Información IMPORTANTE para el Curso de preparación al Matrimonio
católico, con fecha del 20 al 24 de septiembre de 2021:
El Curso será PRESENCIAL, en el Salón de Actos de la parroquia del
Corazón de María (Plza. De América, 12) en horario de 20 a 21
horas.
FICHA DE INSCRIPCIÓN. Antes del inicio del Curso, les rogamos que nos envíen cumplimentada laficha de inscripción del archivo adjunto, que solicitarán a la
siguiente dirección de correo: codemaro@telecable.es
A su vez, a la mayor brevedad posible, le rogamos que respondan al
siguiente formulario anónimo para ayudarnos al Equipo en el desarrollo
de los temas: https://forms.gle/JhFjn8TTusjAKfAx9
Una vez finalizado el cursillo, le rogamos que respondan al formulario de evaluación del Curso en
el siguiente enlace:https://forms.gle/XABSaYoLvtUhgCff6
El viernes 24 de septiembre se les hará entrega del certificado de
asistencia. También lo podrán recoger en esta parroquia en horario de mañana
(10:30 a 12:30h.) o de tarde (17:30 a 19:30h.)
MUY IMPORTANTE: Para cualquier problema de asistencia, les rogamos se pongan en
contacto con nosotros (codemaro@telecable.es) para buscarles una
opción personalizada.
En días previos les enviaremos un folleto
complementario del Curso. Las
propuestas de trabajo son obligatorias para quien no pueda asistir cualquiera
de los días, por motivos justificados por este Equipo. ¡Gracias
Para cualquier aclaración, estamos a su
disposición. Ponemos en manos de la Virgen del Corazón de María su vida de
pareja y el buen desarrollo del Curso.
Muchas gracias por su comprensión y colaboración.
Equipo Arciprestal de Preparación al Matrimonio Católico. ARCIPRESTAZGO DE OVIEDO – CENTRO. PARROQUIA CORAZÓN DE MARÍA.
¿Qué
es la Eucaristía? ¿Qué se entiende que sucede cuando nos reunimos para
celebrar el ritual que Jesús nos entregó en la Última Cena y nos pidió
que lo perpetuáramos hasta su retorno? ¿Se trata de una comida familiar o
de una actualización de la muerte sacrificial de Jesús? ¿Debe
asemejarse a la antigua misa en latín o al estilo de la mayoría de las
iglesias actuales?
No hay respuestas fáciles a estas preguntas porque no hay una sola
teología (con exclusión de todas las demás) de la Eucaristía, ni
siquiera en el Nuevo Testamento. Más bien, hay diferentes teologías de
la Eucaristía, complementarias sin duda, pero cada una de ellas enfatiza
diferentes aspectos de una realidad que es demasiado rica para ser
captada en un solo concepto. ¿Qué es la Eucaristía?
En esencia, la Eucaristía es una realidad con estas dimensiones entrelazadas.
La Eucaristía es una plegaria por el mundo, haciendo de la carne de
Cristo un alimento para la vida del mundo. Es una plegaria para pedir la
ayuda de Dios para el mundo entero. Al igual que un "silencio
cuáquero", lleva a Dios la impotencia del mundo y le pide que haga por
él lo que él no puede hacer por sí mismo: traer la paz y la justicia.
La Eucaristía es un sacramento de reconciliación y perdón. Vamos a la Eucaristía para que nos sean perdonados nuestros pecados, para estar como pecadores en torno a la mesa con Jesús.
La Eucaristía es un mutuo lavado de pies. El Evangelio
de Juan no menciona el pan y el vino en la Última Cena; en vez de eso,
donde los otros evangelistas y San Pablo destacan a Jesús convirtiendo
el pan y el vino en su cuerpo y su sangre, Juan sustituye una jofaina y
una toalla por el pan y el vino. ¿Por qué? Entre otras razones, para
enseñar que este tipo de acción humilde entre unos y otros, lavarse los
pies, es uno de los más importantes significados de la Eucaristía.
La Eucaristía es un acto de espera vigilante. Jesús nos
dijo que celebráramos la Eucaristía para esperar su retorno. Celebramos
la Eucaristía como una espera vigilante. Como dice Gerhard Lohfink "Las
primeras comunidades apostólicas no pueden ser entendidas fuera de la
matriz de la intensa expectación. Eran comunidades que esperaban el
inminente retorno de Cristo. Se reunían en Eucaristía, entre otras
razones, para fomentar y sustentar esta conciencia, es decir, que vivían
en expectación, esperando el retorno de Cristo". En la Eucaristía, nos
reunimos unos con otros en espera vigilante para permanecer conscientes
del retorno de Jesús.
La Eucaristía es el nuevo maná. Así como Dios
alimentaba cada día a su pueblo en el desierto con el maná, ahora,
diariamente, Dios alimenta a su pueblo con el pan del cielo. (Este
motivo es particularmente fuerte en el Evangelio de Juan).
La Eucaristía es un sacrificio. Es actualizar el
memorial (Zikkaron) del acontecimiento salvífico de la muerte de Jesús.
En resumen, es la cena de la Pascua cristiana. La plegaria eucarística
no sólo pide a Dios que convierta el pan y el vino en el cuerpo y la
sangre de Cristo, pide también a Dios que nos haga disponible el
acontecimiento salvador de la muerte de Jesús para que hoy podamos
participar en él .
La Eucaristía es una intensificación de nuestra unión con los demás en el Cuerpo de Cristo.
Como discípulos de Jesús que somos, también constituimos el Cuerpo de
Cristo. En una Eucaristía, no sólo el pan y el vino están destinados a
convertirse en el cuerpo y la sangre de Cristo; también nosotros, el
pueblo. Por eso San Agustín, cuando daba la comunión, decía a veces:
"Recibe lo que eres".
La Eucaristía es una comida que compartimos juntos. La
Última Cena fue muchas cosas, pero fue también una comida, un momento
de comunión humana, una celebración en torno a la mesa. Así también, la
Eucaristía es muchas cosas, pero es también una mesa en torno a la cual
se reúne una familia, donde se puede compartir la alegría y donde
ciertamente se supera el dolor.
La Eucaristía es el abrazo físico que recibimos de Dios.
Sin la Eucaristía, como asegura André Dubus, Dios viene a ser un
monólogo. La Eucaristía es donde Dios nos toca físicamente. Es el lugar
donde Dios sigue tomando carne física.
Finalmente, la Eucaristía es el supremo ritual religioso a través del cual nos mantenemos en la fe, el discipulado y la comunidad.
Nos reunimos en Eucaristía con el fin de mantenernos vivos. Una reunión
eucarística es análoga a una reunión de Alcohólicos Anónimos. Nos
reunimos porque sin esta regular reunión ritual, nuestra fe, discipulado
y comunidad acabarían por desmoronarse. En palabras de Ronald Knox, la
Eucaristía es nuestro único gran acto de fidelidad a Jesús. A decir
verdad, de hecho, no siempre somos fieles a los Evangelios: no amamos a
nuestros enemigos y no ofrecemos la otra mejilla, pero somos fieles de
una manera notable: mantenemos la Eucaristía; y ese solo acto nos va a
salvar. Ron Rolheiser (Traducción Benjamín Elcano, cmf) -
Leyendo
recientemente las Cartas de Dorothy Day, me topé con esta frase, "sin
duda necesitamos un Savonarola así como un San Francisco". Ella hablaba
de lo que la espiritualidad necesita para ser sana y equilibrada. Eso
desencadenó algo dentro de mí, algo que nunca he podido resolver.
Siempre me he sentido cómodo, quizás demasiado, tanto en los círculos de
piadosos como en los de iconoclasia. Me atrae la calidez del Sagrado
Corazón, aunque me estimule Nietzsche, y veo que el crudo sentido del
humor de Merton surge de un lugar único dentro de él al igual que su fe,
uno apoyándose en el otro.
Uno de mis escritores espirituales favoritos es el monje y ermitaño
italiano Carlo Carretto. Cuando lees un libro de Carretto, nunca estás
seguro de lo que te vas a encontrar a continuación en términos de piedad
o de su (aparente) opuesto. En una página, puede ofrecer un juguete
hecho a mano a la Santísima Virgen María para que se lo dé al niño Jesús
y una o dos páginas más tarde ofrecerá una crítica mordaz al
clericalismo o pedirá al Papa que cierre los seminarios actuales porque
cree que los que se preparan para el sacerdocio deberían vivir con
familias corrientes. Muchos conocemos su "Oda a la Iglesia", en la que
se manifiesta tanto su piedad como su iconoclasia.
Cuánto debo criticarte, mi Iglesia, y, sin embargo, ¡cuánto te amo!
Cuánto me habéis hecho sufrir y, sin embargo, os debo mucho.
Quisiera verte destruido y sin embargo necesito tu presencia.
Me has dado mucho escándalo y, sin embargo, sólo tú me has hecho comprender la santidad.
Nunca en este mundo he visto nada más oscurantista, más comprometido,
más falso y, sin embargo, nunca en este mundo he tocado algo más puro,
más generoso y más hermoso.
Muchas veces he tenido ganas de cerrarte la puerta del alma en la cara, y
sin embargo, ¡cuántas veces he rezado para poder morir en tus seguros
brazos!
No hay muchos escritores espirituales que tengan este alcance en su
teclado. Como dijo una vez Ernst Kasemann, el problema en la iglesia y
en el mundo es que los piadosos no son liberales y los liberales no son
piadosos. Carretto era ambas cosas. Podía amar a la Iglesia,
intensamente, piadosamente, con una devoción casi infantil, incluso
cuando dentro de esa misma devoción podía reconocer críticamente y
hablar en contra de sus defectos. Esa es una capacidad rara, que se ve
en algunos santos.
Dorothy Day, al igual que Carretto, era una mujer excepcionalmente
piadosa, una defensora unánime de la castidad en los círculos en los que
se movía, y una mujer que creía que la reverencia era una virtud moral
no negociable. Sin embargo, al igual que Carretto, podía criticar con
dureza la piedad cuando ésta era ciega ante la injusticia, el racismo,
la violencia y la guerra. No es de extrañar que su santa favorita fuera
Teresa de Lisieux, una monja piadosa escondida en un oscuro convento de
Francia, que escribía tratados místicos sobre lo mucho que nos ama
Jesús.
Además, esa santa patrona, Teresa, era ella misma un maravilloso ejemplo
de una piedad que puede parecer sacarina y, sin embargo, tener una
desarmante capacidad de perspicacia crítica. Teresa de Lisieux es la
misma persona que, mientras se presenta en sus escritos como una niña
pequeña, alguien sin importancia, la Pequeña Flor, puede girar
radicalmente y convertirse de repente en la sabia y anciana Sofía, dando
duros consejos espirituales: "Ten cuidado de no buscarte a ti misma en
el amor, pues así acabarás con el corazón roto". Me pareció más valioso
hablar con Dios que hablar de Él, porque hay mucho amor propio
entremezclado con las conversaciones espirituales. No hay milagros, ni
raptos, ni éxtasis, sólo servicio". Teresa tenía un teclado que podía
tocar melodías muy diversas.
El difunto biblista irlandés Jerome Murphy-O'Connor solía decir (en
parte, en tono de broma) que la coherencia es el producto de las mentes
pequeñas. Lo que destacaba, por supuesto, era que las grandes mentes no
son simples, que conocen la importancia de los matices, que no trabajan
en términos de blanco y negro, que pueden mantener las cosas en tensión
sin resolverlas prematuramente, y que pueden sorprenderte por igual en
su capacidad de reverencia y de iconoclasia.
Jesús se ajusta a esa descripción. Escandalizó a sus contemporáneos y
sigue escandalizándonos con lo que parecen incoherencias, pero que en
realidad son la capacidad de una gran mente y un gran corazón para
mantener la verdad en la paradoja, en la tensión. No es de extrañar que
hoy haya tantas denominaciones cristianas. Nosotros, sus seguidores, no
podemos mantener toda la verdad unida como lo hizo él y por eso vivimos
trozos de ella en lugar de todo el Evangelio. Lo mismo podría decirse de
otras grandes figuras de la historia, como San Agustín, a quien se cita
alternativamente como raíz tanto de la ortodoxia como de la herejía en
teología.
Hay, en efecto, contradicciones reales y auténticas incoherencias; pero
también está la paradoja que se observa en las grandes mentes, mentes
que saben exactamente cuándo honrar un icono y cuándo destrozarlo. Ron Rolheiser -
Pulsa sobre el enlace para escucharla
Dios te salve María Sagrada,
María Señora de nuestro camino.
Llena eres de gracia, llamada entre todas
para ser la Madre de Dios.
El Señor es contigo y tu eres la sierva
dispuesta a cumplir su misión.
Y bendita tú eres, dichosa te llaman
a ti, la escogida de Dios.
Y bendito es el fruto que crece en tu vientre
el Mesías del Pueblo de Dios
al que tanto esperamos que nazca
y que sea nuestro Rey.
María, he mirado hacia el cielo
pensando entre nubes tu rostro encontrar
y al fin te encontré en un establo
entregando la vida a Jesús Salvador.
María he querido sentirte
entre tantos milagros que cuentan de ti
y al fin te encontré en mi camino
en la misma vereda que yo.
Tenías tu cuerpo cansado
un niño en los brazos durmiendo en tu paz.
María, mujer que regalas la vida sin fin.
Tú eres Santa María, eres nuestra Señora
porque haces tan nuestro al Señor.
Eres Madre de Dios, eres mi tierna madre
y madre de la humanidad.
Te pedimos que ruegues por todos nosotros
heridos de tanto pecar
desde hoy y hasta el día final
de este peregrinar.
María, he buscado tu imagen serena
vestida entre mantos de luz,
y al fin te encontré dolorosa
llorando de pena a los pies de una cruz.
María he querido sentirte
entre tantos milagros que cuentan de ti
y al fin te encontré en mi camino
en la misma vereda que yo.
Tenías tu cuerpo cansado
un niño en los brazos durmiendo en tu paz.
María, mujer que regalas la vida sin fin.
Dios te salve, María Sagrada,
María, Señora de nuestro camino.
¿Quién tiene la simpatía de Dios? ¿Por quién debemos rezar especialmente? ¿Para quién debemos pedir la bendición de Dios?
Estamos en medio de los Juegos Olímpicos. Lo que vemos allí son los cuerpos más sanos del mundo, bellamente adornados con coloridas lycras y sonrisas juveniles. Los Juegos Olímpicos son una celebración de la salud. Independientemente de lo que pueda rodear o subyacer a estos juegos (comercialismo, ambición, drogas ilegales, lo que sea) nuestra primera reacción ante ellos puede ser sólo de bendición: "¡Guau! ¡Hermoso! Esto dice algo maravilloso sobre la vida y sobre Dios".
Además, lo que vemos allí no son sólo los atletas. Están rodeados de espectaculares recintos de mil millones de dólares, un país anfitrión que exhibe lo mejor de sí mismo, cadenas de televisión que envían una colorida cobertura a todo el mundo y, por todas partes, el despliegue cuidadosamente calculado de la juventud, la salud, la belleza y la opulencia, como si fueran sólo éstas las que hicieran girar el mundo.
Lamentablemente, la salud, la belleza y la riqueza no nacen igual, ni se distribuyen igual, ni se comparten igual. Si cambiamos uno o dos canales de la televisión, veremos todo lo contrario: canales de noticias repletos de imágenes de sufrimiento, pobreza, injusticia, hambre, devastación, millones de personas huyendo de la violencia, millones viviendo en la miseria y millones viviendo con poca esperanza en nuestras fronteras. Y eso es sólo lo que vemos abiertamente en las noticias. Lo que no vemos son los millones de enfermos, los millones de desempleados, los millones de víctimas de la violencia y los abusos, los millones con problemas físicos y mentales de todo tipo, y los millones con enfermedades terminales que se enfrentan a una muerte inminente. ¿Qué dicen estas vidas y estos cuerpos comparados con las vidas y los cuerpos de nuestros atletas olímpicos? Una buena pregunta.
¿Cómo evaluar este contraste aparentemente amargo entre lo que vemos en los Juegos Olímpicos y lo que vemos en las noticias mundiales? ¿Dónde nos deja esto en términos de nuestra oración y simpatía? ¿Acaso el sufrimiento de los pobres empequeñece tanto espiritualmente la salud de los ricos que nuestros corazones y oraciones deben abarcar sólo a los pobres? Si es así, ¿no arrojaría esto una luz negativa sobre los maravillosos dones de la salud y la plenitud?
Podemos aprender algo aquí de las oraciones del ofertorio en una Eucaristía. En una Eucaristía, el sacerdote ofrece a Dios dos elementos que representan el pan, el vino y a nosotros, pidiendo a Dios que los bendiga a todos por igual. Representan dos aspectos muy diferentes de nuestro mundo y de nuestra vida. Citando a Pierre Teilhard de Chardin: "En cierto sentido, la verdadera sustancia que se consagra cada día es el desarrollo del mundo durante ese día: el pan simboliza adecuadamente lo que la creación consigue producir, el vino (la sangre) lo que la creación hace perder con el cansancio y el sufrimiento en el curso de ese esfuerzo".
En esencia, la oración del ofertorio pide una doble bendición, Dios de toda la creación, te ofrecemos hoy todo lo que hay en este mundo, tanto de alegría como de sufrimiento. Te ofrecemos el pan de los logros del mundo, al igual que te ofrecemos el vino de su fracaso, la sangre de todo lo que se aplasta cuando esos logros tienen lugar. Te ofrecemos a los poderosos de nuestro mundo, a nuestros ricos, a nuestros famosos, a nuestros deportistas, a nuestros artistas, a nuestras estrellas de cine, a nuestros empresarios, a nuestros jóvenes, a nuestros sanos y a todo lo que es creativo y está lleno de vida, aunque te ofrezcamos a los débiles, a los ancianos, a los aplastados, a los enfermos, a los moribundos y a las víctimas. Te ofrecemos todas las bellezas paganas, los placeres y las alegrías de esta vida, incluso cuando estamos contigo bajo la cruz, afirmando que el que está excluido del placer terrenal es la piedra angular de la comunidad. Te ofrecemos a los fuertes, junto con los débiles, pidiéndote que bendigas a ambos y que agrades nuestros corazones para que, como tú, puedan sostener y bendecir todo lo que es. Te ofrecemos tanto las maravillas como los dolores de este mundo, tu mundo".
Dios tiene un amor preferencial por los pobres, los que sufren, los enfermos y los débiles, y así debemos hacerlo nosotros. Nuestra fe nos asegura que los pobres entran en el Reino más fácilmente que los ricos y los fuertes. Sin embargo, si bien esto es cierto, no implica que de alguna manera sea malo ser acaudalado, sano y fuerte. Esto conlleva peligros, sin duda. Ser joven, sano, fuerte, físicamente atractivo y con talento es a menudo (aunque no siempre) una fórmula para un engreimiento que ve su propia vida como más especial que la de los demás. Pocas personas llevan bien los dones extraordinarios.
Sin embargo, a pesar de ello, debemos afirmar que Dios se alegra, positivamente, con orgullo y con satisfacción, de la vitalidad, de los lugares donde la vida es floreciente, sana, joven, con talento y físicamente atractiva. Dios sonríe a nuestros atletas olímpicos. El amor preferencial de Dios por los pobres no niega el amor de Dios por los fuertes. Como un buen padre, Dios se enorgullece de sus hijos superdotados, aunque tiene un afecto especial por el hijo que sufre.
En cada Eucaristía, bendecimos a ambos, a nuestros atletas olímpicos y a nuestros refugiados en nuestras fronteras. Ron Rolheiser -
Escribí
mi tesis doctoral sobre el valor de varios argumentos filosóficos que
intentan demostrar la existencia de Dios. ¿Puede existir tal prueba?
Filósofos brillantes, desde Anselmo, pasando por Aquino, por Descartes,
hasta intelectuales contemporáneos como Charles Hartshorne, sostienen
que la existencia de Dios puede ser probada a través de argumentos
racionales. Pero mucho depende de lo que queramos decir exactamente con
la palabra "demostrar". ¿Cómo se demuestra algo?
Hay una leyenda sobre San Cristóbal que es pertinente aquí: Cristóbal
era un hombre bien dotado en todos los sentidos, excepto en la fe. Era
físicamente fuerte, poderoso, de buen corazón, apacible y muy querido.
También era generoso y utilizaba su fuerza física para ayudar a los
demás, pero le costaba creer en Dios, aunque lo deseaba. Para él, lo
físico era lo real y todo lo demás parecía irreal. Y así, como dice la
leyenda, vivió su vida en un cierto agnosticismo honesto, incapaz de
creer realmente en nada más allá de lo que podía ver, sentir y tocar
físicamente.
Sin embargo, esto no le impidió utilizar sus dones, especialmente su
fuerza física, para servir a los demás. Este fue su refugio, la
generosidad y el servicio. Se convirtió en un operador de transbordador,
pasando su vida ayudando a llevar a la gente a través de un río
peligroso. Una noche, según cuenta la leyenda, durante una tormenta, el
transbordador volcó y Cristóbal se zambulló en las oscuras aguas para
rescatar a un niño pequeño. Al llevarlo a la orilla, miró su rostro y
vio el de Cristo. Después de eso, creyó que había visto el rostro de
Cristo.
A pesar de su piedad, esta leyenda contiene una profunda lección. Cambia
la perspectiva sobre la cuestión de cómo se intenta "probar" la
existencia de Dios. Nuestro intento de probar la existencia de Dios
tiene que ser práctico, existencial y encarnado, más que intelectual.
¿Cómo pasamos de creer sólo en lo físico, de creer sólo en la realidad
de lo que podemos ver, sentir, tocar, saborear y oler, a creer en la
existencia de realidades más profundas y espirituales?
Hay una lección en la historia de Cristobal: Vive tan honesta y
respetuosamente como puedas y utiliza tus dones para ayudar a los demás.
Dios aparecerá. Dios no se encuentra en la conclusión de un silogismo
filosófico, sino como resultado de una determinada manera de vivir.
Además, la fe no es tanto una cuestión de sentimiento como de servicio
desinteresado.
Hay otra lección en el relato bíblico del apóstol Tomás y su duda sobre
la resurrección de Jesús. Recordemos su protesta: "Si no puedo poner
(físicamente) mi dedo en las heridas de sus manos y meter mi dedo en la
herida de su costado, no creeré". Obsérvese que Jesús no ofrece ninguna
resistencia ni reprimenda ante el escepticismo de Tomás. Por el
contrario, le toma la palabra a Tomás: "Ven y mete (físicamente) tu dedo
en las heridas de mi mano y en la herida de mi costado; comprueba por
ti mismo que soy real y no un fantasma".
Ese es un reto dirigido a todos nosotros: "¡Venid a ver por vosotros
mismos que Dios es real y no un fantasma!". Ese reto, sin embargo, no es
tanto intelectual como moral, un reto a ser honestos y generosos.
El escepticismo y el agnosticismo, incluso el ateísmo, no son un
problema siempre que uno sea honesto, no racionalice, no se mienta, esté
dispuesto a reconocer la realidad tal y como se presenta, y sea
generoso al entregar su vida en servicio. Si se cumplen estas
condiciones, Dios, el autor y la fuente de toda la realidad, acaba
siendo suficientemente real, incluso para aquellos que necesitan pruebas
físicas. Las historias de Cristóbal y Tomás nos enseñan esto y nos
aseguran que Dios no se enfada ni se siente amenazado por un
agnosticismo honesto.
La fe nunca es una certeza. Tampoco es un sentimiento seguro de que Dios
existe. A la inversa, la incredulidad no debe confundirse con la
ausencia de la seguridad sentida de que Dios existe. Para todos, habrá
noches oscuras del alma, silencios de Dios, frías temporadas de soledad,
tiempos escépticos en los que la realidad de Dios no puede ser
conscientemente captada o reconocida. La historia de la fe, como lo
atestiguan la vida de Jesús y la de los santos, nos muestra que Dios a
menudo parece muerto y, en esos momentos, la realidad del mundo empírico
puede dominarnos de tal manera que nada parece real, excepto lo que
podemos ver y sentir en este momento, sin olvidar nuestro propio dolor.
Cuando esto ocurre, al igual que Christopher y Thomas, debemos
convertirnos en agnósticos honestos que utilicen nuestra bondad y las
fuerzas que Dios nos ha dado para ayudar a otros a cruzar los pesados
ríos de la vida. Dios no nos pide una fe segura, sino un servicio
generoso y sostenido. Tenemos la seguridad de que si ayudamos fielmente a
los demás, un día nos encontraremos ante la realidad de Dios, que nos
dirá suavemente "Comprueba por ti mismo que soy real y no un fantasma".
¿Podemos demostrar que Dios existe? En teoría, no; en la vida, sí. Ron Rolheiser -
Algunas cosas necesitan ser dichas, y dichas, y dichas de nuevo, hasta que ya no necesiten ser dichas más. Eso
lo escribió Margaret Atwood. Lo cito aquí porque cada año escribo una
columna sobre el suicidio, y generalmente digo lo mismo cada vez, porque
ciertas cosas sobre el suicidio necesitan ser dichas repetidamente,
hasta que tengamos una mejor comprensión de él.
¿Qué se necesita decir una y otra vez?
1.- Primero, que el suicidio es una enfermedad, algo que, en la mayoría
de los casos, quita la vida a una persona contra su voluntad, el
equivalente emocional del cáncer, una hemorragia cerebral, un ataque de
corazón.
2.- Segundo, que nosotros, los seres queridos que quedamos, no
deberíamos perder excesivo tiempo ni energía cuestionando cómo podríamos
haberle fallado a esta persona, qué deberíamos haber notado e incluso
qué podríamos haber hecho para prevenir el suicidio. El suicidio es una
enfermedad; y, como con una enfermedad puramente física, podemos amar a
alguien y, aun así, no ser capaces de líbrarlo de la muerte. Dios
también amó a esta persona y compartió nuestra impotencia al intentar
ayudarle.
3.- Necesitamos una mejor comprensión de la salud mental. El hecho es
que no todos tienen los circuitos internos que les permitan la resistida
capacidad para la estabilidad y animación. La salud mental de uno es
paralela a su salud física, frágil y no totalmente bajo su control.
Además, justo como la diabetes, la artritis, el cáncer, la hemorragia
cerebral, los ataques de corazón, la esclerosis lateral amiotrófica y la
esclerosis múltiple, puede causar debilitación y muerte; así también,
las enfermedades mentales pueden infligir destrozos, causando también
toda clase de debilidad y, a veces, muerte por suicidio.
4.- El papel potencial que juega la bioquímica en el suicidio necesita
más exploración. Si algunas depresiones suicidas pueden ser tratadas
con drogas, entonces algunos suicidios son claramente causados por
deficiencias bioquímicas, como lo son otras muchas enfermedades que nos
matan.
5.- Casi invariablemente, la persona que muere por suicidio es un ser
humano muy sensible. El suicidio raramente es realizado arrogantemente,
como un acto de desprecio. Hay, desde luego, ejemplos de personas que
son demasiado orgullosas para aguantar la contingencia humana normal y
se eliminan por arrogancia, pero ese es un género de suicidio muy
diferente, no el que la mayoría de nosotros hemos visto en un ser
querido. Generalmente, nuestra experiencia con los seres queridos que
hemos perdido por suicidio fue que estas personas eran cualquier cosa
menos arrogantes. Más bien, estaban demasiado machacados como para
tocarlos y heridos de alguna manera profunda que no pudimos comprender
ni ayudar a sanar. Verdaderamente, con frecuencia, cuando ha pasado
bastante tiempo después de sus muertes, en retrospectiva, vemos alguna
razón de su herida, y su suicidio entonces ya no parece sorprendente.
Hay una clara distinción entre estar demasiado aplastado para continuar
viviendo la vida y ser demasiado orgulloso para continuar ocupando el
lugar de uno en ella. Sólo este hace una declaración moral, ultraja las
flores y desafía la misericordia de Dios.
6.- El suicidio es frecuentemente el desesperado ruego de un alma en pena. El alma puede hacer reclamaciones que van contra el cuerpo, y el suicidio es frecuentemente eso.
7.- Necesitamos perdonarnos a nosotros mismos si nos sentimos enojados
con nuestros seres queridos que acaban sus vidas de esta manera. No os
sintáis culpables de sentiros enojados; esa es una respuesta
comprensible y natural cuando un ser querido muere por suicidio.
8.- Necesitamos trabajar para rescatar la memoria de nuestros seres
queridos que mueren por suicidio. El modo de su muerte puede que no
venga a ser un prisma por el que ahora veamos sus vidas, como si este
modo de muerte cambiara de color todo sobre ellos. No descolguéis fotos
de ellos ni habléis de ellos y sus muertes en callados términos más que
si hubieran muerto de cáncer o de un ataque de corazón. Es duro perder a
seres queridos por suicidio, pero tampoco deberíamos perder la verdad y
el calor de su misterio y su memoria.
9.- Finalmente, no deberíamos inquietarnos por cómo Dios reciba a
nuestros seres queridos en el otro lado. El amor de Dios, a diferencia
del nuestro, puede atravesar puertas cerradas, descender a los infiernos
y exhalar la paz donde nosotros no podemos. La mayoría de la gente que
muere por suicidio se despierta al otro lado para encontrar a Cristo de
pie dentro de sus puertas cerradas, en el centro de su caos, diciendo
delicadamente: “La paz sea con vosotros”. La comprensión y compasión de
Dios superan infinitamente las nuestras. Nuestros seres queridos a
quienes hemos perdido están en unas manos más seguras que las nuestras.
Si nosotros, limitados como somos, ya podemos llegar a través de esta
tragedia con algo de comprensión y amor, podemos descansar seguros de
que, dada la anchura y profundidad del amor de Dios, el que muere por
suicidio encuentra, en el otro lado, una compasión que es más profunda
que la nuestra y una comprensión que sobrepasa la nuestra.
Juliana de Norwich dice: Al final, todo resultará bien, y todo resultará bien, y todo modo de ser resultará bien.
Yo lo estaré, aun después del suicidio. Dios puede -y lo hace-
atravesar las puertas cerradas y, una vez allí, exhala la paz en un
corazón torturado y confundido. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano) -