Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyla y
Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico)
murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga
murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio
de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera
Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de
enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938
en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la
Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego
en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a
Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio,
siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido
por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo,
fue uno de los promotores del ”Teatro Rapsódico”, también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el
seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología
de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1
de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección
del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una
tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de
fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones
para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia,
Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas
parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando
reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la
Universidad Católica de Lublin una tesis titulada ”Valoración de la posibilidad
de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”.
Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario
mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo
titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28
de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del
Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia
por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de
San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965),
con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et
spes, el Cardenal Wojty?a tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los
Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16
de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó
solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su
pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha
durado casi 27 años
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable
espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la ”sollicitudo
omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104
viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además,
como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de
Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos
participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles.
Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias
religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año
2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas
pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar
también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó
durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de
Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las
Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a
lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo.
Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros
mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los
representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a
encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y
celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la
carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva
época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio
ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la
Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para
mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a
los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las
que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos.
Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231
cardenales (más uno ”in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su
muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio
cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales
ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria
(1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas,
15 Exhortaciones apostólicas,11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas
apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la
Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó
el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias
Orientales; y reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: ”Cruzando
el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el
quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996);
”Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo de 2003);
?¡Levantaos! ¡Vamos!? (mayo de 2004) y ?Memoria e identidad? (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37,
mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y
domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se
celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de
peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de
cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del
tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de
beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente
el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de
junio de 2005.
Fue beatificado por Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011, que
en su homilía lo recordó así:
”Hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz
espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II.
Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó
durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación
universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la
Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium”.
”El nuevo Beato escribió en su testamento: ”Cuando, en el
día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo
II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszy½ski, me dijo: ”La tarea del
nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio”. Y
añadía: ”Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don
del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y
en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que
durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas
que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el
acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar
este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por
mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al
servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi
pontificado”. ¿Y cuál es esta ”causa”? Es la misma que Juan Pablo II anunció en
su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras:
”(No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”.
Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en
primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos
y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de
Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de
amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo
ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener
miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del
Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la
verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza
de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el
tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás”.
”Karol Wojtyla subió al solio de Pedro llevando consigo la
profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo,
centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la
Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran
herencia del Concilio Vaticano II y de su ”timonel”, el Siervo de Dios el Papa
Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del
Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar ”umbral de la
esperanza”. Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran
Jubileo, dio al cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el
futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en
la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al
marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el
cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir
en la historia con un espíritu de ”adviento”, con una existencia personal y
comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo
de justicia y de paz”.
Juan Pablo II fue canonizado, junto con Juan XXIII, por el
Papa Francisco en una ceremonia histórica a la que asistió el Papa emérito,
Benedicto XVI, el 27 de abril de 2014.
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