Catequesis de Comunión y Postcomunión

Queridos niños y padres:

Sentimos ya cerca la Navidad. Necesitamos, pues, informaros y prepararnos para algunas actividades que completan y dan sentido a la educación en la fe, tarea conjunta de padres y catequistas.

A lo largo de estos días os iremos presentando varias actividades para que vayáis anotándolas en vuestra agenda familiar.


BELÉN DE CUMBRES: Martes festivo, 6 de diciembre

  • Lugar: Monte La Peña ( zona Monte Naranco)
  • Ruta 1 ( si no llueve): Desde el Corazón de Jesús a la Peña, 4 Km, pista, llano
  • Ruta 2 ( si llueve o hace malo): Desde la carretera  Ules-Brañes, subida directa ( 15 minutos)
  • Comida: campestre ( si es ruta 1) o en Brañes ( si es ruta 2)
  • Salida: 11 de la mañana ,Plaza América
  • Inscripciones: Hasta el viernes día 2 , Padre Sotillo en la parroquia o Juan Manuel ( 636958832)




El rastrillo del Corazón de María amplía su apertura hasta el 11 de diciembre

Noticia publicada por el periódico La Nueva España.

El rastrillo del Corazón de María amplía su apertura hasta el 11 de diciembre

30.11.2016 | 03:50

De izquierda a derecha, Conchita Payer, Elvira Fernández, Queca Álvarez del Manzano, Rafi Díaz-Cueto, Pepita Areces y Adriana Díaz, ayer por la tarde en el rastrillo. 
El tradicional rastrillo de la parroquia del Corazón de María, el de los "Amigos de las misiones claretianas", permanecerá abierto hasta el día 11 de diciembre, algunos días más de los programados. ¿La explicación? Por una parte, el éxito de las compras que arrancaron el pasado fin de semana, pero también por los próximos días festivos que se avecinan en los que marchará mucha gente de Oviedo, fue lo que animó a las entusiastas organizadoras de esta solidaria cita anual a ampliar las ventas del popular rastrillo ovetense.
"Un año más estamos muy contentas porque todos los productos que ofrecemos son de una gran calidad, aunque tal vez el año pasado hubo una mayor afluencia de gente por estas fechas. Bueno, ya veremos, pero como siempre somos muy optimistas", resumió Queca Álvarez del Manzano, una de las entusiastas organizadoras de esta cita clásica de los rastrillos ovetenses.
Un rastrillo que por las mañanas se podrá visitar desde las 12.00 hasta las 14.00 horas y por las tardes entre las 18.00 y las 21.00 horas. Además, ya están a la venta las p articipaciones de lotería para el sorteo del día 22 de diciembre.
Fuentehttp://www.lne.es/oviedo/2016/11/30/rastrillo-corazon-maria-amplia-apertura/2021242.html


Recuerda la llamada de Jesús en tu vida...




Fuente: Odres Nuevos

Los peligros de ser un profeta guerrero

Un profeta hace voto de amor, no de alienación. Daniel Berrigan escribió esas palabras y necesitan ser destacadas hoy cuando gran cantidad de gente muy sincera, comprometida y religiosa se auto-define como guerreros culturales, como profetas en guerra con la cultura secular.
Hoy, esta es la actitud de muchos seminaristas, clérigos, obispos y todas denominaciones de cristianos. Es un virtual mantra en el “Derecho Religioso” y en muchos seminarios católicos romanos. En este aspecto, la cultura secular es vista como una fuerza negativa que está amenazando nuestra fe, conducta, libertades religiosas e iglesias. La cultura secular es vista, en su mayor parte, como anticristiana, antieclesial y anticlerical, y su corrección política es entendida para proteger a todos menos a los cristianos. Más preocupante para estos guerreros culturales es lo que ellos consideran como la “pendiente resbaladiza”, en la que ven nuestra cultura como deslizándose siempre más lejos de nuestras raíces judeo-cristianas. Ante esto, ellos creen que las iglesias deben estar altamente vigilantes, defensivas y en una postura guerrera.
En parte tienen razón. Hay voces y movimientos en la cultura secular que sí amenazan algunas esencias en nuestra fe y vidas morales, como se ve en el tema del aborto, y existe el peligro de la “pendiente resbaladiza”. Pero el cuadro verdadero está mucho más caracterizado de lo que esta defensa merece. La secularidad, a pesar de todo su narcisismo, falsas libertades y superficialidad, lleva también muchos valores cristianos fundamentales que nos desafían a vivir más profundamente nuestros propios principios. Además, los temas en los que nos desafían no son menores. La cultura secular, en sus mejores expresiones, desafía poderosamente a todo el mundo a ser más sensibles y más morales ante la desigualdad económica, las violaciones de derechos humanos, la guerra, el racismo, el sexismo y la destrucción de la Madre Naturaleza por una ganancia a corto plazo. La voz de Dios está también en la cultura secular.
La profecía cristiana debe apreciar eso. La cultura secular no es el anticristo. Al fin y al cabo, sale de las raíces judeo-cristianas y ha plantado intrincadamente en su corazón muchos valores centrales del Judeo-Cristianismo. Necesitamos por tanto tener cuidado, como guerreros culturales, para no estar combatiendo a ciegas la verdad, la justicia, los pobres, la igualdad y la integridad de la creación. Con demasiada frecuencia, en un acercamiento negro-y-blanco, acabamos por tener a Dios combatiendo a Dios.
Un profeta se tiene que caracterizar ante todo por el amor, por la empatía con las reales personas por las que está desafiando. Además -como Gustavo Gutiérrez enseña- nuestras palabras de desafío deben salir más de nuestra gratitud que de nuestra ansiedad, sin importar qué justificada resulte ésta. Estar airado, estar enfrentado a los demás, romper con los que no están de acuerdo con nosotros con la retórica llena de odio y ganar discusiones amargas, se reconoce que podría ser políticamente efectivo a veces. Pero todo esto es contraproducente a largo plazo porque endurece los corazones más que los ablanda. La verdadera conversión nunca puede venir por coerción, física o intelectual. Los corazones sólo cambian cuando son tocados por el amor.
Todos nosotros sabemos esto por experiencia. Sólo podemos aceptar verdaderamente un fuerte desafío para purificar algo en nuestras vidas si primero sabemos que este desafío nos está viniendo porque alguien nos ama y nos ama lo suficiente para cuidar de nosotros de esta manera profunda. Sólo esto puede ablandar nuestros corazones. Cualquier otra clase de desafío sólo hace endurecer los corazones. Así, antes de que podamos hablar efectivamente de un desafío profético a nuestra cultura, debemos primero dejar a las gentes cuya voluntad queremos ganar, que sepan que las amamos, y las amamos lo suficiente para cuidar de ellas de esta manera profunda. Con demasiada frecuencia no es este el caso. Nuestra cultura no siente ni cree que la amamos, lo cual -creo yo- más que ningún otro factor, vuelve hoy inútil e incluso contraproducente tanto de nuestro desafío profético.
Nuestra profecía debe reflejar eso de Jesús: Mientras se acercaba a la ciudad de Jerusalén poco antes de su muerte, sabiendo que sus habitantes, con toda buena conciencia, iban a matarlo, lloró sobre ella. Pero sus lágrimas no eran por sí mismo, sabiendo que él estaba en lo cierto y ellos estaban equivocados, y que su muerte lo dejaría claro. Sus lágrimas eran por ellos, por los mismos que se le oponían, los que lo matarían y luego se sentirían fracasados. No hubo alegría porque ellos fracasaran; sólo empatía, tristeza, amor por ellos, no por él.
El P. Larry Rosebaugh OMI, uno de mis hermanos oblatos que empleó su sacerdocio luchando por la paz y la justicia, y fue muerto en Guatemala, cuenta en su autobiografía cómo, la noche antes de su primer arresto por desobediencia civil, pasó la noche entera en oración; y, por la mañana, mientras salía para realizar el acto de no-violencia que le llevaría a su arresto, fue advertido por Daniel Berrigan: “Si no puedes hacer esto sin enojarte con la gente que se opone a ti, ¡no lo hagas! Esto debe ser un acto de amor”.
La profecía tiene que ser un acto de amor; si no, es meramente alienación.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 28 de noviembre de 2016
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Pide con confianza por ti o por los otros.




Fuente: Odres Nuevos

Cesta de Navidad


Si quieres que esta fantástica cesta sea tuya, solo tienes que pasar por el Rastrillo Misionero y por 2€ la tira, entrarás en el sorteo.










Rastrillo Misionero Claretiano

Desde el 25 de Noviembre y hasta el  4 de diciembre en los bajos de la Parroquia del Corazón de María se encuentra el Rastrillo Misionero Claretiano, cuya finalidad es ayudar económicamente  a las Misiones Claretianas que se encuentran en diferentes países del mundo.

Lo regentan un grupo de colaboradoras de la parroquia, que año tras año trabajan para mantener este fin. Esto se puede llevar a cabo gracias a las ayudas que reciben de diferentes entidades y comercios locales que con sus  aportaciones , tanto donativos como regalos hacen que estas ventas se puedan realizar.

El horario de apertura es de 12:00 a 14:00 h y de 18:00 a 21:00 horas todos los días de la semana. 

Mañana Lunes 28, como viene siendo habitual en los últimos años, contaremos con la visita de la  T.P.A  que emitirá en directo en el programa Conexión Asturias.

Os esperamos!!!!!!!!!!!!


Convierte tu hogar en el de todos y ofrécete.






Fuente: Odres Nuevos

Avisos de la parroquia


1. Comienza el tiempo de Adviento.  En él habrá vísperas todos los días antes de la Misa de 8 de la tarde.

2. Del 30 al 8 será la Novena de la Inmaculada


3. Está ya abierto el rastrillo misionero en los bajos de la parroquia , el horario es de 12:00 a 14:00 h y de 18:00 a 21:00 h. Esperamos que tanto trabajo para organizarlo se recompense con una buena recaudación. Gracias



Mensaje de Cáritas



El 27 de noviembre Cáritas celebra la campaña de PERSONAS SIN HOGAR, bajo el  lema
POR DIGNIDAD. NADIE SIN HOGAR”.  Nos quiere hacer caer en cuenta que estas personas, con quienes nos encontramos por la calle, son ante todo, PERSONAS.



En nuestra parroquia tendremos dos actividades con este motivo:
El viernes 26, a las 8:30 una charla y proyección de un video para los chicos de confirmación. 
Contaremos con la colaboración del Centro de Encuentro y Acogida (albergue para personas dependiente de drogas).
El domingo 28, en la Misa parroquial de las 12:30 se proyectará el mismo video del CEA.
Queremos conocer la realidad que viven estas personas: si no te veo, no te reconozco





Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor





Domingo 1º  de Adviento

¿Por qué las noches oscuras del alma?

El ateísmo es un parásito que se alimenta de la mala religión. Por esto, a fin de cuentas, los críticos ateos son nuestros amigos. Ellos mantienen nuestros pies al fuego.
Friedrich Nietzsche, Ludwig Feuerbach y Karl Marx, por ejemplo, defienden que toda experiencia religiosa es finalmente una proyección psicológica. Para ellos, el Dios en el que nosotros creemos y que afinca nuestras iglesias es, al fin y al cabo, simplemente una fantasía que hemos creado para que esté al servicio de nuestras propias necesidades. Hemos creado a Dios como opio para la comodidad y para darnos permiso divino con el fin de hacer lo que queramos.
Están muy en lo cierto, pero se equivocan en parte; y la verdadera religión echa sus raíces en aquello donde se equivocan. Ciertamente, tienen razón en que muchas experiencias religiosas y la vida de la iglesia están lejos de ser puras, como es evidente en nuestras vidas. Es duro negar que siempre estamos teniendo nuestras propias ambiciones y energías mezcladas con lo que llamamos experiencia religiosa. Por eso, tan frecuentemente, nosotros -tú y yo- gente religiosa sincera, de ninguna manera nos parecemos a Jesús: Somos arrogantes donde deberíamos ser humildes, críticos donde deberíamos ser indulgentes, rencorosos donde deberíamos ser amables, auto-interesados donde deberíamos ser altruistas, y -no lo menos- hirientes y ruines donde deberíamos ser comprensivos y misericordiosos. Nuestras vidas y nuestras iglesias con frecuencia dejan de irradiar a Jesús. El ateísmo es un desafío necesario porque, demasiado frecuentemente, tenemos nuestra propia energía de vida confundida con Dios, y nuestras propias ideologías confundidas con el Evangelio.
Afortunadamente, Dios no nos deja salir con la nuestra durante mucho tiempo. Más bien, como los místicos enseñan, Dios nos corrige con una confusa y dolorosa gracia llamada noche oscura del alma. Lo que sucede en una noche oscura del alma es que nos quedamos sin gas religiosamente en lo que las experiencias religiosas que una vez nos sustentaron y nos dieron fervor se desecan o crucifican de un modo que nos deja sin sensación imaginativa, afectiva o emocional del amor de Dios o de la existencia de Dios. Ningún esfuerzo de nuestra parte puede evocar los sentimientos e imágenes que tuvimos una vez sobre Dios ni la seguridad que una vez sentimos en nosotros mismos sobre nuestra fe y creencias religiosas. Los cielos se vacían y dentro de nosotros mismos nos sentimos agnósticos, como si Dios no existiera, y no podemos por más tiempo crear una imagen de Dios que se perciba real a nosotros. Venimos a estar desamparados dentro de nosotros mismos para generar una sensación de Dios. Pero eso es precisamente el comienzo de una auténtica fe. En esa oscuridad, cuando no nos queda nada, cuando sentimos que no hay Dios, Dios puede empezar a hacer fluir dentro de nosotros un camino puro. Porque nuestras facultades religiosas interiores están paralizadas, ya no podemos manipular por más tiempo nuestra experiencia de Dios, amañarla, proyectarnos en ella o usarla para racionalizar la permisión divina por nuestras propias acciones. La verdadera fe empieza en el punto exacto  donde nuestros críticos ateos piensan que acaba, en la oscuridad y vaciedad, en la impotencia religiosa, en nuestra incapacidad para influir en cómo Dios fluye en nosotros.
Vemos esto claramente en la vida de la Madre Teresa. Como se ve en sus diarios, durante los primeros veintisiete años de su vida, tuvo en su vida un  profundo, sentido, imaginativo y afectivo sentimiento de Dios. Vivió con una certeza como de roca respecto a la existencia de Dios y al amor de Dios. Pero a la edad de veintisiete años, orando en un tren un día, fue como si alguien cerrara algún interruptor que la conectaba a Dios. En su imaginación y sus sentimientos, los cielos se vaciaron. Dios, tal como ella lo había conocido en su mente y sentimientos, desapareció.
Pero sabemos el resto de la historia: Vivió los siguientes sesenta años de su vida en una fe que ciertamente fue sólida como roca y vivió un entregado y generoso compromiso que desautorizaría aun a los más fuertes críticos ateos de acusar de que su experiencia religiosa fuera una proyección egoísta y que su práctica de la religión no fuera esencialmente pura. En su oscuridad religiosa, Dios pudo fluir dentro de ella en pureza esencial; es diferente para muchos de nosotros, en los que una vida de fe que es claramente servidora de nosotros mismos aumenta la creencia de que estamos escuchando a Dios y no a nosotros mismos.
Incluso Jesús, en su humanidad, tuvo que experimentar esta oscuridad, como es evidente en Getsemaní y su grito de abandono en la cruz. Después de su agonía en el Huerto de Getsemaní, se nos dice que un ángel vino y lo confortó. ¿Por qué -podríamos preguntar- no vino el ángel antes, cuando  aparentemente más necesitaba la ayuda?  La ayuda de Dios no podía venir hasta que él estuviera completamente exhausto de fuerza; su humanidad no habría dejado al divino afluir puramente, sino que lo habría insertado en la experiencia. Tenía que estar completamente exhausto de su propia fuerza antes de que el divino pudiera afluir verdadera y puramente. Así también para nosotros.

Las noches oscuras de la fe son necesarias para purgarnos, porque sólo entonces puede el ángel venir a ayudarnos.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 21 de noviembre de 2016
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"...esta pobre viuda ha dado más que nadie."

Evangelio de hoy según san Lucas (21,1-4):

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». Palabra del Señor.

Comentario
Audio (pulsa para escuchar)

Letra:
1. Cuando el pobre nada tiene y aún reparte,
cuando un hombre pasa sed y agua nos da,
cuando el débil a su hermano fortalece, ...

VA DIOS MISMO EN NUESTRO MISMO CAMINAR,
VA DIOS MISMO EN NUESTRO MISMO CAMINAR.

2. Cuando un hombre sufre y logra su consuelo,
cuando espera y no se cansa de esperar,
cuando amamos, aunque el odio nos rodee, ...

3. Cuando crece la alegría y nos inunda,
cuando dicen nuestros labios la verdad,
cuando amamos el sentir de los sencillos, ...

4. Cuando abunda el bien y llena los hogares,
cuando un hombre donde hay guerra pone paz,
cuando hermano le llamamos al extraño, ...

Otra interpretación (pulsa para escuchar)

Declaración conjunta católico-luterana. Del conflicto a la comunión

Con corazones agradecidos.
Pasar del conflicto a la comunión.
Nuestro compromiso para un testimonio común.
Uno en Cristo.
Con motivo de la visita del Santo Padre Franciso a Suecia con motivo de los 500 años de la Reforma protestante, al concluir la ceremonia en la catedral de Lund que se realizó este lunes 31 de octubre por la tarde, en la que exponentes protestantes y católicos expusieron el deseo de unidad y lamentaron errores del pasado, y en el que el Papa pidió al Espíritu Santo que conceda un nuevo inicio a las relaciones entre luteranos y católicos, se firmó la siguiente declaración conjunta:
«Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí» (Jn 15,4).
Con corazones agradecidos
Con esta Declaración Conjunta, expresamos gratitud gozosa a Dios por este momento de oración en común en la Catedral de Lund, cuando comenzamos el año en el que se conmemora el quinientos aniversario de la Reforma. Los cincuenta años de constante y fructuoso diálogo ecuménico entre Católicos y Luteranos nos ha ayudado a superar muchas diferencias, y ha hecho más profunda nuestra mutua comprensión y confianza. Al mismo tiempo, nos hemos acercado más unos a otros a través del servicio al prójimo, a menudo en circunstancias de sufrimiento y persecución. A través del diálogo y el testimonio compartido, ya no somos extraños. Más bien, hemos aprendido que lo que nos une es más de lo que nos divide.
Pasar del conflicto a la comunión
Aunque estamos agradecidos profundamente por los dones espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma, también reconocemos y lamentamos ante Cristo que Luteranos y Católicos hayamos dañado la unidad vivible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide una conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado no puede ser cambiado, lo que se recuerda y cómo se recuerda, puede ser trasformado. Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la memoria, que nublan nuestra visión recíproca. Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión. Hoy, escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama constantemente.
Nuestro compromiso para un testimonio común
A medida que avanzamos en esos episodios de la historia que nos pesan, nos comprometemos a testimoniar juntos la gracia misericordiosa de Dios, hecha visible en Cristo crucificado y resucitado. Conscientes de que el modo en que nos relacionamos unos con otros da forma a nuestro testimonio del Evangelio, nos comprometemos a seguir creciendo en la comunión fundada en el Bautismo, mientras intentamos quitar los obstáculos restantes que nos impiden alcanzar la plena unidad. Cristo desea que seamos uno, para que el mundo crea (cf. Jn 17,21).
Muchos miembros de nuestras comunidades anhelan recibir la Eucaristía en una mesa, como expresión concreta de la unidad plena. Sentimos el dolor de los que comparten su vida entera, pero no pueden compartir la presencia redentora de Dios en la mesa de la Eucaristía. Reconocemos nuestra conjunta responsabilidad pastoral para responder al hambre y sed espiritual de nuestro pueblo con el fin de ser uno en Cristo. Anhelamos que sea sanada esta herida en el Cuerpo de Cristo. Este es el propósito de nuestros esfuerzos ecuménicos, que deseamos que progresen, también con la renovación de nuestro compromiso en el diálogo teológico.
Pedimos a Dios que Católicos y Luteranos sean capaces de testimoniar juntos el Evangelio de Jesucristo, invitando a la humanidad a escuchar y recibir la buena noticia de la acción redentora de Dios. Pedimos a Dios inspiración, impulso y fortaleza para que podamos seguir juntos en el servicio, defendiendo los derechos humanos y la dignidad, especialmente la de los pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia. Dios nos convoca para estar cerca de todos los que anhelan dignidad, justicia, paz y reconciliación. Hoy, en particular, elevamos nuestras voces para que termine la violencia y el radicalismo, que afecta a muchos países y comunidades, y a innumerables hermanos y hermanas en Cristo. Nosotros, Luteranos y Católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo.
Hoy más que nunca, comprendemos que nuestro servicio conjunto en este mundo debe extenderse a la creación de Dios, que sufre explotación y los efectos de la codicia insaciable. Reconocemos el derecho de las generaciones futuras a gozar de lo creado por Dios con todo su potencial y belleza. Rogamos por un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la creación.
Uno en Cristo
En esta ocasión propicia, manifestamos nuestra gratitud a nuestros hermanos y hermanas, representantes de las diferentes Comunidades y Asociaciones Cristianas Mundiales, que están presentes y quienes se unen a nosotros en oración. Al comprometernos de nuevo a pasar del conflicto a la comunión, lo hacemos como parte del único Cuerpo de Cristo, en el que estamos incorporados por el Bautismo. Invitamos a nuestros interlocutores ecuménicos para que nos recuerden nuestros compromisos y para animarnos. Les pedimos que sigan rezando por nosotros, que caminen con nosotros, que nos sostengan viviendo los compromisos de oración que manifestamos hoy.
Exhortación a los Católicos y Luteranos del mundo entero
Exhortamos a todas las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros. En vez de los conflictos del pasado, el don de Dios de la unidad entre nosotros guiará la cooperación y hará más profunda nuestra solidaridad. Nosotros, Católicos y Luteranos, acercándonos en la fe a Cristo, rezando juntos, escuchándonos unos a otros, y viviendo el amor de Cristo en nuestras relaciones, nos abrimos al poder de Dios Trino. Fundados en Cristo y dando testimonio de él, renovamos nuestra determinación para ser fieles heraldos del amor infinito de Dios para toda la humanidad.

(ZENIT –  Roma).- Lund, 31 de octubre de 2016

La presencia real

Cuando yo era estudiante universitario en Bélgica, un día tuve el privilegio de asistir a una conferencia dada por el cardenal Godfried Danneels, de Bruselas. Estaba tratando sobre la Eucaristía y nuestra falta de comprensión de su total riqueza, cuando destacó este contraste: Si hoy os hallarais fuera de una iglesia católica romana mientras la gente estuviera saliendo de la iglesia y preguntarais: “¿Estuvo bien la Eucaristía” ?, la mayoría respondería refiriéndose a la homilía y la música. Si la homilía había sido interesante y la música animada, casi toda la gente respondería que había sido una buena Eucaristía. Después de esto, continuó: Si os hubierais hallado a la salida de una iglesia católica romana hace sesenta o setenta años y os hubieran preguntado: “¿Estuvo bien la misa de hoy?”, nadie siquiera habría entendido la pregunta. Habrían respondido algo así: “¿No son iguales todas?”. 
Hoy, nuestra comprensión de la Eucaristía, en los círculos católicos romanos y también en la mayoría de los círculos protestantes y anglicanos, está muy concentrada en tres cosas: la liturgia de la Palabra, la música y la comunión. Por otra parte, en las iglesias católicas romanas, hablamos de la presencia real sólo en referencia al último elemento, la presencia de Cristo en el pan y vino.
Si bien nada de esto es erróneo -la liturgia de la palabra, la música y la comunión son importantes- algo se echa en falta en esta comprensión. Se echa en falta el hecho de que la presencia real está no sólo en el pan y vino, sino también en la liturgia de la Palabra y en el acontecimiento salvífico que es rememorado en la plegaria eucarística, a saber, la muerte y resurrección de Jesús.
La mayoría de los que van a la iglesia ya reconocen que, cuando se celebran las escrituras en un servicio litúrgico, la presencia de Dios se hace especial, más físicamente tangible que la normal presencia de Dios en cualquier parte o la presencia de Dios en nuestra oración privada. La Palabra de Dios, cuando se celebra en una iglesia, es, como la presencia de Cristo en el pan y vino consagrados, también la presencia real.
Pero hay un elemento adicional que es menos entendido: La Eucaristía no sólo hace presente a una persona; también hace presente un acontecimiento. Participamos en la Eucaristía no sólo para recibir a Cristo en la comunión, sino también para participar en el mayor acontecimiento salvífico de su vida: su muerte y resurrección.
¿De qué se trata aquí?
En la última Cena, Jesús invitó a sus seguidores a continuar reuniéndose y celebrando la Eucaristía “en memoria mía”. Pero su uso de la palabra “memoria” y nuestro uso de esa palabra son muy diferentes. Para nosotros, “memoria” es una palabra más débil. Significa simplemente traer algo a la mente, recordar un acontecimiento, como el nacimiento de vuestro hijo, el día de vuestra boda o el partido en el que vuestro equipo favorito ganó por fin el campeonato. Eso es un simple recuerdo, un recuerdo pasajero. Puede remover sentimientos profundos, pero no hace más. Mientras que en el concepto hebreo del que Jesús estaba hablando - “memoria”- al hacer recuerdo ritual de algo, significaba mucho más que simplemente rememorar algo. Recordar algo no era simplemente rememorar algo nostálgicamente. Más bien significaba rememorarlo y volver a representarlo ritualmente de modo que lo hiciéramos presente de nuevo de un modo real.
Por ejemplo, así es como la Cena de Pascua es entendida en el Judaísmo. La comida de Pascua rememora el Éxodo de Egipto y el milagroso paso a través del Mar Rojo hacia la libertad. La idea es que una generación, guiada por Moisés, hizo esto históricamente, pero que volviendo a representar ese acontecimiento ritualmente en la Comida Pascual, el acontecimiento es hecho presente de nuevo, de un modo real, para aquellos que lo experimentan estando a la mesa.
La Eucaristía es lo mismo, excepto que el acontecimiento salvífico que volvemos a actualizar hasta hacerlo presente a través del ritual es la muerte y resurrección de Jesús, el nuevo Éxodo. Nuestra creencia cristiana aquí es exactamente la misma que la de nuestros hermanos hebreos, a saber, que no sólo estamos recordando un acontecimiento; estamos haciéndolo de hecho presente para participar en él. La Eucaristía, celebración paralela a la comida de la Pascua Judía, vuelve a hacer presente el acontecimiento salvífico central de la historia cristiana, a saber, el Paso (Pascua) de Jesús de la muerte a la vida en el misterio Pascual. Y exactamente como el pan y vino consagrados nos proporcionan la presencia real de Cristo, la Eucaristía nos proporciona también la presencia real del acontecimiento salvífico central de nuestra historia, el paso de Jesús de la muerte a la vida.
Así, en la Eucaristía hay, en efecto, tres presencias reales: Cristo está realmente presente en la Palabra, a saber, en las escrituras, la predicación y la música. Cristo está realmente presente en el pan y vino consagrados; son su cuerpo y sangre. Y Cristo está realmente presente en un acontecimiento salvífico: el paso sacrificial de Jesús de la muerte a la vida.

Y así, nosotros vamos a la Eucaristía no sólo para ser introducidos en la comunidad por la palabra de Jesús y recibir a Jesús en la comunión; vamos allí también para entrar en el acontecimiento salvífico de su muerte y resurrección. La presencia real está en una persona y en un acontecimiento.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 14 de noviembre de 2016
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El Señor llega para regir los pueblos con rectitud



Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

El Señor nos llama a orar siempre porque bien sabe que necesitamos raíces con obras

Queridos amigos, paz y bien.
Hoy el Evangelio nos propone la parábola del juez inicuo, llamada también de la viuda importuna. Jesús estaba indicando a los suyos la importancia de orar sin desfallecer y les propone la parábola citada. Lógicamente las preguntas saltan inmediatamente en nuestro corazón y en nuestra mente. ¿Acaso no hemos visto personas que ante la muerte de un ser querido gritaban con desesperación que le habían pedido a Dios con mucha fe que sanara a su familiar...? ¿Acaso no hemos oído maldecir a Dios por no conceder lo que con tanta necesidad se le pedía...? ¿Acaso no es en las peticiones no concedidas donde más personas encuentran un motivo para alejarse de Dios...? Pero Jesús insiste que tenemos que orar sin desfallecer...
Para unas personas, Dios ha creado el mundo, pero luego se ha desentendido de Él. Para otros, absolutamente todo, hasta en las cosas más insignificantes de la existencia, Dios está actuando... Como siempre tenemos que buscar el nivel necesario para descubrir la actuación de Dios en el mundo respetando la autonomía de la naturaleza y la libertad de las personas.
La oración no es para el cristiano algo accesorio o de simple conveniencia. Es algo imprescindible para entender la vida y lo que en ella nos pasa. Todos tenemos un diálogo interior con nosotros mismos. Estamos durante el día pensando y analizando nuestras vivencias interiores. En el cristiano ese diálogo personal interno queda iluminado por la presencia viva de Jesús. Ya el cristiano no dialoga individualmente consigo mismo, sino que en su mente y en su corazón siente la cercanía de Dios acompañante y hacedor del camino.
El Señor nos llama a orar siempre porque bien sabe que necesitamos raíces con obras. Hacer presente a Jesús en el mundo significa equilibrar estos dos aspectos que tanto hacen sufrir cuando van por separados. Centrar nuestra vida en Cristo es la tarea de toda nuestra existencia, pero centrarla no para guardar su presencia sino para que dé fruto abundante.
¿Por qué debemos orar incluso si no percibimos los resultados de nuestras peticiones? En el mundo que vivimos, donde tanto se premia la prontitud y la eficacia, se nos invita a entrar en otra dinámica totalmente nueva. Tenemos que entrar en el ritmo de Dios.
Puede ser que estés necesitando hoy más que nunca de su presencia. Es probable que pienses que el Señor te falla... Cuando vivimos pegados al Señor salimos al mundo sin miedo porque el Espíritu Santo actúa en nosotros. Dice la Escritura que donde hay amor no hay miedo. Tenemos que orar con amor hacia Dios y hacia los demás. Muchas de las oraciones que hacemos están llenas de abatimiento, de tristeza, de amarguras, de mil infelicidades. Podemos rezar desde esas situaciones, pero no con esas actitudes. Si en plena batalla somos capaces de orar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo desde el amor, siempre encontraremos respuestas, quizá no la que deseamos, pero ten la seguridad que cuando oramos con amor Dios nunca se queda mudo.
La Palabra, la oración y los sacramentos son los medios que Dios nos ha dado para mantener un constante diálogo con Él y con el mundo, de una manera muy especial con los más pobres y necesitados. Cuando vivimos estas tres dimensiones: Palabra-oración-sacramentos, Dios nunca quedará arrinconado en la caja fuerte de nuestro corazón para que nadie nos lo quite. Jesús quiere repartirse a todos y para todos, de ahí que nos dejara su Palabra, su vida, su cuerpo que se da por toda la eternidad. El que de verdad intenta seguir a Cristo tiene que tener un corazón lo suficientemente grande para que en él quepa toda la humanidad, y una vida lo suficientemente sintonizada con Dios para que a través de lo que hace se abra una ventana del cielo para que las personas descubran a Cristo.
Tenemos que confiar en los plazos de Dios. Cuando rezamos el Padrenuestro decimos "Hágase tu voluntad en la tierra y en el cielo" no podemos olvidarnos de estas dos dimensiones donde Dios actúa siempre para nuestro bien, aunque en un determinado momento creamos que no es así.
¿Crees importante la oración constante? ¿Por qué? ¿Cómo actúas cuando Dios no realiza lo que le pides? ¿Cómo se queda tu relación con Dios cuando no te concede lo que solicitas? ¿Cómo está presente la Palabra, la oración y los sacramentos en tu vida? ¿Qué importancia tienen?
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C. M. F.


Comentario al Evangelio del 12 de noviembre de 2016


Nuestra resistencia al amor. Ron Rolheiser

No tiene nada de sencillo ser un ser humano. Somos un misterio para nosotros mismos, y, con frecuencia, nuestros propios peores enemigos. Nuestra complejidad interior nos ofusca y, no raramente, nos frustra. En nada es esto más cierto que en nuestra lucha con el amor y la intimidad.
Más que ninguna otra cosa, tenemos hambre de intimidad, ser tocados donde somos lo más delicados, donde somos lo más nosotros, donde descansa todo lo que en nosotros es lo más precioso, vulnerable y anhelante.  Sin embargo, ante la verdadera la intimidad, la gente sensible viene a estar con frecuencia inquieta y resistente.
En los Evangelios vemos dos poderosos ejemplos de esto: El primero, en una historia, referida en los cuatro Evangelios, donde una mujer entra en una estancia de la casa donde Jesús está comiendo y, en una serie de gestos derrochadores, rompe un costoso frasco de perfume, derrama el perfume sobre los pies de Jesús, lava esos pies con sus lágrimas, los seca con sus cabellos y luego empieza a besarlos. ¿Cuál es la reacción de los que están en la estancia, a excepción de Jesús? Malestar y resistencia. ¡Esto no debería suceder! Todos se mueven incómodamente en sus sillas a la vista de esta cruda expresión de amor; y Jesús, él mismo, tiene que desafiarles a buscar la causa de su malestar.
Entre otras cosas, señala que, irónicamente, con lo que están incómodos es con lo que subyace en el centro mismo de la vida y en el centro mismo de sus más profundos deseos, a saber, el puro dar y recibir del amor y el afecto. Es esto -afirma Jesús- por lo que estamos vivos, y es esta experiencia la que nos prepara para la muerte. Es por lo que estamos vivos. ¿Es también lo que más anhelamos? Entonces ¿por qué nuestro malestar y resistencia cuando de hecho lo afrontamos en la vida?
El segundo ejemplo aparece en el Evangelio de Juan, donde, en la Última Cena, Jesús trata de lavar los pies de sus discípulos. Como Juan lo indica, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una jofaina y una toalla, y empezó a lavar los pies de sus discípulos. Pero encuentra malestar y resistencia, claramente expresados por Pedro, que simplemente dice a Jesús: “¡Nunca! ¡Tú nunca me lavarás a mí los pies!”
¿Por qué? ¿Por qué esa resistencia? ¿Por qué la resistencia ante el hecho de que, sin duda, más que ninguna otra cosa, lo que más profundamente deseaba Pedro era exactamente que Jesús le lavara los pies, gozar esta clase de intimidad con Jesús?
Responder a la cuestión de nuestra lucha con la intimidad en este contexto proporciona una guía por qué a veces nos ponemos incómodos y reacios cuando estamos ante lo que de hecho deseamos tan profundamente. Nuestros pies son algo muy íntimo; son parte de nuestros cuerpos donde nos molesta la suciedad y olor, no una parte de nosotros mismos en la que nos caiga bien el toque de otros. Hay una innata vulnerabilidad, un malestar, una primera vergüenza, añadidas a tener el toque y el lavado de algún otro una parte tan íntima de nosotros. La intimidad demanda una facilidad que nuestra vulnerabilidad a veces hace imposible. Y así, este texto alude a una especie de resistencia a la intimidad, a una particular incomodidad en ciertas circunstancias.
Pero la resistencia de Pedro aquí habla también de algo más, algo más notable: Si estamos sanos y sensibles, todos nosotros experimentaremos naturalmente un cierto malestar y resistencia ante el crudo regalo, antes de la cruda intimidad, antes de la cruda recompensa. Y, mientras esto es algo para ser superado, no es una falta, un defecto moral o sicológico de nuestra parte. Por el contrario, en su normal expresión, es una señal de sensibilidad moral y psicológica. ¿Por qué digo esto?
¿Por qué resulta a veces que parece impedirnos el mover hacia la verdadera esencia de la vida una señal de que hay algo fundamentalmente equivocado en nosotros? Yo insinúo que no es un defecto sino más bien un sano mecanismo en nosotros porque la gente narcisista, tosca e insensible es frecuentemente inmune a este malestar y resistencia. Su narcisismo les protege de la vergüenza, y su dureza les permite una fácil y salvaje desenvoltura con la intimidad, como alguien que está sexualmente bastante  cansado de estar cómodo con la pornografía, o como alguien que toma la intimidad como algo que debe ser tenido por derecho, casualmente o incluso agresivamente. En este caso… no existe la menor intimidad.
La gente sensible, por otra parte, lucha con la crudeza de la intimidad porque la genuina intimidad, como el cielo, no es algo que pueda ser llevado a cabo voluble o fácilmente. Es una lucha de toda la vida, un dar y tomar con muchas contrariedades, una revelación y una ocultación, una rendición y una resistencia, un éxtasis y un sentimiento de indignidad, una aceptación que lucha con la verdadera rendición, un altruismo que aún contiene egoísmo, un calor que a veces se vuelve frío, un compromiso que aún tiene algunas condiciones, y una esperanza que lucha por sostenerse a sí misma.
La intimidad no es como el cielo. Es la salvación. Es el Reino. Así, como el Reino, tanto el camino como la puerta de acceso a él son angostos, no encontrados fácilmente. Por tanto sé delicado, paciente y comprensivo hacia otros y hacia ti mismo en esa lucha.  (Foto: Lili art bolsas)
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 7 de noviembre de 2016
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