Venid y lo veréis





Domingo 2º del Tiempo Ordinario

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Comentario


*•• Juan sitúa la llamada de los primeros discípulos en el <<tercer día<< de la primera sección de su evangelio (Jn 1,19-2,11): la <<semana inaugural<< que culmina en las bodas de Cana. La organización del material narrativo en seis días remite al relato de la creación, con la aparición del hombre y de la mujer en el sexto día, y proclama de una manera implícita que la nueva misión de Jesús tiende a una nueva creación de la humanidad.

        El encuentro entre Jesús y los discípulos tiene lugar a través de la presencia de un testigo, el Bautista. Este último es capaz de ir más allá de las apariencias, abriéndose a una mirada de fe que sabe reconocer el misterio que mora en Jesús, una mirada que comunica a dos de sus discípulos que estaban allí presentes: <<Éste es el Cordero de Dios<< (v. 36).

        Qué es lo que ha vislumbrado el Bautista en Jesús cuando le declara Cordero de Dios? El tema vuelve en la alusión al cordero pascual de Jn 19,36. En este hombre que está pasando reconoce, por tanto, el Bautista a aquel que derrama su propia sangre para hacer presente al Dios del Éxodo, al Dios de la renovación de la vida. Al oírle hablar así, los dos discípulos del Bautista siguieron a Jesús (v. 37), impulsados por una búsqueda que, sin embargo, debe acceder a una ulterior claridad. Esto tiene lugar cuando Jesús se vuelve y les pregunta: <<Qué buscáis<< (v. 38). Se trata de una pregunta que les plantea como consecuencia de haberlos <<contemplado<< (eso es lo que dice el texto griego al pie de la letra) en el acto de seguirle. El mismo Jesús se queda sorprendido y admirado del milagro del seguimiento. He aquí, por tanto, la justa petición del verdadero discípulo: <<Rabí, dónde vives?<< (v. 38). Más que saber lo que enseńa Jesús, es preciso estar con él allí donde mora. La morada de Jesús es su estar junto al Padre como Hijo amado.

        Ése es su secreto, y por la continuación del Evangelio se volverá evidente que convertirse en discípulo suyo significa entrar en la misma relación de amor que él mantiene con el Padre. Por eso les invita a <<venir<< y <<ver<<, esto es, a tener experiencia de él y de la comunión con el Padre.

        De los dos discípulos queda aquí uno anónimo, aunque muchos exégetas se inclinan por reconocer en él al discípulo amado, mientras que el otro es Andrés. Éste es el discípulo <<positivo<<, la persona de la escucha, el paradigma del auténtico seguimiento que se encarga de dar testimonio de cuanto vivieron el día en el que se detuvieron junto a Jesús (v. 39). Andrés conduce, pues, a Jesús a su hermano Simón (v. 42). El cambio del nombre de Simón por el de Cefas indica precisamente la profunda transformación de la persona gracias al amor de Jesús; sin embargo, Simón sigue, de momento, cerrado todavía a esa adhesión de fe que se llevará a cabo, trabajosamente, más tarde.