Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír

 



       III Domingo del Tiempo Ordinario

 

El evangelio de hoy nos pone ante los ojos una puesta en práctica del modelo de celebración litúrgica trazado por la primera lectura. En ella es el mismo Jesús el protagonista principal. Es él quien da su sentido acabado a las palabras proféticas que le entregan como texto para proclamar. Lucas pone así de relieve una de las dimensiones más características de la actividad de Jesús en el cumplimiento de su misión mesiánica: la opción en favor de los más menesterosos.

         Basta con echar una mirada, incluso superficial, a los evangelios para darse cuenta de que esta opción preside enteramente su acción. Allí donde Jesús encuentra a un pobre, a un excluido, a un marginado, a un oprimido -tanto por las enfermedades o los malos espíritus como por los otros hombres-, toma posición a favor de él. Así lo hizo con los pecadores, los enfermos, las mujeres, los extranjeros, los niños... Y se explica fácilmente que obrara así, si tenemos presente que su corazón, como el de su Padre del cielo, está lleno de pasión por la vida de todos y, antes que nada, por los que viven peor.

         Como el Padre y con él, también Jesús se enternece ante aquellos que han sido dejados "medio muertos" por los caminos de la vida, como le ocurrió al hombre de la parábola del "buen samaritano" (cf. Le 10,30-35), o ante el hijo que, tras haberse alejado con insolencia de su casa, vuelve a ella cansado y extenuado (Lc 15,11-24). Y de la conmoción pasa a la acción de una tierna y solícita acogida.

        Este modo de comportarse por parte de Jesús nos interpela seriamente. Nos invita a revisar el modo como nosotros mismos nos comportamos en cuanto personas y en cuanto comunidades que declaran ser sus seguidores. Desde hace algunos años, una ola de pauperismo evangélico está sacudiendo a la Iglesia. Se ha desarrollado en muchos -individuos y grupos, comunidades pequeñas o Iglesias continentales enteras- la conciencia de la llamada al servicio de los más pobres, de los últimos. Estamos llamados a nivel universal, como Iglesia, a hacer nuestra la opción de Jesús por los más menesterosos (cf. Sollicitudo rei socialis). Se ha vuelto esto una realidad en nuestra vida personal y comunitaria? Desemboca todo esto, verdaderamente, en un compromiso serio y concreto, como el de Jesús? Sus palabras deben sacudirnos siempre: "No todo el que me dice: !Señor, Señor! entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7,21).

 

 

       


Gracias a: Rezando VoyCiudad Redonda