Si quieres, puedes limpiarme.

 


Domingo 6º del Tiempo Ordinario

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Si quieres, puedes sanarme

Comentario


 Cristo se nos presenta en la curación del leproso como alguien que "rompe" y abate con autoridad todas las barreras que suponen un obstáculo para una encarnación de amor más completa y total. El término griego que emplea el evangelista invita a la meditación. Expresa una ternura, una compasión, una sensibilidad "materna " y "de mujeres": la que siente la madre por su hijo. Las vibraciones del corazón de Cristo respecto a los dolores y las tribulaciones que afligen al hombre son "sentidas" hasta tal punto que se parecen más a las de la Mujer, que se hace víctima-esclava, sierva del Hijo que sufre. Ninguna madre ha sufrido y se ha dejado implicar por el sufrimiento humano más profundamente que Jesús.

        Nos viene a la mente el célebre capítulo 53 de Isaías, donde describe el profeta -en una de sus páginas más sugestivas- al "abrumado de dolores y familiarizado con el sufrimiento", que verdaderamente "llevaba nuestros dolores, soportaba nuestros sufrimientos" y nuestras angustias. De este modo, el dolor, "tocado" por Cristo, se vuelve -por así decirlo- un hecho "sacramental" y un acontecimiento de gracia: útil y santificador no sólo para quien sufre, sino también para todo el cuerpo de la comunidad eclesial. Se convierte en acontecimiento de salvación y de resurrección "personal-colectivo": el "toque" de Cristo lo ha cargado de energía divina.