San Juan Diego, el Vidente de Guadalupe, un Modelo de Humildad (9 dic)

En abril de 1990 Juan Diego (el vidente de la Virgen de Guadalupe) fue beatificado por el papa Juan Pablo II en el Vaticano. En Julio 2002 fue canonizado en una ceremonia presidida por Juan Pablo II, realizada en la Basilica de Guadalupe. Su fiesta es el 9 de diciembre.

Hay consenso entre los expertos que Juan Diego nació en 1474 en el calpulli de Tlayacac en Cuauhtitlán. Este lugar estaba localizado 20 kilómetros al norte de Tenochnitlán (ciudad de México) y fue establecido en 1168 por la tribu nahua y posteriormente conquistado por el jefe Azteca Axayacatl en 1467. El nombre azteca de Juan Diego era Cuauhtlatoatzin, algo así como “el que habla como águila” o “águila que habla”.

El Nican Mopohua lo describe como un “pobre indio”, que no pertenecía a ninguna de las categorías sociales relevantes del Imperio, como funcionarios, sacerdotes, guerreros, mercaderes, o sea que pertenecía a la numerosa clase baja del Imperio Azteca, aunque no era esclavo. Él mismo hablándole a a la Virgen de Guadalupe que se le presenta se describe como “un hombrecillo” o un don nadie, y es por esto que dice que tiene falta de credibilidad ante el Obispo. El trabajaba la tierra e incluso era dueño de una parcela, donde vivía en una pequeña vivienda. Fabricaba mantas y las vendía. Estaba casado pero sin hijos.
Entre los años 1524 o 1525 se produce su conversión al cristianismo y fue bautizado junto con así como su esposa, con el nombre cristiano de Juan Diego y su esposa con el nombre de María Lucía.
Los bautizó un fraile Franciscano de nombre padre Peter da Gand, quien fue uno de los primeros misionarios franciscanos que llegó a Mexico.
En las Informaciones Guadalupanas de 1666, que fue la primera investigación formal realizada por la Iglesia sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, Juan Diego aparece como un hombre muy devoto y religioso, aún que se hubiera convertido. Se dice que era  reservado y de un carácter místico, de poco hablar y que hacía penitencias frecuentes. También se dice que caminaba 20 kilómetros desde su poblado hasta Tenochtitlán para recibir instrucción religiosa.
Su esposa María Lucía  fallece en 1529 y Juan Diego se va a vivir con su tío Juan Bernardino en Tolpetlac, que así le quedaba mas cerca de la iglesia en Tlatilolco – Tenochtitlán, sólo 14 kilómetros.
Se cuenta que él se levantaba muy muy temprano los sábados y domingos, antes que amaneciera para ir caminando a la iglesia y llegar a tiempo a la Misa y a las clases de instrucción religiosa.
No usaba zapatos, caminaba descalzo como la gente de su clase macehualli, ya que solo los miembros de las clases superiores de los aztecas usaban cactlis, o sandalias, confeccionadas con fibras vegetales o de pieles. Usaba para protegerse del frío una manta, tilma o ayate, tejida con fibras del maguey, el cactus típico de la región. El algodón era solo usado por los aztecas mas privilegiados.

SE LE APARECE MARÍA:
Las caminatas a Tenochtitlánle tomaban unas tres horas y medias atravesando montañas y poblados. En una de ellas ocurre la primera aparición de la Virgen de Guadalupe, en el lugar ahora conocido como “Capilla del Cerrito”.
La Santísima Virgen le habló en su idioma náhuatl. Y lo llamó “Juanito, Juan Dieguito”, “el mas pequeño de mis hijos”, “hijito mío”, mostrando así su cariño.
En el momento de las apariciones Juan Diego tenía 57 años, lo que significaba que era un anciano para los estándares de la época, porque la expectativa de vida masculina apenas sobrepasaba los 40 años.
Luego de las apariciones de Guadalupe Juan Diego se fue a vivir a un pequeño cuarto pegado a la capilla que alojaba la santa imagen, dejando sus pertenencias a su tío Juan Bernardino.
Pasó el resto de su vida completamente dedicado a la difusión del relato de las apariciones entre la gente de su pueblo. Algo similar a lo que le sucedió al Negro Manuel, que fue custodio de Nuestra Señora de Luján, Argentina.
Juan Diego muere el 30 de mayo de 1548, a la edad de 74 años. Juan Diego amaba de sobremanera la Sagrada Eucaristía, y por permiso especial del Obispo, luego de las apariciones, recibía la Comunión tres veces por semana, algo completamente inusual en aquellos tiempos.
Su Santidad Juan Pablo II alabó en Juan Diego su simple fe nutrida por la catequesis y lo definió como un modelo de humildad para todos nosotros, refiriéndose a lo que le dijo a la Santísima Virgen:
“soy solo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda”

LAS APARICIONES: El 9 de diciembre de 1531, cuando se dirigía a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, quien se le presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.
María le encargó que pidiese al Obispo Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición, en su nombre. Y como el Obispo no aceptó, la Virgen le pidió que insistiese.
Al día siguiente, un domingo, Juan Diego volvió a hablar con el franciscano, quien le tomó examen sobre la doctrina cristiana y le solicitó pruebas objetivas de la aparición. El 12 de diciembre, un martes, Juan Diego se dirigía de nuevo a la ciudad y la Virgen se le volvió a presentar, le consoló, y le dijo que subiera hasta la cima del cerro Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. A pesar del frío invierno y la aridez del sitio, Juan Diego halló unas flores muy hermosas, que las recogió en su tilma y se las llevó a la Virgen, quien le dijo que se las presentara al  Obispo como prueba de la veracidad de la aparición. Cuando Juan Diego estuvo ante el obispo, abrió su tilma y dejó caer las flores, mientras que apareció en el tejido de su tilma  la imagen de la Virgen de Guadalupe, hasta hoy inexplicablemente impresa.
Esta es la historia oficial, pero hay quienes dudan de su veracidad, al punto que consideran que Juan Diego nunca existió y que fue una estratagema armada para convertir a los aztecas. Sin embargo hay un hecho sobrenatural que todavía no se puede explicar que son las características extraordinarias y sobre humanas de la pintura que quedó grabada en la tilma de Juan Diego, que es objeto de veneración del pueblo mexicano. Fuente