Martirio de san Juan Bautista.

Celebramos hoy el martirio, por degollación, de san Juan, el precursor del Señor, que le preparó el camino, lo anunció y señaló, lo bautizó, y luego fue mártir de la verdad y la justicia. Los evangelios nos dicen que Herodes Antipas encarceló a Juan en la fortaleza de Maqueronte porque lo acusaba de vivir con Herodías, mujer de su hermano Felipe. En la fiesta de su cumpleaños, le gustó tanto a Herodes el baile de Salomé, hija de Herodías, que prometió darle lo que le pidiera. La joven, instigada por su madre, pidió la cabeza del Bautista, y Herodes, aunque a disgusto, mandó que lo decapitaran en la cárcel y le entregaran la cabeza en una bandeja a la joven, la cual se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad. La fecha de hoy recuerda tal vez la dedicación de la antigua basílica erigida en Sebaste (Samaría) en honor del precursor del Mesías.Oración: Señor, Dios nuestro, tú has querido que san Juan Bautista fuese el precursor del nacimiento y de la muerte de tu Hijo; concédenos, por su intercesión, que, así como él murió mártir de la verdad y la justicia, luchemos nosotros valerosamente por la confesión de nuestra fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

1 Tesalonicenses 4,1-8 1 Por lo demás, hermanos, os rogamos y os exhortamos en el nombre de Jesús, el Señor, a que pongáis en práctica lo que aprendisteis de nosotros en lo que al comportaros y agradar al Señor se refiere, para que progreséis más y más cada día.
2 Sabéis qué normas os dimos de parte de Jesús, el Señor.
3 Porque ésta es la voluntad de Dios: que viváis como consagrados a él y huyáis de la impureza.
4 Que cada uno de vosotros viva santa y decorosamente con su mujer,
5 sin dejarse arrastrar por la pasión, como se dejan arrastrar los paganos, que no conocen a Dios.
6 Y que en este punto nadie haga injuria o agravio a su hermano, porque el Señor toma venganza de todo esto, como ya os lo dejamos dicho y recalcado.
7 Pues no nos llamó Dios a vivir impuramente, sino como consagrados a él. 8 Por tanto, el que desprecia esta norma de conducta no desprecia a un hombre, sino a Dios, que es quien os da su Espíritu Santo.
Tras haber recordado el pasado, agradeciendo a Dios todo lo que ha tenido a bien obrar en la comunidad, Pablo mira ahora hacia el futuro. Para ello recurre sobre todo al lenguaje de la exhortación.
La "santificación" (haghiasmós) de la que se habla en este fragmento de la carta consiste precisamente en el proceso que tiene como resultado final la haghiosyne, o sea, la "santificación" auténtica. Nos encontramos en la definición de una actividad que todavía está en pleno desarrollo, en la que concurren, por un lado, el compromiso y la libre adhesión del creyente y, por otro, la obra del Espíritu Santo, que interviene configurando a la criatura a imagen de Dios. Todo esto tiene lugar en el "cuerpo" del hombre, está inscrito en su carne y habla el lenguaje que le corresponde desde la creación.
El santo, por consiguiente, no es alguien que viva fuera de la realidad terrena, en una dimensión inmaterial. Es más bien alguien que toma sobre sí, día a día, la voluntad de Dios, haciendo que toda su vida se adhiera a ella. El tema de la pornéia se refiere a todo lo que tiene que ver con las pasiones carnales en el ámbito sexual; se trata, por tanto, de algo muy concreto en lo que el cristiano está llamado a practicar una opción que va a contracorriente, según la mentalidad del tiempo, y a custodiar su cuerpo como un don recibido de Dios, preparándolo ya desde ahora para recibir en plenitud el Espíritu Santo en la vida eterna.
 Marcos 6,17-29 En aquel tiempo, 17 Herodes había mandado prender a Juan y lo había condenado metiéndolo en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien él se había casado.
18 Pues Juan le decía a Herodes: -No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19 Herodías detestaba a Juan y quería matarlo, pero no podía,
20 porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre recto y santo, y lo protegía. Cuando le oía, quedaba muy perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
21 La oportunidad se presentó cuando Herodes, en su cumpleaños, ofrecía un banquete a sus magnates, a los tribunos y a la nobleza de Galilea.
22 Entró la hija de Herodías y danzó, gustando mucho a Herodes y a los comensales. El rey dijo entonces a la joven: -Pídeme lo que quieras y te lo daré.
23 Y le juró una y otra vez: -Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.
24 Ella salió y preguntó a su madre: -Qué le pido? Su madre le contestó: -La cabeza de Juan el Bautista.
25 Ella entró enseguida y a toda prisa donde estaba el rey y le hizo esta petición: -Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
26 El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los comensales no quiso desairarla.
27 Sin más dilación envió a un guardia con la orden de traer la cabeza de Juan. Éste fue, le cortó la cabeza en la cárcel,
28 la trajo en una bandeja y se la entregó a la joven, y la joven se la dio a su madre.
29 Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.
          El relato evangélico del martirio de Juan el Bautista está situado en el camino de Jesús hacia Jerusalén como una etapa fundamental. Con él no sólo se concluye el ciclo de la vida del Bautista, sino que también es preludio del martirio de Jesús.
         No debemos dejarnos impresionar sólo por los detalles narrativos, muy sugestivos por otra parte, que nos presenta esta página de Marcos. Al evangelista no le interesa poner de manifiesto ni el vicio de Herodes ni la malicia de Herodías, ni siquiera la ligereza de su hija.
         Su intención es proporcionar el debido relieve a la figura de Juan el Bautista, el "mentor" -podríamos decir del Nazareno, y mostrar cómo este gran profeta pone término a su vida del mismo modo y por los mismos motivos que morirá Jesús.
         Éste es el pequeño "misterio pascual" de Juan el Bautista, el cual, tras haber conocido la adversidad de los enemigos del Evangelio, conoce ahora el silencio del sepulcro en espera de la resurrección.

MEDITATIO: Los recuerdos bíblicos relativos a Juan el Bautista nos invitan a meditar sobre el don de la profecía, en particular sobre la figura del profeta. Cuál es exactamente su función en el pueblo de Dios? Cuáles son las opciones que le califican claramente como profeta? De qué modo se sitúa ante sus contemporáneos como signo de una presencia superior, como portavoz de una Palabra divina?

         El profeta se manifiesta como tal por su modo de hablar, por el estilo que caracteriza su predicación. La palabra no lo es todo, pero ya es capaz de manifestar el sentido de una presencia, incómoda pero ineludible, con la que todos deben contar. El profeta se manifiesta como tal, también y sobre todo, con las opciones de vida que lleva a cabo. De este modo demuestra que ha percibido que el tiempo en el que vive es precisamente aquel en el que Dios le llama a ser-para-los-otros. No se puede sustraer a esta llamada (deberíamos leer, a este respecto, el c. 17 de Jeremías), so pena de ser infiel a su misión. Por último, el profeta manifiesta la autenticidad de su misión con el valer de dar la vida por aquel que le ha llamado y por aquellos a quienes ha sido enviado. O se es profeta con la vida, con la vida entregada por amor, o no se es profeta en absoluto.
 ORATIO: "Levántate y les dirás todo lo que te ordene".
"No tengas miedo: he aquí que te pongo como ciudad fortificada".
"Yo estoy contigo para salvarte".
"Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".
"No te es lícito tener la mujer de tu hermano".
"!Raza de víboras! Quién os ha enseñado a escapar del juicio inminente?".
"Dad frutos que prueben vuestra conversión".
"El amigo del esposo exulta de alegría a la voz del esposo".
"Ahora mi alegría es completa".
"Él debe crecer; yo, en cambio, disminuir".
 CONTEMPLATIO: Todo lo que [Juan] dijo dio testimonio de la verdad o sirvió de reproche a los que se le oponían; sus obras de justicia las respetaban incluso los que no le amaban.
         Acaso el respeto del modo de vida de los hombres le hizo desviarse, ni siquiera un poco, a él, que llevó una vida solitaria desde niño, de la vía de la virtud? Y, sin embargo, ese hombre acabó su vida derramando su sangre, tras pasar un largo tormento de cárcel.
         Predicaba la libertad de la patria celestial y fue encarcelado por los impíos; había venido a dar testimonio de la luz, había merecido que le llamaran lámpara ardiente y resplandeciente precisamente de la luz que es Cristo, y fue encerrado en la oscuridad de la cárcel; nadie entre los nacidos de mujer había sido más grande que él, y fue decapitado a petición de unas mujeres sumamente perversas, y fue bautizado con su propia sangre aquel a quien se le había dado bautizar al Redentor del mundo, escuchar la voz del Padre sobre él, ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él (Beda el Venerable, Omelie sulvangelo).
LECTURA: "Vos estáis obligado -añadió el arzobispo de Canterbury- a deponer la duda de vuestra insegura conciencia que recusa el juramento, y a tomar el partido seguro de obedecer a vuestro príncipe, y jurar".
         Entonces, aunque yo era de la opinión de que este argumento no podía adaptarse a mi caso, se me presentó, no obstante, de improviso tan sutil y, sobre todo, sostenido por tanta autoridad, al venir de la boca de un tan noble prelado, que no pude replicar nada, a no ser que estaba íntimamente seguro de que así no habría obrado bien, porque en mi conciencia era éste uno de esos casos en que mi deber era no obedecer a mi príncipe, sea cual fuere la opinión de los otros (cuya conciencia y doctrina no habría condenado ni habría aceptado juzgar) a este respecto: en mi conciencia la verdad se me presentaba diferente.
         Entonces el abad de Westminster me dijo que de cualquier modo que la cuestión apareciera en mi mente, tenía motivos para temer que precisamente mi mente estuviera en el error, con sólo que considerara que el Parlamento del reino se pronunciaba en sentido opuesto, y que, por consiguiente, debía cambiar la posición de mi conciencia. A esto respondí que si sólo fuera yo el que sostenía mi tesis y todo el Parlamento sostuviera la otra, verdaderamente tendría miedo de apoyarme en mi parecer, yo solo contra tantos. Mas, por otra parte, sucede que para algunos de los motivos por los que me niego a jurar tengo yo de mi parte -como confío tener- un consejo igualmente grande, e incluso más, y entonces no estoy ya obligado a cambiar mi conciencia y conformarla al consejo de un reino, contra el consejo general de la cristiandad (Tomás Moro). Gracias a Santa Clara de Estella.