Señor, me doy cuenta de que todo lo que me pides es un simple ‘sí’, un simple acto de confianza para que, de ese modo, la elección que tú haces por mí dé frutos en mi vida.
No quiero estar tan ocupado con mi forma de vivir, mis planes y proyectos, mis parientes, amigos y conocidos, que no me dé cuenta siquiera de que Tú estás conmigo, más cerca que ningún otro.
No quiero ser ciego a los gestos de amor que vienen de tus manos, ni sordo a las palabras amorosas que vienen de tu boca.
Quiero verte cuando caminas conmigo y escucharte cuando me hablas.
(Teilhard de Chardin, sj)