San Blas. 3 de febrero

Tradiciones, refranes, devociones: 
Hiela las Candelas, 30 días con ellas; hiela San Blas, 30 más.
Por San Blas ajete, mete uno y sacarás siete
Por San Blas, higuera plantarás e higos comerás
Por San Blas la cigüeña verás, si la vieres año de bienes, si no la vieres año de nieves.
Por San Blas, la cigüeña verás, si no la ves mal año es.
San Blas cura de la garganta, al mozo que come y que no canta.

En algunas iglesias se realiza la «bendición de las gargantas», al finalizar la misa de san Blas, se colocan, cruzadas, dos candelas -que pueden haber sido bendecidas el día anterior o con una bendición propia para el día 3- sobre la garganta y se reza: «Por la intercesión de S. Blas, obispo y mártir, te libre de todo mal de la garganta y de cualquier otro mal. Amén». Antiguamente esta bendición se realizaba aplicando sobre la garganta una reliquia del santo, por lo que no podía realizarse en cualquier iglesia.
Cuando un chico se atraganta hay que hacerle levantar los brazos, y darle palmadas en la espalda diciendo «san Blas, san Blas».
Vida: Blas nació rico, de padres nobles; fue educado cristianamente y se le consagró obispo cuando todavía era bastante joven. Al comenzar la persecución, por inspiración divina, se retiró a una cueva en las montañas, frecuentada únicamente por las fieras. San Blas recibía con afecto a sus salvajes visitantes y cuando estaban enfermos o heridos, los atendía y los curaba. Se dice que los animales acudían en manadas para que los bendijera. Cierta vez unos cazadores que buscaban atrapar fieras para el anfiteatro, encontraron al santo rodeado por ellas. Repuestos de su asombro, los cazadores intentaron capturar a las bestias, pero san Blas las espantó y entonces le capturaron a él. Al saber que era cristiano, lo llevaron preso ante el gobernador Agrícola. Se dice que cuando le conducían a la ciudad, encontraron a una mujer que gemía desesperada, porque un lobo acababa de llevarse a uno de sus lechones; entonces san Blas llamó con voz recia a la fiera y el lobo apareció a poco, con el lechón en el hocico, y lo dejó intacto a los pies de la maravillada mujer. Pero aquel prodigio no conmovió a los cazadores, que continuaron su camino arrastrando al preso consigo. En cuanto el gobernador se enteró de que el reo era un obispo cristiano, mandó que lo azotaran y después lo encerraran en un calabozo, privado de alimentos. San Blas soportó con paciencia el castigo y tuvo el consuelo de que la mujer, dueña del lechón que había salvado, se presentara en la oscura celda para ayudarle, llevándole provisiones y velas para alumbrarse. Pocos días más tarde, fue torturado para que renegara de su fe; sus carnes fueron desgarradas con garfios y, como el santo se mantuviera firme, se dio orden de que fuera decapitado.
Así murió san Blas en Capadocia y, años más tarde, sus supuestas reliquias se trasladaron al Occidente, donde se extendió su culto enormemente en razón de las curaciones milagrosas que, al parecer, se realizaban por su intercesión. Se le venera como el santo patrono de los cardadores de lana y los animales salvajes y, en virtud de varias célebres curas que hizo en vida a enfermos de la garganta, es el abogado para esta clase de males; una de las variantes de la leyenda recuerda especialmente que el santo, camino del suplicio, curo el mal de un niño que se había atragantado con una espina. En Alemania se le honra, además como uno de los catorce «heilige Nothelfer» (santos auxiliadores en las necesidades). En algunas partes, el día de la fiesta de san Blas, se administra una bendición especial a los enfermos, colocando dos velas (al parecer en memoria de las que llevaron al santo en su calabozo) en posición de una cruz de san Andrés, en el cuello o sobre la cabeza del suplicante, pronunciándose estas palabras: «Per intercessionem Sancti Blasi Liberet te Deus a malo gutturis et a quovis alio malo» (por intercesión de san Blas te libere Dios de todo mal de la garganta y de todo otro mal). También leemos sobre el «agua de san Blas», que se bendice en su día y que generalmente se da a beber al ganado que está enfermo. Fuente 
Imágenes de la Fiesta en San Pelayo de Oviedo
(sanpelayomonasterio.org/)


En el siglo XIX, nuestro monasterio recibió una reliquia de san Blas.
Procedía de la Comunidad de monjas benedictinas de Santa María de la Vega, también en Oviedo, que fue expulsada de su monasterio y recibida en nuestra casa. Con ellas trajeron la reliquia y la devoción al santo. Hemos recuperado la tradición de las rosquillas de San Blas, extendida por muchos lugares. También hoy el santo obispo mártir, convoca muchas personas que acuden a nuestro monasterio a venerar su reliquia pidiendo su intercesión para las enfermedades de garganta.