frenesí activista. No fue nunca un protagonista de la caridad. No hacía, sino que hacía hacer. Indicó a la Iglesia de su tiempo cómo hacerse Iglesia de los pobres. Repetía: "No me basta con amar yo a Dios si mi prójimo no le ama". En un momento en el que triunfaba el misticismo, invitó a amar a Dios, pero "a expensas de nuestros brazos y con el sudor de nuestra frente". No quería que los suyos se sintieran privilegiados: "Nosotros vivimos del patrimonio de Jesucristo, del sudor de la pobre gente". Y ofreció un criterio ineludible para el servicio: "Los pobres son nuestros amos y señores... En el paraíso son grande señores y les corresponde a ellos abrirnos la puerta a nosotros". Por eso "no podemos garantizarnos mejor la felicidad eterna que viviendo y muriendo en el servicio a los pobres, en brazos de la Providencia".

Apresúrate, María, Entre los olivos de plata acariciados por una brisa. En tu correr se hacen misioneros todos los pobres, se levantan los cojos, gritan los mudos, y los ciegos despiertan el arpa y la cítara. Alegraos, misioneras de la portería y de la enfermería; ella lleva vuestra voz y vuestro deseo secreto. Ella se hace voz por vosotras, mujeres de cincuenta años, llamada a estar con los locos. Ella corre por los sin nombre, los cualquiera, las viudas grises y un poco tristes condenadas a la pensión.

No te guía un fuego y una nube porque tú eres antorcha que ilumina las fortalezas negras como tus ojos.

Eres la nube blanca que indica el puerto a los desterrados, perdidos y confusos. Mujer de ayer y de mañana, haz que la Iglesia renazca, mujer encorvada, ya sin voz. Nuestras lámparas se apagan; vierte tú el aceite que no hemos podido comprar a tiempo. Vuelve a dar canto y pureza a nuestros jóvenes. Querernos vivir el Evangelio, ser también nosotros Palabra de Dios. Apresúrate contra el tiempo, llega antes de la noche, para que en nuestras iglesias reine la alegría y la alegría se vista de cantos de púrpura.

No ves cómo también el cielo se ha enamorado de ti y la tierra abre un camino llano?

El desierto grita de exultación y con tus exiliados pasos se siente recompensado de la soledad desesperada. Mujer soñada antes del tiempo, mujer sin edad, inmaculada y reina, hasta las estrellas brillan de alegría y te sirven de diadema y de festivo cortejo. No has tenido amoríos, esbelta niña de piel ambarina, sino mujeres de arrugas y de pensamiento, que han respirado olores de viejos y han subido las escalas de tétricas soledades. La naturaleza se queda sin palabras, porque jamás de los jamases habría imaginado mujeres así.

(Luigi Mezzadri.)

 Algunos dichos del san Vicente de Paúl"La perfección no consiste en los éxtasis, sino en cumplir bien la voluntad de Dios".

"Ocupémonos de los asuntos de Dios y él se ocupará de los nuestros".

"La Providencia de Dios no nos faltará nunca mientras nosotros no faltemos a su servicio".

"No hay mejor manera de garantizarnos la felicidad eterna que viviendo y muriendo al servicio de los pobres, en brazos de la Providencia".

"Toda nuestra vida no es más que un instante, que huye y se disipa pronto. Los setenta y seis años de vida que he pasado no me parecen ahora más que un sueño y un instante. Y ya no me queda nada, excepto el pesar de este momento".


Decir san Vicente de Paúl es decir caridad. Los pobres son al santo como el santo a los pobres. No olvidemos que, en el momento en que Vicente se asomó a la vida, la Iglesia de Francia salía de una de las páginas más oscuras de su historia: las guerras de religión. Se combatía en nombre de Dios. En aquellos momentos, la Iglesia católica sufría una continua hemorragia.

Fueron muchos los que se marcharon de ella. Cuando acabó el combate físico quedaron las ruinas. Había que reconstruir las iglesias, pero había que rehacer la Iglesia. Un grupo de sacerdotes se comprometió en la tarea: Bérulle, Duval, Bourgoing, Condren y Vicente. No pidieron la intervención del Estado. Estos sacerdotes, antes de cambiar el mundo, se cambiaron a sí mismos.

Decía el santo en uno de sus textos: "Está escrito que busquemos el Reino de Dios. No es más que una frase, pero me parece que encierra muchas cosas. Nos enseña a aspirar siempre a eso que se nos recomienda, a fatigarnos de continuo por el Reino de Dios y a no permanecer en un estado de inercia e indolencia, a reflexionar en nuestra propia vida íntima a fin de regularla bien y no en las cosas externas para encontrar placer en ellas. Buscar significa preocuparse, significa acción. Buscad a Dios en vosotros, porque san Agustín confiesa que mientras lo buscó fuera de él no lo encontró; buscadlo en vuestra alma, la morada que le es agradable: éste es el lugar donde sus siervos que procuran poner en práctica todas las virtudes, las establecen.

Es necesaria la vida interior, y en ella deben converger todos nuestros esfuerzos: si faltamos en esto, faltamos a todo, y los que ya han faltado deben humillarse, implorar la misericordia de Dios y enmendarse. Si hay algún hombre en el mundo que tiene necesidad de ello, es este miserable que os habla: yo caigo, recaigo, salgo a menudo fuera de mí y entro en mí rara vez; acumulo culpas sobre culpas; ésta es la miserable vida que llevo y el mal ejemplo que doy". Gracias a: Santa Clara de Estella

¡Una sola frase lo dice todo! Artículo.

Nos has hecho para ti, Señor, y nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en ti.
Ninguna frase, fuera de la escritura, me ha hablado nunca de manera tan poderosa, persistente y sugerente como esa frase de san Agustín. En esencia, es la historia de la vida de Agustín y también la historia de cada una de nuestras propias vidas.

Conforme leo y estudio, con frecuencia me impresiona una llamativa frase de algún autor, que inmediatamente subrayo y copio. Tengo un cuaderno lleno de citas tomadas de Shakespeare, Aristóteles, Platón, Aquino, Teilhard, Einstein, Albert Camus, Steve Hawkings, Doris Lessing, Milan Kundera, John Steinbeck, Karl Rahner, Juan de la Cruz, Ruth Burrows, James Hillman, Anne Frank e Ivan Illich, entre otros. Aun así, la sugerente frase de Agustín sobresale entre todas ellas.

Lo que manifiesta es que existe una incurable inquietud en el interior de cada uno de nosotros que nos mantiene perpetuamente des-asosegados. Siempre he sentido esto fuertemente en mi propia vida y, siendo aún veinteañero, escribí un libro, El inquieto corazón, en el que traté de articular una espiritualidad para los inquietos (y quizás mayormente para mí mismo) tomando como componente principal esta frase de Agustín. A lo largo de los años, he estado atento a expresiones comparables y complementarias del famoso axioma de Agustín. He aquí algunas:

Karl Rahner, un renombrado teólogo de finales del siglo XX, escribiendo a un amigo que temía estar pasando por alto demasiadas cosas en la vida, le brindó este aviso: En la angustia de la insuficiencia de todo lo accesible, aprendemos que en esta vida no hay ninguna sinfonía acabada.

El autor bíblico Qohelet lo expresa de esta manera. En un pasaje bien conocido por la mayoría de nosotros (“hay un tiempo para cada cosa”) nos indica la armonía de la naturaleza como Dios la estableció. Nos dice que hay una bella armonía entre tiempo y naturaleza, y que cada cosa tiene su propio tiempo y lugar. Con todo, después acaba con esta sorprendente declaración: Dios ha hecho bellas todas las cosas a su propio tiempo, pero Dios ha puesto la infinitud en el corazón humano a fin de que estemos fuera de sincronía con el tiempo y las estaciones desde el principio hasta el fin. Nunca nos adaptamos pacíficamente a la armonía de las cosas, porque algo en nuestro interior está fuera del tiempo.

¿Y quién puede olvidar las sugerentes palabras de Anna Frank al escribir siendo una adolescente encerrada en un ático, ocultándose de los nazis, brincando fuera de su piel con la impaciencia de una adolescente y la ansiedad de un artista, diciendo que, simplemente, nunca puede estar del todo en el momento, porque quiero estar en todos lugares a la vez.

Doris Lessing, la novelista británica, asegura que en el interior de cada uno de nosotros hay una energía poderosa e implacable (“1000 voltios”) que nos mantiene perpetuamente des-asosegados. Escribiendo fuera de una perspectiva de fe, pregunta: ¿Para qué es esta energía? Responde: Para todas y cada una de las cosas: creatividad, amor, sexo, justicia. El escritor Albert Camus, ganador del premio Nobel, escribiendo igualmente fuera de cualquier perspectiva de fe, tenía esta interesante manera de entender el espíritu humano. Comparó estar dentro de la naturaleza humana con ser un prisionero atrapado dentro de una cárcel medieval. Las cárceles medievales estaban diseñadas para quebrar el ánimo del prisionero al encerrarlo en una estancia demasiado estrecha, de modo que nunca pudiera erguirse ni estirarse del todo. El techo estaba demasiado bajo y la estancia era demasiado angosta. La intención era que al fin esto quebrara el ánimo del prisionero. Para Camus, esa es la manera como nos sentimos en nuestra propia naturaleza. El mundo es simplemente demasiado pequeño como para que, en realidad, alguna vez podamos erguirnos o estirarnos, y esto destruye nuestro ánimo.

Estas son algunas patéticas expresiones de este des-asosiego, pero hay expresiones de él por todos lugares. El hinduismo habla de una cierta “nostalgia por el infinito” dentro de nosotros; Platón habla de una “locura divina” en el centro del alma; Shakespeare habla de nuestros “anhelos inmortales”; Ruth Burrows abre su autobiografía confesando que ella nació con una complejidad patológica que ha hecho de su vida una lucha”; James Hillman, en un brillante libro, El suicidio y el alma, afirma que la mayoría de los suicidios suceden porque el alma no está siendo oída y, consecuentemente, mata al cuerpo; y Philip Roth habla del vendaval de detalles que constituyen la confusión de la biografía humana.

La literatura, la filosofía, la poesía, el arte, la psicología, la biografía, la teología y la espiritualidad están repletas de expresiones de esta insaciabilidad del interior del alma humana, que en definitiva no pueden llegar a una plena paz con nada de este mundo. Pero esto es como debería ser. Para Agustín, escribiendo hace unos 1700 años, esta inquietud, esta infinitud, esta nostalgia, esta locura divina, estos 1000 voltios de energía que hay dentro de nosotros, esta complejidad patológica y esta confusión de la biografía humana que nos mantiene perpetuamente inquietos, es después de todo, nuestro mayor distintivo; es el regalo de la inmortalidad y divinidad que Dios nos da como parte constitutiva de nuestra alma. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano cmf) - 

Libres de elegir si migrar o quedarse. Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado 2023.

La Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (JMMR) desde 1914. Siempre ha sido una ocasión para expresar nuestra preocupación por las diferentes categorías de personas vulnerables que se desplazan; para rezar por ellas mientras afrontan numerosos desafíos; y para sensibilizar sobre las oportunidades que ofrecen las migraciones. Artículo completo. MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 109ª JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2023

«la decisión de migrar no es siempre una decisión libre». En el mundo actual, explican, miles de personas se ven obligadas a huir de su patria en busca de perspectivas de vida mejor para sí mismos o para sus familias, o, simplemente, para sobrevivir. 

Dice el papa: ... reciban la información suficiente para evitar ser víctimas de «ilusiones peligrosas o de traficante sin escrúpulos».  Artículo completo.

"Los migrantes deben ser acogidos, acompañados, promovidos e integrados. Si no puedes integrarlos en tu país, acompáñalos e intégralos en el suyo, pero no los dejes en manos de estos crueles traficantes de personas", declaró Francisco. El papa volvió a criticar lo que llamó el "fanatismo de la indiferencia"Artículo completo.

«Toda emigración es una ruptura, un desgarro humano» 

José del Riego, Director del Secretariado diocesano de Pastoral de Migraciones Lleva varios años implicado en la parroquia de San Francisco Javier de la Tenderina en Oviedo, precisamente en el ámbito de las personas migrantes. Artículo completo.

“¿Cómo dejamos que la ‘cultura del descarte’, en la que millones de hombres y mujeres no valen nada frente a los beneficios económicos, domine nuestras vidas?”.
Y a continuación nos hace una petición: “Dejemos de hacer invisibles a los que están al margen de la sociedad, ya sea por motivos de pobreza, dependencias, enfermedades psíquicas o minusvalías”.
Escuchemos con atención su mensaje y trabajemos para pasar de la “cultura del descarte” a la “cultura de la acogida”.
“Una persona sin techo que muere en la calle nunca va a aparecer en la primera página de los buscadores de internet o de los noticieros.
¿Cómo hemos podido llegar a este nivel de indiferencia?
¿Cómo dejamos que la ‘cultura del descarte’, en la que millones de hombres y mujeres no valen nada frente a los beneficios económicos, cómo dejamos que esta cultura domine nuestras vidas, nuestras ciudades, nuestro modo de vivir?
Se nos va a endurecer el cuello de tanto mirar al otro lado para no ver esta situación.
Por favor, dejemos de hacer invisibles a los que están al margen de la sociedad, ya sea por motivos de pobreza, dependencias, enfermedades psíquicas o minusvalías.
Centrémonos en la acogida. En acoger a todas las personas que lo necesitan.
La ‘cultura de la acogida’, de recibir, de dar techo, de dar hogar, de dar amor, de dar calidez humana.
Oremos para que las personas que viven al margen de la sociedad, en condiciones de vida infrahumanas, no sean olvidadas por las instituciones y nunca sean descartadas”.

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.






Domingo 25º del Tiempo Ordinario

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Mis planes no son tus planes, mis caminos no son tus caminos. Sea lo que sea, gracias Señor

Comentario



 Es sugestivo el oráculo de Isaías, ya que nos ayuda a ver el mundo y la vida según la perspectiva de Dios, desde el <<cieloť. Y es sorprendente la enseńanza de la Palabra del Evangelio, porque en Jesucristo lo anunciado por Isaías alcanza su plenitud y su sentido pleno, encuentra su realización. En Jesús tenemos al Dios-con-nosotros, Dios cercano para siempre, viaducto entre el cielo y la tierra. En Jesús tenemos <<hecho hombreť (Col 2,9) y <<en su condición de hombreť (Flp 2,7) el pensamiento de Dios y, a su vez, el camino para encontrarlo.

La parábola de Mateo nos adentra en el misterio del Reino de Dios, en el pensamiento de Cristo, en el corazón del Padre, desvelándonos el secreto. Es, para todos, una fuerte invitación a cambiar de mentalidad, a pasar de la lógica del mérito, de quien vive de pretensiones y no reconoce ni admite regalos, al mundo de la gratuidad, que es la raíz del amor y el secreto del Reino de Dios. Al inicio de la historia de cada uno hay un don: la llamada a ser y a trabajar en la vińa. La vida es el regalo precioso del tiempo para vivir y trabajar en la vińa. Al final del día tendrá lugar la recompensa, que no será para nadie el fruto de sus propios méritos o esfuerzos, sino un regalo divino e inmerecido. Aquello que es profundamente nuestro —<<lo tuyo>>— es la llamada de Dios a participar en su vida y en su obra, la posibilidad de trabajar y fatigarnos, de gastar la vida por él. Infeliz, murmurador y envidioso es quien no reconoce el regalo.

Quien se siente acreedor, con derechos ante Dios y la vida, porque piensa que ya ha hecho demasiado, considera todo lo gratuito como un robo, como una amenaza a la presunta justicia. Sin embargo, descubrir que somos amados gratuitamente es empezar a responder desde esa hora a la llamada de Dios; descubrir que todo es don —la vińa, el vino, el trabajo, la fatiga...— es el modo de estar en la Iglesia buscando el Reino de Dios.

Pablo nos muestra que es posible y hermoso vivir así: responder a la llamada, esforzarse en su vińa y esperar de sus manos la recompensa del modo que quiera y el día que quiera. Solo quien vive Así puede decir: <<Para mí la vida es Cristoť


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La dos caras de la hipocresía. Artículo.

¡Qué sutil es la hipocresía! Qué fácil es no ver nuestras propias incoherencias, aunque veamos tan nítidamente los defectos de los demás. ¿Estamos obstinadamente ciegos, o es que simplemente no vemos? ¿Es un problema moral o visual? Veamos estos ejemplos:

En sus viajes, el explorador del siglo XVIII, el capitán James Cook, pasó varios años en las islas de la Polinesia. Aprendió la lengua nativa y se hizo amigo de la gente. Un día, le llevaron a presenciar un sacrificio humano. La tribu aún practicaba cierto animismo y a veces ofrecía una persona en sacrificio a sus dioses. Cook, que era un distinguido caballero inglés, quedó comprensiblemente horrorizado. Escribió en su diario que le manifestó su indignación al jefe, diciéndole: ¡Esto es horrible! Sois un pueblo primitivo. En Inglaterra os colgaríamos por esto.

La ironía de la reacción de Cook no debe pasar desapercibida, como tampoco pasa desapercibida para los antropólogos. Cuando matamos a alguien en nombre de Dios, no importa si lo llamamos sacrificio humano o pena capital. En cualquier caso, estamos sacrificando una vida humana y justificándolo en nombre de Dios.

Un segundo ejemplo nos llega de los escritos de Bill Plotkin, quien una vez pasó tiempo estudiando varios ritos de iniciación que las tribus premodernas utilizan para iniciar a los chicos y chicas jóvenes a la edad de la pubertad. Como sabemos, la pubertad puede ser una época peligrosa para un joven. La pubertad golpea al joven con una cierta violencia que enardece tanto el cuerpo como la psique. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta poderosa fuerza perturbadora había sido diseñada por Dios y la naturaleza con un propósito definido, a saber, expulsarte de tu hogar, empujarte a encontrar un hogar para ti mismo y poner fin a tu infancia para entrar en la edad adulta. Es comprensible que se necesiten energías intensas para lograrlo.

Pero estas energías pueden ser difíciles de contener y de orientar hacia la edad adulta. De hecho, casi todas las culturas premodernas tenían ritos de iniciación para ayudar a orientar ese proceso. En la actualidad, la mayoría de las culturas (sobre todo la nuestra) tienen muy pocos ritos de iniciación explícitos. Lo que Plotkin descubrió en su estudio de los ritos de iniciación premodernos es que todos ellos eran muy exigentes, física y emocionalmente, para los jóvenes que se sometían a ellos, hasta el punto de que a veces un joven que se sometía a ellos moría durante el proceso.

Al observar esto, Plotkin comenta que nuestra sensibilidad moderna se siente ofendida por esta crueldad aparentemente primitiva. Fácilmente nos indignamos moralmente y vemos estas prácticas como retrógradas y crueles. Sin embargo, continúa señalando, estas tribus en realidad pierden muy pocos jóvenes en el paso de la pubertad a la edad adulta - mientras que nosotros, sociedades modernas muy complejas, perdemos miles de jóvenes cada año que intentan autoiniciarse a través de las drogas, el alcohol, el sexo, los coches, las pandillas y los comportamientos de riesgo.

Sí, como dijo Jesús una vez, es fácil ver la paja en el ojo ajeno incluso cuando no somos conscientes de la viga en nuestro propio ojo.

Ahora bien, digo todo esto más por simpatía que por juicio, porque la hipocresía no es de todos los tipos. Hay una hipocresía en la que la ceguera es más voluntaria, y hay una hipocresía en la que la ceguera es más inocente. Tomás de Aquino distinguió una vez entre dos clases de ignorancia. Para Aquino, existe la ignorancia culpable y existe la ignorancia invencible, es decir, a veces no vemos porque no queremos ver, y a veces no vemos simplemente porque no podemos ver.

En la ignorancia culpable sí podemos ver. Nos negamos a ver algo porque no queremos ver la verdad. Nuestra incapacidad para ver se basa en la racionalización y el miedo, una negativa voluntaria a mirar para no ver lo que no queremos ver, alguna verdad incómoda. En la ignorancia culpable, no vemos el paralelismo entre el sacrificio humano y la pena capital porque ya sentimos intuitivamente la conexión y no queremos verla, por lo que nos negamos a mirar.

En la ignorancia invencible no conocemos nada mejor. Nuestros defectos tienen que ver con los límites de nuestra humanidad, nuestros conocimientos y nuestra experiencia. No tenemos miedo de mirar la realidad. Miramos, pero simplemente no vemos. Como el Capitán Cook, con toda sinceridad, simplemente no vemos el paralelismo entre los sacrificios humanos y la pena capital, y, a diferencia de Bill Plotkin, podemos juzgar fácilmente los ritos de iniciación premodernos como crueles y atroces, incluso cuando miles de nuestros propios jóvenes mueren cruelmente sin sentido tratando de encontrar el paso de la vida de la adolescencia a la edad adulta.

Todos nosotros, liberales o conservadores, tenemos puntos ciegos en cuanto a cómo vemos y apreciamos diversas formas de justicia social, ya sea el cambio climático, la pobreza, el aborto, la inmigración, los refugiados, el racismo, la igualdad de la mujer o las cuestiones de género. Ante estas cuestiones complejas, ¿estamos dispuestos a mirarlas a la cara, o no estamos dispuestos a mirarlas de frente porque ya intuimos lo que podríamos encontrar? ¿Es nuestra ceguera, nuestra hipocresía, culpable o invencible? Ron Rolheiser - 

No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

 



Domingo 24º del Tiempo Ordinario

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Que tu misericordia y tu compasión me muevan

Comentario



<<Acuérdate de tu fin y deja de odiarť (Sir 28,6). żCuál es el <<finť, las <<cosas últimasť, de las que habla la Escritura? Si nos fijamos en la pagina del evangelio de Mateo, el fin se refiere al Reino de los Cielos; y si hojeamos la Carta a los Romanos, coincide con el Seńor (<<Vivimos para el Seńorť, 14,8). El Reino de los Cielos es el horizonte ultimo de la historia, Cristo resucitado es el acontecimiento último del hombre. Pues el perdón mira al presente desde el fin, es decir, del novum, del éschatón, de lo definitivo que esta por venir El perdón <<no se sitúa en un plano ético, sino escatológico. El perdón es la profecía del Reinoť (E. Bianchi).

En el texto de Mateo, hay dos dimensiones en tensión: la comunidad cristiana que vive en el tiempo, imperfectamente, y el Reino de los Cielos, que domina el fin de los tiempos. El perdón, como posibilidad ilimitada de relación y convivencia fraterna en el presente, también es la condición -gratuitamente ofrecida - de acceso a la comunión con Dios. Allí donde el pecado es ruptura de la relación, el perdón es restablecimiento, reconstrucción y consolidación de vínculos.

Se trata de abrir las puertas de nuestro corazón al amor - mas precisamente, a la misericordia de Dios- y permitirle que vivifique lo que el pecado mata. Se puede decir que la fuerza del perdón es la paciencia, entendida como esperanza, oración y empeńo por la conversión propia y del hermano. Perdonar conlleva, en cierto sentido, participar de la paciencia divina: él es el <<pacienteť, el <<clementeť, el <<compasivoť, el <<misericordiosoť y el <<fielť (Ex 34,6). El primer movimiento del perdón es tener paciencia, aceptar las imperfecciones propias y ajenas. El segundo consiste en dar: estar en actitud de disponibilidad (darse) y acogida (ofrecerse) con el ofensor.

 


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Bienaventurada Virgen María de los Dolores. 15 de Septiembre.

La devoción a la Virgen de los Dolores se remonta a los primeros años del segundo milenio, como desarrollo de la "compasión" con María !uxta crucem Jesu. Esta devoción fue formulada litúrgicamente en tierras germanas, concretamente en Colonia, el año 1423. Sixto IV insertó en el misal romano la memoria de Nuestra Señora de la Piedad. La atención hacia María "dolorosa" se fue desarrollando gradualmente en la forma de los Siete Dolores, representados en las siete espadas que traspasan el corazón de la madre de Cristo. La extensión a la Iglesia latina en 1727 fue favorecida por los Siervos de María, que la celebraban desde 1668. La colocación en el 15 de septiembre se remonta a Pío X. En el calendario litúrgico de 1969 se la denomina memoria de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores. Refiriéndose a esta celebración, escribía Pablo VI que es «ocasión propicia para revivir un momento decisivo de la historia de la salvación y para venerar junto con el Hijo exaltado en la Cruz a la Madre que comparte su dolor».- Oración: Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

ORATIOSanta María, mujer del dolor, madre de los vivientes, salve. Nueva Eva, Virgen junto a la cruz, donde se consuma el amor y brota la vida.

Madre de los discípulos, sé tú la imagen conductora en nuestro compromiso de servicio; enséñanos a permanecer contigo junto a las infinitas cruces donde todavía sigue siendo crucificado tu Hijo; enséñanos a vivir y a atestiguar el amor cristiano, acogiendo en cada hombre a un hermano; enséñanos a renunciar al opaco egoísmo para seguir a Cristo, única luz del hombre. Virgen de la pascua, gloria del Espíritu, acoge la oración de tus siervos.

CONTEMPLATIOA Santa María, tanto en la tradición de la Iglesia como en la devoción popular, se la denomina y reconoce como la Dolorosa. La Dolorosa no es dogma de fe, o sea, una verdad revelada por Dios. El dolor de María fue una realidad de su vida terrena. Inmaculada, siempre virgen, madre de Dios y asunta configuran la verdad de la inmodificable identidad personal de María. El dolor fue una experiencia suya terrena: María fue y ya no es dolorosa. Sus dolores cesaron al final de su existencia terrena, como sucede con toda persona humana. Pero ella sigue estando junto a los que sufren: la Dolorosa continúa siendo madre de los que sufren. En esta función ejerce ella un magisterio. Los dolores padecidos en la tierra constituyen una compleción de la pasión de Cristo en beneficio de la Iglesia. La participación de María en la pasión del Señor se ha convertido en su modo de cooperar a la obra de la salvación llevada a cabo por él: también como dolorosa es María corredentora, es decir, "ha cooperado de un modo absolutamente especial en la obra del Salvador".

LECTURA ESPIRITUAL: La meditación sobre los siete dolores de la bienaventurada Virgen podrá expresarse fácilmente en términos actuales, en cuanto los comparemos con los múltiples sufrimientos por los que está marcada la vida hoy...

Principalmente en virtud de nuestra identidad cristiana, aceptaremos ser nosotros mismos una existencia atravesada por la espada del dolor. Siguiendo a Jesús, tomaremos cada día nuestra cruz (Le 9,23; cf. Mc 8,34; Mt 16,24). Sensibles al drama de innumerables personas y grupos obligados a emigrar desde países pobres hacia naciones más ricas, en busca de pan o de libertad, pondremos a salvo la vida de todo tipo de persecución y ofreceremos nuestra contribución activa a la acogida de los emigrantes.

En presencia de cuantos, en medio de la incertidumbre del vivir, añoran el rostro del Señor o se encuentran angustiados por haberlo perdido, nuestras comunidades han de ser lugares que apoyen su trabajosa búsqueda. Han de convertirse en santuarios de consuelo para tantos padres y madres que, desolados, lloran la pérdida física o moral de sus hijos. Como copartícipes de un mismo itinerario de fe, acompañaremos a nuestros hermanos y hermanas por la vía de su calvario: con gestos de delicadeza, como Verónica, o llevando su peso, como el Cirineo (H. M. Moons, Con Mana accanto alia croce, Roma 1992, 19ss). Fuentes: Imagen CanalStellaMarisTV y texto Santa Clara de Estella




El permiso de Dios para la fatiga humana. Artículo.

Alguien preguntó una vez a Teresa de Lisieux si estaba mal dormirse mientras se rezaba. Ella respondió: En absoluto. Un niño pequeño es igualmente agradable a sus padres, despierto o dormido - ¡probablemente más cuando duerme!

Es más que una respuesta cariñosa y simpática. Hay una sabiduría en su respuesta que generalmente se nos escapa, a saber, que Dios comprende la condición humana y nos da permiso para ser humanos, incluso ante nuestros compromisos terrenales y espirituales más importantes.

Esto me sorprendió hace poco mientras escuchaba una homilía. El predicador, un sacerdote sincero y dedicado, nos retaba con la idea de que Dios debe ser siempre lo primero en nuestras vidas. Hasta ahí todo bien. Pero entonces compartió lo molesto que se pone cada vez que oye a la gente decir cosas como: "Vamos a la misa del sábado por la tarde, para acabar de una vez". O cuando un celebrante dice: "Hoy seremos breves, porque el partido empieza a mediodía". Frases como ésa, sugirió, delatan la debilidad de nuestra vida de oración. ¿Es así?

Tal vez sí, tal vez no. Este tipo de comentarios pueden ser fruto de la pereza, la indiferencia espiritual o la falta de prioridades. También pueden ser simplemente la expresión de un cansancio humano normal y comprensible, un cansancio que Dios, hacedor de la naturaleza humana, nos permite sentir.

Puede haber, y a menudo la hay, cierta ingenuidad sobre el papel que juegan la fuerza y el entusiasmo en nuestras vidas. Imaginemos, por ejemplo, una familia que, con la mejor de las intenciones, decide que, para fomentar la unión familiar, va a hacer de la cena, todas las noches, un auténtico banquete, que exigirá la participación y el entusiasmo de todos y que durará noventa minutos. Ojalá tengan suerte. Algunos días ciertamente se fomentaría la unión y podríamos ver cierto entusiasmo en la mesa; pero, muy pronto, sería insostenible en términos de energía, y más de uno de los miembros de la familia diría, acabemos con esto de una vez, o podemos acortarlo un poco esta noche porque el partido es a las siete. Es cierto que eso podría delatar una actitud de desinterés, pero lo más probable es que fuera simplemente una expresión válida del cansancio normal.

Ninguno de nosotros puede mantener una gran energía y entusiasmo para siempre. Tampoco es nuestra intención. Nuestra vida es un maratón, no un sprint. Por eso es bueno a veces celebrar largos banquetes y a veces simplemente coger un perrito caliente y salir corriendo. Dios y la naturaleza nos dan permiso para decir a veces, acabemos de una vez, y a veces para precipitarnos para no perdernos el comienzo del partido.

Además, más allá de tomarnos en serio el flujo y reflujo normal de nuestras energías, existe otro ángulo aún más importante. La energía entusiasta o la falta de ella no definen necesariamente el significado. Podemos hacer una cosa porque significa algo afectivamente para nosotros - o podemos hacer algo simplemente porque significa algo en sí mismo, independientemente de cómo nos sintamos al respecto en un día determinado. Con demasiada frecuencia, no comprendemos esto. Por ejemplo, tomemos la respuesta que suele dar la gente cuando explica por qué ya no va a los servicios religiosos: "no significa nada para mí". Lo que no ven al decir esto es el hecho de que estar juntos en una iglesia significa algo en sí mismo, independientemente de cómo se sienta afectivamente en un día determinado. Un servicio religioso significa algo en sí mismo, parecido a visitar a tu madre anciana. Lo haces, no porque siempre te entusiasme o porque siempre te sientas bien emocionalmente. No. Lo haces porque se trata de tu madre anciana y eso es lo que Dios, la naturaleza y la madurez nos llaman a hacer.

Lo mismo ocurre con una comida familiar. No necesariamente vas a cenar con tu familia cada noche con entusiasmo. Vas porque así es como las familias sostienen su vida en común. Habrá momentos en los que vayas con mucha energía y aprecies tanto lo precioso del momento como la duración de la cena. Pero habrá otros momentos en los que, a pesar de tener conciencia profunda de que estar juntos de esta manera es importante, estarás deseando acabar de una vez, o echando miradas furtivas a tu reloj y calculando a qué hora empieza el partido.

Así pues, las Escrituras aconsejan evitar a los amigos de Job. En cuanto a los consejos espirituales en este ámbito, evita a los novatos espirituales, a los demasiado piadosos, a los ingenuos antropológicos, a los novios en luna de miel, a los recién convertidos y, al menos, a la mitad de los liturgistas y líderes de culto. El verdadero manual sobre el matrimonio nunca lo escribe una pareja en su luna de miel, y el verdadero manual sobre la oración nunca lo escribe alguien que cree que debemos estar en lo alto todo el tiempo. Encuentra un mentor espiritual que te desafíe lo suficiente como para alejarte del egoísmo y la pereza, aunque te dé permiso divino para estar cansado a veces. Una mujer o un hombre en oración es igualmente agradable a Dios, entusiasta o cansado -quizás incluso más cuando está cansado. Ron Rolheiser - 

Beatificación de los nueve miembros de la Familia Ulma

¡Primer caso en la historia en el que se beatifica a un niño todavía no nacido! 

Esta es una familia católica de granjeros polacos (familia Ulma), conocida popularmente como “los samaritanos de Markowa”. 

En el año 1944 fueron asesinados por los nazis, ante los ojos de sus vecinos, como represalia y escarmiento por haber escondido en su rancho a ocho judíos. 

Esta mañana han sido beatificados todos ellos: tanto los padres (Jozef y Wiktoria, de 44 y 32 años), como los seis hijos (de entre ocho años y 18 meses), además del séptimo que estaba en el seno materno a punto de nacer. Se desconoce si este último era niño o niña, aunque en la inhumación de los cuerpos se llegó a comprobar que, en medio de la violencia de aquel martirio, la madre había roto aguas y el parto se había iniciado. 

 La Iglesia ha reconocido a este séptimo hijo como un bautizado mártir más de esta familia, entendiendo que recibió de su madre el “bautismo de sangre”. Fuente: Munilla


Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo






Domingo 23º del Tiempo Ordinario

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Que el amor y el perdón sean la luz de mi vida

Comentario



La Palabra de Dios propuesta por la liturgia orienta nuestros pasos y guía nuestra mente y nuestro corazón hasta el mandamiento evangélico de la corrección fraterna: el profeta Ezequiel proclama la responsabilidad personal, el apóstol Pablo recuerda que en el amor mutuo hunde sus raíces y, por ultimo, el evangelista Mateo enseńa a practicarla con el estilo de Jesús.

        Frente a este tema experimentamos una sensación de malestar una cierta resistencia. Y a menudo -así hay que reconocerlo- eludimos la corrección fraterna. Por tanto, es necesario redescubrir el sentido teológico profundo de la corrección fraterna. Contemplemos con mirada atenta el misterio de la cruz de Jesucristo mediante la cruz nos llega la salvación; la cruz es el signo del gran amor que Dios nos tiene; salvándonos, nos hace portadores de su salvación. La auténtica corrección fraterna nace justo <<en ese punto de encuentro donde la salvación obtenida se convierte en salvación entregada, donde un pecador perdonado se convierte en instrumento de perdón redentor de mediación salvadora, y sale al encuentro del hermano pecador como él, para que acoja el do de Dios, igual que élť (A, Cencini).

Si la cruz de Jesús es el centro de la experiencia religiosa personal, también será el centro de la fraternidad que se reúne en su nombre: por la cruz pasará nuestra interrelación. Sólo la cruz de Jesús tiene el poder de juzgar y reconciliar, y si vivo en la escucha humilde y sincera de la Palabra de la cruz, si me dejo <<radiografiarť en mi verdad y forjar en la verdad de Dios-Amor entonces, y sólo entonces, podré ser un instrumento de corrección y reconciliación, libre de cualquier tipo de juicio. Este camino de corrección fraterna evita tanto los excesos de la impotencia como de la prepotencia, excesos -uno y otro— que revelan un escaso sentido de la comunicación y de la disponibilidad para corregir y dejarse corregir fraternalmente.

Todavía resuenan hoy las proféticas palabras de Pablo VI en su exhortación Paterna cum benevolentia: <<La corrección fraterna es un acto de caridad mandado por el Seńor [...]. Su práctica obliga a quien la rea1iza a sacar primero la viga de su ojo (cf Mt 7,5), para que no se pervierta el orden de la corrección. La práctica de la misma se dirige desde el principio como un movimiento a la santidad, que solo puede obtener en la reconciliación su plenitud; consistente no en una pacificación oportunista que disfrazase la peor de las enemistades, sino en la conversión interior y en el amor unificador en Cristo que se derivať (cap. VI). En esta línea comprendemos 1a grandeza de la corrección fraterna: un instrumento indispensable que ayuda a crecer a la comunidad y a cimentarla en el amor de Cristo.






Renunciar al miedo. Artículo.

 

Un amigo mío cuenta esta historia: Era hijo único. Cuando se acercaba a los treinta años, aún soltero, cursando brillantemente una carrera y viviendo en la misma ciudad que sus progenitores, su padre murió, dejando a su madre viuda. Esta, que había centrado su vida en su familia y en su hijo, quedó comprensiblemente desolada. Gran parte de su mundo se derrumbó; había perdido a su esposo… pero aún tenía a su hijo.

Los siguientes años no siempre fueron buenos para su hijo. Su madre había perdido mucho de su mundo, excepto a él, y él sintió una fuerte responsabilidad hacia ella. Sus visitas la revitalizaban. Sus días libres y sus tiempos de asueto tenía que pasarlos en compañía de ella. Pero, aun queriendo mucho a su madre, eso era una carga que le impedía tener la vida social y la libertad relacional por la que suspiraba, y le impedía igualmente tomar decisiones profesionales que de otra manera habría realizado. Tenía que cuidar de su madre, estar allí por ella. Como uno puede adivinar, sus momentos de estancia compartida eran a veces una prueba de lealtad y deber para el hijo. Pero él lo hacía fielmente, año tras año. No había ninguno más en quien su madre pudiera apoyarse.

Cuando la salud de su madre empezó a declinar, ella vendió su casa e ingresó en un complejo de personas mayores. Casi todos sus días libres, él recogía a su madre, le daba una vuelta por la campiña y después la llevaba a cenar antes de volver a dejarla en su pequeño apartamento. Un día de tales salidas, conduciendo en silencio por un camino de la campiña,  su madre rompió el mutismo con palabras que le sorprendieron y, por primera vez en largo tiempo, le captaron toda su atención.

Dijo palabras en este sentido: Algo tremendo ha sucedido en mi vida. He renunciado al miedo. Toda mi vida he estado temerosa de todo: de no estar a la altura debida, de no ser suficientemente buena, de ser aburrida, de ser excluida, de estar sola, de acabar solitaria, de llegar a estar sin dinero y sin un sitio donde vivir, de gente murmurando de mí a mi espalda. He estado temerosa de mi propia sombra. Bueno, he renunciado al miedo. ¿Por qué no? He perdido todo: a mi esposo, mi lugar en la sociedad, mi hogar, mi aspecto físico, mi salud, mis dientes y mi dignidad. Ya no me queda nada más que perder, y ¿sabes una cosa? ¡Es algo bueno! Ya no tengo miedo de nada. Me siento libre como nunca me he sentido anteriormente. He renunciado al miedo.

Por primera vez en mucho tiempo, él empezó a escuchar atentamente lo que su madre estaba diciendo. Sintió también algo nuevo en ella, una nueva fuerza y una sabiduría más profunda, de la que deseaba beber. La  siguiente ocasión en que la llevó a dar una vuelta, le dijo: Mamá, enséñame eso. Enséñame cómo no tener miedo.

Ella aún vivió dos años más y, durante ellos, él la llevaba a la campiña y a compartir la comida y la cena, y asumía de ella algo de esa nueva fuerza maternal, que antes no había sido capaz de asumir. Cuando al fin murió ella y él perdió su presencia terrena, sólo pudo describir lo que ella le había dado en esos años finales, empleando expresiones bíblicas: “Mi madre me dio a luz dos veces: una desde abajo y otra desde arriba”.

No es fácil renunciar al miedo ni enseñar a otros cómo hacerlo. El miedo tiene tal dominio sobre nosotros porque, para la mayoría de nuestras vidas, en realidad tenemos mucho que perder. Así pues, resulta difícil, comprensiblemente, no vivir con mucho miedo en la mayoría de nuestras vidas. Además, no es cuestión de ser maduros o inmaduros, espirituales o terrenales. Ciertamente, a veces cuanto más maduros y espirituales somos, tanto más valoramos el alto precio de la vida, de la salud, de la familia, de la amistad, de la comunidad: todo lo cual tiene su propia fragilidad y podemos perder. Existen buenas razones para tener miedo.

 No resulta accidental que la madre de este hombre pudiera vencer el miedo sólo después de que ella hubiera perdido casi todo en la vida. Dios y la naturaleza reconocen eso y lo han escrito en el proceso de envejecimiento. Este proceso de envejecimiento es calibrado para llevarnos a un lugar donde podamos renunciar al miedo porque, conforme envejecemos y perdemos más y más nuestra salud, nuestra importancia en el mundo, nuestro atractivo físico, nuestros seres queridos a causa de la muerte y nuestra dignidad, tenemos menos y menos que perder,  menos y menos que temer.

Este es uno de los últimos regalos que nos otorga la naturaleza, y vivir de manera que otros vean esta nueva libertad en nosotros, puede ser también uno de los últimos grandes regalos que dejemos con aquellos a  quienes amamosRon Roheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

 




Domingo 22º del Tiempo Ordinario

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Enséñame a confiar, Señor

Comentario



Podemos releer el presente fragmento evangélico a la luz del testimonio de Jeremías y la exhortación de Pablo y transformar la vida en un sacrificio Espiritual en constante discernimiento.

Cristo, figura del profeta perseguido (cf Mt 16,14: <<...otros que Jeremías), después del discernimiento madurado en la soledad del desierto y del reconocimiento de su mesianismo por boca de Pedro, quiere abrir la mente de los apóstoles al sentido profundo de su misión, según el oráculo del siervo sufriente de Isaías. El camino de la salvación nunca puede ser el

de la perdición, pues la desobediencia primera ha sido reemplazada con la obediencia incondicional al designio divino, que ha tomado cuerpo con la encarnación.

El Verbo hecho carne, una vez que asume la naturaleza humana y se adentra en la marańa de la historia, tiene que acoger hasta el final la trayectoria connatural de los acontecimientos humanos. En el caminar de su vida ve reflejado el significado profundo de la existencia humana, llamada a realizarse en la donación de si misma. Y es en esta ofrenda, realizada en la cotidianeidad de la vida, donde el hombre celebra el auténtico culto Espiritual.