Lo mismo sucede en nuestros esfuerzos por proteger la vida y promover la justicia en nuestro mundo. La protección de la vida y la promoción de la justicia forman una sola pieza. No podemos ser auténticos profetas y tener algunos pocos puntos ciegos.
De esto se desprende una importante consecuencia, a saber, no podemos abordar problemas como el aborto, la guerra nuclear, la falta de sensibilidad ecológica, la difícil situación de los refugiados, el racismo, el sexismo, la pobreza y la desigualdad, el pobre acceso a los servicios de salud, el desigual acceso de la educación, la irresponsabilidad sexual, la discriminación hacia la comunidad LGTB como si fueran problemas desconectados los unos de los otros, y como si fueran temas completamente separados. Ya sea que lo admitamos o no, estas áreas se encuentran indisolublemente interconectadas. Citando al Cardenal Bernardin: “El éxito de cada uno de estos temas que tienen relación con la vida requiere una preocupación más amplia en la sociedad sobre el respeto a la vida humana “. Esto supone un gran desafío para todos los lados del espectro ideológico.
Por lo tanto, aquellos de nosotros que estemos preocupados por el problema del aborto necesitamos aceptar que el problema del aborto no se puede abordar efectivamente sin que al mismo tiempo hagamos frente a los problemas de la pobreza, el acceso al cuidado de la salud, la moral sexual, e incluso la pena de muerte. La interconexión no es únicamente intelectual. Es real. El aborto se debe más a la pobreza y la falta de apoyo adecuado que a cualquier ideología liberal. Por lo tanto, la lucha contra el aborto también debe prestar atención a temas como la pobreza y el apoyo a las mujeres gestantes. A su vez, aceptar moralmente el asesinato de un lado (pena capital) ayuda a sancionar como aceptable el asesinato (aborto) en el otro lado. La moralidad sexual también debe ser abordada desde que el aborto se considera el subproducto inevitable de la sociedad dentro de la cual dos personas que no están casadas tienen relaciones sexuales.
Todo forma una sola pieza, y cualquier oposición al aborto que falle en el adecuado reconocimiento de una perspectiva más amplia a lo que puramente se define como “pro-vida” deja a mucha gente honesta con dificultades para apoyar a grupos antibortistas.
Por el contrario, aquellos de nosotros que estamos preocupados por la pobreza, la salud, la pena de muerte, la ecología, la guerra, el racismo, el sexismo, los derechos de los homosexuales, debemos aceptar que estos temas, no pueden ser efectivamente abordados sin al mismo tiempo abordar el tema del aborto. De nuevo, la interconexión no es solo intelectual, es empírica: Si no se es sensible al débil y vulnerable de un lado se compromete profundamente la moral de quien se compromete en otros temas que tienen que ver con el débil y vulnerable. Debemos abogar por proteger a todos los que son víctimas en nuestro camino de vida, lo que incluye a los no nacidos.
¡Es todo una misma pieza! No puede haber temas exentos, por tanto, oponerse a la protección de los no nacidos no es solamente contraria a lo más central dentro de la de la justicia social, sino que quizás, más que ninguna otra cosa deja a la ideología liberal y sus aliados políticos comprometidos en un camino que no permite que mucha gente honesta les apoye.
Claramente, por supuesto, a nadie se le pide poner la misma energía en cada tema relativo a la justicia en el mundo. Aceptando que ninguno de estos problemas puede ser abordado en solitario no debería frenarnos en el trabajo apasionado por uno u otro tema. Pero sabiendo que estos temas forman parte de uno solo, demanda que siempre reconozcamos que, cualquiera que sea la importancia de una cuestión particular, no debemos verla simplemente como blanco y negro, sin matices, como un asunto que puede ser abordado dentro de una especie de granero ideológico, político o religioso. Debemos ser sensibles a la totalidad, a la gran fotografía, a las intrincadas conexiones entre todos estos problemas sociales.
Y, no menos importante, debemos ser humildes y sensibles a nuestras inconsistencias morales.
A este lado de la eternidad siempre las tendremos y debemos perdonarnos por ellas y no dejar que la perfección, que de hecho no puede ser demasiado en plenitud, sea el enemigo de lo bueno, el hecho de que podamos hacer alguna buena obra que sea eficaz. Pero, reconociendo al mismo tiempo nuestras inconsistencias y las complejidades de los problemas debería abrirnos más a escuchar los puntos de vista de los otros y ser menos dogmáticos y fundamentalistas en nuestras actitudes.
Todos los problemas con los que tenemos que enfrentarnos en relación con la justicia y la paz, forman parte de una misma realidad, una sola, un cuerpo moral, una prenda sin costuras; y de la misma manera que los soldados de se jugaron el manto de Jesús para no romperlo, nosotros deberíamos dudar a la hora de romper esta prenda en diferentes pedazos.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Miércoles, 14 de junio de 2017
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