San Agustín de Hipona. 28 de agosto.

 
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
   Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba, y deforme como era me lanzaba sobre las cosas hermosas por Ti creadas.
   Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo.
Me retenían lejos de Ti todas las cosas, aunque, si no estuviesen en Ti, nada serían.

Frases de San Agustín:

"Una lágrima se evapora, una flor sobre mi tumba se marchita, mas una oración por mi alma la recoge Dios. No lloréis, amados míos, Voy a unirme con Dios y os espero en el cielo. Yo muero, pero mi amor no muere, yo os amaré en el cielo como los he amado en la tierra. A todos los que me habéis querido os pido que roguéis por mí, que es la mayor prueba de cariño.

Cuando descubres tus faltas, Dios las cubre. Cuando las escondes, Dios las descubre. Cuando las reconoces, Dios las olvida.

Agustín nació en Tagaste el 13 de noviembre del año 354. Fue educado siguiendo los hábitos cristianos de su madre, Mónica, y, como se reveló enseguida como un joven de prometedoras cualidades, fue encaminado a la carrera de retórica. Ya desde los tiempos de estudio en Cartago estuvo marcado por una incomodidad interior que le llevaría lejos. La primera respuesta a esta sed de totalidad fue una vida mundana tejida por varios vínculos, más o menos límpidos. Ahora bien, la inquietud es también sed y búsqueda de la verdad: se apasiona con la lectura del Ortensio de Cicerón, lee la Sagrada Escritura, pero no se entusiasma con ella y acaba por adherirse al racionalismo y al materialismo de la secta de los maniqueos. Tras haber enseñado en Tagaste y en Cartago, se traslada primero a Roma (383) y después a Milán (384). Aquí su viaje espiritual da un viraje decisivo: conoce y escucha al obispo Ambrosio, revisa sus posiciones sobre la Iglesia católica, vuelve a leer la Sagrada Escritura y, en medio de la lucha entre sus antiguos hábitos de vida y los nuevos impulsos interiores, al final se abre a la luz y a la riqueza de Cristo.

Fue bautizado el año 387 por Ambrosio. Decidido a volver a África, se establece en Tagaste y funda allí su primera comunidad monástica, siguiendo el modelo de la comunidad cristiana de Jerusalén. En el año 391 fue ordenado sacerdote por el obispo Valerio, a quien en el 395 le sucede en la guía de la diócesis de Hipona. Desde entonces se dedicó por completo a la vida de la Iglesia -ministerio de la Palabra, defensa de la fe-, aunque prosigue con la experiencia de vida común con un grupo de hermanos monjes, a los que traslada al episcopio. Escribió más de doscientos libros y casi un millar de documentos, entre sermones y cartas. Murió el 28 de agosto del año 430. Hasta tal punto fue hijo de la Iglesia que se convirtió en padre... y doctor.- Oración: Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste en tu obispo san Agustín, para que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de ti, fuente de la sabiduría, y te busquemos como el único amor verdadero. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

San Agustín, la Película

MEDITATIOLas palabras de Agustín son palabras de un amor apasionado. Una inquietud del corazón, una nostalgia y un deseo que se traducen en una búsqueda incansable, posible y fecunda sólo en el interior de una oración interminable, que es su misma existencia.

De la nostalgia del corazón asoman los rasgos de la belleza interior: un deseo de verdad y de amor que Agustín comprende como "suspiro de identidad"; es la divina semejanza. Y Agustín abre a Dios todo su ser: el pasado, el presente, el futuro, consciente de que sólo Dios puede vencer sus resistencias, sus miedos, todas sus debilidades de hombre, y satisfacer su sed. "Nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti" (Agustín de Hipona, Confesiones I, 1). A la luz de la verdad encontrada, Agustín ve con mayor claridad su pecado y la necesidad de la gracia, de la intervención divina, y comprende toda la orgullosa pretensión de su yo. Pero eso es lo que tiene lugar ahora en el corazón de su ininterrumpido diálogo con Dios, el Padre de su despertar. El Padre le ama, y nada puede apartar a Agustín de la confiada certeza de que la gracia de Cristo vencerá sobre el pecado; se restaurará en él "el orden del amor" y, con él, la bienaventuranza de la paz y de la libertad.

ORATIOA ti te invoco, Dios Verdad, en quien, de quien y por quien son verdaderas todas las cosas verdaderas. Dios, Sabiduría, en ti, de ti y por ti saben todos los que saben.

Dios, verdadera y suma vida, en quien, de quien y por quien viven las cosas que suma y verdaderamente viven. Dios bienaventuranza, en quien, de quien y por quien son bienaventurados cuantos hay bienaventurados.

Dios, Bondad y Hermosura, principio, causa y fuente de todo lo bueno y hermoso. Dios, Luz inteligible, en ti, de ti y por ti luce inteligiblemente todo cuanto inteligiblemente luce. Dios, cuyo Reino es todo el mundo, que no alcanzan los sentidos. Dios, la ley de cuyo Reino también en estos reinos se describe. Dios, de quien separarse es caer, a quien volver es levantarse, permanecer en ti es hallarse firme. Dios, darte a ti la espalda es morir, volver a ti es revivir, morar en ti es vivir. Dios, a quien nadie pierde sino engañado, a quien nadie busca sino avisado, a quien nadie halla sino purificado. Dios, dejarte a ti es perderse, seguirte a ti es amar, verte es poseerte.

Dios, a quien nos despierta la fe, levanta la esperanza, une la caridad. Te invoco a ti, Dios, por quien vencemos al enemigo. Dios, por cuyo favor no hemos perecido nosotros totalmente. Dios que nos exhortas para que vigilemos.

Dios, por quien discernimos los bienes de los males. Dios, por quien evitamos el mal y seguimos el bien. Dios, por quien no sucumbimos a las adversidades.

Dios, a quien se debe nuestra buena obediencia y buen gobierno. Dios, por quien aprendemos que es ajeno lo que alguna vez creímos nuestro y nuestro lo que creímos ajeno. Dios, gracias a ti superamos los estímulos y halagos de los malos. Dios, por quien las cosas pequeñas no nos empequeñecen. Dios, por quien lo mejor de nosotros no está sujeto a lo peor. Dios, por quien la muerte será absorbida con la victoria. Dios, que nos conviertes.

Dios, que nos desnudas de lo que no es y vistes de lo que es. Dios, que nos haces dignos de ser oídos. Dios, que nos defiendes. Dios, que nos guías a toda verdad.

Dios, que nos muestras todo bien, dándonos la cordura y librándonos de la estulticia ajena. Dios, que nos vuelves al camino. Dios, que nos llevas hasta la puerta. Dios, que haces que sea abierta a los que llaman. Dios, que nos das el Pan de la vida. Dios, que nos das la sed de la bebida que nos sacia. Dios, que arguyes al mundo de pecado, de justicia y juicio. Dios, por quien no nos arrastran los que no creen. Dios, por quien reprobamos el error de los que piensan que las almas no tienen ningún mérito delante de ti. Dios, por quien no somos esclavos de los serviles y pobres elementos. Dios, que nos purificas y preparas para el divino premio, acude propicio en mi ayuda (Agustín de Hipona, Soliloquios I, 3). 

CONTEMPLATIONo con conciencia dudosa, sino cierta, Señor, te amo yo. Heriste mi corazón con tu palabra y te amé. Mas también el cielo y la tierra y todo cuanto en ellos se contiene he aquí que me dicen de todas partes que te ame; ni cesan de decírselo a todos, a fin de que sean inexcusables.

Sin embargo, tú te compadecerás más altamente de quien te compadecieres y prestarás más tu misericordia con quien fueses misericordioso: de otro modo, el cielo y la tierra cantarían tus alabanzas a sordos.

Y qué es lo que amo cuando yo te amo? No belleza de cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda clase de cantilenas, no fragancia de flores, de ungüentos y de aromas; no manas ni mieles, no miembros gratos a los amplexos de la carne: nada de esto amo cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto amplexo, cuando amo a mi Dios, luz, voz, fragancia, alimento y amplexo del hombre mío interior, donde resplandece a mi alma lo que no se consume comiendo, y se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios (Confesiones X, 6,8).

En Agustín no vivió un solo hombre: vivió en él la criatura de carne y hueso, de nervios y sangre, con su desarrollo misterioso, múltiple; vivió el escritor, conjuntamente sumo escritor, sumo filósofo, sumo teólogo, y sobre cualquier otra cosa poeta sumo de los afectos y de las verdades; vivió el cristiano y el monje, el sacerdote y el obispo, el santo. Recibió de Dios toaos los clones más altos: una juventud tempestuosa, la palabra creadora, el silencio inenarrable de la oración, la fuerza necesaria para gobernar su ánimo en la navegación ultraterrena y en el aura de lo divino. Experiencia de hijo y de padre, de pecador desbandado y de obispo muy rígido, de escolar y profesor y, por tanto, de maestro de su pueblo y de todo el Occidente; de mundano y de monje, de escritor y de filósofo, de polemista y de amigo, de pensador y de contradictor y orador.

En todos esos pasajes no perdáis nada de su riquísima y potentísima humanidad: todo lo llevó consigo y lo fundió en el ardor y en la luz única de su santidad doloroso y extática. Amó, y de su experiencia de amor surgirá un amor a Dios, tal vez el más elevado que jamás haya salido de corazón humano [...].

Cuando moría Agustín en su ciudad asediada, no moría nada: nacía, para él, en los cielos amados sin paz y deseados sin tregua; nacía, para nosotros, en nuestra historia y en nuestra alma. Desde aquel día hay algo de agustiniano tanto en la historia de todos los hombres como en la historia de cada uno de ellos (G. de Luca, Sant'Agostino. Scrítti d'occasione) Gracias a: Santa Clara de Estella

Santa Mónica, madre de San Agustín. 27 de agosto.

Mónica nació en Tagaste, la actual Souk Aliarás (Argelia), el año 331 o 332, en el seno de una familia cristiana y de buena condición social. Siendo aún adolescente, fue entregada como esposa a Patricio, que todavía no era cristiano. Tenía éste un modesto patrimonio y era miembro del consejo municipal de Tagaste. Mónica era una mujer africana del bajo imperio romano, madre de uno de los más grandes padres de la Iglesia, san Agustín. Era, podríamos decir, una mujer paleocristiana, muy alejada de nosotros en el tiempo y, sin embargo, enormemente actual. "Con traje de mujer, fe de varón, seguridad de anciana, caridad de madre y piedad cristiana[Confesiones IX, 4,8), se ganó a su marido para Cristo y obtuvo también la conversión del "hijo de tantas lágrimas". Estuvo presente en el bautismo de Agustín en Milán y participó de una manera activa en su primera experiencia monástica en Cassiciaco. Mientras regresaba a África con su hijo y los amigos de éste, murió en Ostia Tiberina, cerca de Roma, antes del 13 de noviembre de 387. Dos semanas antes de que esto se produjera, madre e hijo tuvieron el dulce éxtasis de Ostia": "Y mientras hablábamos y suspirábamos por ella [la Sabiduría], llegamos a tocarla un poco con todo el ímpetu de nuestro corazón; y suspirando y dejando allí prisioneras las primicias de nuestro espíritu". Oración : Oh Dios, consuelo de los que lloran, que acogiste piadosamente las lágrimas de santa Mónica impetrando la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por intercesión de madre e hijo, la gracia de llorar nuestros pecados y alcanzar tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

MEDITATIO: Mónica es una "santa"; por tanto, una "mujer" verdadera. En ella convergen y se encarnan la belleza virginal de la "mujer virtuosa" del libro del Eclesiástico y la materna compasión de la "viuda" del Nuevo Testamento, que convierte su vida en una intercesión por la vida de su hijo. La santidad de Mónica nos lleva al corazón de la vocación y de la misión de la mujer. Esta misión de "guardián del hombre" la realizó Mónica a fondo. Hizo frente con una gran dignidad e inteligencia, con esa "genialidad absolutamente femenina", a las dificultades de una convivencia matrimonial con un hombre "pagano" dotado de un carácter muy difícil, "al que -dice de manera cruda Agustín- "fue entregada(Confesiones IX, 9,19). Sin perder nunca el gusto por el bien, incluso en las adversidades (un arte más que difícil), "se esforzó por ganarle para ti, hablándole de ti con sus costumbres, con las que la hacías hermosa y reverentemente amable y admirable ante sus ojos".

Desplegando "las grandes energías del espíritu femenino", sostuvo, con las lágrimas y la oración de una vida totalmente consagrada a Dios, una verdadera y propia lucha por la fe de su hijo Agustín. La lucha que es "la lucha a favor del hombre, de su verdadero bien, de su salvación [...], la lucha por su fundamental "sí" o "no" a Dios y a su designio eterno sobre el hombre{Mulieris dignitatem VIII, 30).

El mismo Agustín, que también fue su mayor biógrafo, dirá más tarde de ella: "Creo sin la menor incertidumbre que por tus oraciones, madre, Dios me concedió no querer, no pensar, no amar otra cosa que la consecución de la verdad". Mónica es la madre, por tanto, de una "doble maternidad": "Me engendró en la carne, para que naciera a la luz temporal, y en su corazón, para que naciera a la luz eterna{Confesiones VIII, 17).

Si, en la relación hombre-mujer, la mujer representa el punto de encuentro de la humanidad con Dios, precisamente por la humanidad de que es portadora, en Mónica, en su ser madre en plenitud, la paternidad de Dios ha podido actuar con una maravillosa alianza.

 ORATIO: Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abráseme en tu paz.

!Oh casa luminosa y bella!, amado de tu hermosura y el lugar donde mora la gloria de mi Señor, tu hacedor y tu poseedor. Por ti suspire mi peregrinación, y dígale al que te hizo a ti que también me posea a mí en ti, porque también me ha creado en ti. [...] Acordándome de Jerusalén, alargando hacia ella, que está arriba, mi corazón, de Jerusalén la patria mía, de Jerusalén la de mi madre, y de ti, su Rey sobre ella, su iluminador, su padre, su tutor, su marido, sus castas y grandes delicias, su sólida alegría y todos los bienes inefables, a un tiempo todos; porque tú eres el único, el sumo y verdadero bien. Que no me aparte más de ti hasta que, recogiéndome, cuanto soy, de esta dispersión y deformidad, me conformes, y confirmes eternamente, !oh Dios mío, misericordia mía{Confesiones X, 27,38; XII, 16, 21.23).

 CONTEMPLATIO: Estando ya inminente el día en que había de salir de esta vida -que tú, Señor, conocías y nosotros ignorábamos-, sucedió a lo que yo creo, disponiéndolo tú por tus modos ocultos, que nos hallásemos solos yo y ella apoyados sobre una ventana, desde donde se contemplaba un huerto o jardín que había dentro de la casa, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de las turbas, después de las fatigas de un largo viaje, cogíamos fuerzas para la navegación.

Allí solos conversábamos dulcísimamente, y olvidando las cosas pasadas, ocupados en lo por venir, nos preguntábamos los dos, delante de la verdad presente, que eres tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre concibió.

Abríamos anhelosos la boca de nuestro corazón hacia aquellos raudales soberanos de tu fuente -de la fuente de vida que está en ti- para que, rociados según nuestra capacidad, nos formásemos de algún modo una idea de algo tan grande. Y como llegara nuestro discurso a la conclusión de que cualquier deleite de los sentidos carnales, aunque sea el más grande, revestido del mayor esplendor corpóreo, ante el gozo de aquella vida no sólo no es digno de comparación, sino ni siquiera de ser mencionado, levantándonos con un afecto más ardiente hacia el que es siempre el mismo, recorrimos gradualmente todos los seres corpóreos, hasta el mismo cielo, desde donde el sol y la luna envían sus rayos a la tierra.

Y subimos todavía más arriba, pensando, hablando y admirando tus obras; y llegamos hasta nuestras almas y las sobrepasamos también, a fin de llegar a la región de la abundancia  que no se agota, en donde tú apacientas a Israel eternamente con el pasto de la verdad, y la vida es la Sabiduría, por quien todas las cosas existen, tanto las ya creadas como las que han de ser, sin que ella lo sea por nadie; siendo ahora como fue antes y como será siempre, o más bien, sin que haya en ella fue ni será, sino sólo es, por ser eterna, porque lo que ha sido o será no es eterno. Y mientras hablábamos y suspirábamos por ella, llegamos a tocarla un poco con todo el ímpetu de nuestro corazón; y suspirando y dejando allí prisioneras las primicias de nuestro espíritu, regresamos al estrépito de nuestra boca, donde el verbo humano tiene principio y fin, en nada semejante a tu Verbo, Señor nuestro, que permanece en sí sin envejecer, y renueva todas las cosas (Confesiones IX, 10,23-24,passim).

LECTURA ESPIRITUAL: Entre finales de octubre y primeros de noviembre del año 386 se retiró Agustín con su madre, Mónica, su hermano Navigio, su hijo Adeodato, su amigo Alipio [...] a la villa de su amigo Verecundo en Cassiciaco. En la paz campestre de Brianza, entre el susurrar de las hojas y de los arroyos, con los Alpes como paisaje, se preparó Agustín para el bautismo. La comitiva africana vivía en un clima de intensa espiritualidad, ocupando gran parte de su tiempo en disputas de filosofía, de una filosofía sometida ahora a la fe y deseosa de conocer su contenido.

En esta comitiva, Mónica hacía un poco de madre de todos, hacía unas veces de solícita y enérgica ama de casa, otras de maestra sabía y experta. Cuando los que discutían se olvidaban de comer, Mónica les invitaba a hacerlo y, si era necesario, les impulsaba con tanta fogosidad que les obligaba a interrumpir la discusión. Cuando la invitaban a tomar parte en la misma discusión, daba respuestas tan discretas que suscitaba la admiración de todos. Como cuando declaró que la verdad es el alimento del alma; o, sin saberlo, definió la felicidad con las mismas palabras de Cicerón; o sostuvo que sin sabiduría nadie puede ser feliz; o recordó, por último, que sólo la fe, la esperanza y la caridad pueden conducirnos a la vida bienaventurada.

Agustín, que estaba alegremente sorprendido de tanta sabiduría, afirma que su madre ha "alcanzado la cumbre de la filosofía" y se declara discípulo suyo. La "filosofía" de Mónica es la sabiduría del Evangelio, una sabiduría que no ha conquistado con el estudio, sino con la virtud, la oración, la docilidad al Espíritu. La posee ahora en un grado eminente. Es intrépida. No teme ni la desventura ni la muerte. A saber: ha llegado a una disposición interior dificilísima, aunque importantísima, que constituye -por consenso unánime- la cima de la sabiduría. Rica de amor a Dios y al prójimo, que es el fundamento de la sabiduría evangélica, puede prescindir de la ciencia de los filósofos y recoger sus frutos. Por eso Agustín se declara discípulo suyo y confía a las oraciones de ella la consecución del ideal de sabiduría al que aspira (A. Trape, S. Agostino. Mia madre). Gracias a Santa Clara de Estella.org 

Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

 



Domingo XXI del Tiempo Ordinario

La página evangélica de hoy nos presenta dos grandes imágenes que sólo esperan ser interpretadas a la luz del contexto que las envuelve. Por una parte, está la imagen de la puerta estrecha, por la que hemos de esforzarnos en pasar, si queremos entrar; por otra, está la imagen del gran cortejo que se forma desde todas las partes de la tierra hacia aquella ciudad bendita en la que tiene lugar el banquete del Reino de Dios.

Con la primera imagen, Jesús no intenta ofrecernos una respuesta directa a los que le han preguntado si "son pocos los que se salvan"; se limita a invitarnos a la lucha, al compromiso, a la resistencia. Y es bastante significativo que, en este contexto, Lucas no pase, como Mateo, de la "puerta estrecha" a la "puerta ancha", sino de la "puerta estrecha" a la "puerta cerrada", con lo que acentúa el carácter dramático de un desenlace que podría revelarse absolutamente negativo. Jesús afirma una vez más con claridad que seguirle por el camino del Evangelio es una cosa muy seria, algo que requiere una opción fundamental y, sobre todo, un esfuerzo continuado. El verbo griego correspondiente a "esforzaos", en modo imperativo además, expresa la idea de lucha, de prontitud y de urgencia. No sólo es menester hacer acopio de todas las energías posibles, sino que no podemos perder ni un segundo de tiempo.

La segunda imagen le sirve al evangelista para desarrollar un segundo pensamiento, el que contrapone las pretensiones de unos pocos a la sorpresa de muchos. También aquí detectamos un tono polémico en las palabras de Jesús: ya tuvo que reaccionar otras veces contra la jactancia de los judíos, que se enorgullecían de sus tradiciones y, sobre todo, de su identidad nacional. Y es que para Jesús ya no existe ahora ninguna situación de vida que pueda poner a alguien por encima de otro. Dios mismo no hace acepción de personas (cf. Hch 10,34; véase también Le 20,21). Ni siquiera tiene importancia el conocimiento personal del Jesús terreno; lo único que vale es seguirle con todo el esfuerzo, con plena libertad y con una disponibilidad total. La escena final, tan bien dibujada por esta página evangélica, nos pone ante una gran peregrinación en la que pueden participar todos los que, aunque no tengan vínculos de sangre con Abrahán, han heredado el don de la fe.



 Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda



El purgatorio como purificación a través del amor. Artículo.

Imagina haber nacido ciego y vivir hasta la adultez sin haber visto nunca la luz ni los colores. Luego, gracias a una operación milagrosa, los médicos logran devolverte la vista. ¿Qué sentirías al abrir los ojos por primera vez? ¿Asombro? ¿Desconcierto? ¿Éxtasis? ¿Dolor? ¿Alguna combinación de todo ello?

Hoy en día conocemos la respuesta a esa pregunta. Este tipo de operaciones para devolver la vista ya se han realizado, y sabemos algo sobre cómo reacciona una persona al ver la luz y el color por primera vez. Lo que sucede puede sorprendernos. Así lo describe J.Z. Young, experto en el funcionamiento del cerebro:

“El paciente, al abrir los ojos, experimenta poco o ningún disfrute; de hecho, encuentra la experiencia dolorosa. Informa solo de una masa giratoria de luz y colores. Resulta ser completamente incapaz de tomar objetos con la vista, reconocerlos o nombrarlos. No tiene una noción del espacio con objetos en él, aunque por el tacto conoce perfectamente los objetos y sus nombres. ‘Por supuesto’, dirás, ‘debe tomarse un tiempo para aprender a reconocerlos con la vista’. No un poco de tiempo, sino mucho tiempo, de hecho, años. Su cerebro no ha sido entrenado en las reglas de la visión. No somos conscientes de que existen tales reglas; pensamos que vemos, como solemos decir, de forma natural. Pero en realidad hemos aprendido todo un conjunto de reglas durante la infancia.” (Ver: Emilie Griffin, Souls in Full Flight, pp. 143-144)

¿Podría ser esta una analogía útil para entender lo que nos ocurre en lo que los católicos romanos llaman purgatorio? ¿Podría comprenderse la purificación que experimentamos después de la muerte de forma análoga, es decir, como una apertura de nuestra visión y nuestro corazón hacia una luz y un amor tan plenos, que nos obligan a un dolorosa reaprendizaje y a una nueva conceptualización, como en el caso descrito? ¿Podría entenderse el purgatorio precisamente como el ser abrazados por Dios de una manera tal que la calidez y la luz perfectas empequeñecen por completo nuestros conceptos terrenales de amor y conocimiento, de modo que, como una persona nacida ciega que recibe la vista, necesitamos luchar, incluso dentro del éxtasis de esa luz, para adaptarnos a una forma radicalmente más profunda de pensar y amar? ¿Y si el purgatorio no fuera ausencia de Dios ni castigo o retribución por el pecado, sino lo que nos ocurre cuando finalmente somos plenamente abrazados —en éxtasis— por Dios, amor perfecto y verdad perfecta?

De hecho, ¿no es esto hacia lo que ya nos orientan en esta vida la fe, la esperanza y la caridad, las tres virtudes teologales? ¿No es la fe un saber más allá de lo que podemos conceptualizar? ¿No es la esperanza un anclarnos en algo que está más allá de lo que podemos controlar y garantizar por nosotros mismos? ¿Y no es la caridad un salir más allá de lo que afectivamente nos resulta natural?

San Pablo, al describir nuestra condición en la tierra, nos dice que en esta vida solo vemos “como en un espejo, oscuramente”, pero que después de la muerte veremos “cara a cara”. Claramente, al describir nuestra situación presente, está destacando una cierta ceguera, una oscuridad congénita, una incapacidad de ver realmente las cosas como son. Es significativo notar también que lo dice en un contexto en el que afirma que ya ahora, en esta vida, la fe, la esperanza y la caridad ayudan a disipar esa ceguera.

Claro que todo esto son solo preguntas, quizás inquietantes tanto para protestantes como para católicos. Muchos protestantes y evangélicos rechazan el mismo concepto de purgatorio alegando que, bíblicamente, solo existen dos destinos eternos: cielo e infierno. Muchos católicos, por otro lado, se sienten incómodos cuando el purgatorio parece alejarse de la concepción popular como un lugar o estado separado del cielo. Pero el purgatorio entendido de esta manera —como una apertura total de nuestros ojos y corazones que causa una dolorosa nueva comprensión de la realidad— podría hacer el concepto más aceptable para protestantes y evangélicos, y ayudar a eliminar algunas connotaciones populares erróneas dentro de la piedad católica.

La verdadera purificación solo puede suceder a través del amor, porque solo cuando experimentamos el auténtico abrazo del amor podemos ver claramente nuestro pecado por lo que es, y recibir la gracia para superarlo.
Solo la luz disipa la oscuridad, y solo el amor expulsa el pecado.

Teresa de Lisieux solía orar a Dios diciendo: “¡Castígame con un beso!”
El abrazo del amor pleno es la única purificación posible del pecado, porque solo cuando somos abrazados por el amor comprendemos realmente qué es el pecado y, solo entonces, se nos da el deseo, la visión y la fuerza para vivir en el amor y en la verdad.

Pero esa irrupción del amor y de la luz puede ser, todo al mismo tiempo, deliciosa y desconcertante, extática e inquietante, maravillosa y desgarradora, eufórica y dolorosa — nada menos que el purgatorio. Ron Rolheiser OMI / Tradujo al Español para CiudadRedonda Bejamín Elcano, cmf / Artículo original en inglés / Imágen Depostitphotos

Santa María Virgen y Reina. 22 de agosto.

Celebramos a María, la madre de Jesucristo y madre nuestra, glorificada por el Padre como Reina junto a su Hijo. 

Aunque el título de Reina se atribuye a María desde antiguo -recuérdese la Salve Regina, el Regina coeli o las letanías lauretanas- su fiesta fue instituida por Pío XII en 1954. 

Desde el año siguiente, la Iglesia la celebraba el 31 de mayo, como coronación del mes mariano. 

En la última reforma litúrgica, la celebración se ha trasladado al 22 de agosto, octava de la Asunción, para subrayar el vínculo de la realeza de María con su participación especial en la obra de la redención y en el misterio de la Asunción. 

Dice el Concilio Vaticano II en su Constitución dogmática: «María fue asunta a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemeje de forma más plena a su Hijo»

Oración: Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Fuente: santaclaradeestella.es


San Bernardo.

“En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres, piensa en María, invoca a María.
Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si la sigues, no puedes desviarte; si le rezas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte.
Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta. 
Fuente  /  Frases.  / San Bernardo de Claraval

San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia

        Abad y doctor de la Iglesia, uno de los padres de la Orden Cisterciense. Nació en el castillo de Fontaines-les-Dijon (Francia), el año 1090, de familia noble. Recibió una piadosa educación, y el año 1111 entró con 30 compañeros en el monasterio de Cîteaux (Borgoña, Francia), recién fundado. Poco después lo eligieron fundador y primer abad del monasterio de Claraval, en el departamento francés de Aube, donde permaneció hasta su muerte. Fue un monje contemplativo y de actividad desbordante al servicio de la Iglesia en la que promovió una vida más evangélica, formador de monjes y reformador de comunidades religiosas, consejero de papas y obispos, predicador insigne y escritor lleno de sabiduría y unción. Recorrió Europa para restablecer la paz y la unidad. Con su vida y sus escritos ejerció una enorme influencia en la vida y espiritualidad cristiana de su tiempo y de los siglos posteriores, e inspiró un devoto afecto a la humanidad de Cristo y a la Virgen Madre. Murió el 20 de agosto de 1153.- Oración: Señor, Dios nuestro, tú hiciste del abad san Bernardo, inflamado en el celo de tu casa, una lámpara ardiente y luminosa en medio de tu Iglesia; concédenos, por su intercesión, participar de su ferviente espíritu y caminar siempre como hijos de la luz. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Cuenta una leyenda que San Bernardo tenía la costumbre de saludar a cualquier imagen de la Virgen María con una reverencia y con un "Salve María"... un día rezando en el claustro, pasó ante una imagen de María y tras su acostumbrado saludo, la Virgen le contestó "Salve Bernardo"

Poesía y espiritualidad. Artículo.

¿Quién lee poesía hoy en día? En esta era digital, en un tiempo donde lo práctico y comprobable ha reemplazado en gran parte a lo espiritual, ¿qué valor tiene la poesía? ¿Qué aporta?

Uno de los grandes pensadores de nuestra época, Charles Taylor, responde a esta pregunta en su libro Conexiones cósmicas. La poesía en la era del desencanto. Según él, la poesía está hecha para volver a encantarnos, para ayudarnos a ver más allá del aburrimiento de lo cotidiano y redescubrir la conexión profunda que existe entre todas las cosas.

Taylor dice que cuando somos niños estamos en contacto natural con ese orden profundo del universo, pero al crecer lo vamos perdiendo. Aun así, sentimos que nos falta algo, un deseo vago de volver a sentirnos completos.

Ahí es donde la buena poesía puede ayudarnos.

Cuando vivimos una experiencia, no solo la recibimos como una cámara que toma una foto. Le damos sentido. En palabras de Taylor: “No solo registramos cosas; recreamos su significado”. Así, como toda buena obra de arte, la poesía tiene la tarea de transformar una escena para que su orden más profundo se haga visible. El poeta francés Stéphane Mallarmé decía que el arte no debe pintar algo en sí, sino pintar el efecto que causa.

Para Taylor, un buen poema puede hacer eso. ¿Cómo? Ayudándonos a ver desde una perspectiva más amplia.

Cuando estamos muy metidos en nuestras propias vidas, estamos demasiado cerca como para entender bien lo que sentimos. La poesía le da forma a lo que vivimos, lo convierte en historia, en drama, y eso nos permite verlo con más claridad y dignidad. Por ejemplo, cuando se expresa poéticamente una emoción dolorosa, podemos mirarla desde fuera. El trabajo del poeta es hacer poesía con lo que normalmente no lo es. Como decía William Wordsworth, la poesía es “emoción recordada en tranquilidad”.

Para eso, el poeta necesita usar un lenguaje diferente.

Taylor lo explica así:

“La poesía es una ‘traducción’ de la comprensión en un lenguaje más sutil. Lo que no se puede explicar bien con palabras técnicas –como el valor, la moral, el amor, la belleza o el arte– necesita otros lenguajes para poder explorarse”.

El lenguaje práctico o científico sirve para describir el mundo de forma útil y clara, pero ya no lo vemos como un lugar donde habita el espíritu o la magia. Vemos el universo como un sistema de leyes que se pueden medir y controlar.

Taylor señala que hay una gran diferencia entre ese lenguaje práctico, que sirve para nombrar y manejar cosas, y el lenguaje de la poesía y del arte, que revela la esencia profunda de lo que nos rodea. El lenguaje poético nos hace sentir que algo nos llama, que no estamos solos, que hay alguien o algo ahí fuera.

La poesía, como la música, va más allá de las palabras comunes. Pero, ¿qué tiene todo esto que ver con la espiritualidad, especialmente con la espiritualidad cristiana? ¿No son la poesía y el arte algo subjetivo y, por tanto, sin valor moral?

Taylor no está de acuerdo. Él afirma que el buen arte y la buena poesía no son solo una cuestión de gustos, sino que tocan algo más profundo. Los significados que descubrimos en ellos tienen su lugar junto a las exigencias morales y éticas. ¿Por qué? Porque, según Taylor, la buena poesía nos da alegría, no solo placer.

¿La diferencia?

El placer intenso puede encerrarnos más en nosotros mismos.
La alegría, en cambio, aparece cuando descubrimos o recordamos algo bueno con sentido espiritual o ético.

La alegría, dice Taylor, despierta una intuición sentida que no es solo subjetiva. Es una apertura a lo esencial, a Dios.

Finalmente, Taylor cita al poeta Baudelaire, que decía:

“Es por y a través de la poesía y la música que el alma vislumbra el esplendor que hay más allá de la muerte; y cuando un poema hermoso nos hace llorar, esas lágrimas no son prueba de un placer excesivo, sino la señal de una tristeza inquieta, de una naturaleza que se siente fuera de lugar en este mundo y que desea alcanzar, aquí y ahora, un paraíso revelado.”

Entonces, ¿qué tiene que ver la poesía con la espiritualidad? Parafraseando a San Agustín:

“Nos hiciste, Señor, para ti, y cuando la poesía y la música agitan nuestro corazón con esa tristeza inquieta, entendemos que nuestro descanso verdadero solo está en ti.” 

Ron Rolheiser OMI / Tradujo al Español para CiudadRedonda Bejamín Elcano, cmf / Artículo original en inglés

He venido a arrojar un fuego sobre la tierra

 



Domingo XX del Tiempo Ordinario

Esta página, en el contexto del capítulo 12 del evangelio de Lucas, está también al servicio del gran tema de la espera. El cristiano, para poder decir que vive realmente esperando a Aquel que viene, no sólo debe adoptar las actitudes de la vigilancia (Lc 12,35-40) y de la fidelidad (Lc 12,41-48), sino que también debe darse cuenta del carácter trágico del momento que está viviendo: éste es el tema de la liturgia de la Palabra de hoy (Lc 12,49-53), al que el evangelista le añade el otro tema, igualmente importante, de la obligación de discernir los llamados "signos de los tiempos", una tarea de la que el cristiano no puede sustraerse en absoluto.

El carácter trágico de la espera lo expresa Lucas con las imágenes del fuego y del bautismo: Jesús expresa su vivo deseo de pasar a través de las aguas purificadoras del sacrificio de la cruz y de este modo se presenta como el modelo al que debemos atender y adecuarnos como creyentes. En efecto, de nada valdría darse cuenta del carácter trágico del momento histórico si no nos decidiéramos a seguirle a él con las mismas intenciones y con la misma determinación que le sostuvieron durante toda su vida terrena. Yendo más allá de las imágenes, Jesús concede a sus discípulos una nueva posibilidad de interpretar el sentido de su presencia en el mundo: "Creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues no, sino división" (v. 51). No podría haber palabras más claras para hacernos comprender el carácter dramático del momento, tanto para nosotros como para él.

No obstante, para sostener esta descomunal tarea, Jesús ofrece a la gente de su tiempo una clave de lectura, con la finalidad de vencer una serpenteante y difusa "ignorancia y ofrecer un criterio hermenéutico seguro para la lectura de los "signos de los tiempos". El tono de estas palabras de Jesús es, en verdad, un tanto polémico: Jesús no se ocupa aquí de la ciencia meteorológica, en aquel tiempo tal vez menos desarrollada que en nuestros días, sino que pone de manifiesto la distancia que existe entre ésta y el verdadero conocimiento de este  tiempo, enriquecido con la presencia de Jesús y, por ello, decisivo para la salvación. Para Jesús, la de sus interlocutores no es sólo incapacidad, sino que es hipocresía, porque los signos están ahí -y clarísimos-; sin embargo, muchas personas de su tiempo, como del nuestro, se niegan a verlos e interpretarlos. Los signos del tiempo, en efecto, se dejan captar y comprender no en el sol, en la luna y en las estrellas, sino en la vida de Jesús, sobre todo en su misterio pascual. Y quien no posee esta clave de lectura nunca conseguirá captar el sentido de la historia.



 Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda

Hoy es la gran fiesta de María, la fiesta de su Pascua, la Asunción de Nuestra Señora.


Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora.

Textos

Audio

Lecturas

Bendita tú

Comentario







Gracias a: CiudadRedonda  /  Rezando Voy  /  María José Bravo y Cristobal Fones S.J. / Pati,te

AVE MARÍA de María José Bravo (Pulsa sobre el enlace para escucharla)
Dios te salve María Sagrada, María Señora de nuestro camino. Llena eres de gracia, llamada entre todas para ser la Madre de Dios. El Señor es contigo y tu eres la sierva dispuesta a cumplir su misión. Y bendita tú eres, dichosa te llaman a ti, la escogida de Dios. Y bendito es el fruto que crece en tu vientre el Mesías del Pueblo de Dios al que tanto esperamos que nazca y que sea nuestro Rey. María, he mirado hacia el cielo pensando entre nubes tu rostro encontrar y al fin te encontré en un establo entregando la vida a Jesús Salvador. María he querido sentirte entre tantos milagros que cuentan de ti y al fin te encontré en mi camino en la misma vereda que yo. Tenías tu cuerpo cansado un niño en los brazos durmiendo en tu paz. María, mujer que regalas la vida sin fin. Tú eres Santa María, eres nuestra Señora porque haces tan nuestro al Señor. Eres Madre de Dios, eres mi tierna madre y madre de la humanidad. Te pedimos que ruegues por todos nosotros heridos de tanto pecar desde hoy y hasta el día final de este peregrinar. María, he buscado tu imagen serena vestida entre mantos de luz, y al fin te encontré dolorosa llorando de pena a los pies de una cruz. María he querido sentirte entre tantos milagros que cuentan de ti y al fin te encontré en mi camino en la misma vereda que yo. Tenías tu cuerpo cansado un niño en los brazos durmiendo en tu paz. María, mujer que regalas la vida sin fin. Dios te salve, María Sagrada, María, Señora de nuestro camino.

Pluma de Escriba. Hakuna. Salmo 44.

Me brota el corazón Un poema bello Recito mis versos a un rey Mi lengua es ágil pluma de escribano Eres el más bello de los hombres En tus labios se derrama la gracia El señor te bendice eternamente Ciñete al flanco la espada Valiente es tu gala y tu orgullo Cabalga victorioso Por la verdad y la justicia Tu diestra te enseñe a realizar proezas Tu flechas son agudas Los pueblos se te rinden Se acobardan los enemigos del rey Tu trono, Oh Dios os permanece para siempre Centro de rectitud es tu cetro real Has amado la justicia y odiado la impiedad Por eso el Señor tu Dios Te ha ungido con aceite de júbilo Entre todos tus compañeros A mirra, áloe y acacia Huelen tus vestidos Desde los palacios de marfiles Te deleitan las arpas Hijas de reyes salen Salen a tu encuentro De pie a tu derecha esta la reina Enjoyada con oro de ofir Escucha, hija, mira Inclina el oído Olvida tu pueblo y la casa paterna Prendado esta el rey de tu belleza Póstrate ante el que él es tu Señor La ciudad de Tiro viene con regalos Los pueblos más ricos Buscan tu favor Ya entra la princesa Bellísima vestida de perlas y brocado La llevan ante el rey con séquito de vírgenes La siguen sus compañeras Las traen entre alegría y algazara Va entrando en el palacio real A cambio de tus padres tendras hijos Que nombrarás príncipes por toda la tierra Quiero hacer memorable tu nombre Por generaciones y generaciones Y los pueblos te alabarán Por los siglos de los siglos