Queridos amigos: "Todas las vidas son del Señor. Quien es bueno vivirá". Quizá el mejor lugar para comprender esto sean los muros de un monasterio, donde lo esencial se hace visible a los ojos en el arte de la espera.
Fray María Rafael, en "Saber esperar", escribe dentro los muros del monasterio: "Sigue esperando ..., sigue esperando con esa dulce serenidad que da la esperanza cierta ..., sigue quieto, clavado, prisionero de tu Dios a los pies de su Sagrario. Escucha el lejano alboroto que hacen los hombres al gozar breves días de libertad por el mundo; escucha de lejos sus voces, sus risas, sus llantos, sus guerras ... Escucha y medita un momento; medita en un Dios infinito ..., en el Dios que hizo la tierra y los hombres, el dueño absoluto de cielos y tierras, ríos y mares; el que en un instante, con sólo quererlo, con sólo pensarlo, creó la nada y todo cuanto existe". (Pensamiento 519)
Saber esperar, tomar el ritmo de Dios, hacer menos y con más profundidad, tener experiencia del amor primero, sentirse habitado por el Espíritu. Saberse piedra sobre la que edifique Jesús su iglesia cuando no se busca alabanza-grandeza-poder. Estar en el camino, quizá un camino secundario, a las afueras, pero es tu camino. Reconocerse llamado para ser algo pequeño porque da miedo lo alto, lo de primera fila. Abrazar el propio camino y sus árboles con el frescor del viento del Espíritu, camino fácil cuesta abajo. Adorar al dueño del camino, Dios, disfrutarlo y hacerlo disfrutar.
"Apartaos del mal, haceos un corazón y un espíritu nuevo. Convertíos y vivid".
"Qué dulce es esperar haciendo el bien ..., qué dulce esperar con una sonrisa a nuestros hermanos y a nuestros enemigos" (Pensamiento 422). La conversión y la vida se dan de la mano en quienes han encontrado la perla preciosa y lo han vendido todo por disfrutar de su encanto.
"De los que son como los niños es el Reino de los Cielos". La vida escondida en Dios y el corazón habitado por el mundo entero. Un niño vive rodeado de la presencia humana. El corazón del monje se agranda tanto cuanto se extiende la presencia de Dios en el corazón del mundo.
"¡Qué bueno y qué grande es Dios, que nos ofrece el corazón de María, como si fuese el suyo! ¡Qué bien conoce Dios el corazón del hombre, pequeño y asustadizo! ¡Qué bien conoce nuestra miseria que nos pone ese puente ..., que es María!" (Pensamiento 345).
"A mí me parece que cuanto más amor se la tiene a la Virgen, más amor tenemos a Dios, es decir, que nuestro amor a Dios aumenta a medida que aumentamos el cariño a la Santísima Virgen ...; y es natural, ¿cómo vamos a querer a la Madre y no querer al Hijo?, imposible ..., y qué no conseguiremos de Dios si se lo pedimos por intercesión de María ..., nada". (Pensamiento 337) Gracias a: CiudadRedonda