En la Biblia, desde el AT, aparecen
los ángeles y sus jefes, los arcángeles, criaturas espirituales, como ministros
o servidores de Dios, bien sea para llevar a los hombres los mensajes y la
protección divina, bien sea para alabar al Señor y presentarle las preces de
los hombres. La Iglesia celebra a tres arcángeles. El 29 de septiembre se celebraba en Roma, en el siglo
V, el aniversario de la Dedicación de una iglesia en honor al arcángel san
Miguel. A esa fecha se pensó añadir el recuerdo de los otros arcángeles y de
"todas las potencias incorpóreas" recordadas en días diferentes.
Con el Salmo 102 podemos rezar:
«Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos
a la voz de su palabra».- Oración: Oh Dios,
que con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y los
hombres, te pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por
aquellos que te asisten continuamente en el cielo. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
MEDITATIO: Formamos parte de un designio de
contornos ilimitados, cuyo artífice es Dios. Inmersos en un cosmos animado por
presencias invisibles que participan con nosotros en el proyecto de Dios, somos
constructores de una historia que tiene en Cristo su centro y su término.
El camino prosigue en la lucha, en
un conflicto implacable con las fuerzas del mal, las cuales, sin embargo, no
podrán destruir nunca el Reino que Dios ha confiado al Hijo del hombre. El
combate durará hasta el final de los tiempos, llevado adelante en primera línea
por los santos ángeles de Dios: los arcángeles, guiados por Miguel, y todas las
criaturas espirituales fieles al Señor.
Esta realidad que nuestros ojos no
pueden ver nos ha sido revelada a fin de que, con la fe, la esperanza y la
caridad abundante en la vida diaria, combatamos el buen combate y apresuremos
así la consumación del Reino de Dios. Si ofrecemos humildemente nuestra
contribución, se nos concederá una límpida mirada interior: contemplaremos
entonces la Misericordia que ha abierto los cielos y ha venido
a morar entre nosotros para abrirnos el acceso al Padre, a fin de que con los
ángeles podamos subir hasta su intimidad. Él ha desvelado para nosotros el
misterio del hombre, para que con los ángeles aprendamos a descender junto a
cada hermano. Nos ha introducido en su Reino a fin de que, convertidos en voz
de toda criatura, cantemos eternamente con el coro angélico la gloria de Dios.
ORATIO: Con un ánimo repleto de esperanza y
de confianza, de gratitud y de alegría, corremos a ti, oh Padre, para darte
gracias... El camino del hombre a lo largo de los senderos del tiempo es un
viaje arriesgado, pero tú has puesto a nuestro lado compañeros atentos que nos
sirven con intelecto de amor. Te damos gracias por el arcángel Miguel, que nos
ayuda a combatir el buen combate de la fe. Te damos gracias por el arcángel
Gabriel, que viene a nosotros envuelto de misterio y deposita en nuestro
corazón tu Palabra, para que ésta se vuelva en nosotros, como en María,
obediencia y vida.
Te damos gracias por el arcángel
Rafael, que, en la hora de nuestros miedos y enfermedades, nos coge de la mano
y nos conduce por el recto camino para que no nos desviemos del camino de la
salvación.
Te damos gracias, oh Padre, que de
mil modos te haces presente a nosotros, nos guardas como a la niña de tus ojos,
nos proteges a la sombra de tus alas, nos haces gustar ya desde ahora la
dulzura de la íntima comunión contigo.
CONTEMPLATIO: No debemos creer que se confíe un
determinado encargo a un ángel por casualidad: por ejemplo, a Rafael el encargo
de curar y medicar; a Gabriel, el de apoyar en el combate contra las pasiones;
a Miguel, el de ocuparse de las oraciones y de las súplicas de los mortales.
Cada uno de ellos ha recibido estas tareas por los méritos, las inclinaciones,
y las capacidades de las que dio pruebas antes de la creación de este mundo.
Entonces se asignó a cada uno este o aquel ministerio; otros merecieron ser
asignados al orden de los ángeles y actuar bajo este o aquel arcángel, este o
aquel guía de su orden. Todo esto fue ordenado por el apropiado y justo juicio
de Dios y dispuesto por aquel que ha juzgado y analizado los méritos de cada uno:
así, a uno le ha sido confiada la Iglesia de los efesios, y a otro, la de los
esmirniotas (cf. Ap 2,1.8); éste es el ángel de Pedro, aquél
el de Pablo (cf. Hch 12,7; 27,23). A cada uno de los más
pequeños de la Iglesia se le ha asignado este o aquel ángel, que contempla cada
día el rostro de Dios (cf. Mt 18,10), y se señala al ángel que
se disponga en torno a los que temen a Dios.
No debemos pensar que todo esto
sucede así de manera accidental o por casualidad, ni siquiera porque hayan sido
creados tales por naturaleza, para evitar que también a este respecto se acuse
al Creador de parcialidad.
Creamos, más bien, que todo fue
asignado por Dios, absolutamente justo y rector imparcial del universo, según
los méritos, las capacidades, la energía y el ingenio de cada uno
(Orígenes, I principi, 1, 8, 1, Turín [existe edición catalana
en Alpha, Barcelona 1998]).
Según los Padres, los ángeles
personifican las potencias celestes y han sido puestos por Dios junto a los
pueblos como guías. Los ángeles toman una parte muy activa en la existencia
histórica del mundo: llevan a cabo, bajo la guía del arcángel Miguel, una batalla
contra los demonios, potencias de la nada y remedos de los ángeles, y
salvaguardan el orden cósmico. Según san Basilio, los ángeles del Juicio
"pesan" las almas. Ellos, que asisten a toda acción divina, están
presentes de un modo particular en el martirio. La escala de Jacob los muestra
como mensajeros de Dios. Están como "adheridos" a la Palabra y a la
voluntad de Dios y las personifican. Cuando Dios decide curar, su voluntad toma
la figura del ángel Rafael.
Cada vez que un ángel aparece es
para transmitir y realizar algo de parte de Dios. Los ángeles muestran el
"cielo", puesto que existen y actúan en un sentido que va de Dios
hacia los hombres. Aunque mantiene su poder de revelación directa, Dios se
revela la mayoría de las veces por medio de los ángeles, que son como los
portadores de sus energías, de su luz y de su revelación.
Hasta el punto de que los tres
ángeles que se aparecieron a Abrahán en el encinar de Mambré son considerados,
sobre todo en la tradición iconográfica, como las figuras de las tres Personas
divinas, el icono de la Trinidad. El ángel es un lugar teofánico, manifestación
viviente de Dios: el nombre de Dios está en él y con el nombre su presencia (P.
Evdokimov, La santitá nella traaizione della Chiesa, Fossano
1977). Gracias a: Santa Clara de Estella
La fe de la Iglesia: La angelología no se
presenta, hoy día, como campo en el que la investigación teológica se
mueva cómodamente. Comenzando por la misma existencia de los ángeles,
encontrarnos claras actitudes de rechazo que los relegan al mundo
mitológico exclusivamente, o se recala en el desconcierto de no saber
exactamente a qué atenerse en este tema. Es evidente que otro es el
campo de las representaciones e imaginería con que se presenten, así
corno el de las jerarquías angélicas indicadas en sus respectivas
designaciones onomásticas.
No es éste el lugar de entrar en toda
esa problemática; se trata de recoger la fe de la Iglesia, tal como
actualmente se nos ofrece, concretamente en el ámbito de las
celebraciones litúrgicas, en orden a su memoria y veneración.
El
Catecismo de la Iglesia católica afirma: La existencia de seres
espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama
habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la
Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición» (n.° 328). El
nombre de «ángel» no es nombre de naturaleza, sino de oficio, de
función. Por su naturaleza es 'espíritu», por su función es "ángel" (cf.
San Agustín: Psal. 103, 1, 15).
La Carta a los Hebreos (1, 14)
los define como «espíritus servidores con la misión de asistir a los que
han de heredar la salvación». Su nombre hebreo mal'ak, o griego
anguelos, los define como mensajeros».
La fe de la Iglesia en la
existencia de los ángeles toma vida y se traduce en oración, en el culto
litúrgico, lo que es de capital importancia, según el principio de lex
orandi, lex credendi, ya que la liturgia es la expresión concreta de la
fe vivida. La liturgia celebra la fe bíblica y la tradición doctrinal de
la Iglesia.
La liturgia ha unificado en este día, con categoría
de fiesta, la veneración de los llamados arcángeles: Miguel, Gabriel y
Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios
entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y
transmisores de sus mensajes.
El Arcángel San Miguel
Lógicamente
la fuente de información básica sobre el Arcángel Miguel ha de buscarse
en la revelación bíblica, Mi-ka-'el, literalmente significa „¿quién
como Dios?», y está en consonancia con su misión e intervenciones.
La liturgia, que le da culto desde el siglo V, asume el papel protector
del arcángel Miguel, tanto en la celebración de la palabra en la misa
(primera lectura), como en la liturgia de las horas, en antífonas y
oficio de Lectura. En la lectura patrística, fragmento de una «homilía
de San Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios», podemos leer: «...
Cuando se trata de alguna misión que requiera un poder especial, es
enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que
nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo
enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios..., nos es
mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando, al fin del mundo,
será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo
presenta Juan: Se trabó una batalla con el arcángel Miguel.
Miguel es jefe de la milicia celestial; la Contrarreforma lo convierte en defensor de la Iglesia ante la reforma protestante.
El Arcángel San Gabriel
«Dios
es fuerte» o «héroe de Dios«, es su significado. Como dice San Gregorio
Magno (oficio de lectura del día) «... se les atribuyen nombres
personales, que designan cuál es su actuación propia..., ya que a través
de estos nombres conocemos cuál es la misión específica para la cual
nos son enviados.
Este ángel Gabriel es el «enviado por Dios..., a
una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un
hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era
María» (1, 26). El mensaje que transmite es sorprendente y
trascendental: sin duda el más importante de la historia de la
salvación; se trata del cumplimiento, de forma insólita, de todas las
anteriores Escrituras: la llegada del Mesías, revelado como «Hijo del
Altísimo... y será llamado Hijo de Dios».
Con razón dice San
Gregorio Magno (oficio de Lectura): «Los (ángeles) que anuncian cosas de
gran trascendencia se llaman arcángeles. Por esto, a la Virgen María no
le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un
mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un
ámgel de la máxima categoría... A María le fue enviado Gabriel, cuyo
nombre significa «Fortaleza de Dios», porque venía a anunciar a aquel
que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los
principados y potestades. Era, pues, natural que aquel que es la
fortaleza de Dios anunciara la venida del que es Señor de los ejércitos y
héroe en las batallase.
En el relato de Lucas, el protagonista
parece el ángel Gabriel. Mas éste debe tal prerrogativa al designio que
comunica. Por consiguiente, Gabriel viene asociado por Lucas con el
mensaje. Y, en tal caso, el diálogo pierde en dimensión histórica lo que
gana en profundidad teológica. Queda, en realidad, claro que Gabriel,
aun siendo el protagonista, carece de importancia «personal» y recibe
toda su relevancia del mensaje que transmite» (Antonio Salas).
El Arcángel San Rafael
Rafael
significa «Dios cura». Sólo disponemos de la fuente bíblica, del libro
de Tobías para hacernos una idea de su identidad y misión.
Rafael
se presenta bíblicamente como: protector y compañero en nuestro caminar
(también por el camino de la vida), sanador de nuestras cegueras
(también espirituales), vencedor del demonio y del mal, abogado defensor
en las dificultades de la vida, intercesor ante Dios en favor nuestro.
Es uno de los siete grandes ángeles presentes ante la gloria del
Señor...
Pero su misión y su protagonismo aparente tienen como
finalidad la expresada por él mismo al revelar su identidad: «No temáis.
La paz sea con vosotros. Bendecida Diosporsiempre. Si he estado con
vosotros..., ha sido por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos
los días, a él debéis cantar... Y ahora bendecid al Señor sobre la
tierra y confesad a Dios. Mirad, yo subo al que me ha enviado...« (12,
17-20).
La devoción dedicada a Rafael fue promovida en el siglo
XVI, al instituir el culto del ángel custodio, el obispo de Rodez,
Francisco de Estaing, en 1526. Patrón de boticarios y médicos, protege
también a los viajeros.
En todos los casos, las intervenciones
angélicas reseñadas, tienen a Dios como protagonista principal, y a la
persona humana (individual o colectiva) como beneficiarias. El
ángel-arcángel en tanto tiene protagonismo en cuanto transmisor de ese
mensaje, siempre salvífico y benefactor. La conclusión siempre debe ser
el consejo de Rafael: «Bendecid a Dios por siempre», porque, en
realidad, es él quien está actuando,
Sus atributos son: cayado de
mensajero (cetro a veces), lirio que reemplaza al cayado o cetro, rama
de olivo, filacteria que lleva la salutación angélica «Ave María gratia
plena... Ángel Olivera Miguel. Fuente: Dominicos.org