En su autobiografía, Eric Clapton, el afamado artista de rock y blues, nos habla muy ingenuamente sobre su larga lucha con una adicción al alcohol. En un momento de su vida, admitió su adicción y entró en una clínica de rehabilitación, pero no tomó su problema tan seriamente como se aseguró. Volviendo a Inglaterra después de su estancia en la clínica, decidió que aún podía tomar bebidas alcohólicas ligeras, cerveza y vino, pero renunciaría al licor duro. Podéis adivinar el resultado. No mucho después estaba de nuevo esclavizado en su adicción. Volvió a la clínica para aplacar a sus amigos, pero persuadido de que aún estaba lo bastante fuerte para tratar su problema por su cuenta.
Pero intervino la gracia. Justo antes de que su segunda rehabilitación acabara, tuvo la poderosa experiencia en la que fue sacudido hasta su misma alma al reconocer su propia debilidad y el peligro mortal que arrostró desde su adicción. Sobre la base de esa gracia, se entregó al programa con todo su corazón, aceptando que ya no podía dedicarse más al alcohol. Se ha mantenido abstemio desde entonces.
Su historia puede ayudar a entender el significado de ciertos textos de la escritura que, cuando se leen literalmente, nos pueden dar la impresión de que Dios es arbitrario, cruel y sanguinario.
Vemos tales textos, por ejemplo, en el libro del Éxodo y en el libro de Josué, donde, antes de entrar en la Tierra Prometida, Dios manda a Israel matar a toda la gente y a todos los animales que en ese momento habitan esa tierra. ¿Por qué tal mandato de exterminar a otros simplemente porque estaban viviendo en cierto lugar?
Obviamente, necesitamos preguntarnos: ¿Es esto, de hecho, la palabra de Dios? ¿Qué clase de Dios daría este tipo de mandato? ¿Y qué decir de la gente que es ejecutada: no es también pueblo de Dios? ¿Dios juega con los favoritos? ¿Qué hay de los cananeos, cuyo exterminio se le pide a Josué: no cuentan? ¿Qué puede haber detrás de esta suerte de mandato?
Estos textos, aunque inspirados por Dios y ricos en significado, claramente no deberían ser tomados literalmente. Este mandato, si bien no exactamente metafórico, es arquetípico, queriendo decir que no se debe tomar literalmente como un mandato de matar lo que es ajeno a nosotros, sino más bien como un consejo que enseña que, cuando estamos tratando de entrar en una nueva forma de vida, debemos tomar todas las medidas necesarias para asegurar que podemos entrar correctamente en esa vida y mantenerla. Metafóricamente, necesitamos “eliminar” todo elemento de dentro y alrededor de nosotros que, dejado sin orientar, podría al fin comprometer y ahogar la nueva vida que estamos tratando de vivir. Jesús, de hecho, nos da idéntico mandato, aunque emplea una metáfora más suave: No pongáis vino nuevo en odres viejos.
La gente que está en programas de rehabilitación tales como Alcohólicos Anónimos tienden a comprender más rápidamente lo que se nos pide en estos textos. Como Eric Clapton, ellos han aprendido de la experiencia que entrar en la tierra prometida de la sobriedad demanda que uno elimine a todos “los cananeos”, esto es, acepte que ningún medio ineficaz funcionará; se tienen que hacer algunas renuncias salvajes, crudas y amargas.
Esta imagen bíblica, el mandato de Dios de matar a los cananeos, nos puede servir bien igualmente en otras áreas de nuestras vidas, particularmente -creo yo- en nuestra lucha por hacer compromisos y ser fieles a ellos.
Por ejemplo, considerad a alguien iniciando un matrimonio. Como Israel, los contrayentes entran en la tierra prometida, pero para que ellos constituyan esta nueva vida y permanezcan fieles a ella necesitan eliminar un buen número de cosas, a saber, anteriores amoríos, viejos hábitos relacionales de promiscuidad e infidelidad, la tendencia al coqueteo con tentaciones atractivas, la creencia de que uno puede tener el pastel de cualquiera e incluso comérselo, y el muy duradero hábito de poner primero las propias necesidades de uno y preocuparse principalmente de cuidar de sí mismo.
Toda elección supone una serie de renuncias. Tener un matrimonio vivificante significa renunciar a un montón de viejos hábitos; de otra manera estos viejos hábitos sabotearán el matrimonio. Hay cosas que uno tiene que hacer antes de iniciar un matrimonio o cualquier compromiso serio.
Pero, ¿qué decir sobre esos “cananeos” que ya habitan la tierra en la que entramos? ¿Cuáles podrían ser hoy?
En términos de amenazar con contaminar un matrimonio, yo señalaría que lo que tiene que ser eliminado hoy con el fin de tener un matrimonio de por vida y vivificante es nuestra actual forma cultural de vida sobre el sexo, a saber, la creencia de que el sexo necesita no ser limitado a la monogamia, al compromiso permanente y al matrimonio. Si no eliminamos esa forma de vida cuando iniciamos un matrimonio, no nos mantendremos a lo largo de la vida en esa Tierra Prometida.
Ancla Vivir vidas de sobriedad, compromiso y fidelidad demanda algo más que remedios ineficaces. Un alcohólico en rehabilitación sabe que no puede tenerla de ambos modos. Lo mismo vale a propósito de mantenernos en un compromiso vivificante. El vino nuevo debe ser puesto en odres nuevos, y esto demanda algunas renuncias amargas.
Los mandatos de Dios, entendidos correctamente, no son severos ni arbitrarios. Son inteligentes y universales.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 18 de septiembre de 2017