Dios tiene muchas formas de manifestar su Omnipotencia, de forma sensible, frente a todos nosotros. Una de las más admirables es la que se refiere a los Santos Cuerpos Incorruptos.
Hace unos años se procedió en el Vaticano a la apertura de la tumba del Beato Juan XXIII, cuya obra más significativa fue la realización del Concilio Vaticano II. Para sorpresa de quienes realizaron la ceremonia, y pese a las décadas que transcurrieron desde su muerte, su cuerpo se encontraba totalmente incorrupto. Sus restos, de tal modo, están ahora expuestos en la Basílica de San Pedro en una urna de cristal, para admiración de quienes lo visitan.
Pero no es la primera vez que esto ocurre, ya que son muchos los casos de Santos que pese a las décadas o siglos de su muerte, tienen sus cuerpos en estado de incorruptibilidad. El caso de Santa Bernadette de Soubirous, la vidente de la aparición de Lourdes, es uno de los más admirables y conocidos. Su rostro muestra aún hoy una paz y alegría que reflejan la felicidad que ella sintió en el momento en que alcanzó las puertas de la Patria Celestial.
También el cuerpo del Santo Cura de Ars, Juan María Bautista Vianney, está incorrupto. Él vivió una vida de proezas místicas, de lucha contra el demonio, de incansable trabajo en el confesionario, de hechos místicos resaltables como la bilocación de su cuerpo (estar en varios sitios al mismo tiempo) y de perfume de santidad, entre muchos otros.
Jacinta Marto, la niña que junto a su hermano Francisco y su prima Lucía Dos Santos recibieron la visita de la Mujer vestida del sol en Fátima, mostró su rostro de niña angelical totalmente incorrupto cuando varios años después de su muerte se mudaron sus restos en Portugal.
El corazón de San Vicente de Paúl, fundador de la orden de los Vicentinos, se encuentra también incorrupto. Y así se puede nombrar a Santa Clara de Asís, Santa Imelda, Santa Margarita, Santa Rita de Casia, San Juan Bosco, Santa Catalina de Labouré, Santa Ángela de la Cruz, la Venerable Madre Ana de San Agustín, el argentino Fray Mamerto Esquiú, San Peregrino Laziosi y tantos otros Santos que dan testimonio de la Presencia viva de Jesús obrando hoy entre nosotros.
Mucha gente vive con la convicción de que los milagros obrados por Dios son cosa del pasado, o que las manifestaciones celestiales culminaron con la Ascensión de Jesús o a lo sumo durante los primeros siglos de la Iglesia. Sin embargo Dios nos sigue mostrando que Su mano sigue obrando a nuestro alrededor para llamar nuestra atención hacia la necesidad de reconocer la existencia del mundo sobrenatural entre nosotros, en pleno siglo XXI.
Pero, ¿cuál es el sentido y el mensaje del Cielo al mantener los cuerpos de estas almas en un estado que desafía las leyes naturales?. Sin duda que el principal significado es el de indicarnos a las claras Su predilección por aquellos que se santificaron, que vivieron una existencia de búsqueda de la entrega total a la Voluntad de Dios. Jesús nos marca con Su Presencia Mística a aquellos que debemos mirar como ejemplos del camino a seguir.
Mientras tanto, el mundo nos llama con sus inconsistentes mensajes orientados al materialismo, a la negación de la Presencia de Dios en cada pequeña cosa que vivimos, a la vida vacía de contenido espiritual. Dios, con sus mensajes de Presencia y desafiando las leyes de Su Creación, nos enseña que Él todo lo puede, sobremanera cuando se está en la presencia de almas santificadas.
Levantemos nuestros ojos a lo alto, veamos la magnífica manifestación de Dios actuando frente a todos nosotros en el testimonio de los milagros más sorprendentes. No dejemos que las cosas del mundo obstaculicen nuestra visión y nuestro entendimiento. Si Dios nos llama de tan diversas maneras, ¿qué sentido tiene seguir viviendo apegados al frenesí de luchar por cosas que no tienen sentido alguno para la trascendente misión de nuestra propia salvación?. Fuente