Cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana. Sagrada Familia. Primer domingo después de Navidad.

 Es cierto, no existe la familia perfecta, no existen esposos perfectos, padres perfectos ni hijos perfectos, y si no se enojan, yo diría suegras perfectas. Pero eso no impide que no sean la respuesta para el mañana. 

   Dios nos estimula al amor y el amor siempre se compromete con las personas que ama. 
   Por eso, cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana”.
(Mensaje que el Papa Francisco dio a las familias el 22 de septiembre de 2015 durante su visita a Cuba).
BELÉN DE LA VIDA
Por Joan Manuel Serrat.
¡¡Cómo hacer todos juntos un Belén, la Navidad de la vida!!


NAVIDAD
Por José Luis Perales.
“Mientras haya ternura, habrá Navidad”.

Se celebra el Domingo que cae dentro de la octava de Navidad o, en su defecto, el 30 de diciembre. Fiesta en que celebramos el núcleo familiar en el que «Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y antes los hombres». Su finalidad es promover y afianzar el desarrollo de la familia desde sus raíces humanas y cristianas con el ejemplo e intercesión de la Familia de Nazaret. «Nazaret -decía Pablo VI- es la escuela donde se comienza a entender la vida de Jesús: la escuela del Evangelio. Una lección de silencio ante todo. Una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe lo que es la familia, su comunión de amor, su austera y sencilla belleza, su carácter sagrado e inviolable. Una lección de trabajo. ¡Nazaret, oh casa del "Hijo del Carpintero"!». El Catecismo comenta: En nuestros días las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Vaticano II llama a la familia "Iglesia doméstica". En el seno de la familia, los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y su ejemplo. El hogar es la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo". Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.- Oración: Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Fuente: Santa Clara de Estella

San Juan, apóstol y evangelista.

Nació en Betsaida, junto al lago de Tiberíades. Fue primero discípulo de Juan Bautista, quien orientó a él y a Andrés hacia Jesús. Era hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Santiago el Mayor. Pasando junto al lago de Galilea, Jesús vio a los dos hermanos, que estaban repasando las redes, y los llamó a su seguimiento. Fue el discípulo predilecto de Jesús y, junto con su hermano y con Pedro, uno de los tres apóstoles más cercanos a Jesús, que le acompańaron en la transfiguración y en la agonía de Getsemaní. Durante la última Cena, reclinó su cabeza sobre el pecho del Seńor. Estando con María al pie de la cruz, oyó que Jesús les decía: <<Ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre>>. Según la tradición vivió mucho tiempo en Éfeso. Escribió el cuarto Evangelio, el Apocalipsis y tres cartas. Siendo ya mayor, fue deportado a Patmos, y murió de edad avanzada a finales del siglo I.-Oración: Dios y Seńor nuestro, que nos has revelado por medio del apóstol san Juan el misterio de tu Palabra hecha carne, concédenos, te rogamos, llegar a comprender y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer. Por Jesucristo, nuestro Seńor. Amén. 

Primera lectura: 1 Juan 1,1-4 Queridos hermanos:

1 Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de la vida,

2 -pues la vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó

3 Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.

4 -0s escribimos estas cosas para que vuestro gozo sea completo.

         *+ El breve prólogo de la carta de Juan, que expone los diversos criterios para entrar en comunión con Dios, nos presenta un itinerario de fe sobre los compromisos de la vida cristiana que emanan de la caridad y sobre las precauciones contra el pecado.

        El evangelista fundamenta la fe cristiana sobre el argumento de su testimonio ocular que es la "palabra de la vida" y sobre algunos episodios esenciales descritos de modo sintético y concreto. Juan, sin embargo, aquí pone el acento no tanto sobre la "Palabra", como en el prólogo de su evangelio (cf. Jn 1,1-18), sino sobre la "vida" que Jesús posee y dona. Todo tiene comienzo en la experiencia del apóstol vivida en contacto directo con Jesús, que Juan presenta con hechos históricos documentables: "Nosotros hemos oído... visto... tocado... contemplado la palabra de la vida" (v. 1). Esta experiencia llega a ser más tarde en el Apóstol testimonio y ejemplo coherente (v. 2 a); este testimonio se hace anuncio valiente a los otros para que participen del mismo don (v. 2b); además, el anuncio genera la comunión entre los hermanos de la comunidad, comunión que, en realidad, es auténtica participación en la vida trinitaria con el Padre y el Hijo Jesús (v. 3). Por último, esta comunión hace brotar el fruto de la alegría que colma el corazón (v. 4). Pero un elemento importante, subrayado por Juan, es el reiterativo "nosotros", que nos pone ante la tradición de la escuela de Juan: tradición que desarrolla el testimonio del discípulo amado, basado en la "vida divina" hecha visible en Jesús y que el testigo nos ha hecho conocer.

 Salmo 96.R. Alegraos, justos, con el Seńor.

1El Seńor reina, la tierra goza,

se alegran las islas innumerables.
2Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
 R.

9porque tú eres, Seńor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
 R.

10El Seńor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
 R.

11Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
12Alegraos, justos, con el Seńor,
celebrad su santo nombre.
 R.

 Evangelio: Juan 20,2-8 1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.

2 se volvió corriendo a la ciudad para contárselo a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús tanto quería. Les dijo: -Se han llevado del sepulcro al Seńor, y no sabemos dónde lo han puesto.

3 Pedro y el otro discípulo se fueron rápidamente al sepulcro.

4 Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo adelantó a Pedro y llegó antes que él.

5 Al asomarse al interior vio que las vendas de lino estaban allí; pero no entró.

6 Siguéndole los pasos llegó Simón Pedro que entró en el sepulcro,

7 comprobó que las vendas de lino estaban allí. Estaba también el pańo que habían colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba con las vendas, sino doblado y colocado aparte.

8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó.

        En estos pocos versículos se nos narran los hechos ocurridos la mańana de Pascua, que tienen como protagonista primera a María Magdalena y después a Pedro y Juan. La noche espiritual en la que los discípulos están hundidos cederá el puesto a la experiencia de la fe, que toma el relevo junto a la tumba vacía, signo de la presencia del Resucitado (v. 2). Ante la noticia de que la piedra ha sido retirada del sepulcro y de que el cuerpo de Jesús no estaba allí, Pedro y el discípulo amado corren al sepulcro (w. 3-4). Su carrera revela su amor y veneración y hace pensar en el ansia de la Iglesia que busca signos visibles del Seńor, especialmente cuando se encuentra en dificultades por su ausencia y no logra verlo. Los responsables de la Iglesia de los orígenes viven la experiencia de la búsqueda de los signos visibles del Seńor. Juan llega antes que Pedro al sepulcro por su intuición de discípulo amado, pero Pedro entra primero por su función eclesial (w. 5-7). Observados el orden y la paz que reinaban en él, el discípulo amado se abre a la visión de la fe, creyendo en los signos visibles del Seńor: "Vio y creyó" (v. 8). No es aún la fe perfecta en la resurrección. Para esto será necesario que el espíritu del discípulo se abra a la inteligencia de la Escritura (cf. Le 24,45), que vea al Seńor en persona y que reciba de él el don del Espíritu Santo.

 MEDITATIO    La figura de Juan es de fundamental importancia en la Iglesia primitiva, no sólo por su condición de discípulo amado por el Seńor, sino sobre todo por habernos dado con su contemplación el Jesús más íntimo, el que se revela Hijo de Dios hecho carne, venido a desvelarnos el rostro del Padre y el camino que lleva a la comunión con él. Entre los varios títulos que la tradición antigua atribuye a Juan destaca el de teólogo, porque el objetivo de sus escritos es creer en Jesús, Mesías e Hijo de Dios (cf. Jn 20,31). El símbolo del evangelista es el águila, porque, como declara un dicho rabínico, es como el único pájaro que puede mirar el sol (que para Juan es Cristo) sin quedar deslumbrado. Y su presencia en la comunidad cristiana, que en todo tiempo debe estar a la búsqueda de los signos visibles del Seńor, es la de la contemplación y la comprensión penetrante de la Palabra de vida.

        Son muchos los carismas en la Iglesia, todos preciosos y necesarios, como, por ejemplo, el carisma de la institución de Pedro o el de la profecía de Juan. Sólo el respeto recíproco y la búsqueda común en el compartir sincero y atento a los dones del Espíritu, permite adentrarse en el misterio. El ejemplo de la búsqueda común y de la ayuda entre hermanos de la misma fe, de que claramente nos habla el discípulo amado, lleva necesariamente a reencontrarse juntos, reunidos en el reconocimiento de los signos del Resucitado.

 ORATIO Señor Jesús, que revelaste los misteriosos secretos de la Palabra al discípulo amado, Juan, da también hoy a tu Iglesia una nueva inteligencia espiritual de las Escrituras.

        El Espíritu Santo, a través de las palabras del concilio, nos ha recordado que "la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras como el Cuerpo mismo de Cristo" y que la Palabra de Dios es "fuente pura y perenne de la vida espiritual" (DV 21). Por esto nosotros queremos iluminar cada vez más nuestra vida espiritual con tu Palabra, para aprender "la sublime ciencia de Jesucristo " (Flp 3,8). Sentimos cada vez más verdadera, sin embargo, la afirmación conciliar según la cual la Escritura "debe ser leída e interpretada con la ayuda del mismo Espíritu con que ha sido inspirada" (DV 12).

        Da, Señor, a tu Iglesia pastores sabios y santos que sepan captar el sentido espiritual y profundo de tus Escrituras e introducir al pueblo entero de Dios en tu intimidad para conocer mejor tu pensamiento, las profundidades del Espíritu y como guías a tu Iglesia. Pero haznos comprender también que tantas crisis de nuestras comunidades religiosas se superan sólo con la frecuente lectura y meditación de tu Palabra "acompañadas por la oración, para que pueda brotar el coloquio entre Dios y el hombre" (DV 25), lugar donde se opera en nosotros la conversión del corazón nuevo y la apertura a la fraternidad universal.

 CONTEMPLATIO Seńor Jesús, quien escoge amarte no queda defraudado porque nada se puede amar mejor y más provechosamente que a ti, y esta esperanza nunca decae. No hay miedo de excederse en la medida, porque en amarte a ti no está prescrita ninguna medida. No hay que temer a la muerte, que pone fin a las amistades del mundo, porque la vida no puede morir. En el amarte a ti no hay que temer ofensa alguna, porque no puede haberlas, si no se desea otra cosa que el amor. No se insinúa sospecha alguna, porque tu juzgas según el testimonio de la conciencia que ama. Ésta es la suavidad que excluye el temor.

        !Verbo devorador, ardiente de justicia, Verbo de amor, Verbo de toda perfección, Verbo de ternura. Verbo devorador a quien nada puede escapar! Verbo que compendias en tí toda la ley y los profetas. Del que tiene tal amor, dice abiertamente la Verdad estas palabras: "El que acepta mis mandatos y los cumple, este me ama" (Jn 14,21). Se debe saber también que el amor de Dios no se mide por sentimientos momentáneos, sino por la perseverancia de la voluntad. El hombre debe unir su voluntad a la de Dios, de modo que la voluntad humana consienta todo lo que dispone la voluntad divina, sin querer esto o aquello si no es porque sabe que lo quiere Dios.

        Esto significa amar a Dios de modo absoluto. En efecto, la misma voluntad no es otra cosa que amor (Elredo de Rievoulx, Discurso sobre el amor de Dios).

LECTURA ESPIRITUAL Sentirse amado es el origen y la plenitud de la vida del Espíritu. Digo esto porque, apenas comprendemos un destello de esta verdad, nos ponemos a la búsqueda de su plenitud y no descansamos hasta haber logrado encontrarla. Desde el momento en que reivindicamos la verdad de sentirnos amados, afrontamos la llamada a llegar a ser lo que somos. Llegar a sentirnos los amados: he aquí el itinerario espiritual que debemos hacer. Las palabras de san Agustín: "Mi alma está inquieta hasta reposar en ti, Dios mío", definen bien este itinerario.

        Sé que el hecho de estar a la constante búsqueda de Dios, en continua tensión por descubrir la plenitud del amor, con el deseo vehemente de llegar a la completa verdad, me dice que he saboreado ya algo de Dios, del amor y de la verdad. Puedo buscar sólo algo que, de algún modo, he encontrado ya (H. J. M. Nouwen, Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular, Madrid s.f.). Gracias a Santa Clara de Estella

Noche de Paz. Artículo.

Nada es perfecto, pero el villancico Noche de Paz expresa, casi a la perfección, cómo deberíamos imaginarnos lo que sucedió en el nacimiento de Cristo. Su melodía arrulla como una madre que calma a su bebé, y esa música se une a unas palabras que describen bellamente lo que tuvo lugar en el nacimiento de Jesús.

En una palabra: ¡fue silencioso! Sin fuegos artificiales, sin multitudes, sin gritos, sin cámaras, sin cobertura de prensa, sin redes sociales, sin proclamas de que algo estremecedor estaba ocurriendo. Nada de eso. Todo estaba tranquilo, salvo por el suave llanto ocasional del bebé; solo una pareja desconocida en un refugio de animales con un recién nacido indefenso, bajo la mirada de unos pocos animales mudos.

Así es como Dios entró en nuestro mundo en el nacimiento de Jesús, y así es como Dios entra normalmente en nuestras vidas. En silencio, tranquilamente, indefenso como un bebé, teniendo solo el poder de la vulnerabilidad, de la inocencia, de un impulso moral que toca a esos «ángeles superiores» que llevamos dentro y nos pide que lo tomemos en brazos y lo cuidemos.

Dios no nació en nuestro mundo como un adulto autosuficiente, y mucho menos como un superhombre o una superestrella. Dios nació como un niño indefenso que no podía alimentarse por sí mismo ni cambiarse los pañales. Y esa es la forma en la que Dios está normalmente presente en nuestras vidas: como un niño indefenso al que tenemos que coger y criar hasta la edad adulta. Y, al igual que un bebé indefenso, Dios puede ser ignorado, aunque solo a costa de nuestra propia integridad y conciencia.

Fijaos en que este es también el patrón del ministerio terrenal de Jesús, sobre todo en la forma en que nos entregó su muerte. Nunca dominó a nadie por la fuerza. Nunca coaccionó a nadie. Nunca hizo milagros para impresionar a nadie. Nunca intentó usar el poder divino para probar que no tenemos otra opción que creer que Dios existe, que el Sermón de la Montaña es el código moral definitivo, o que el amor reside en el centro de toda existencia. Lo divino simplemente yace ahí en silencio, como una invitación, como una súplica moral constante.

Cuando se burlaron de él en la cruz y le desafiaron a mostrar su poder divino, Jesús se resistió, eligiendo en su lugar entregarse en silencio y amor antes que dominar físicamente a cualquier fuerza terrenal. Como el bebé que yacía indefenso en un pesebre en Belén, él colgó indefenso de una cruz en Jerusalén. Así es como Dios está presente en nuestro mundo.

Pero no es así como queremos la presencia y el poder de Dios en el mundo. Al igual que nuestros antiguos antepasados en la fe, que anhelaban y rezaban por un Mesías terrenal que dominara físicamente a las fuerzas del mal, nosotros tampoco queremos a un niño indefenso como Mesías. Queremos un Mesías que muestre algo de poder terrenal, que deslumbre, que haga milagros, que traiga la justicia por la fuerza, que nos conceda milagros cada vez que los necesitemos y que constantemente destelle poder divino para mostrar al mundo quién está realmente al mando. Queremos a un Jesús que, al ser provocado, baje de la cruz mediante el poder divino y humille a aquellos que creían tener poder sobre él. No queremos a un infante yaciendo en silencio, incapaz de hablar. Queremos un nacimiento divino que sea como un estallido supersónico que haga saltar por los aires todas nuestras dudas.

¡Pero eso no es lo que obtuvimos!

A Daniel Berrigan le pidieron una vez que diera una conferencia pública en una universidad sobre el tema: ¿Dónde habla Dios en nuestro mundo hoy? Con palabras que venían a decir lo siguiente, abordó el tema en menos de tres minutos: «Ahora trabajo en cuidados paliativos, acompañando a personas que están muriendo. En este momento, entre los moribundos hay un joven que está completamente debilitado e indefenso. Está postrado en cama, es incapaz de alimentarse por sí mismo, está casi siempre inconsciente e incapaz de hablar. Intento sentarme con él durante un buen rato cada día, sosteniendo su mano y esforzándome por escuchar lo que dice, porque no puede hablar, y porque ese es el único lugar donde Dios está hablando en nuestro mundo».

No estoy seguro de si la universidad le pagó el estipendio por esa presentación de dos minutos, pero cuarenta años después sus palabras siguen destacando en mi memoria por su desafío radical: Necesitamos esforzarnos por escuchar la voz de Dios en aquello que es incapaz de hablar.

Joseph Mohr escribió la letra de Noche de Paz durante una época de guerra y gran agitación social. Mohr, un joven sacerdote austriaco, se inspiró para escribir estas palabras después de ver a una joven madre en una choza en Nochebuena, sentada en silencio, amamantando pacíficamente a un bebé.

En la noche en que nació, el niño Jesús habló solo en silencio, en un silencio que irradiaba paz. Hay un poema antiguo que dice algo así: Si estos días caminas por los senderos de la vida buscando a Dios, o un pedazo de Dios, o algún espíritu que guíe tu vida, deberías mirar hacia abajo. Porque si se puede encontrar a Dios en estos tiempos, será en las cosas pequeñas, será cerca del suelo, puede que incluso bajo tierra; tal vez, incluso, en el rostro silencioso de un niño.  Ron Rolheiser OMI  Artículo original en Inglés

El por qué de la Navidad...

Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades religiosas, como la Navidad.
Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.
Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.
-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!
Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.
Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.
Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.
Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.
-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.
Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.
Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.
El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.
-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?
Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.
-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.
Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.
El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:
-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!
Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:
-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!
De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.
Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!" Fuente

Solemnidad de la Natividad del Señor.


 Navidad
Textos
Audio medio

Concierto de Navidad (Harpa Dei)
El Mesías de Haendel. (Completo y subtitulado. RTVE)
LA NAVIDAD DE GRECCIO CELEBRADA POR SAN FRANCISCO (1223)

Al aproximarse la Navidad el año 1223, Francisco de Asís llamó a si a su amigo Ser Giovanni Vellita y le dijo: «Hay en los bosques de Greccio una gruta que me recuerda la de Belén. He pensado celebrar allí la santa noche». Entiende Ser Giovanni y lo organiza todo según el deseo del santo.

Cuando llegó la noche los fieles, acudieron en masa desde los alrededores cantando salmos adentrándose en la floresta. A la luz de las antorchas llegaron a la gruta, donde estaba para celebrarse la misa. El altar estaba dispuesto sobre un pesebre y ¡unto a él yacían un asno y un buey.

Cuando el sacerdote se disponía a repartir el Cuerpo de Cristo a los fieles se vio una luz deslumbrante en torno al Santo. En sus descarnados brazos, que salían de las mangas del sayal, sostenía un niñito frágil y adormecido; pero como Francisco, en un acto de amor, atrajo contra su pecho el cuerpo tembloroso del pequeño, este se despertó, le sonrió y le acarició la descarnada mejilla. Los que lo vieron comprendieron que aquel niño era Jesús que, adormecido en el corazón de muchos, Francisco, con el ejemplo de su vida, había despertado (De la tradición franciscana).

Gracias a: Rezando Voy, franciscanos.org, ofminmaculada.org, santaclaradeestella.es, y Ciudad Redonda.org

Día de la Nochebuena.




Nochebuena

Textos
Audio medio

Señor Jesús, Verbo del Padre y luz de los hombres, te adoramos en esta vigilia de Navidad y esperamos gozosos tu venida, que una vez más lleva a cumplimiento las promesas de Dios. Iluminados por tu luz, creemos que eres Aquel que ama al hombre y que la única finalidad de tu vida es la salvación de todo hombre. La fe nos introduce en este misterio de vida, la experiencia nos lo enseña y tu Palabra de verdad nos guía en este camino de luz.
Verbo eterno del Padre, queremos ser tus primeros adoradores, adictos a la bondad y al bien, testigos de tu misericordia. Tú que no te ocultas a nadie, sino que a todos concedes tu divina luz, seas por siempre nuestra verdadera luz que alumbre a toda la humanidad. Apresuramos nuestro camino hacia la salvación, hacia el nuevo nacimiento, porque deseamos, a pesar de ser multiplicidad, reunimos en un solo amor siguiendo el modelo de unidad del misterio trinitario en el que nos sumerges y renovar de este modo la alianza contigo.
Como la virgen María, lugar de la encarnación, concédenos saber interiorizar tu Palabra para descubrir cada vez más la hondura de este misterio dentro de nosotros mismos, misterio en el que "vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17,28), y llegar a ser contemplativos como María para no confundir esta Palabra con nuestro mismo ser, sino identificarnos con la que lleva al Verbo en sus entrañas y lo engendra como hijo suyo.


Gracias a: Santa Clara de EstellaRezando Voy. y Dominicos.org

Imágenes para el Adviento. Artículo.

El Adviento nunca debería confundirse con la Cuaresma. La Cuaresma es un tiempo penitencial. Su color es el morado y su símbolo es la ceniza. A diferencia de la Cuaresma, el Adviento no trata de ayuno y penitencia. Trata de la espera.

El Adviento es un tiempo para conectar con la añoranza, con el deseo, con lo que significa esperar. Su color es el carmesí, el color del deseo.

Teniendo esto en cuenta, aquí tienes algunas imágenes para el Adviento.

¡Cada lágrima acerca al Mesías! Esta es una máxima extraída de la literatura apocalíptica judía que resalta que el Mesías solo puede nacer en nuestras vidas cuando hemos creado el espacio adecuado para recibirlo. Y ese espacio se crea a través de la añoranza, a través de la espera, a través del dolor anhelante, a través de las lágrimas, al permitir que la frustración y la tensión estiren nuestros corazones y nuestra visión lo suficiente para que el Mesías pueda llegar. No como un superhombre, el héroe de una película de Hollywood, sino como un Niño Jesús indefenso que nos manifiesta lo que realmente es el amor por la forma en que vive, sufre, muere y perdona.

Para que algo sea sublime, primero debe haber habido cierta sublimación. La palabra sublime tiene sus raíces en el término «sublimación». Para que algo sea sublime, primero debe haber existido cierta tensión. Y cuanto mayor sea la tensión, más sublime será el resultado, siempre que esa tensión se mantenga hasta su final natural y no se resuelva prematuramente. La gestación no puede apresurarse, la curación exige su propio tiempo, la consumación del alma está condicionada por la espera previa, e incluso el vino necesita un tiempo suficiente para madurar.

En nuestra añoranza y soledad, intuimos el Reino de Dios. Todos conocemos la máxima de San Agustín: «Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti». ¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos solos, como «unanimidad-menos-uno» (aparte del conjunto), cuando el dolor de nuestro aislamiento es más agudo? Podemos usar ese momento, esa dolorosa sensación de distancia respecto a la intimidad, para intuir el Reino de Dios. Es decir, permitir que ese dolor ensanche nuestros corazones lo suficiente para darnos un sentido más verdadero de lo que constituye realmente el Reino de Dios.

Nuestra añoranza y nuestro dolor anhelante pueden ayudar a elevar nuestra «temperatura psíquica». Esta es una imagen tomada de Pierre Teilhard de Chardin. Teilhard, científico y místico, extrae una lección espiritual del laboratorio de química. A veces, un científico junta dos sustancias químicas en un tubo de ensayo, pero no se unen. Simplemente se quedan una al lado de la otra, incapaces de fusionarse. Ahora bien, si el científico aplica calor al tubo de ensayo, a menudo, a una temperatura más alta, se fusionarán y se convertirán en una sola cosa. Teilhard aplica esto a las relaciones humanas. A veces, por diversas razones, rechazamos relaciones significativas entre nosotros y, como dos químicos en un tubo de ensayo, permanecemos separados, demasiado fríos para unirnos. Sin embargo, la añoranza profunda, el dolor, la herida, la pérdida y la espera amarga pueden, en palabras de Teilhard, elevar nuestra «temperatura psíquica» hasta un punto en que derrita nuestra frialdad y nos abra a la unión. El Adviento es un tiempo para aumentar nuestra temperatura psíquica, dejando que nuestra añoranza, soledad y frustraciones nos hagan menos fríos, críticos y egoístas.

Un tronco mojado debe primero chisporrotear en el fuego antes de que pueda arder. Esta es una imagen de San Juan de la Cruz. Cuando echas un tronco mojado al fuego, no prende inmediatamente. Primero debe permanecer en el fuego y chisporrotear hasta que el calor lo seque lo suficiente. Solo entonces estallará en llamas. Juan sugiere que, en nuestra añoranza y nuestros deseos frustrados, estamos metafóricamente «chisporroteando» dentro del fuego del amor (humano y divino). En cierto modo, el dolor nos está «secando», para que en un momento dado también podamos estallar en llamas de amor. El Adviento es un tiempo para dejar que nuestros anhelos insatisfechos y nuestras amargas frustraciones «chisporroteen» dentro de nosotros, para que la llama del amor pueda finalmente prender en nuestro interior.

Al final, todas estas imágenes dicen lo mismo. El Adviento trata de esperar correctamente, de no resolver la tensión prematuramente, de llevarla con paciencia para permitir que la divinidad, la intimidad, el Mesías y lo sublime nazcan más profundamente en nuestras vidas. Quizás la palabra que resume todo esto sea paciencia. El Adviento es el tiempo para practicar la paciencia.

Carlo Carretto fue un monje que, durante una larga etapa de su vida, vivió en el desierto del Sahara como ermitaño, donde escribió una serie de libros profundamente desafiantes. Después de llevar varios años en el desierto, un periodista lo entrevistó y le hizo esta pregunta: Después de todos estos años de silencio y oración, si tuviera que enviar un solo mensaje de vuelta al mundo, ¿cuál sería? ¿Qué escucha decir Dios al mundo?

La respuesta de Carretto: ¡Dios nos dice que aprendamos a esperar! ¡A esperar muchas cosas! ¡A esperar a Dios! Ese es el desafío del Adviento. Ron Rolheiser OMI  Artículo en inglés

Apresúrate, Señor Jesús, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Calendario de Adviento. Día 24.

 

“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo”

Canta eternamente las misericordias del Señor. 

Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor.

Calendario de Adviento. Día 24.

Está a la puerta y llama, escucha su voz y abre. Calendario de Adviento. Día 23.

 

“¿Qué será este niño? Porque la mano del Señor estaba con él”

Está a la puerta y llama, escucha su voz y abre tu puerta.

Señor, enséñame tus caminos, porque tú eres mi Dios y Salvador.

Calendario de Adviento. Día 23.

Short:

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Calendario de Adviento. Día 22.


“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Bienaventurada la que ha creído”

Espera la Navidad como la esperaron María e Isabel.

Señor, crezca en nosotros el fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo.

Calendario de Adviento. Día 22 de 25. 2025.

Short:

Aguardamos al Señor y en su santo nombre confiamos. Calendario de Adviento. Día 21.

 

“¡La voz de mi amado! Vedlo, aquí llega”

Nosotros aguardamos al Señor y en su santo nombre confiamos

¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

Calendario de Adviento. Día 21 de 25. 2025.

Short:

La Virgen concebirá y dará a luz un hijo... Emmanuel... Dios-con-nosotros

 

IV Domingo de Adviento

Las lecturas ofrecen hoy a nuestra consideración a dos personajes cuya reacción ante la promesa de Dios es diametralmente opuesta: el rey Acaz, imagen del incrédulo, y José, figura del creyente. La fe de José esboza algunos rasgos de nuestra fe. De hecho él, portador del nombre de uno de los padres de Israel, revive la fe de los patriarcas. Como Abrahán, padre en la fe, José está dispuesto a seguir el camino confiado del proyecto de Dios.

         Es el hombre "justo", es decir, el que cree las promesas de Dios incluso cuando éstas resultan extrañas e improbables y, de cualquier modo, incómodas: su vida se ve convulsionada por el nacimiento de aquel cuyo nombre significa salvación. Ser salvados no significa, por lo tanto, caminar por un sendero llano; exige de cada uno de nosotros la disponibilidad a dejarse modificar en pensamientos, proyectos, opciones. El justo en la Biblia es aquel que permanece firmemente anclado en Dios, a pesar de los pesares, aunque tenga que quedarse solo.

         Además José es el hombre obediente, dispuesto a renunciar a María y luego a acogerla en casa si ésta es la voluntad de Dios. A María, su prometida, en cierto sentido se la "quitan" para volvérsela a "dar" de modo más sublime, y él la recibe como don de Dios. La encuentra distinta de como pensaba y la acoge bajo una luz nueva porque Dios se la da, y la quiere con amor delicado, respetuoso, silencioso y desinteresado. Lo dicho vale análogamente para la relación con Jesús: José es desapropiado del hijo -porque aquel niño no es hijo de sus entrañas-, pero a la vez no es un padre "disminuido", desde el momento en que será él quien impondrá el nombre a Jesús. El justo José experimenta así lo que es el sentido de cualquier hijo, una realidad que no pertenece a sus progenitores y que, precisamente por eso, se acoge con gozo como promesa abierta a la esperanza.

         La fe aparece, pues, como la condición en la que descubrimos con nueva luz el sentido de las cosas y de las relaciones más preciosas que vivimos.

 ORATIO: "Pide un signo": en nuestro camino, Seńor, has diseminado múltiples signos de tu presencia, pero nosotros no podemos darnos cuenta de su poder sino en el momento en que de veras nos comprometemos contigo. Danos la gracia de abrirnos a ti y de acogerlos.

         Tu Palabra con frecuencia se reduce para nosotros a una serie de pobres signos, trazados sobre el papel, hasta que nos decidimos a hacerla nuestra, a meditarla y a asumirla como alimento de nuestro espíritu. La Eucaristía nos parece un simple trozo de pan si no nos acercamos con fe y no lo acogemos como alimento de vida que engendra en nosotros el amor. Nuestros hermanos con frecuencia no tienen nada de excepcional, hasta que no los miramos bajo el prisma de tu amor que hace de todos nosotros tu cuerpo, una Iglesia en la que aprendemos a conocerte y a amarte.

         No permitas, Señor, que pasen desapercibidos estos signos preciosos de tu presencia. Eres tú mismo quien nos los da, no dejes que los rechacemos, como Acaz, por temor a comprometernos en la vida de fe. Al contrario, refuerza y guarda en nosotros la fe obediente del justo José.

CONTEMPLATIO: !Oh María, mar sereno, María dispensadora de paz, María tierra fructífera! Hoy, María, te has hecho libro en el que se escribe nuestra norma. En ti hoy se escribe la sabiduría del Padre eterno. En ti hoy se manifiesta la fortaleza y la libertad del hombre porque fue enviado un ángel a anunciarte el misterio del plan divino, y pedir tu consentimiento (...). Esperaba a la puerta de tu voluntad para que le abrieras, quería venir a ti; y nunca hubiese entrado si no le hubieses abierto diciendo: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra(Le 1,38)...

         Oh María, dulcísimo amor mío! En ti está escrito el Verbo, del que recibimos la doctrina de la vida. Tú eres la tabula que nos ofrece esa doctrina. Veo que, tan pronto como fue escrito en ti, el Verbo no estuvo sin la cruz del santo deseo, sino que, ya en el momento de su concepción en ti, le fue infundido y añadido el deseo de morir para traer al hombre la salvación, por la cual se encarnó (...).

         Oh María, bendita seas entre todas las mujeres: hoy nos has dado de tu harina. Hoy la deidad se ha unido y amasado con nuestra humanidad tan fuertemente, que jamás se podrá separar esta unión, ni por la muerte ni por nuestra ingratitud (Catalina de Siena, Preghiere ed elevazioni, Roma 1920, 116-124).