Al considerar la pregunta, puede ser útil distinguir entre varios grupos. Los ningunos, los acabados, los espirituales-pero-no-religiosos, los indiferentes, los airados y los marginados. Aunque hay alguno imbricado entre estos grupos, cada uno tiene su propia serie de problemas con la iglesia.
Los ningunos son aquellos que rehúsan identificarse con alguna religión o fe. Preguntados en un formulario de censo ¿cuál es tu fe o religión?, responden: “ninguna”. La suya es una postura agnóstica. No son necesariamente ateos ni hostiles a la fe, la religión y las iglesias. Más bien es que, en este momento de sus vidas, rehúsan identificarse con alguna fe o iglesia explícitas. Algunos son humildes en relación a esto, otros arrogantes; al fin, la postura es la misma: un agnosticismo sobre la religión y la fe.
Los acabados son aquellos que, en sus propias palabras, están cansados de la religión y frecuentemente de la fe explícita también. Acabados con ella. Pueden considerarse acabados por diversas razones, desde haber tenido una mala experiencia con la religión mientras crecían, hasta enfado contra la iglesia, hasta el intoxicante poder de una cultura que puede ofrecerse aparentemente como un sustituto suficiente de la religión. Han estado ahí, han considerado la religión y han continuado adelante.
Los espirituales-pero-no-religiosos son aquellos que creen en el valor de la espiritualidad pero no de alguna iglesia. Han optado por seguir un camino espiritual fuera de cualquier comunidad eclesial, creyendo que (al menos para ellos) el camino espiritual lo mejor es hacerlo fuera de la religión organizada. Puede haber muchas razones para esta clase de actitud, sobre todo la irresistible característica de la individualidad y la libertad personal que impregna nuestra cultura. Hoy, en el camino de la fe de uno, la gente prefiere confiar sólo en su propia búsqueda y experiencia.
Los indiferentes son sólo eso, indiferentes a la religión (mientras quizás aún estén alimentando alguna fe). Puede haber miles de razones por las que estas personas se sienten indiferentes a la religión y quizás también a la fe. Nuestra cultura, a pesar de toda su bondad, es también un poderoso narcótico que, durante el mayor número de años de nuestra vida, puede engullirnos enteros en términos de anestesiar nuestros instintos religiosos y hacernos creer en lo que Charles Taylor llama un humanismo autosuficiente. Durante largos periodos de nuestras vidas, nuestro mundo puede parecer suficiente para nosotros y, mientras este es el caso, la indiferencia a la religión puede ser una opción real.
Los airados son aquellos que, por razones que pueden señalar, ya no van a la iglesia. Cualquier número de causas puede estar en juego aquí: abuso sexual del clero, el trato a las mujeres por parte de la iglesia, el racismo, el fracaso de la iglesia a vivir la credibilidad de los evangelios, el envolvimiento o no-envolvimiento de su propia iglesia en la política, una historia negativa con su iglesia, un mal pastor, o el maltrato personal en una situación pastoral. Las personas que están en este grupo a veces acaban buscando un nuevo hogar eclesial en otra denominación, pero muchas sencillamente se quedan en casa la mañana del domingo.
Los marginados son aquellos que se sienten fuera de la comprensión, la empatía y la finalidad espiritual de las iglesias. Esto incluye a cada uno de los muchos que están dentro de la comunidad LGBTQ, a los sin techo de nuestras calles, a incontables miles que sienten (consciente o inconscientemente) que la desorganización de sus vidas les excluye de alguna manera de la comunidad eclesial. Se sienten proscritos de la religión y de nuestras iglesias.
La gente está abandonando sus iglesias por muchas razones, y esto pide algunas preguntas más. Cuando la gente abandona sus iglesias, ¿qué está abandonando de hecho? Y ¿a dónde van, si es que van a alguna parte?
En un libro reciente, Después del evangelismo: el camino hacia un nuevo cristianismo, David Gushee hace esta pregunta sobre aquellos que abandonan sus iglesias. ¿Tienen claro lo que de hecho están abandonando? ¿Saben si abandonan la Iglesia, si abandonan sus denominaciones, si abandonan la fe, si abandonan a Jesús, o si abandonan, sin más?
Más importantemente, pregunta: ¿cómo finalizará eso? ¿Acabarán en otra denominación, o como espirituales-pero-no-religiosos, o como agnósticos, o solo como desilusionados?
Quizás esa cuestión no sea tan importante para los ningunos, los acabados, los espirituales-pero-no-religiosos, los indiferentes y para muchos de los marginados; pero sí es para los airados, para aquellos que se sienten alienados de parte de sus iglesias. ¿Adónde vais cuando la ira os mantiene lejos de vuestra mesa familiar? ¿Buscáis una familia de mentalidad más afín? ¿Renunciáis a encontrar una mesa familiar? ¿Permanecéis en casa la mañana del domingo? ¿Estáis de acuerdo en ir al lecho de muerte estando aún airados? ¿Estáis contentos de permanecer desilusionados?
Abandonar la Iglesia: dos preguntas nos saltan a la vista. ¿Por qué hay más y más gente que abandona sus iglesias o, simplemente, no van a ellas? Y ¿cuál es el futuro religioso de aquellos que ya no van a la iglesia? La primera es una pregunta para las iglesias mismas, la segunda es una pregunta para examinar a aquellos que ya no van a la iglesia. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) -