**• Lucas pinta la escena de la coronación de Jesús con un admirable juego de perspectiva. En el fondo encontramos al pueblo, que está mirando; más cerca, los jefes y los soldados, a los pies de la cruz, burlándose de Jesús; en primer plano, los dos malhechores que hablan con él y, por último, sus palabras de salvación. El pueblo constituye el numeroso público que asiste al espectáculo.
En relación con las frases dichas por los otros protagonistas, representa un motivo más para que el rey decida responder a las peticiones que seguirán. La primera es la de los jefes, que tientan a Jesús con la tercera de las argumentaciones de Satanás (cf. 4,9): le ponen a prueba recordándole que es el protegido, el amado, el ungido de Dios. Se mofan a partir de una realidad muy seria: la relación Padre-Hijo. Los soldados recuerdan el valor político del título de mesías: un rey dispone de poder; ya se lo había insinuado Satanás a Jesús en la segunda de las tentaciones, cuando intentó corromperle con la posesión de todos los reinos de la tierra, no sólo del de los judíos (cf. 4,6ss). El malhechor colgado en la cruz al lado de Jesús presenta la tentación más fuerte, porque también él está sufriendo en la cruz junto a Jesús. La escena está cargada de pathos: por qué el Salvador de los hombres, que se ha conmovido ante los sufrimientos humanos, no responde al grito de los míseros de la tierra? Ésta es la más diabólica de las pruebas, porque, una vez más, intenta romper la unión Padre-Hijo: "No eres tú el Mesías?". Desaparece la Palabra de Dios, la referencia a su voluntad; se afirma el instinto de supervivencia a toda costa (cf. 4,3).
Por último, la escena culmina en la inauguración solemne del Reino en el hoy: el "buen ladrón" -como le llamamos tradicionalmente- roba el paraíso en el último instante de su vida, confiándose a Jesús, del mismo modo que éste se entregará confiadamente en los brazos del Padre (cf. 23,46).
Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda
