Nos dicen en los Evangelios que, cuando Jesús estaba muriendo en la cruz, entre la sexta hora y la nona, se hizo oscuro y Jesús lanzó un grito: “¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado! ¿Qué sucedió aquí en realidad?
¿Dicen los Evangelios que en realidad vino la oscuridad a primera hora de la tarde -un eclipse de sol- o se refieren a otra clase de oscuridad, de tipo espiritual? ¿Hubo un eclipse de sol mientras Jesús estaba muriendo? Quizás. No lo sabemos, pero, de todas maneras, eso es menos importante. A lo que los Evangelios se refieren es a una especie de oscuridad que nos envuelve siempre que es humillado lo que nos es querido, expuesto como impotente, ridiculizado, derrotado y crucificado por nuestro mundo. Hay una oscuridad que nos cerca cada vez que las fuerzas del amor parecen vencidas por las fuerzas del odio. La luz extinguida entonces es la luz de la esperanza; pero hay una oscuridad más profunda, y esta es la clase de oscuridad que -según los Evangelios- formó una nube sobre el mundo mientras Jesús pendía moribundo.
Lo que se está insinuando aquí es que, en la crucifixión de Jesús, la creación volvió a su caos original, como era antes de que hubiera luz. Pero lo que se está insinuado también es que Dios creó la luz por segunda vez, en esta ocasión al resucitar a Jesús de entre los muertos, y que esta nueva luz es la luz más sorprendente de todas. Además, a diferencia de la luz original, que era sólo física, esta luz es una luz a la vez para los ojos y para el alma.
Para los ojos, la luz de la resurrección es también un fenómeno físico radicalmente nuevo. En la resurrección de Jesús, los átomos del planeta fueron removidos de sus funcionamientos físicos normales. Un cuerpo muerto se levantó de la tumba a una vida de la que nunca más volvería a morir. Eso no había sucedido antes. Además, la resurrección de Jesús fue también una luz radicalmente nueva para el alma, la luz de la esperanza. ¿Qué es esta luz posterior?
Hay una famosa canción escrita por Robbie Robertson hecha popular al comienzo de la década de 1970 por Joan Báez, The night they drove old dixie down. Narrada en primera persona por un hombre llamado Virgil Caine, la canción es un triste lamento sobre la desgracia experimentada por una pobre familia blanca del sur durante la Guerra Civil Americana. Todo lo que pudo resultarles mal, aparentemente les había resultado mal, incluso la muerte de su hijo pequeño, muerto en la guerra. Su situación es oscura, carente de cualquier esperanza. En un momento de la canción, el narrador ofrece este lamento sobre la muerte de su hermano:
Tenía sólo dieciocho años, y era orgulloso y bravo,
pero un yanqui lo enterró en su tumba.
Juro por la sangre que hay debajo de mis pies
que no puedes volver a levantar al Caín cuando está derrotado.
¿Puede la vida volver a ser levantada cuando está derrotada? ¿Puede un cuerpo muerto salir de su tumba? ¿Puede un cuerpo violado volver a estar entero? ¿Puede la inocencia perdida ser alguna vez restaurada? ¿Puede un corazón roto ser alguna vez reparado? ¿Puede una esperanza aplastada volver a levantar alguna vez a un alma? ¿No queda extinguida toda luz por la oscuridad? ¿Qué esperanza había para los seguidores de Jesús cuando fueron testigos de su humillación y muerte el Viernes Santo? Cuando la bondad misma es crucificada, ¿cuál es el fundamento para cualquier esperanza?
En dos palabras: la resurrección. Cuando la oscuridad envolvió la tierra por segunda vez, Dios volvió a hacer la luz, y esa luz, a diferencia de la luz física -creada en la aurora del tiempo- nunca puede ser extinguida. Esa es la diferencia entre la resurrección de Lázaro y la resurrección de Jesús, entre la luz física y la luz de la resurrección. Lázaro fue devuelto a su mismo cuerpo, del cual tenía que morir de nuevo. A Jesús se le dio un cuerpo radicalmente nuevo que nunca volvería a morir.
El renombrado erudito bíblico Raymond E. Brown nos dice que la oscuridad que cercaba el mundo cuando Jesús pendía de la cruz moribundo duraría hasta que creamos en la resurrección. Hasta que creamos que Dios tiene una respuesta vivificante para toda muerte y hasta que creamos que Dios volverá a rodar la piedra de cualquier tumba, sin importar lo profundamente que esté enterrada la bondad bajo el odio y la violencia, la oscuridad del Viernes Santo seguirá oscureciendo nuestro planeta.
Mohandas K. Gandhi observó una vez que podemos ver la verdad de Dios creando siempre nueva luz, simplemente al mirar la historia: “Cuando me desespero, recuerdo que a lo largo de la historia, el camino de la verdad y del amor siempre ha ganado. Ha habido asesinos y tiranos, y por un tiempo pueden parecer invencibles. Pero al final siempre caen. Pensad en esto, siempre”. Ron Rolheriser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) -