Sed santos (buenos), como vuestro Padre, que hacer salir el sol sobre buenos y malos (Mt, 5, 48;Lev 19,2). No es tanto lo que yo hago o tengo que hacer, sino lo que El hace, y de lo que yo me puedo hacer consciente. Pero, ¿cómo es esa Obra de Dios en mí?a) Por Amor, Dios crea un ser con capacidad de ser bueno y feliz con El. El amor de Dios comienza a manifestarse en la creación. El Dios que es Amor, Comunión, y Entrega, encuentra su reflejo e imagen, en la apertura y receptividad, capacidad del ser humano. Por eso dice Santo Tomás: Por ser imagen de Dios, el hombre tiene capacidad para la gracia, o sea, para acoger el Amor de Dios, y al acogerlo, realizar el encuentro que nos transforma- b) Por Amor Dios crea un ser que no puede estar sin Él, y sin los demás. Eso es santidad. Desde siempre, Dios ha creado al ser humano como ser de comunión y le ha llamado a responder al amor que le ha otorgado Desde siempre hay en el hombre una “capacidad de Dios” y un “deseo natural de ver a Dios. Fue Dios quien sembró en el corazón humano el anhelo del Infinito de amarlo y contemplarlo cara a cara. Por eso hay en el hombre un vacío que sólo se colma cuando se encuentra con Dios. c) Por amor Dios va más allá de la justicia. En Dios, la bondad es lo condicionante de todo su ser y obrar. Dios manifiesta su justicia no condenando, sino salvando. Dios manifiesta su justicia, (Rm 3, 24-26) justificando, o sea, haciendo justo al pecador y teniendo misericordia de todos. Esta justicia es una buena noticia, pues no se trata de la justicia retributiva, por la que Dios premia o castiga según los merecimientos de cada uno, sino de la justicia que justifica (hace justo) al impío. d) Por amor Dios perdona y no condena. “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón” (Juan Pablo II). Mostrar misericordia significa vivir plenamente la verdad de nuestra vida”. “El Dios que nos redime es un Dios de misericordia y de perdón; “el perdón podría parecer una debilidad; en realidad, tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser menoscabo para la persona, el perdón lleva a una humanidad más plena, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor del Creador. f) La verdadera santidad es una gracia, es la obra que Dios hace gratuitamente en mí. Una existencia vivida con mucha fe y mucha humanidad. Una vida que expresa sentimientos y actitudes de bondad y compasión, que se concreta en obras de justicia, caridad y solidaridad. Porque así es el Dios cristiano, así actúa Dios y así quiere que sean y actúen sus hijos. Así es la santidad de Dios y así se refleja en sus santos. A estas personas están dirigidas las bienaventuranzas. Para que esta acción gratuita de Dios opere la santidad en nosotros, es preciso acogerla agradecidamente y ejercitarla responsablemente. La santidad de Dios es ser bueno con todas sus criaturas y hacerlas buenas. Nuestra santidad es el resultado de la benevolencia de Dios hacia nosotros. No hallamos gracia a sus ojos por nuestros méritos, sino por su benevolencia y mirada misericordiosa. Esta mirada es lo que pone en nosotros santidad Y. lo más que nosotros podemos hacer es dejar que esa bondad de Dios se refleje y actúe en nosotros. Pero en todo caso, la santidad es gratuita, como don de Dios, y obra del Espíritu Santo en las personas. Podemos decir, pues, que la santidad es Un camino de Bondad, Felicidad y Comunión que Dios realiza en nosotros. En realidad, un santo no es otra cosa que una buena persona. Porque ser santo no es más que ser lo que tenemos que ser, pero siempre con la ayuda de la gracia. El Papa Francisco, en su exhortación sobre la Santidad en el momento actual, “Alegraos y regocijaos”, pone la santidad en el horizonte de la bondad (Mt 25) y la Felicidad (Mt 5, 5-15) Las Bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano. ¿Cómo se hace para llegar a ser buen cristiano?'. Es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en las Bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro que estamos llamados a transparentar en la vida cotidiana. (.G.E. 63). ¡Feliz o bienaventurado es sinónimo de santo! Por eso, la Santidad es un proyecto de felicidad y a la vez un programa de cómo ser lo que debemos ser. Con deficiencias y pecados, muchos han buscado la felicidad en la santidad. Estas confesiones de hombres buenos y felices pueden acercarnos a la santidad de Jesús, y hacer más humana la nuestra. “En la vida existe una sola tristeza, la de no ser santos”. (Leon Bloy) «Ser bueno es hacerse divino, porque sólo Dios es bueno.»(Unamuno) “En todo hombre bueno habita Dios.» (L A. Séneca) «No denomino héroes a aquellos que han triunfado por sus ideas o por la fuerza. Sólo considero héroes a aquellos que fueron grandes por su bondad (Tolstoi) «Sólo los que son verdaderamente buenos y santos son felices.» (Pablo VI). “La bondad es el único Evangelio que muchos leerán.» (Helder Cámara) “Mi única misión en la vida era ser bueno.(C. Foucauld) ConclusiónAhora puedo aportar yo mi propia experiencia de Santidad por la Bondad, Felicidad y Comunión, preguntándome: ¿Cómo es la obra que Dios viene realizando en mi según su propia Santidad Bondadosa? |
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Solemnidad de todos los santos: SANTIDAD es aprender a ser Hijos felices de Dios, acogiendo su Obra en nosotros.
Las aguas turbulentas de la actualidad. Artículo.
Parece que se cumple lo que decía el sociólogo Gilles Lipovetsky, cuyos títulos provocativos ya nos señalarían el escenario crítico y sórdido en el que nos movemos actualmente: 'una era del vacío' donde el individualismo nos aísla y enfrenta, una 'ética indolora' en la que haciendo las cosas mal, ha dejado de dolernos en la conciencia sin que aparentemente pase nada, entrando así en el 'imperio de lo efímero' siendo engullidos por una moda pasajera que nos enajena y engaña. Sería la más corrosiva construcción de una sociedad sin el fundamento firme de la roca, como advertía Jesús en su célebre parábola (Mt 7, 21-27), haciendo un mundo verdaderamente líquido como ha repetido hasta la saciedad Zigmunt Bauman, tan falto de solidez que termina siendo gaseoso.
Corremos ese riesgo de habituarnos a esta deriva política, que ya ni siquiera advertimos el momento preocupante y crítico que vivimos, haciéndonos vulnerables inadvertidamente hasta convertirnos en 'zombis' de un vulgar Halloween sin percatarnos de nuestra orfandad desahuciada y terminal. Por este motivo la presencia y la palabra de la Iglesia resulta nefanda e insoportable a algunos de nuestros observadores políticos o plumillas mediáticos. Y no tardan en responder destemplados, con mensaje sincronizado desde sus variadas tribunas y titulares, cada vez que un cristiano –máxime si además es obispo– toma la palabra para decir con mesura de juicio, con templanza literaria, pero con audacia profética llamando a las cosas por su nombre, que algunos no soportan tener que escuchar.
El mutismo y la invisibilidad es lo que desean algunos como escenario de la presencia cristiana en toda la trama social: en la cultura, las artes varias, la opinión pública y publicada, los debates éticos y políticos, los desafíos sociales y culturales, etc. Como mucho se nos permitiría seguir respirando en alguna sacristía recoleta o en algún anfiteatro virtual mientras desamortizan nuestro espacio para otro tipo de sainetes de imperativo popular con derecho al campanario si el aforo de marras fuese estrecho o ineficaz. Pero resulta que tenemos el derecho y el deber de acercar también nuestra palabra, esgrimir nuestras razones, exponer nuestras reservas ponderadas o nuestra crítica constructiva en la edificación de la ciudad secular de la que también nosotros formamos parte. Por este motivo, no aceptamos las nuevas catacumbas que algunas siglas políticas y sus terminales mediáticos nos imponen sin más, confinándonos allí como apestados, sin voz ni voto, empujándonos a la inanidad.
Llevamos años con una gestión política en tantos sitios que no nos ha dejado indiferentes, y que sigue queriendo arrancar y deconstruir toda huella que tenga una inequívoca referencia al acontecimiento cristiano. Hay modelos de gobernanza que pesan en nuestra conciencia ciudadana y en nuestra visión cristiana de la vida, cuando en estos años llenos de sobresaltos, hemos podido contemplar recortes que soslayan las libertades censurándote e imponiéndote una cosmovisión de la sociedad que determina tantas cosas. Lo verificamos en España, en otros lares europeos a través de sus instituciones legislativas y parlamentarias, y en los países hermanos de la América hispana que se han deslizado hacia el populismo (Cuba, Nicaragua, Venezuela, México, Ecuador, etc.) con el carácter marxista e indigenista de una falsa liberación que venimos comprobando.
El gran escritor inglés Thomas Stern Eliot, hablaba de lo que sucede cuando el hombre abandona a Dios: que siempre le quedarán tres ídolos a los que seguir dando culto, a los que de tantos modos continuar adorando. Él señalaba estos tres: el poder, el dinero y la lujuria. Toda una proclama de los males que nos aquejan en estos días revueltos con políticos corruptos y mendaces que quedan retratados en esta fotografía del derrumbe de los imperios de la vanidad ensoberbecida y la frívola ambición. Es lo que mayormente me viene a la mente cuando me asomo cada día a lo que en el escenario más local o en el más internacional constatamos como deriva de un derrotero en el que los valores sólidos desde lo que hemos construido nuestra sociedad y nuestra civilización, está quedando dilapidada por la ansiedad del poderío con cualquier maña sin rubor, de la riqueza a cualquier precio consumista, del placer en cualquier perversión inconfesable (poder, dinero y lujuria). Lo decía un teólogo contemporáneo, Henri de Lubac: cuando hacemos un mundo sin Dios, lo hacemos contra el hombre. Verdadera impronta de lo que estamos asistiendo como escenario terrible de actualidad.
Sabemos que los estados pueden ser aconfesionales, pero las personas siempre seremos creyentes. Puede parecer presuntuosa esta afirmación, pero bien pensada creo que es incontestable. Porque todos tenemos una relación con Dios lo queramos o no: para confesarlo con la fe o para censurarlo desde la ideología. En este sentido no hay creyentes y ateos, sino creyentes e idólatras, es decir, creyentes en el verdadero Dios o idólatras de los dioses falsos, como señalaba Eliot. Cada uno sabe luego qué fruta prohibida consume, qué torres de Babel indebida levanta o qué becerros de oro adora… para llegar a ser como Dios, vieja y única tentación humana que se verifica en las dictaduras de los mandamases sin escrúpulos que sólo quieren perpetuar sus poltronas y controles a base de mentiras tramposas e injusticias avasalladoras sin entrañas. Lástima que jamás reparen en el daño que hacen a la sociedad, pudriendo las democracias con la decadencia infame que ellos introducen en su demencial uso y abuso de las reglas de juego que amañan a su favor.
Por este motivo la memoria cristiana será siempre subversiva para quienes tienen una idea totalitaria y excluyente: ante la familia que confunden y destruyen, ante la vida que siegan en cualquiera de sus tres tramos (naciente, creciente y menguante), ante la libertad que pervierten con leyes liberticidas. Memoria cristiana que ama la belleza, no traiciona la verdad, ejerce la bondad y está abierta a la transcendencia. Es normal ante este panorama que los cristianos pidamos la palabra y ofrezcamos nuestro testimonio, aunque irrite y soliviante a quienes no pueden controlarnos. En ello estamos. Paz y bien. Jesús Sanz Montes, OFM. Arzobispo de Oviedo. Fuente:ABC
Tu fe te ha curado.
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Quién es Jesús? y, en consecuencia, quién es el discípulo? Estas preguntas constituyen el eje del evangelio de Marcos; los diferentes episodios del camino hacia Jerusalén permiten intuir de un modo cada vez más claro la respuesta, y la perícopa de hoy -que precede al relato de la entrada de Jesús en la ciudad santa- nos ofrece importantes indicaciones. Bartimeo es un ciego que está sentado para mendigar en el camino, en los márgenes de la vida. La noticia del paso de Jesús hace renacer la esperanza en él, y grita para atraer la atención del rabí, invocándole con el título mesiánico de "hijo de David". De este modo profesa su creencia en que el Mesías está presente y puede salvarle. Se confía a él perdidamente, mendigando su misericordia: "!Ten compasión de mí!". Los reproches que muchos le dirigen no sirven para hacerle callar: Bartimeo sabe que si deja pasar esta ocasión única no le quedará otra cosa que recaer en la oscuridad definitiva de una simple supervivencia.
Entonces "Jesús se detuvo" (v. 49): él es alguien que puede comprender hasta lo más hondo el sufrimiento humano y la soledad que le acompaña; conoce el vislumbre de fe que alumbra ya el corazón de aquel ciego y viene a darle la luz plena. "Llamadlo". El entusiasmo del pobrecito es conmovedor: da un salto olvidándose de toda prudencia. También a él, como a los hijos de Zebedeo, se le dirige la misma pregunta: "Qué quieres que haga por ti?" (v. 51; cf. v. 36). Jesús puede colmar, en efecto, el deseo más profundo del corazón del hombre; el discípulo, en el diálogo que mantiene con él, debe tomar conciencia de lo que realmente quiere y asumir su responsabilidad. A la súplica del ciego le corresponde el milagro, puesto que Jesús le reconoce esa fe que constituye el ámbito en el que se manifiesta su poder divino. Y la fe lleva a la visión al que antes había creído sin ver, y después, una vez corroborado por la experiencia viva del encuentro con Jesús, se hace discípulo suyo y decide seguirle por el camino que le lleva hacia la pasión y la gloria (v. 52).
Nuestra sinfonía inacabada. Artículo.
“En el tormento de la insuficiencia de todo lo accesible, llegamos a entender que aquí, en esta vida, todas las sinfonías quedan inacabadas”.
Fue Karl Rahner quien escribió esas palabras, y no entenderlas es arriesgarnos a dejar que la inquietud llegue a ser un cáncer en nuestras vidas. ¿Qué significa estar atormentado por la insuficiencia de todo lo accesible? ¿Cómo estamos torturados por lo que no podemos poseer?
Todos experimentamos esto diariamente. De hecho, en todos momentos de nuestra vida, a excepción de unos pocos privilegiados y pacíficos, este tormento es como una resaca en todo lo que experimentamos. La belleza nos hace inquietos cuando debería proporcionarnos paz. El amor que experimentamos con nuestro cónyuge no colma nuestros anhelos. Las relaciones que tenemos en nuestras familias parecen demasiado triviales y domésticas como para saciarnos. Nuestro trabajo no se ajusta al sueño que tenemos para nosotros. El lugar donde vivimos se nos hace aburrido en comparación con otros lugares. Estamos demasiado inquietos para sentarnos tranquilamente en nuestras propias mesas, dormir pacíficamente en nuestros propios lechos y sentirnos tranquilos con lo que somos.
Cuando nos sentimos de esta manera, nuestras vidas nos parecen siempre demasiado pequeñas para nosotros y las vivimos de tal manera que siempre estamos esperando, esperando que algo o alguien venga con nosotros y cambie las cosas, de modo que la vida auténtica, según la imaginamos, pueda empezar.
Recuerdo una historia que me contó en cierta ocasión un hombre. Este tenía cuarenta y cinco años; vivía feliz en su matrimonio; era padre de tres niños sanos; tenía un empleo, si no estimulante, sí seguro; y vivía en una zona igualmente si no estimulante, sí pacífica. Aun así, para usar sus propias palabras, nunca estaba completamente metido en su propia vida. Aquí está su confesión:
“Durante casi toda mi vida, y especialmente durante los últimos veinte años, he estado demasiado inquieto para vivir en realidad mi propia vida. De hecho, nunca acepté lo que soy: un hombre de cuarenta y cinco años, que trabaja en una tienda de ultramarinos de una pequeña ciudad; casado con una mujer buena; consciente de que mi matrimonio nunca colmará mis profundos anhelos sexuales; y sabedor de que, a pesar de todas mis ilusiones, no voy a ninguna parte; nunca colmaré mis sueños, sólo estaré aquí, como estoy ahora, en esta pequeña ciudad, en este particular matrimonio, con esta gente, en este cuerpo, por el resto de mi vida. Sólo iré haciéndome mayor, más calvo y físicamente menos sano y atractivo. Pero lo triste de todo esto es que, según todos indicios, vivo una buena vida. En realidad, gozo de buena suerte. Estoy sano, soy amado, me siento seguro, en un buen matrimonio, viviendo en un país de paz y abundancia. Aun así, dentro de mí mismo, estoy demasiado inquieto para valorar alguna vez plenamente mi propia vida, mi esposa, mis hijos, mi trabajo y el lugar donde vivo. Siempre estoy en algún otro lugar dentro de mí mismo, demasiado inquieto para estar de hecho donde estoy, demasiado inquieto para vivir en mi propia casa, demasiado inquieto para estar dentro de mi propia piel”.
Esa es la manera como el tormento de la insuficiencia de todo lo accesible se siente en la vida real. Pero la visión de Rahner es más que un diagnóstico; es también prescriptiva. Señala cómo podríamos sobreponernos a ese tormento más allá del cáncer de la inquietud. ¿Cómo hacemos eso?
Precisamente al comprender y aceptar que aquí, en esta vida, todas sinfonías quedan inacabadas. Al comprender y aceptar que la razón que nos tiene atormentados no es que seamos personas sobresexuadas, neuróticas y desagradecidas que están demasiado ansiosas de sentirse satisfechas con esta vida. No es eso. La razón profunda es que estamos congénitamente sobrecargados y sobreconstruidos para esta tierra. Construidos de esa manera por Dios. Somos espíritus infinitos que vivimos dentro de un mundo finito, corazones hechos para la unión con todo y con todos, pero que se encuentran sólo con personas mortales y cosas mortales. ¡No es extraño que tengamos problemas de insaciabilidad, de ilusiones, de soledad y de inquietud! Somos como el Gran Cañón, pero sin fondo. Nada, a no ser la unión con todo lo que existe, puede llenar alguna vez ese vacío.
Ser atormentados por la inquietud supone ser humanos. Además, al aceptar que somos humanos y que, por tanto, para nosotros, no puede haber en este mundo ninguna sinfonía acabada, nos es posible llegar a estar más tranquilos con nuestra inquietud. ¿Por qué? Porque ahora sabemos que todo nos llega con una resaca de inquietud e inadecuación, y que esto es normal y real para todos.
Como Henri Nouwen dijo en una ocasión: Aquí, en este mundo, no hay nada como un gozo claro y puro. Más bien, en toda satisfacción, se da una conciencia de las limitaciones. Tras toda sonrisa, existe una lágrima. En todo abrazo, se da soledad. En toda amistad, hay distancia.
La paz y la quietud solamente nos pueden venir cuando aceptemos esa limitación en la condición humana, porque es sólo entonces cuando dejaremos de demandar que la vida -nuestros cónyuges, nuestras familias, nuestros amigos, nuestros trabajos, nuestras vocaciones y nuestras vacaciones- nos dé algo que estos no pueden darnos, a saber, el gozo claro y puro, la consumación plena. Art. original en inglés. Imagen: Depositphotos Ron Rolheiser OMI (Trad. Benjamín Elcano, cmf). Fuente: Ciudad Redonda.org
San Antonio María Claret. 24 de octubre.
Nacido el 23 de diciembre de 1807 en Sallent (Cataluña). [Estudia y trabaja en Barcelona hasta que decide ingresar en el seminario de Vic, tras descubrir que su primera vocación como cartujo era equivocada. Una vez ordenado se le asigna una parroquia. Después de un periodo de labor pastoral y al ser consciente de las necesidades espirituales de la época, decide fundar una nueva Congregación].
El 16 de julio de 1849, fiesta de la Santa Cruz y de la Virgen del Carmen, en una habitación austera del seminario de Vic se reunen con el padre Claret otros cinco sacerdotes catalanes jóvenes y entusiastas. Después de santiguarse reflexivamente, inicia su plática diciendo: «Hoy comenzamos una gran obra». Aquel día comenzaba, humilde y calladamente su andadura la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María (claretianos).
Biografía (clic:claret.org)
A modo de síntesis: perfil de su personalidad
Antonio María Claret es un profeta fascinado y polarizado por la misión. Vive la experiencia de los profetas. -Había muchos pasajes (proféticos) que me hacían tan fuerte impresión, que me parecía que oía una voz que me decía a mí lo mismo que leía» (Aut. n. 114). Como los profetas se siente escogido desde el seno materno, llamado (Ga 1, 15). Se siente en todo momento mediación del Espíritu.
De esta conciencia profética nace su espiritualidad, menos preocupada por la perfección personal que por la fidelidad a la misión. Su relación personal con el Señor, con María, sus experiencias eucarísticas, la virtudes que pretende, todo viene determinado por la misión evangelizadora. El vigoroso ejercicio de su misión profética provoca sucesivas persecuciones contra él que rozan lo novelesco. Es difícil encontrar en la historia de la Iglesia un profeta que supere, ni siquiera que iguale, a Claret en la virulencia de las persecuciones sufridas.
Antonio María Claret es un hombre de la Palabra; es el discípulo de la Palabra, acogida, asumida, contemplada, orada y proclamada. Es el hombre centrado en la misión, pero es que entiende que su misión es precisamente el anuncio de la Palabra. «De un modo muy particular me hizo Dios nuestro Señor entender aquellas palabras: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres» (Lc 4, 18)» (Aut. n. 118). La suya es una espiritualidad marcadamente bíblica. Se convierte en un gran difusor de la Biblia. Claret derrocha la palabra. Parece como si sufriera una especie de obsesión por predicar, por escribir. Confiesa que no puede callar. Es incansable en el ministerio de la palabra escrita. Escribió más de doscientos libros; escribe para todos los públicos, difunde en cantidad asombrosa para su tiempo. y encauza hacia este destino una buena parte de sus ahorros.
Se siente especialmente enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres (Aut. n. 118). »Dios me ha dado una especial ternura hacia los pobres; y ellos se dan cuenta de lo mucho que les quiero». 'Hay que ahorrar más, hermano José, para poder dar más a los pobres —le reprocha al hermano coadjutor misionero que convive con él y que persiste en ponerle vino en la comida por la delicadeza de su salud—. En Madrid se convierte en el gran limosnero. La visita a los enfermos, a los presos y a los establecimientos de caridad formaba parte de su vida cotidiana.
La evangelización que realiza está llena de lucidez y realismo, sirviéndose de los medios modernos. -Mérito característico suyo —dice Pío XI— es haber unido en un solo haz la predicación evangélica, el apostolado de la caridad, la organización misionera y la entrega a la pastoral de medios de comunicación, con el empleo más amplio, más moderno, más vivaz, más genial y popular del libro, del folleto, de la hoja volante». Cuando emprende el ministerio itinerante organiza equipos de misioneros que se reparten el trabajo y sirven a distintos sectores del pueblo de Dios. Es flexible en el uso de los medios; lo único que le importa es que el mensaje del Evangelio llegue al hombre y le libere. Incita a los Misioneros de su congregación a nuevas fronteras, tanto geográficas como pastorales. Les aconseja que «se valgan de todos los medios». Su apostolado es un apostolado organizado, colectivo y eclesial. Una nota característica de sus fundaciones es la corresponsabilidad en la que se articulan la acción de los sacerdotes, seglares y religiosos.
La fantasía que derrochó con los nuevos modelos textiles se convierte en fuente de inspiración de sus múltiples y novedosas actividades apostólicas. Es un hombre que crea, porque es un hombre que cree de verdad. Su creatividad apostólica es asombrosa; va dando respuesta a los nuevos desafíos. Se adelanta a los tiempos modernos y al Vaticano II en el movimiento bíblico; en tiempos de total pasividad laical promueve decididamente el apostolado seglar. Funda organizaciones apostólicas como las bibliotecas populares y parroquiales, la academia de San Miguel y la archicofradía del Corazón de María, organizaciones en las que el protagonismo corresponde a los seglares. Promueve la recuperación del ministerio de las diaconisas. Funda las religiosas en sus casas (hoy Filiación Cordimariana), una forma moderna de vida religiosa precursora de los modernos institutos seculares. Crea la granja modelo, las cajas rurales, instituciones promocionales en favor de los niños desamparados y de los campesinos pobres. Se adelanta a los modernos institutos seculares de sacerdotes promoviendo la comunidad de pastores. Funda también la librería religiosa para promover la buena prensa.
A Claret le corresponde vivir en tiempos caóticos y revolucionarios, tiempos de cambio que requieren mucho equilibrio. Claret tiene los pies en el suelo; evangeliza desde las posibilidades que hay a su alcance. Desde el comienzo de su ministerio se ha propuesto encarnar la vida profética de Jesús y sus apóstoles, lo que él llama, forma de vida apostólica»: ir siempre a pie de pueblo en pueblo, acercarse a la gente humilde y sencilla, ejercer gratuitamente el ministerio, vivir de limosna y en total pobreza; no tiene nunca casa propia, en las comidas es de una austeridad franciscana. Sus grandes aspiraciones son «morir en un hospital como pobre o en un cadalso como mártir», y muere en el destierro, expoliado incluso de su fama. Todo cuando ahorra lo dedica para ayudar a los pobres, a la difusión de la buena prensa y a las necesidades de la Iglesia.
Nuestro santo es un místico «de» la acción. No simplemente un místico «en» la acción. La acción no es para él un viento peligroso que apaga la llama débil de su vitalidad interior, sino un viento benéfico que aviva el fuego de su hoguera. La acción es para él lugar sagrado de encuentro con el Señor, lugar donde experimenta su presencia. Se propone «ser al mismo tiempo (y lo consigue) Marta y María. El mismo Pío XII, en su canonización, destaca este rasgo identificador: «Siempre en la presencia del Señor, aun en medio de su prodigiosa actividad exterior».En una mirada superficial a la personalidad de Claret resalta su dimensión ascética: es un hombre ordenado y metódico, todo tiene su tiempo prefijado; elabora un detallado plan de vida según el cual no queda tiempo para la improvisación. Sin embargo, es un místico con rostro de asceta. Llega a tener experiencia de todos los fenómenos sobrenaturales, resaltando de un modo especial, en los últimos años de su vida, la permanencia continua de las especies sacramentales en su pecho. A la apariencia predominantemente ascética de Claret contribuye su gran reserva, su pudor y también su torpeza para expresar su interioridad e interpretar los fenómenos místicos.
Junto al rasgo eucarístico de su espiritualidad, hay que resaltar su dimensión mariana. La Madre de Jesús es locura para Claret. Cuando habla de ella exulta y se exalta místicamente. Vive su fe en Jesús cíe Nazaret inseparablemente de María, gracias a la educación familiar y gracias también a la experiencia sobrenatural de su presencia en la hora de la opción radical y vocacional cuando fue tentado. Se siente acompañado y fortalecido en el ministerio profético y apostólico por María. Su pasión mariana no tiene nada de intimista ni sensiblera, sino que es dinamizadora apostólicamente. Ella es para él «la Reina de los apóstoles», que sigue alentándole, acompañándole, implorando para él y sus Misioneros el Espíritu de Jesús que les alienta, ilumina y fortalece en la evangelización. Su Corazón es fragua de apóstoles».
Murió el 24 de octubre de 1870 a la edad de 62 años. El 25 de febrero de 1934 es beatificado por Pío XI, y el 7 de mayo de 1950 canonizado por Pío XII. Sus restos son venerados en el santuario-sepulcro de Vic (Barcelona), levantado en el solar que ocupó la casa-madre de los Misioneros. Su fiesta litúrgica se celebra el 24 de octubre. Dominicos.org Aquilino Bocos Merino, C.M.F. Texto Martínez Puche, José A.
Meditación en torno a la posmodernidad.
Cuenta esta historia que un !oven aprendiz, en ausencia de su sabio maestro, puso en funcionamiento el artefacto inventado. El funcionamiento fue perfecto. Aquella maquinaria prodigiosa, en justa exhibición del talento que la había creado, iba destrozando todo lo que encontraba a su alrededor. La angustia del joven aprendiz fue creciendo más y más por no saber desactivar los mecanismos que detuvieran el invento. Las consecuencias de aquella curiosidad imprudente y la moraleja de la historia son fáciles de sacar.
Algo parecido le sucede al joven posmoderno. Por un lado se considera heredero de un ingente legado de posibilidades que le posibilitan vivir con el menor esfuerzo. Ahora bien, el manual de instrucciones no se tiene ni se sabe interpretar o no se leen las contradicciones. Aquí está la danza maravillosa de la posmodernidad: los jóvenes disfrutan de todo lo que no se han esforzado en producir, pero también padecen sus más duras consecuencias. (De las fábulas del padre Claret.) Fuente: Santa Clara de Estella
San Juan Pablo II. 22 de octubre.
A los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946.
Seguidamente, fue enviado por el Cardenal Sapieha a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz. En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-65), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyla tomó parte en todas las asambleas del Sínodo de los Obispos.
Desde el comienzo de su pontificado, el 16 de octubre de 1978, el Papa Juan Pablo II realizó 104 viajes pastorales fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma ha visitado 317 de las 333 parroquias romanas.
El 13 de Mayo de 1.981, Juan Pablo II sufrió un atentado. El turco Alí Agça le disparó en la propia Plaza de San Pedro. Sin embargo, pudo sobrevivir y recuperarse tras pasar un tiempo en el hospital. El proyectil con el que resultó herido, fue engarzado en la corona de la imagen de Ntra. Sra. de Fátima, que preside el Santuario de Cova de Iría. El propio Papa entregó la bala a Mons. Alberto Cosme, obispo de Leiría.
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. El Papa también ha publicado cinco libros: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994); "Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (Marzo de 2003); "¡Levantaos! ¡Vamos!" (mayo de 2004) y "Memoria y identidad" (2005).
Juan Pablo II ha presidido 147 ceremonias de beatificación -en las que ha proclamado 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Ha celebrado 9 consistorios, durante los cuales ha creado 231 (+ 1 in pectore) Cardenales. También ha presidido 6 asambleas plenarias del Colegio Cardenalicio.
Desde 1978 hasta 2005, el Santo Padre ha presidido 15 Asambleas del Sínodo de los Obispos: 6 ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), 1 general extraordinaria (1985), y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 [2] y 1999).
Ningún otro Papa se ha encontrado con tantas personas como Juan Pablo II: en cifras, más de 17.600.100 peregrinos han participado en las más de 1160 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese número no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa ha encontrado durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se ha entrevistado durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
El 2 de Abril de 2.005, a las 21:37 h., falleció en la Ciudad del Vaticano. mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina. Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril de 2005, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
Juan Pablo II fue beatificado por Benedicto XVI en Roma el 1 de Mayo de 2011. El Papa Francisco le canonizó el 27 de abril de 2014. Fuente: webcatolicodejavier fotos: LNE.es
El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir .
Jesús camina con paso decidido hacia Jerusalén (10,32), hacia la pasión, y no deja sitio a incertidumbres o componendas: revela una vez más a los suyos, que lo han dejado todo para seguirle (10,28), el final de aquel camino (vv. 33ss); sin embargo, tampoco los discípulos que le son más allegados comprenden, no son capaces de despojarse de las expectativas y las ambiciones de gloria exclusivamente humanas; creen que su Maestro es el Mesías esperado como triunfador y, atestiguándole su confianza, le piden tener una parte digna de consideración en el Reino que va a restablecer (v. 37). Jesús examina a estos aspirantes a "primeros ministros"; rectifica sus perspectivas, les indica con mayor claridad que su gloria pasa antes que nada por un camino de sufrimiento (ése es el sentido de las imágenes bíblicas de la "copa" y del "bautismo", a saber: sumergirse en las aguas entendidas como olas de muerte). La disponibilidad que declaran, con ingenuo atrevimiento, Santiago y Juan no basta aún para obtenerles la promesa de un sitio de honor, porque la participación en la gloria de Cristo es un don que sólo Dios puede otorgar gratuitamente (v. 40).
Y quién se hace digno de recibirlo? Jesús lo explica a los Doce, a quienes el deseo de ser los primeros pone en conflicto, y a nosotros, que también aspiramos siempre un poco al éxito y al poder: "No ha de ser así entre vosotros". Nos enseña que la realización hacia la que debemos tender no ha de tener como modelo el comportamiento de los "grandes" de este mundo, sino el de Cristo, siervo humilde glorificado por el Padre, que es, al mismo tiempo, el Hijo del hombre esperado para concluir la historia e inaugurar el Reino celestial. Éste es el modelo de grandeza que propone Jesús a los suyos: el humilde servicio recíproco, la entrega incondicionada de uno mismo para el bien de los hermanos (vv. 42-44).
¿Cuándo es saludable el miedo? Artículo.
¿Por qué ya no predicamos del fuego del infierno? Esta es una pregunta hecha frecuentemente por mucha gente religiosa sincera, preocupada porque demasiadas iglesias, sacerdotes y ministros han sido blandos con el pecado y son supergenerosos al hablar sobre la misericordia de Dios. Ahora, la opinión es que vendría más gente a la iglesia y guardaría los mandamientos si predicáramos la cruda verdad sobre el pecado mortal, la cólera de Dios y el riesgo de ir al infierno cuando nos muramos. La verdad os hará libres, afirman estas personas, y la verdad es que existe el verdadero pecado y pueden seguirse verdaderas y eternas consecuencias a causa de él. La puerta de acceso a cielo es angosta y el camino al infierno es ancho. Así pues, ¿por qué no predicamos más sobre los riesgos del fuego del infierno?
Lo válido en esta suerte de razonamiento es que predicar sobre el pecado mortal y el fuego del infierno puede producir ciertos efectos. Las amenazas funcionan, lo sé bien. Crecí sujeto a esta clase de predicación y admito que influyó en mi conducta. Pero ese influjo resultó ambivalente: Por una parte, me dejó bastante temeroso ante Dios y la vida misma por temor a desviarme en exceso moral y religiosamente. Por otra parte, también me dejó paralizado religiosa y emocionalmente con cierta profundidad. Dicho de manera sencilla, resulta duro tener íntima amistad con un Dios que te infunde terror; y no es bueno, ni religiosamente ni de ningún otro modo, situarse excesivamente retraído y temeroso ante las energías sagradas de la vida. Por supuesto, el miedo al castigo divino y al fuego del infierno puede causar algún efecto como motivador.
Así pues, ¿por qué no predicar del miedo? Porque resulta impropio, pura y simplemente. El lavado de cerebro y la intimidación física también causan efecto, pero vienen a ser la antítesis del amor. No accedes a una relación amorosa porque te sientes temeroso o amenazado. Accedes a una relación amorosa porque te sientes atraído a ella por amor.
Más importantemente, predicar amenaza divina deshonra al Dios en quien creemos. El Dios que Jesús encarna y revela no es un Dios que mande a personas sinceras y de buen corazón al infierno contra la voluntad de estos, a causa de algún desliz humano o moral que en nuestras categorías religiosas juzgamos que es pecado mortal. Por ejemplo, aún oigo que esta amenaza es predicada en nuestras iglesias: Si dejas de acudir a la iglesia el Domingo, cometes pecado mortal; y, si mueres sin confesarlo, irás al infierno.
¿Qué clase de Dios suscribiría semejante creencia? ¿Qué clase de Dios dejaría de dar a la gente sincera una segunda oportunidad, una tercera, y setenta y siete veces siete más oportunidades si permanecieran sinceras? ¿Qué clase de Dios diría a una persona arrepentida que está en el infierno: “¡Lo siento, pero tú conocías bien las reglas! Estás arrepentido ahora, pero resulta demasiado tarde. ¡Tuviste tu oportunidad!”
Una sana teología de Dios demanda que dejemos de enseñar que el infierno puede ser una odiosa sorpresa que le espera a una persona esencialmente buena. El Dios en quien creemos como cristianos es comprensión infinita, compasión infinita y perdón infinito. El amor de Dios sobrepasa al propio nuestro; y, si nosotros, en nuestros mejores momentos, somos capaces de ver la bondad de un corazón humano no obstante sus deslices y debilidades, ¡cuánto más lo verá así Dios! No tenemos nada que temer de parte de Dios.
¿O sí? ¿Acaso no nos dice la escritura que el temor del Señor es el principio de la sabiduría? ¿Cómo cuadra eso con el hecho de no tener miedo a Dios?
Existen diferentes clases de miedos, algunos saludables y otros no. Cuando la Escritura nos dice que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, la clase de temor del que está hablando no depende del sentimiento amenazado o el sentimiento ansioso por ser castigado. Esa es la clase de temor que sentimos ante tiranos y amedrentadores. Existe, sin embargo, un temor saludable que es innato en la dinámica del amor mismo. Esta clase de temor es esencialmente la reverencia correspondiente, esto es, cuando amemos genuinamente a alguien, temeremos traicionar ese amor, temeremos ser egoístas, temeremos ser toscos y temeremos ser descorteses en esa relación. Temeremos violar el sagrado ámbito en el que se da la intimidad. Metafóricamente, sentiremos que permanecemos erguidos en terreno santo y que lo mejor sería descalzarnos ante ese fuego sagrado.
Además, la Escritura nos dice que cuando Dios aparece en nuestras vidas, casi siempre, las primeras palabras que oímos son: “No tengas miedo”. Eso sucede así porque Dios no es un tirano justiciero, sino una energía y persona amorosa, creativa, llena de gozo. Como nos recuerda Leon Bloy, el gozo es la prueba más infalible de la presencia de Dios.
Una vez, le preguntó cierto joven fundamentalista al famoso psiquiatra Fritz Peris: “¿Has sido salvado?” Respondió: “¿Salvado? ¡Aún estoy tratando de calcular cómo estar perdido”. Honramos a Dios no al vivir con miedo de ofenderle, sino empleando reverentemente la maravillosa energía que Dios nos da. Dios no es una ley que deba ser obedecida, sino una gozosa energía en la cual ocuparnos generativamente. Artículo original en inglés. Imagen: Depositphotos. Ron Rolheiser OMI (Trad. Benjamín Elcano, cmf). Fuente: Ciudad Redonda.org
Santa Margarita María de Alacoque. Mensajera del Sagrado Corazón. 16 de octubre.
Con 8 años, murió su padre. Ingresaron a la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde el primer momento, se sintió atraída por la vida de las religiosas en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la Primera Comunión a los 9 años, lo que no era costumbre en esa época. Dos años después, Margarita contrajo una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los 15 años. Por este motivo tuvo que regresar a su casa.
Además de la salud también llegaron las dificultades. "Apenas comencé a gozar de plena salud me fui tras la vanidad y afecto de las criaturas, halagándome que la condescendiente ternura que por mi sentían mi madre y mis hermanos me dejara en libertad para algunas ligeras diversiones y para consagrar a ellas todo el tiempo que deseara..."
La Virgen la reprende severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que sostenía en su interior. Estando en una ocasión rezando el rosario sentada, se le presentó la Virgen ante ella y le dijo "Hija mía, me admiro de que me sirvas con tanta negligencia." Y causaron tal impresión estas palabras en la vida de Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida. Pero la Virgen es también ternura y consuelo. Un día le dijo: "Nada temas; tu serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre". Hizo voto a la Virgen de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de su Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de radical entrega, la Stma. Virgen le ayuda a alcanzar su meta.
El Santísimo Sacramento: Las cosas en la casa de Margarita no iban muy bien. Desde la muerte de su padre, se había instalado en su casa dos parientes y una de las hermanas de su papá, quienes habían relegado a segundo término a la mamá de Margarita y habían tomado en sus manos el gobierno de la casa. Y así no tenían autoridad alguna, ni Margarita ni su mamá en la casa. Era una guerra continua ya que todo estaba bajo llave, de tal modo, que ellas no podían hacer nada sin el permiso de sus parientes.
Margarita entonces empezó a dirigir sus afectos, dicha y consolación al Santísimo Sacramento del altar. Pero ni siquiera esto le fue posible libremente, ya que la Iglesia de su pueblo quedaba a gran distancia y Margarita no podía salir de la casa sin el permiso de sus familiares. En repetidas ocasiones un familiar le daba permiso y otro se lo negaba.
Pero si Margarita sufría por su situación, era mas todavía el sufrimiento que le causaba al ver la condición de su madre. Ella, enferma con una erisipela en su cabeza que le producía una hinchazón e inflamación muy peligrosas, se veía continuamente cerca de la muerte. Y por cuanto mas rogaba Margarita a sus parientes para que ayudasen a su mamá, ellos, sin mucho interés, buscaron tan solo un cirujano que la vio una sola vez. Este después de hacerla sangrar por un rato, les dijo a todos que solo un milagro podría salvar a la mamá de Margarita. Viendo el descuido hacia su madre en medio de su estado crítico, Margarita, en su angustia, acudió al mismo Señor. Y en oración le pidió que Él mismo fuese el remedio para su pobre madre y que le enseñase a ella, qué tenia que hacer.
Pronto se haría imperiosa la necesidad de esa fortaleza especial que pedía. En cuanto regresó a la casa, encontró que estaba reventada la mejilla de su mamá con una llaga casi tan ancha como la palma de una mano, y de ella salía un hedor insoportable. Venciendo su natural repugnancia a las heridas, Margarita curaba todos los días la llaga de su mamá, teniendo varias veces que cortar mucha de su carne podrida. Durante todo el tiempo de la enfermedad, Margarita apenas dormía y comía muy escasamente. Pero no dejaba de dirigirse al Señor y le decía con frecuencia, "Mi Soberano Maestro, si Vos no lo quisieras, no sucedería esto, pero os doy gracias de haberlo permitido para hacerme semejante a Vos."
Y así iba creciendo en Margarita un gran amor a la oración y al Santísimo Sacramento. Ella se lamentaba, pues sentía que no sabía como orar, y fue el mismo Señor quien le enseñaba. El la movía a arrodillarse ante El y pedirle perdón por todas sus ofensas y después de adorarlo, era el mismo Señor quien se le presentaba en el misterio que Él quería que ella meditase. Y consumido en Él, crecía en ella el deseo de solo amarlo cada vez mas.
Cuando su madre y sus parientes empezaron a hablarle de matrimonio, la joven Margarita no podía sino sentir temor, pues no quería en nada ir en contra de aquel voto de entrega exclusiva a Dios que una vez había pronunciado. Pero era grande la presión ya que no le faltaban pretendientes que querían empujarle a perder su castidad. Por otro lado, su madre le insistía. Llorando ella le decía a Margarita que no tenía mas esperanzas para salir de la miseria en que se hallaban más que en el matrimonio de Margarita, teniendo el consuelo de poder retirarse con ella tan pronto como estuviera colocada en el mundo. Todo esto fue muy duro para Margarita, quien sufría horriblemente. El demonio la tentaba continuamente, diciéndole que si ella se hacía religiosa, esta pena mataría a su mamá. Mas por otra parte la llamada de Margarita a ser religiosa y el horror a la impureza no cesaban de influenciarle y tenía, por gracia de Dios, continuamente delante de sus ojos, su voto, al que sentía que si llegase a faltar, sería castigada con horribles tormentos.
Pero, la ternura hacia su madre comenzó a sobreponerse con la idea de que, siendo aún niña cuando hizo el voto, y no comprendiendo lo que era, bien podría obtener dispensas. Comenzó pues Margarita a mirar al mundo y a arreglarse para ser del agrado de los que la buscaban. Pero durante todo el tiempo en que estaba en estos juegos y pasatiempos, continuamente el Señor la llamaba a su Corazón. Cuando por fin ella se apartaba un poco para recogerse, el Señor le hacía severas reprensiones ante las cuales sufría horriblemente: "Me lanzaba Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y vanidades"
En una ocasión Jesús le dijo: "Te he elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando hiciste el voto de castidad. Soy yo quien te motivo a hacerlo, antes de que el mundo tuviera parte en tu corazón... Y después te confié al cuidado de mi Santa Madre, para que te formase según mis designios".
Finalmente el Divino Maestro se le aparece todo desfigurado, cual estaba en Su flagelación y le dice: "¿Y bien querrás gozar de este placer?- Yo no gocé jamás de ninguno, y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu corazón- Querrás ahora disputármelo?". Comprendió ella que era su vanidad la que había reducido al Señor a tal estado. Que estaba ella perdiendo un tiempo tan precioso, del cual se le perdería una cuenta rigurosa a la hora de su muerte. Y con esta gracia extraordinaria, revivió en ella el deseo de la vida religiosa con tal ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier sacrificio, aunque pasarían 5 años antes de poder realizarlo. Fuente: Corazones.org