Miércoles de la IV semana de cuaresma
El Hijo da vida a los que quiere.
La Cuaresma: Escuchar al Hijo y creer en el Padre es obtener la luz y la vida.
El Señor es clemente y misericordioso.
Calendario de Cuaresma 29 de 40. 2025.
Miércoles de la IV semana de cuaresma
El Hijo da vida a los que quiere.
La Cuaresma: Escuchar al Hijo y creer en el Padre es obtener la luz y la vida.
El Señor es clemente y misericordioso.
Calendario de Cuaresma 29 de 40. 2025.
Martes de la IV semana de cuaresma
Al momento aquel hombre quedó sano
La Cuaresma: Recordar el agua vivificante y sanadora.
El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Calendario de Cuaresma 28 de 40. 2025.
Lunes de la IV semana de cuaresma
Ya no se oirá ni llanto ni gemido.
La Cuaresma: Acoger la vida.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Calendario de Cuaresma 27 de 40. 2025.
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Dirijamos nuestro corazón y nuestros deseos a Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros. Todas las lecturas hablan de retorno. Se trata de una palabra importante para un cristiano, estrechamente unida a otra: conversión. Todo retorno, para ser auténtico, exige una purificación, un cambio, la renovación del corazón.
En la parábola del hijo pródigo se describe el viaje de cada uno de nosotros desde la lejanía, cansados por el pecado, a la semejanza creada por el amor. Este regreso se realiza recorriendo el camino que el mismo Padre ha abierto a los hombres, Jesús, el mediador, el sacerdote eterno. Jesús se revela como "el hombre para los demás": es camino para todos y todos pueden caminar por él. Por este camino que es el mismo Cristo va el hijo pródigo después de decidir "levantarse". El pecado, de hecho, envilece, humilla, quita dignidad. En este hijo está representado el género humano; en él estamos todos.
Quizás no nos alejamos físicamente, sino sólo en nuestro interior: en esto nos parecemos más al hijo mayor. Quizás hemos ido tan lejos que ya ni siquiera sabemos dónde estamos: hemos perdido el sentido de la orientación cuando en nuestro entorno nada nos recuerda algo familiar, cuando nos pesa la soledad; entonces se siente el más sincero deseo, que brota desde lo más hondo del corazón; es la voz del Padre, que nunca nos ha abandonado. Es la hora de decidir. Uniéndonos a Cristo, también nosotros, pecadores perdonados, deberemos ser unos con otros el cordero que se inmola. Y, al mismo tiempo, deberemos evitar protestar como el hijo mayor, pues no es ésta la actitud propia de un cristiano. Si sentimos que la protesta brota en nuestro interior, invoquemos inmediatamente la ayuda del Señor, porque, de lo contrario, nos alejaremos de la casa de la comunión. Quien está unido a Cristo se convierte en salvación para los demás y participa en la fiesta no como espectador, sino ofreciéndola personalmente, con alegría.
Viernes de la III semana de cuaresma abstinencia
No llamaremos ya “nuestro Dios” a la obra de nuestras manos.
La Cuaresma: Amar a Dios sobre todas las cosas.
Yo soy el Señor, Dios tuyo; escucha mi voz.
Calendario de Adviento. Día 24 de 40. 2025.
Jueves de la III semana de cuaresma
El que no está conmigo está contra mí.
La Cuaresma: Vigilar para no cerrarse a la salvación.
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Calendario de Adviento. Día 23 de 40. 2025.
Miércoles de la III semana de cuaresma.
Observad los mandatos y cumplidlos.
La Cuaresma: Recordar la ley de Dios y observarla.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Calendario de Adviento. Día 22 de 40. 2025.
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Siempre hay un lugar y una hora exacta en la que el Señor quiere encontrarse con nosotros. Es el momento que marca el comienzo de la conversión o del rechazo radical. Esa conversión es un camino que exige constancia y una decisión siempre renovada de proseguir el viaje a pesar de todo. Si en la antigua alianza el pueblo caminaba bajo la guía de Moisés, para nosotros el camino a seguir es el mismo Hijo de Dios, Jesucristo. Él es quien nos saca de la esclavitud del pecado, quien nos saca de nosotros mismos.
El sentido de la vida eclesial es ayudarse fraternalmente a caminar por las sendas de la conversión, o sea, ayudarse a buscar y seguir a Jesús. Hay que desear ardientemente que ninguno se extravíe, que ninguno se retrase o se aleje. A esto precisamente nos invita el Evangelio de hoy, que concluye con la parábola de la higuera estéril. El labrador que ruega que no la corten todavía es Jesús. Como intercesor nuestro, dirá hasta el final de los tiempos: "Espera un poco, un poco todavía, que la cuidaré más". Todos los cuidados que Jesús nos prodiga con su Palabra, con los sacramentos, con sus intervenciones providenciales -y lo son también los acontecimientos dolorosos-, son ofertas de conversión. Dejémosle, pues, que nos cultive. La Palabra sagrada es como un arado, y también como una semilla sembrada para que pueda producir fruto.
III DOMINGO DE CUARESMA
Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro.
El Señor es compasivo y misericordioso.
Calendario de Adviento. Día 19 de 40. 2025.
«San José, maestro de la vida interior,
enséñame a orar, a sufrir y a callar»
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Al sur de Nazaret se encuentra una caverna llamada Cafisa. Es un lugar escarpado; para llegar a él, casi hay que trepar. Una mañana, antes de la salida del sol, fui allí. No me di cuenta del paisaje, muy bello, ni de las fieras, ni del canto de mil pájaros...
Estaba yo fuertemente abatido; sin embargo, experimentaba en el fondo del corazón que habría de saber algo de parte del Señor.
Entré en la gruta; había un gran vano formado por rocas negras con diferentes ángulos y corredores. Había muchas palomas y murciélagos, pero no hice ningún caso. Solo en aquel recinto severo no exento de majestad, me senté sobre una esterilla que llevaba conmigo. Puse, como Elías, mi cara entre las rodillas y oré intensamente. Tal vez por la fatiga o la tristeza, en cierto momento me adormecí. No sé cuánto tiempo estuve en oración y cuánto tiempo adormecido. Pero allí, en aquella gruta que nunca podré olvidar, durante aquellos momentos de silencio, me pareció ver un ángel del Señor, maravilloso, envuelto en luz y sonriente.
«José, hijo de David -me dijo-, no tengas miedo de acoger a María, tu esposa, y quedarte con ella. Lo que ha sucedido en ella es realmente obra del Espíritu Santo: tú lo sabes. Y debes imponer al niño el nombre de Jesús. Tu tarea, José, es ser el padre legal ante los hombres, el padre davídico que da testimonio de su estirpe... Y has de saber, José, que también tú has encontrado gracia a los ojos del Señor... Dios está contigo». El ángel desapareció. La gruta siguió como siempre, pero todo me parecía diferente, más luminoso, más bello.
«Gracias, Dios mío. Gracias infinitas por esta liberación. Gracias por tu bondad con tu siervo. Has vuelto a darme la paz, la alegría, la vida. Así pues, Jesús, María y yo estaremos siempre unidos, fundidos en un solo y gran amor..., en un solo corazón».
La tempestad había desaparecido, había vuelto el sol, la paz, la esperanza... Todo había cambiado. J. M. Vernet, Tu, Giuseppe. Tú, José, Ediciones STJ. Fuente: santaclaradeestella.es