La bendición de un padre. Artículo.

Mi padre murió cuando yo tenía veintitrés años. Era seminarista, joven, todavía aprendiendo sobre la vida. Perder a un padre es duro a cualquier edad, y mi dolor fue mayor porque apenas empezaba a valorar lo que él me había dado.

Con el tiempo entendí que ya no lo necesitaba, aunque sí lo deseaba mucho. Lo que él tenía para darme ya me lo había entregado. Yo tenía su bendición.

Sabía que contaba con su bendición. Mi vida y el camino que había tomado le agradaban. Como la voz de Dios en el bautismo de Jesús, él ya me había dicho: “Tú eres mi hijo, en ti me complazco”. No todos tienen esa suerte. Y esa es, quizás, la mayor riqueza que un hijo puede recibir de su padre.

¿Y qué nos dejó a mí y a mis hermanos?

Demasiado para mencionarlo todo, pero entre otras cosas, una firmeza moral. Fue de las personas más rectas que he conocido, casi sin permitirse compromisos en lo moral. No aceptaba la idea de que “somos humanos y podemos hacernos excepciones”. Nos repetía con fuerza: “Cualquiera me puede mostrar humanidad; yo necesito que alguien me muestre divinidad”. Esperaba que no falláramos, que viviéramos de acuerdo con la fe y la moral, sin excusas. Esa terquedad moral fue algo que respiramos en casa.

Además, tenía una serenidad constante, casi exagerada. Hoy bromeamos diciendo que la moderación era su único exceso. Nunca había estallidos, ni depresiones, ni euforias, ni altibajos. No hacía falta adivinar en qué estado de ánimo se encontraba.

Con esa estabilidad, y con la presencia de mi madre, nos dio un hogar seguro, un refugio. A veces aburrido, sí, pero siempre seguro. Cuando pienso en la casa donde crecí, pienso en un lugar donde mirar las tormentas desde dentro, abrigado y protegido. No todos tienen esa fortuna.

Y como éramos una familia grande y su cariño debía repartirse entre muchos, nunca lo sentí como “mi” padre, sino como “nuestro” padre. Eso me ayudó a comprender lo primero que enseña el Padrenuestro: que Dios es “Nuestro Padre”, no solo mío, sino compartido con los demás.

Su familia también iba más allá de sus propios hijos. Desde pequeño aprendí a no enfadarme porque él no siempre estuviera en casa. Tenía motivos justos: su trabajo, la comunidad, la parroquia, los hospitales, la escuela, la vida política. Era un padre también para una familia más amplia que la nuestra.

Y, por último, nos transmitió a mí y a mis hermanos el amor por el béisbol. Durante muchos años dirigió un equipo local. Allí encontraba su espacio de descanso y alegría.

Pero ninguna bendición es perfecta. Mi padre era humano, y las mayores virtudes suelen ir unidas también a debilidades. En su fortaleza moral y en su cordura, había también cierta reserva que no le permitía dejarse llevar del todo por la alegría de la vida. Cada hijo observa cómo baila su padre y lo mide con cosas como la soltura, el abandono, la capacidad de dejarse llevar, incluso la imprudencia.

Mi padre no tenía mucha soltura ni abandono en su manera de “bailar la vida”. Y yo he heredado eso. A veces me duele mucho. Hubo momentos, de niño y de adulto, en que hubiera cambiado a mi padre por otro más libre, menos reservado frente a la alegría.

Esa es, en parte, mi lucha para recibir su bendición completa. Me acuerdo del verso famoso de William Blake en Infant Sorrow: “Luchando en las manos de mi padre”. Para mí significa luchar a veces con esa dificultad de mi padre para dejarse llevar y disfrutar plenamente de la vida.

Pero, aunque había cierta reserva, nunca hubo irresponsabilidad en su forma de “bailar”. Incluso si eso significaba quedarse fuera de la pista. El día de su funeral lloré, pero también me sentí orgulloso, orgulloso del respeto que recibió por cómo había vivido. Nadie lo juzgó por su reserva.

Hoy tengo más años de los que él tenía cuando murió. Mis días en la tierra ya superan los suyos en quince años. Pero sigo viviendo dentro de su bendición, consciente o inconscientemente, intentando estar a la altura, honrando lo que me dio. Y casi siempre eso es bueno, aunque también hay momentos en que me descubro fuera de la pista de la vida, mirando el baile desde fuera, reservado, con su mismo gesto en el rostro, y con una cierta envidia hacia quienes bailan con más soltura. Yo, siempre hijo de mi padre. Ron Rolheiser OMI / Artículo original en inglés

Santa Margarita María de Alacoque. Mensajera del Sagrado Corazón. 16 de octubre.

"Cuando uno ama, todo habla de amor, hasta nuestros trabajos que requieren nuestra total atención 
pueden ser un testimonio de nuestro amor."
Nació el 25 de julio de 1647, en Janots, Borgoña. La quinta de 7 hijos de un notario acomodado. Con 4 años prometió al Señor: "O Dios Mío, os consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad." Aunque confesaría mas tarde que no entendía el significado de "voto" o "castidad." 
Con 8 años, murió su padre. Ingresaron a la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde el primer momento, se sintió atraída por la vida de las religiosas en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la Primera Comunión a los 9 años, lo que no era costumbre en esa época. Dos años después, Margarita contrajo una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los 15 años. Por este motivo tuvo que regresar a su casa.
Hija de la Virgen María: Ya de regreso, Margarita, buscó alivio en la Virgen Santísima y le prometió que si le devolvía la salud se haría una de sus hijas. Apenas hizo la promesa, recobró la salud: "Recibí la salud, y una nueva protección de esta Señora la cual se declaró dueña de mi Corazón, que mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios."
Además de la salud también llegaron las dificultades. "Apenas comencé a gozar de plena salud me fui tras la vanidad y afecto de las criaturas, halagándome que la condescendiente ternura que por mi sentían mi madre y mis hermanos me dejara en libertad para algunas ligeras diversiones y para consagrar a ellas todo el tiempo que deseara..."
La Virgen la reprende severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que sostenía en su interior. Estando en una ocasión rezando el rosario sentada, se le presentó la Virgen ante ella y le dijo "Hija mía, me admiro de que me sirvas con tanta negligencia." Y causaron tal impresión estas palabras en la vida de Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida. Pero la Virgen es también ternura y consuelo. Un día le dijo: "Nada temas; tu serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre". Hizo voto a la Virgen de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de su Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de radical entrega, la Stma. Virgen le ayuda a alcanzar su meta.
El Santísimo Sacramento: Las cosas en la casa de Margarita no iban muy bien. Desde la muerte de su padre, se había instalado en su casa dos parientes y una de las hermanas de su papá, quienes habían relegado a segundo término a la mamá de Margarita y habían tomado en sus manos el gobierno de la casa. Y así no tenían autoridad alguna, ni Margarita ni su mamá en la casa. Era una guerra continua ya que todo estaba bajo llave, de tal modo, que ellas no podían hacer nada sin el permiso de sus parientes.
Margarita entonces empezó a dirigir sus afectos, dicha y consolación al Santísimo Sacramento del altar. Pero ni siquiera esto le fue posible libremente, ya que la Iglesia de su pueblo quedaba a gran distancia y Margarita no podía salir de la casa sin el permiso de sus familiares.  En repetidas ocasiones un familiar le daba permiso y otro se lo negaba.
Pero si Margarita sufría por su situación, era mas todavía el sufrimiento que le causaba al ver la condición de su madre. Ella, enferma con una erisipela en su cabeza que le producía una hinchazón e inflamación muy peligrosas, se veía continuamente cerca de la muerte. Y por cuanto mas rogaba Margarita a sus parientes para que ayudasen a su mamá, ellos, sin mucho interés, buscaron tan solo un cirujano que la vio una sola vez. Este después de hacerla sangrar por un rato, les dijo a todos que solo un milagro podría salvar a la mamá de Margarita. Viendo el descuido hacia su madre en medio de su estado crítico, Margarita, en su angustia, acudió al mismo Señor. Y en oración le pidió que Él mismo fuese el remedio para su pobre madre y que le enseñase a ella, qué tenia que hacer.
Pronto se haría imperiosa la necesidad de esa fortaleza especial que pedía. En cuanto regresó a la casa, encontró que estaba reventada la mejilla de su mamá con una llaga casi tan ancha como la palma de una mano, y de ella salía un hedor insoportable. Venciendo su natural repugnancia a las heridas, Margarita curaba todos los días la llaga de su mamá, teniendo varias veces que cortar mucha de su carne podrida. Durante todo el tiempo de la enfermedad, Margarita apenas dormía y comía muy escasamente. Pero no dejaba de dirigirse al Señor y le decía con frecuencia, "Mi Soberano Maestro, si Vos no lo quisieras, no sucedería esto, pero os doy gracias de haberlo permitido para hacerme semejante a Vos."
Y así iba creciendo en Margarita un gran amor a la oración y al Santísimo Sacramento. Ella se lamentaba, pues sentía que no sabía como orar, y fue el mismo Señor quien le enseñaba. El la movía a arrodillarse ante El y pedirle perdón por todas sus ofensas y después de adorarlo, era el mismo Señor quien se le presentaba en el misterio que Él quería que ella meditase. Y consumido en Él, crecía en ella el deseo de solo amarlo cada vez mas.
Cuando su madre y sus parientes empezaron a hablarle de matrimonio, la joven Margarita no podía sino sentir temor, pues no quería en nada ir en contra de aquel voto de entrega exclusiva a Dios que una vez había pronunciado. Pero era grande la presión ya que no le faltaban pretendientes que querían empujarle a perder su castidad. Por otro lado, su madre le insistía. Llorando ella le decía a Margarita que no tenía mas esperanzas para salir de la miseria en que se hallaban más que en el matrimonio de Margarita, teniendo el consuelo de poder retirarse con ella tan pronto como estuviera colocada en el mundo. Todo esto fue muy duro para Margarita, quien sufría horriblemente. El demonio la tentaba continuamente, diciéndole que si ella se hacía religiosa, esta pena mataría a su mamá. Mas por otra parte la llamada de Margarita a ser religiosa y el horror a la impureza no cesaban de influenciarle y tenía, por gracia de Dios, continuamente delante de sus ojos, su voto, al que sentía que si llegase a faltar, sería castigada con horribles tormentos.
Pero, la ternura hacia su madre comenzó a sobreponerse con la idea de que, siendo aún niña cuando hizo el voto, y no comprendiendo lo que era, bien podría obtener dispensas. Comenzó pues Margarita a mirar al mundo y a arreglarse para ser del agrado de los que la buscaban. Pero durante todo el tiempo en que estaba en estos juegos y pasatiempos, continuamente el Señor la llamaba a su Corazón. Cuando por fin ella se apartaba un poco para recogerse, el Señor le hacía severas reprensiones ante las cuales sufría horriblemente: "Me lanzaba Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y vanidades"
En una ocasión Jesús le dijo: "Te he elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando hiciste el voto de castidad. Soy yo quien te motivo a hacerlo, antes de que el mundo tuviera parte en tu corazón... Y después te confié al cuidado de mi Santa Madre, para que te formase según mis designios".
Finalmente el Divino Maestro se le aparece todo desfigurado, cual estaba en Su flagelación y le dice: "¿Y bien querrás gozar de este placer?- Yo no gocé jamás de ninguno, y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu corazón- Querrás ahora disputármelo?". Comprendió ella que era su vanidad la que había reducido al Señor a tal estado.  Que estaba ella perdiendo un tiempo tan precioso, del cual se le perdería una cuenta rigurosa a la hora de su muerte. Y con esta gracia extraordinaria, revivió en ella el deseo de la vida religiosa con tal ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier sacrificio, aunque pasarían 5 años antes de poder realizarloFuente: Corazones.org
1. “El adorable Corazón de Jesús (…) promete grandes ganancias a los que de buena voluntad tomen parte en esta empresa, según los medios y luces que les comunique” .
2. “Este Divino Corazón os pagará, no solamente en vuestra persona, sino en la de vuestros parientes y de todos aquellos por quienes os interesáis, a los cuales mirará con ojos propicios y misericordiosos, para socorrerlos y protegerlos en todo, con tal que acudan a Él con confianza, porque tendrá eterna memoria de lo que hacen por su gloria”.
3. “Me prometió que los que se hayan dedicado y consagrado a Él no perecerán jamás; que por ser Él la fuente de todas las bendiciones, las repartirá con afluencia en todos los lugares donde se ponga y venere la imagen de su Divino Corazón; que juntará las familias divididas y protegerá y asistirá a las que se vean en alguna necesidad y que acudan a Él con confianza".
4. “Si veis en vosotros un sinnúmero de impaciencias y enojos, arrojadlos en la fragua de la mansedumbre del amable Corazón de Jesús, para que os haga mansos y humildes”.
5. “Si nadáis en un mar de distracciones, sumidlas en el fondo de tranquilidad del Sagrado Corazón, que os alcanzará indefectible victoria”.
6. “¿No podéis hacer nada en la oración? Contentaos con ofrecer la que este divino Salvador hace por nosotros en el Sacramento del altar, ofreciendo sus afectos en reparación de vuestra tibieza, y decid en cada acción: ‘Dios mío, yo quiero hacer o padecer esto en el Sagrado Corazón de vuestro Hijo, y según sus santas intenciones, las cuales os ofrezco para resarcir las miserias e imperfecciones de las mías’”.
7. “Procurad ante todo conservar la paz del corazón, que vale más que todos los tesoros del mundo. El modo de conservarla es negar vuestra voluntad y poner en su lugar la de este adorable Corazón, para que Él quiera por nosotros lo que sea más para su gloria, contentándonos con someternos y abandonarnos a Él. En una palabra, este Divino Corazón suplirá todo lo que falte; Él amará a Dios por vos, y vos le amaréis en Él y por Él”.
8. “No os espanten los muchos contratiempos que se os ofrecerán en el establecer el reinado de este amable Corazón; las contrariedades son prendas seguras de ser de Dios la cosa, pues que sus obras se llevan a ejecución, por lo común, entre contradicciones y trabajos”.
9. “Recuerda que la perfección consiste en conformar la vida y las acciones totalmente a las virtudes sagradas del Corazón de Jesús, especialmente su paciencia, su mansedumbre, su humildad y su caridad. Como resultado, nuestra vida interior y exterior llega a ser una imagen viva de Él”.
10. “Este divino Corazón es pura dulzura, humildad y paciencia, por lo tanto, debemos esperar... Él sabe cuándo actuarFuente.

Santa Teresa de Ávila. 15 de octubre.





Nació en Ávila en 1515. Mujer de excepcionales dotes de mente y de corazón, a los 18 años entró en el Carmelo. A los 45, para responder a las gracias extraordinarias del Señor, emprendió una vida cuya divisa sería: «O sufrir o morir», y en la que encontró el eficaz apoyo de san Pedro de Alcántara. Entonces fundó el convento de San José de Ávila, primero de los 15 Carmelos que establecería en España. Con san Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Sus escritos son un modelo seguro en los caminos de la plegaria y de la perfección. Supo conciliar el don de gentes con el trato íntimo con Cristo, el espíritu emprendedor con la oración contemplativa, la actividad incesante con la unión mística con Dios, que ella nos describe con el lenguaje llano del pueblo. Contribuyó a la renovación de la entera comunidad eclesial. Murió en Alba de Tormes (Salamanca) en 1582, la noche del 4 de octubre, convertida en 15 de octubre por la reforma gregoriana del calendario. Pablo VI la declaró en 1970 Doctora de la Iglesia.- Oración: Señor, Dios nuestro, que por tu Espíritu has suscitado a santa Teresa de Jesús, para mostrar a tu Iglesia el camino de la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nosotros el deseo de la verdadera santidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Gracias a: Santa Clara de Estella 

"De devociones absurdas 
y santos con cara agria, 
buen Señor, ¡Líbranos!."

 Santa Teresa de Ávila

Recopilación de Frases de Santos. Nº24

Recopilación de frases, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales

¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

 






Jesús reemprende su largo viaje hacia Jerusalén (cf. Le 9,51; 13,22), meta de su peregrinación por los caminos de Palestina, hasta llegar a la ciudad en la que también él, como los profetas, está llamado a entregar su vida.

En un determinado momento entra en un pueblo samaritano: debería encontrarse incómodo e incluso hubiera podido pasar de largo, evitando todo encuentro y todo diálogo. Sin embargo, se deja interpelar por estos extraños, que, además, son leprosos; por consiguiente, gente que vuelve impuro a quien se les acerca (w. 12ss).

Jesús es verdaderamente el salvador de todos, el hermano universal. Jesús ha venido para todos: no muestra preferencias entre las personas. Y, sobre todo, no califica ni descalifica a nadie porque pertenezca a un pueblo o a una raza, y mucho menos aún por su estado de salud. Este milagro de Jesús está realizado también con la mayor discreción y con una apertura total a los más pobres entre los pobres, a aquellos que tienen más necesidad de su poder sanador.

Todos quedan curados, pero sólo uno siente la necesidad de volver a Jesús para agradecérselo (v. 15). Se le echa a los pies para darle a entender que, de ahora en adelante, se considera no sólo beneficiario de un milagro, sino también y sobre todo un discípulo (v. 16). Sólo él recibe de Jesús la curación completa: la del cuerpo y la del alma. Por desgracia, no a todos se les da la gracia de consumar el camino de la salvación, que va desde el beneficio recibido a la gratitud expresada y a la alabanza.

No es suficiente con encontrar o haber encontrado a Jesús de Nazaret; también es necesario escuchar su Palabra, ceder a la misteriosa atracción de la gracia y seguirle a donde vaya.


 Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda


Nuestra Señora del Pilar. 12 de octubre. Patrona de la Hispanidad.


Historia de la Virgen del Pilar: 
La tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Aquellas tierras no habían recibido el evangelio, por lo que se encontraban atadas al paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.
Los documentos dicen textualmente que Santiago, "pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso".
En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando "oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio".
Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.
Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza.  El más antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.
Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, "donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente", cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la Virgen.
La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como "una antigua y piadosa creencia".
Numerosos milagros de la Virgen
 En 1438 se escribió un Libro de milagros atribuidos a la Virgen del Pilar, que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el católico dijo: "creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Sta. y Purísima Virgen y Madre de Dios, Sta. María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros".
El Gran milagro del Cojo de Calanda (1640) Se trata de un hombre a quien le amputaron una pierna.  Un día, años más tarde, mientras soñaba que visitaba la basílica de la Virgen del Pilar, la pierna volvió a su sitio.  Era la misma pierna que había perdido. Miles de personas fueron testigos y en la pared derecha de la basílica hay un cuadro recordando este milagro.
 El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico, se celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de Dios en su región, cuando todavía vivía en carne mortal.
Tres rasgos peculiares que caracterizan a la Virgen del Pilar y la distinguen de las otras:
1- Se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal. A diferencia de las otras apariciones la Virgen viene cuando todavía vive en Palestina: ¨Con ninguna nación hizo cosa semejante", cantará con razón la liturgia del 2 de enero, fiesta de la Venida de la Virgen.
2- La Columna o Pilar que la misma Señora trajo para que, sobre él se construyera la primera capilla que, de hecho, sería el primer Templo Mariano de toda la Cristiandad.
3- La vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea (del Santuario de Santiago de Compostela). Por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de la patria española.
Simbolismo del pilar
El pilar o columna: la idea de la solidez del edificio-iglesia con la de la firmeza de la columna-confianza en la protección de María.
La columna es símbolo del conducto que une el cielo y la tierra, "manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre bajo la influencia de Dios". Es soporte de lo sagrado, soporte de la vida cotidiana. María, la puerta del cielo, la escala de Jacob, ha sido la mujer escogida por Dios para venir a nuestro mundo. En ella la tierra y el cielo se han unido en Jesucristo.
 Las columnas garantizan la solidez del edificio, sea arquitectónico o social. Quebrantarlas es amenazar el edificio entero. La columna es la primera piedra del templo, que se desarrolla a su alrededor; es el eje de la construcción que liga entre si los diferentes niveles. María es también la primera piedra de la Iglesia, el templo de Dios; en torno a ella, lo mismo que los apóstoles reunidos el día de pentecostés, va creciendo el pueblo de Dios; la fe y la esperanza de la Virgen alientan a los cristianos en su esfuerzo por edificar el reino de Dios.
Vemos en Ex 13, 21-22, que una columna de fuego por la noche acompañaba al pueblo de Israel peregrino en el desierto, dirigiendo su itinerario.
En la Virgen del Pilar el pueblo ve simbolizada "la presencia de Dios, una presencia activa que, guía al pueblo de elegido a través de las emboscadas de la ruta".
Historia de la Basílica: Al principio del siglo XVI, el arzobispo Alonso de Aragón, hijo del rey católico, transformó en estilo gótico la iglesia anterior, erigida en el lugar mismo de la aparición de la Virgen, que quedó así incluida desde entonces dentro del templo; el lugar más sagrado de esta capilla lo constituía y lo sigue constituyendo el que ocupa la santa columna, su más preciada reliquia, en la que se asienta la imagen de la Virgen.
 Por la necesidad que se vio de cobijar a las inmensas muchedumbres de peregrinos y poder atender mejor a los numerosos asistentes en los actos de culto, en 1681 se puso la primera piedra del nuevo templo, donde se incluyó también la santa capilla, conservando intacto el lugar de asentamiento de la columna de la Virgen. En 1872 se concluyeron las diversas capillas y cúpulas, más tarde se añadirán las cuatro torres, la última se concluyó en 1961.
Los sitios de Zaragoza, (1808) durante la guerra de independencia, dieron notoriedad a la devoción de la Virgen del Pilar. Junto a su manto se reunía el pueblo buscando en ella protección y aliento; se le representaba velando el sueño de los soldados y se le nombró: "capitana de la tropa aragonesa". Un siglo mas tarde en 1908, la devoción a la Virgen del Pilar, afianzo su dimensión hispánica con el tributo que se le ofreció de todas las banderas de las naciones hispanoamericanas, que cuelgan actualmente en los muros del Pilar.
El Papa Juan Pablo II en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, reconoció a la Virgen del Pilar como "patrona de la hispanidad".
 No nos podemos olvidar la importancia que tuvo en aumentar la devoción a la Virgen del Pilar, la guerra civil de 1936-1939. Las tres bombas que cayeron sobre el templo no estallaron y muchos vieron en este hecho un signo de la especial protección de la Virgen sobre las tropas nacionalistas. De toda España acudían peregrinos a pie a dar gracias a la Virgen por haberlos librado de los peligros de la guerra. Fuente: ©Evangelizo.org 2001-2016

Ateos, noches oscuras, Viernes Santo y Revelación. Artículo.


Los pensadores ateos clásicos de la Ilustración, filósofos como Friedrich Nietzsche y Ludwig Feuerbach, enseñaban que toda experiencia religiosa es simplemente una proyección humana. Dios no existe. Nosotros creamos a Dios, y lo hacemos a nuestra imagen y semejanza, en última instancia para servir a nuestras necesidades. Creamos la idea de Dios porque necesitamos un Dios que cumpla un papel para nosotros. Además, lo que creemos que es la palabra de Dios, la revelación divina (las Escrituras, los credos y los dogmas) no sería otra cosa que una proyección humana.

¿Hasta qué punto es verdad esto?

En gran parte, tienen razón, no porque Dios no exista, sino porque continuamente moldeamos y distorsionamos la idea de Dios y de su palabra para que encajen en lo que necesitamos. Tenemos la palabra de Dios en Cristo y en las Escrituras, pero siempre tendemos a ajustarla a nuestros intereses. Por eso existen tantas religiones y tantas denominaciones cristianas. Y también por eso (por “casualidad” feliz) Dios siempre parece odiar a los mismos que nosotros odiamos y amar a los mismos que nosotros amamos.

Cuando los ateos nos dicen que Dios es una proyección humana creada para servir nuestras necesidades, en realidad nos hacen un favor, porque nos ponen delante un espejo en el que podemos ver que, de hecho, sí solemos manipular y distorsionar la revelación divina para que nos beneficie. Su crítica mantiene viva la exigencia de purificar nuestra idea de Dios y de su revelación.

Pero, aunque quizás acierten en un 90%, se equivocan en un 10%. Y ese 10% marca toda la diferencia. Porque ahí dejamos que Dios entre en nuestra vida de una manera que no podemos ni moldear ni distorsionar, sino solo recibir en su pureza.

Esto ocurre en lo que los místicos llaman las “noches oscuras del alma”. Esta expresión se refiere a esos momentos de la vida en los que nuestras facultades naturales —imaginación, intelecto y afectividad— (cuando se trata de Dios y de la fe) llegan a un punto muerto, se bloquean y dejan de funcionar. Todas las formas que antes teníamos de pensar e imaginar a Dios ahora nos parecen vacías, falsas, inútiles. Ya no podemos imaginar que Dios existe, nos sentimos como ateos y somos incapaces de salir de esa impotencia con nuestros razonamientos.

Esa condición de impotencia, cuando ya no podemos imaginar a Dios ni sentir afectivamente su presencia, en realidad es un regalo. ¿Por qué? Porque cuando nuestras facultades naturales se paralizan, también queda bloqueada nuestra capacidad de inventar una imagen de Dios. En ese estado solo podemos recibir a Dios tal como es, no como lo imaginamos. Ya no tenemos el poder de manipular o distorsionar la experiencia.

El ejemplo supremo de esto es el Viernes Santo, cuando —según narran los Evangelios— en pleno mediodía se oscureció todo. El Viernes Santo fue la “noche oscura del alma” más radical para los seguidores de Jesús.

Ellos lo habían seguido, habían escuchado su palabra, su revelación; pero, a pesar de los intentos de Jesús por corregirlos, ellos habían deformado su persona y sus palabras según lo que esperaban de un Mesías. Lo que querían era un superhombre divino que destruyera a sus enemigos, que deslumbrara con su gloria y que les trajera prestigio a ellos.

El Viernes Santo los destrozó por completo. Jesús murió de manera horrible, desnudo, avergonzado, golpeado, indefenso, tratado como un criminal. Eso destruyó todas sus expectativas sobre cómo debía ser un Mesías. No hubo gloria terrenal, solo vergüenza; no hubo demostración de poder divino, sino aparente derrota. Todo su entendimiento religioso se vino abajo.

Quedaron atónitos, literalmente. Todas sus ideas sobre el Mesías quedaron patas arriba. Se quedaron mudos en su imaginación, incapaces de comprender cómo algo así podía tener sentido. Su mundo religioso se oscureció en pleno día. De hecho, tuvieron que pasar algunos años (y la reflexión de san Pablo) para que la luz volviera a brillar, para que el sentido del Viernes Santo empezara a abrirse paso en ellos.

Y cuando finalmente se abrió paso, fue de forma pura, sin distorsión. Porque la “noche oscura religiosa” que los paralizó el Viernes Santo los dejó sin capacidad imaginativa, afectiva e intelectual para manipular lo que les estaba siendo revelado a través de aquella muerte inesperada y vergonzosa de Jesús. Por eso, no pudieron deformar la experiencia, solo recibirla tal cual.

En un libro extraordinario, El Dios crucificado, Jürgen Moltmann escribe:

“Nuestra fe comienza en el punto en que los ateos suponen que todo debe terminar. Nuestra fe nace en la oscuridad y la fuerza que son la noche de la cruz, el abandono, la tentación y la duda sobre todo lo que existe. Nuestra fe tiene que nacer allí donde es abandonada por toda realidad tangible; debe nacer de la nada; debe probar esa nada y se le debe conceder probarla de una manera que ninguna filosofía del nihilismo puede imaginar”.

Esa fue la experiencia del Viernes Santo, y esa es la experiencia de lo que los místicos llaman una “noche oscura del alma”. Y es precisamente en la frustrante oscuridad de esa experiencia donde Dios puede entrar en nuestra vida sin distorsión.  Ron Rolheiser OMI / Artículo original en inglés

Fiesta de la Virgen del Rosario. 7 de octubre.

1.- El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
2.- Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.
3.- El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.
4.- El Rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo al amor por Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!.
5.- El alma que se encomiende por el Rosario no perecerá.
6.- El que con devoción rezare mi Rosario, considerando misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en la gracias, si es justo, y en todo caso será admitido a la vida eterna.
7.- Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin auxilios de la Iglesia.
8.- Quiero que todos los devotos de mi Rosario tenga en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.
9.- Libraré pronto del purgatorio a las almas devotas del Rosario.
10.- Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el cielo una gloria singular.
11.- Todo lo que se me pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente.
12.- Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
13.- Todos los que recen el Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.
14.- Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.
15.- La devoción al santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria.

7 cosas que no sabías sobre el sentido y los efectos del rezo del Rosario


3. Une a las familias que lo rezan
4. Trae paz al mundo
6. Da calma a quien lo reza y baja la presión sanguínea
7. Al rezarlo se viven los misterios de la fe

El Santo Rosario en Radio María (Todo sobre el rosaio)

Historias del Rosario: Ahora y en la hora de la muerte” Película documental que nació al ver la foto de un soldado herido en Afganistán sosteniendo en sus manos un rosario.

Convertirse en un místico practicante. Artículo.

Imparto un curso sobre el renombrado místico san Juan de la Cruz. Como nunca es un curso obligatorio para ningún estudiante, suelo comenzar la primera clase preguntando a cada uno por qué está interesado en este curso. Las respuestas varían mucho: “Estoy tomando este curso porque mi director espiritual me dijo que lo hiciera.” “Siempre he tenido curiosidad por el misticismo.” “Me estoy especializando en lo que sea que se enseñe los martes por la tarde.” Sin embargo, una noche una mujer respondió: “Estoy tomando este curso porque soy una mística practicante.” Eso levantó algunas cejas. ¿En serio? ¿Una mística practicante?

¿Se puede ser un místico practicante?

Eso depende de cómo se entienda la experiencia mística. Si uno la equipara con lo extraordinario, con fenómenos sobrenaturales (visiones religiosas, éxtasis religiosos, estados de conciencia radicalmente alterados o la aparición milagrosa de Jesús, María, un ángel o un santo), entonces no se puede ser un místico practicante. Aunque tales fenómenos extraordinarios pueden ser de hecho experiencias místicas (y de hecho marcan la experiencia de algunos místicos clásicos), la experiencia mística normal no se caracteriza por fenómenos religiosos extraordinarios. De hecho, en general desconfía de lo extraordinario y pide que se discierna con especial cuidado.

La experiencia mística normal, la mayoría del misticismo, no se alimenta de lo extraordinario. Al contrario, bebe precisamente del mismo suelo de la normalidad. ¿Qué significa esto?

Una reconocida mística contemporánea, la carmelita británica Ruth Burrows, define la experiencia mística de esta manera: la experiencia mística es ser tocados por Dios de una forma que va más allá de lo que podemos articular, imaginar o incluso sentir conscientemente. Es algo que sabemos más que pensamos.

En esencia, un Dios inefable nos toca de un modo inefable; un Dios más allá de los conceptos nos toca de una manera que no puede expresarse en conceptos; un Dios más allá del lenguaje nos toca de una manera que nunca puede ponerse en palabras de forma adecuada; y un Dios que es fuente de todo ser nos toca en la raíz misma de nuestro propio ser, de modo que sabemos, de manera intuitiva, quiénes somos y cómo estamos ante Dios.

Esto puede sonar bastante abstracto, pero no lo es, como explica Ruth Burrows contando su propia historia.

En su autobiografía Before the Living God, Ruth Burrows (que murió en 2023) cuenta cómo, justo cuando terminaba su formación inicial y hacía planes para la universidad, una experiencia mística la marcó y cambió radicalmente su vida.

En ese momento de su vida, no era particularmente seria con respecto a su fe. Su práctica religiosa era más rutinaria que fervorosa, pero estaba en un retiro con varias jóvenes de su edad. Una de las cosas que le pidieron hacer en ese retiro fue sentarse en silencio en la capilla durante una hora, varias veces al día. Esas horas de silencio le pesaban mucho y las temía.

Sin embargo, un día, durante una de esas horas de silencio, tuvo (lo que más tarde llamaría) una experiencia mística. No hubo visiones sobrenaturales, ni éxtasis religiosos, ni apariciones de ángeles, sino solo un momento de claridad extraordinariamente agraciada; un momento en el que se conoció a sí misma con total claridad por primera vez, más allá de lo que podía pensar, conceptualizar o articular. Fue un instante en el que, despojada de toda apariencia, de toda ideología, de toda imagen falsa de sí misma, de todo fingimiento ante los demás, emocional y moralmente desnuda, simplemente supo —supo quién era y cómo estaba ante Dios y los demás.

Su momento místico fue un momento de completa sinceridad, un momento “sin cera”, como sugieren las raíces latinas de esa palabra (sine = sin y cere = cera). Como todos los místicos, luchó por expresar con palabras algo que es en gran parte inefable, pero que marcó su alma de un modo que transformó radicalmente su vida.

Dada esa definición de misticismo, todos estamos invitados a ser místicos practicantes, es decir, todos estamos invitados, en el silencio de nuestro corazón, o quizá en una experiencia de elevación del alma o de quebranto del alma, a ponernos de pie o de rodillas ante Dios en completa sinceridad, sin cera, moralmente desnudos, despojados de toda apariencia, despojados de todo lo falso, para que en ese momento podamos saber con verdad quiénes somos y cómo estamos ante Dios, los demás y nuestro verdadero yo. Necesitamos orar por esa claridad y hacer de ella una intención explícita en nuestra oración.

¿Cómo se hace eso? Lo hacemos intentando, muy conscientemente, en la oración, centrarnos en la sinceridad y desnudez del alma, pidiendo a Dios que vea a través de todo lo falso que hay en nosotros para que podamos saber cómo somos conocidos por Él.

Dag Hammarskjöld, en su oración, solía pedir a Dios: “Permíteme, con claridad de mente, reflejar la vida, y con pureza de corazón moldearla, y tener una autocrítica consciente que me ponga en camino de reflejar la grandeza de la vida.” Pedir eso en la oración es ser un místico practicante. Ron Rolheiser OMI / Artículo original en inglés