En la parroquia de San Ramón Nonato de Paiporta, un joven vasco vivió una experiencia que cambiaría el rumbo de su vida. Llegó como voluntario, con el simple deseo de ayudar, sin imaginar que, a través de este servicio, su corazón y su fe serían profundamente transformados. Foto: Revista Lecturas
Durante su estancia, fue testigo de la dedicación y entrega de Don
Salvador Romero Abuin, el párroco, cuya fe inquebrantable y trabajo
incansable inspiran a toda la comunidad.
Don Salvador lleva cinco
años al frente de la parroquia, y desde su llegada asumió no solo el
cuidado espiritual de los fieles, sino también la mejora de los espacios
parroquiales.
Fue él mismo quien, hace algunos años, en las mañanas
se quitaba el cleriman y tomaba las herramientas en sus manos y, como un
albañil más, trabajaba para transformar los antiguos salones en
acogedoras habitaciones y baños. Su intención era construir un lugar
donde pudieran realizarse retiros y encuentros espirituales, un espacio
para acoger a quienes quisieran encontrar paz y guía en su vida.
Después de las recientes inundaciones la parroquia se enfrenta a
grandes desafíos, y desde el primer día del desastre, Don Salvador no ha
dejado de celebrar la eucaristía ni un solo día. Consciente de que es
en la presencia de Dios donde encuentra la fuerza para continuar; cada
eucaristía diaria se ha convertido en un momento vital, no solo para él,
sino para toda la comunidad que participa en la recuperación de la
parroquia y en la ayuda a quienes más lo necesitan.
La eucaristía
diaria es el pilar que sostiene y renueva las fuerzas de todos los que
trabajan arduamente en este tiempo de reconstrucción.
Para el joven voluntario, el momento más profundo llegó cuando fue
invitado a la misa celebrada en la capilla improvisada en la parte
superior de la vivienda de Don Salvador.
En aquella eucaristía,
sencilla y llena de fervor, el joven experimentó una paz y una presencia
que jamás había sentido. Fue allí, en ese encuentro íntimo con Dios,
donde el joven encontró respuestas a las preguntas más profundas de su
corazón.
Al finalizar el servicio y conmovido por todo lo vivido, el joven
expresó unas palabras que reflejaban el milagro de su transformación:
“Cuando vuelva, quiero bautizarme”.
Aquella afirmación, sencilla y sincera, emocionó profundamente a todos los presentes.
Dios,
siempre encuentra un modo de revelarse cuando quiere rescatar un alma,
quiso que, en ese momento de necesidad y ayuda, este joven descubriera
Su amor y Su presencia de una forma tan clara que tocaría su vida para
siempre.
Esta historia es un testimonio vivo de cómo el amor de Dios se
manifiesta incluso en medio de la adversidad más dura, en el trabajo y
el servicio de quienes luchan para levantar lo perdido tras la crisis.
En
medio de la destrucción y la incertidumbre, el compromiso de Don
Salvador y de la comunidad que, día tras día, se arremanga para
reconstruir lo que las aguas arrebataron, es una señal de esperanza.
La obra de Don Salvador, su entrega diaria en la eucaristía y su incansable labor de restauración han convertido a esta parroquia en un faro de fe, recordándonos que Dios se hace presente en cada acto de amor, en cada esfuerzo, y en cada alma que se acerca en busca de paz.
Que la fe y el ejemplo de la Parroquia de San Ramón Nonato – Paiporta sigan inspirando a muchos más a descubrir el poder transformador de Dios en sus vidas y a encontrar, aún en medio de las crisis, la certeza de que siempre es posible renacer. Fuente: Somo Hijos de Dios.