Su popularidad -supongo yo- procede del hecho de que, como símbolo, la ceniza es trivial, primaria, arquetípica y habla el lenguaje del alma.
Algo dentro de nosotros sabe exactamente por qué tomamos la ceniza. Ningún médico de cualquier clase necesita explicar esto. La ceniza es polvo, tierra, humus; la humanidad y la humildad proceden de ella. La ceniza ha sido siempre un símbolo fundamental en todas las religiones. Vestirse de ceniza, sentarse en ceniza es decir públicamente y a ti mismo que estás en actitud penitencial, que esto no es “tiempo ordinario” para ti. Empolvarse con ceniza significa que este no es un tiempo de celebración para ti, que algún trabajo importante se está realizando dentro de ti y que estás, metafórica y realmente, en el cenizal de un fuego muerto, esperando algo que te llene más en tu vida.
Todo esto tiene hondas raíces. Hay algo innato en el alma humana que entiende, entiende que, a menudo, uno debe descender, ser empolvado, perder el propio lustre y esperar que la ceniza realice su silenciosa labor. Todas las antiguas tradiciones, sean religiosas o míticas, abundan en historias de tener que sentarse en la ceniza. Por ejemplo, todos nosotros conocemos la historia de la Cenicienta. Este es un sabio cuento de siglos que habla del valor de la ceniza en la vida. El nombre mismo, Cenicienta, alude a esto. Literalmente, el nombre de Cenicienta significa “la joven que se sienta en el cenizal, en la ceniza”. Además, como el cuento deja claro, antes de calzarse la zapatilla de cristal, antes de ponerse el bonito vestido, antes de ir al baile, antes de danzar con el príncipe y antes de casarse con él, debe haber primero un periodo de sentarse en el cenizal, de ser humillada, de estar esperando pacientemente, mientras estás preparándote para un sublime gozo y consumación. En la historia de la Cenicienta podemos ver una espiritualidad de la Cuaresma.
Las tradiciones americanas nativas también han tenido siempre un importante lugar para la ceniza. En algunas comunidades indígenas, existía la idea de que ocasionalmente alguien debería pasar cierto tiempo en la ceniza. Nadie sabía por qué una persona específica era llamada en un momento particular a sentarse en la ceniza, pero todos sabían que esto era una cosa natural, que la ceniza realiza un importante trabajo en el alma y que al fin esa persona retornaría a su vida normal y sería mejor por haber pasado cierto tiempo en la ceniza.
Por ofrecer un ejemplo: Ciertas comunidades nativas solían vivir en lo que ellos llamaban longhouses. Una longhouse era el edificio comunal, en realidad, la casa para la comunidad entera. Una longhouse era larga, rectangular, con grandes lados inclinados, con el centro del techo abierto de modo que este pudiera funcionar como una chimenea natural. Los fuegos se mantenían encendidos, tanto para cocinar como para calentarse, a lo largo de todo el centro de la longhouse. La gente se reunía allí, junto al fuego, para cocinar, comer y socializar, pero dormía lejos del fuego, bajo los techos que se inclinaban hacia cada lado del centro abierto. Con frecuencia, un hombre o una mujer, por razones que no tenía que explicar, dejaba de unirse a la rutina normal. En vez de eso, enmudecía, se sentaba justo al lado del fuego en la ceniza, comía muy frugalmente, no socializaba, no salía afuera, no se lavaba ni se acostaba con los demás, sino simplemente se sentaba en el cenizal.
Hoy probablemente diagnosticaríamos esto como depresión clínica y proporcionaríamos rápidamente a esa persona ayuda profesional. Por parte de la gente no cundía el pánico. Veían esto como perfectamente normal, algo a lo que la mayoría era llamada a hacer en un momento u otro. Simplemente dejaban a la persona sentarse en la ceniza hasta que un día se levantaba, lavaba la ceniza y empezaba de nuevo a vivir una vida normal. La creencia era que la ceniza, con alguien sentado en ella durante ese periodo de silencio, había hecho algo importante, un trabajo invisible en el interior de la persona. Te sientas en la ceniza en espera de sanación.
La iglesia aprovecha estos profundos pozos de sabiduría cuando pone ceniza en nuestras frentes al comienzo de la Cuaresma. La Cuaresma es un tiempo para que cada uno de nosotros se siente en la ceniza, empleemos nuestro tiempo, como la Cenicienta, en trabajar y sentados entre la ceniza, doliéndonos de algunas cosas que hayamos hecho mal, absteniéndonos de la danza, olvidándonos de banquetes, rehusando hacer negocios como de costumbre, sino más bien esperando pacientemente mientras tiene lugar en nuestro interior algún silencioso crecimiento. La Cuaresma es un tiempo de sosiego para que la ceniza pueda hacer su labor.
Y nosotros no necesitamos entender exactamente lo que está haciendo la ceniza. Esta tiene una larga historia de ser muy paciente con nosotros. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, CMF) -