Los avances de la bioética nos presentan desafíos. Y los cristianos, nos dice Papa Francisco, “tenemos que responder” con un “discernimiento aún más profundo”, sin “esconder la cabeza como el avestruz”. Esta respuesta cristiana tiene un punto de partida esencial: “Las aplicaciones biotecnológicas deben usarse siempre basándose en el respeto de la dignidad humana”. No sirve de nada oponerse a un progreso inevitable, sino que hemos de procurar “proteger tanto la dignidad humana como el progreso”, luchar contra “la cultura del descarte”, evitar “que las ganancias económicas condicionen la investigación biomédica”.
Recemos para que podamos dar una respuesta cristiana a los retos de la bioética.
Evidentemente que la ciencia ha progresado y hoy día la bioética nos presenta una serie de problemas a los cuales tenemos que responder, no esconder la cabeza como el avestruz.
Las aplicaciones biotecnológicas deben usarse siempre basándose en el respeto de la dignidad humana.
Por ejemplo, no se puede tratar a los embriones humanos como material desechable, de descarte. En esta cultura del descarte también entran ellos, no, no se puede, extendiendo así esa cultura que hace tanto daño.
O dejar que las ganancias económicas condicionen la investigación biomédica.
Tenemos que comprender los cambios profundos con que se está produciendo con un discernimiento aún más profundo, aún más sutil.
No se trata de frenar el progreso tecnológico.
No, hay que acompañarlo. Se trata de proteger tanto la dignidad humana como el progreso. Es decir, no podemos pagar el precio de la dignidad humana por el progreso, no. Ambos van juntos y armónicamente juntos.
Ante los nuevos desafíos que presenta la bioética, recemos para que los cristianos, mediante su oración y su acción social, promuevan la defensa de la vida.