A pesar de que, globalmente, nuestra sociedad está marcada por la industrialización y la técnica, y no tanto por la cultura agrícola, es bueno celebrar hoy esta fiesta. Leemos en el Misal que pueden dedicarse hasta 3 días de la semana, para recoger los tres aspectos fundamentales de esta celebración: la acción de gracias, la petición y la conversión. Son días que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual.
Sea cual sea nuestro trabajo, vivamos más o menos de la tierra, hoy es un momento oportuno para reconocer, como dice el Deuteronomio en la primera lectura, que es el Señor quien nos conduce año tras año a una tierra buena; es Él quien nos saca de la esclavitud de la vida, atravesando desiertos de alacranes, y nos da la fuerza para cultivar nuestras riquezas. Es momento para reconocer la inmensa dignidad de nuestra pequeñez, pues estando todo en manos de Dios, en las nuestras confía cuanto ha creado.
Las sequías que agostan los sembrados, las tormentas tropicales y el agua que se impone con violencia llenado todo de muerte y destrucción, el calentamiento de la atmósfera, la sobrecarga de edificaciones o de talas de árboles en algunas zonas... Todos estos son signos de lo poco conscientes que somos de pertenecer a la Creación, como el agua, el aire o los pájaros. Nos recuerdan que no somos los dueños del mundo, por mucha potencia económica o armamentística que tengamos, sino simples administradores de Dios.
Y al leer el Evangelio de hoy desde esta perspectiva, desechamos anuncios apocalípticos de un Dios que castiga no sé qué pecados con muertes indiscriminadas, fenómenos naturales descontrolados o falta de cosechas que producen enormes hambrunas. Parece ser que el Dios de Jesús es el Padre respetuoso que da sobradamente cuanto le pedimos, y está esperando, justamente eso, que sus hijos se dirijan a Él, le busquen y le llamen.
Aunque en algunos lugares del mundo no es época de cosecha ni de recomenzar la actividad habitual, unámonos todos hoy en la oración y en una asombrada acción de gracias por tanto bien recibido. Que en la escasez se acreciente nuestra esperanza activa para seguir adelante y en la abundancia aumente nuestra humildad para repartir lo que gratuitamente se nos ha dado.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,7-11):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!»
Palabra del Señor
Fuente:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!»
Palabra del Señor
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