Este salir de ti mismo puede sobrevenirte como una gran sorpresa. Antes que seas plenamente consciente podrás encontrarte derrotado por la concupiscencia, por la ira, por el resentimiento o por la avidez. Un cuadro, una persona, un gesto, pueden desencadenar estas emociones fuertes y destructivas y seducir tu yo ¡nocente.
Como hijo de Dios, debes ser prudente. No puedes andar sencillamente por el mundo como si nada o nadie pudiese hacerte daño. Continúas siendo extremadamente vulnerable: La mismas pasiones que te hacen amar a Dios pueden ser utilizadas por las potencias del mal.
Los hijos de Dios necesitan apoyo, protección, ayudarse unos a otros cercanos al corazón de Dios. Tú perteneces a una minoría en un mundo grande y hostil. Haciéndote más consciente de tu verdadera identidad de hijo de Dios, distinguirás también más claramente las muchas fuerzas que tratan de convencerte de que todas las realidades espirituales son un falso sustituto de las cosas reales de la vida (...).
No te fíes de tus pensamientos ni de tus sentimientos cuando te encuentras fuera de ti mismo. Vuelve rápidamente a tu centro verdadero y no prestes atención a lo que te ha llevado a engaño. Gradualmente llegarás a estar mejor preparado para estas tentaciones y ellas tendrán cada vez menos poder sobre ti. Protege tu inocencia ateniéndote a la verdad: eres hijo de Dios y eres profundamente amado (H. J. M. Nouwen, La voz interior del amor, Madrid 1998). Fuente: santaclaradeestella.es (LECTIO DIVINA correspondiente al Jueves dentro de la Octava de Navidad)