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El día de los interrogantes
En la 1ª lectura de hoy, miércoles santo, del profeta Isaías (3º Cántico del Siervo de Yahvé) se hacen tres preguntas que bien podrían estar en boca de Jesús y no dejar de interpelarnos: “¿Quién pleiteará contra mí?” “¿Quién es mi rival?” “¿Quién probará que soy culpable?”
También nosotros, amaestrados por la Pascua de Jesús, debemos, como el Siervo, confiar plenamente en Dios. Estamos empeñados en una tarea cristiana que supone lucha y que es signo de contradicción. Pero, de la mano de Dios, no debemos darnos nunca por vencidos: ¿quién pleiteará contra mí? Si alguna vez nos toca «aguantar afrentas» o «recibir insultos», basta que miremos a Cristo en la cruz para aprender generosidad y fidelidad. Incluso cuando alguien nos traicione, como a él.
Curiosamente hay otros tres interrogantes en el Evangelio que hoy se proclama. Y que de igual modo no dejan de interpelarnos “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?” “Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?” Éstos están pronunciados por los discípulos.
Con respecto al primero, tal vez nosotros, haciendo mal uso de nuestra libertad, podríamos proponer un interrogante como éste a nuestro mundo, ese mundo de tinieblas que en ocasiones nos tienta para que de un modo u otro le entreguemos al Señor. Meditemos en ello y pidamos fuerza para mantenernos fieles en el momento de la prueba.
El segundo interrogante se lo podemos hacer nosotros a Jesús, y también como los discípulos escuchar: “en tu casa quiero celebrar la Pascua con mis discípulos”. Sí, en tu casa, en tu corazón, en tu interior.
Ya lo dijo san Andrés de Creta:
“Dichoso el que por la fe puede recibir al Señor, preparando su corazón a modo de cenáculo y disponiendo con devoción la cena...”
Pero sin intimismos, porque Jesús desea celebrar esta Pascua con sus discípulos, con todo hombre.
Así pues, preparemos nuestro corazón para celebrar con dignidad estos días santos que se avecinan.
Y por último abordamos ese tercer interrogante: “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?” Y reconozcamos con toda la humildad de que seamos capaces y conscientes de que todos podemos, en nuestra fragilidad, ser el traidor.
Con este interrogante podríamos responder a cada uno de los que nos planteaba Isaías.
“¿Quién pleiteará contra mí?” “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?”
“¿Quién es mi rival?” “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?”
“¿Quién probará que soy culpable?” “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?”
Sigamos a Jesús muy cerca en este Triduo santo para que participemos de la alegría de saberlo Resucitado. Sor Flora Mª Collado O. P.Monasterio Sancti Spiritus Dominicos.org