Estad en vela para estar preparados.

 


I Domingo de Adviento


En el contexto precedente a la presente perícopa, Mateo recoge una frase de Jesús que sirve de guía a todo el discurso: "Por la maldad creciente se enfriará el amor de la mayoría" (24,12). Es la gran tentación ante la que Jesús nos pone en guardia: a lo largo de la vida, tras haber recibido la fe y el amor de Dios, se corre el peligro de dejar enfriar estos dones y perderlos. A Jesús no le importa echar mano de la imagen -severa e incluso ambigua, pero llena de fuerza- del ladrón que viene inesperadamente.

Es una amenaza? Ciertamente, también es una amenaza para quien, justificándose con la ignorancia de su venida, vive como la generación de Noé, en la total ignorancia del Evangelio. El peligro serio es gastar el tiempo que tenemos a nuestra disposición, nuestra existencia, sin optar de verdad por algo grande, sin decidirse de veras a dar a la libertad ese gran aliento que sólo puede provenir de haber encontrado en Jesús la verdad y el amor. Para esto, el creyente goza del don de vivir en la Iglesia, custodia de la verdad del Evangelio, ya que sólo en el encuentro con la verdad del amor de Dios podemos abrirnos a una verdad de inmensos horizontes.

Si se olvidase esto, sucedería lo que al hombre que no vela por su casa: le roban lo más valioso. El descuido nos podría hacer perder -y para siempre- la gracia de Cristo que hace verdadera la vida cristiana. Por consiguiente, vale la pena velar, tener despierta la fe, porque ya está aquí la luz. No hagamos como los contemporáneos de Noé, que fueron incapaces de levantar la cabeza para "acogerse" al don de 


 Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda