Textos | Audio medio |
Al aproximarse la Navidad el año 1223, Francisco de
Asís llamó a si a su amigo Ser Giovanni Vellita y le dijo: «Hay en los bosques
de Greccio una gruta que me recuerda la de Belén. He pensado celebrar allí la
santa noche». Entiende Ser Giovanni y lo organiza todo según el deseo del
santo.
Cuando llegó la noche los fieles, acudieron en masa
desde los alrededores cantando salmos adentrándose en la floresta. A la luz de
las antorchas llegaron a la gruta, donde estaba para celebrarse la misa. El
altar estaba dispuesto sobre un pesebre y ¡unto a él yacían un asno y un buey.
Cuando el sacerdote se disponía a repartir el Cuerpo
de Cristo a los fieles se vio una luz deslumbrante en torno al Santo. En sus
descarnados brazos, que salían de las mangas del sayal, sostenía un niñito
frágil y adormecido; pero como Francisco, en un acto de amor, atrajo contra su
pecho el cuerpo tembloroso del pequeño, este se despertó, le sonrió y le
acarició la descarnada mejilla. Los que lo vieron comprendieron que aquel niño
era Jesús que, adormecido en el corazón de muchos, Francisco, con el ejemplo de
su vida, había despertado (De la tradición franciscana).