Buscad el Reino de Dios y su Justicia, y lo demás se os dará por añadidura.

Ideas Previas.

Alfredo María Pérez Oliver, cmf - 
Se le ha clavado la saeta al  joven Claret, tan en el hondón del alma, que sin dilación  rompe todas las ataduras que le tenían apegado a sus planes. Y siguió la voz poderosa que le llamaba: “¡Sal de tus apoyos humanos!, pero ¿hacia donde?
Me parece oportuno exponer unas ideas previas, para comprender con profundidad todo el alcance del primer núcleo de  la alegoría que imaginó  Claret, para ponerse en camino y encontrar el plan que  Dios Padre le tenía reservado para dar plenitud a su vida.
Necesidad Fundamental.
Primera idea previa: Todos deseamos ser felices. Es un deseo profundo que Dios ha sembrado en el corazón humano y no defraudará a los que la buscan rectamente.
Emilio Butragueño, estrella del real Madrid en una época, fue entrevistado por Natalia Figueroa. La periodista quedó alucinada. Al joven  futbolista todo le marchaba sobre ruedas. La relación con su familia. El trabajo profesional unido a su afición, su vida en alegría y paz coherente con su fe cristiana. Ante el panorama que se abre a su curiosidad periodística, ya no le queda más remedio que preguntar.
- Entonces ¿Qué pides a tú a la vida?
- Seguir siendo feliz.
El joven deportista dio en el clavo, porque en segundos puede abatirse sobre uno una gran desgracia.
Es pues un deseo sano buscar la felicidad. Pero no se puede olvidar la advertencia del psicólogo J.L. Pinillos:El que busca la felicidad en directo está condenado a no encontrarla nunca.  Y el teólogo J.R. Bustos: El que busca la felicidad a toda costa, termina oprimiendo a los demás.
Para esta búsqueda la regla de oro nos llega del Evangelio: Buscad el Reino de Dios y su Justicia, y lo demás se os dará por añadidura.
Esta es la primera actitud del que ha sido tocado por el primer núcleo de la Fragua. Saber que sólo  encontrará el camino si acepta el anuncio de Jesús. La novedad del Reino: Dios es Padre, que le ama, que cuenta con él. Ante esa realidad que anuncia Jesús, todo lo demás es engaño y vanidad. Nadie lo expresó con la fuerza de Pablo: “Lo que entonces consideraba ganancia, ahora lo considero pérdida, por amor a Cristo…nada vale la pena si se compra con el conocimiento de Cristo Jesús…y todo lo tengo por estiércol con tal de ganar a Cristo.”(Fil. 3,7-9).
Aviso a navegantes. Recuerdo ahora, para que las cosas queden claras, la vieja distinción entre el desear y querer. El Cardenal Newman en su Gramática del Asentimiento, profundiza en esta distinción. A la primera –desear- la llama “Asentimiento Nocional” y la coloca en el plano sentimental-emocional y por tanto superficial sin compromiso alguno y además dura poco tiempo. Quizá se puede aplicar a esta fase emocional los versos inspirados de Machado:
Las cosas son como son,
y alguna vez, como quiere
sean, el corazón.”
Al “querer” le llama “Asentimiento Real”. Ha vislumbrado un objetivo y le parece tan importante para su vida que pone todo su empeño y toda su fuerza de voluntad en conseguirlo.
Para no dar palos de ciego y cazar vientos, es importante tomar la determinada determinación con paz, aleccionado por los desengaños, como le ocurrió a Claret, con paz, ayudados por un Consejero competente. Conocer sus limitaciones y empeñarse en adquirir una voluntad firme, a base de constancia. Ya está el hierro rusiente y comienzas los golpes de maestro y aprendiz para forjar la voluntad. Dicen los pedagogos que la voluntad se educa a base de ejercicios repetidos. Y avisan las consecuencias:
- Ten cuidados con tus pensamientos que se volverán palabras.
- Te cuidado con tus actos que se volverán costumbres.
- Cuida tus costumbres que harán tu carácter
- Cuida tu carácter que te llevará a tu destino.
Es importante conseguir esa voluntad que presume Javier en “El divino impaciente”:
pero cuando llégale caso, 
sé en mi voluntad poner
todo el peso y el poder 
con que se aploma y se agarra
en mis breñas de Navarra, 
mi castillo de Javier.
El “quid prodest” de cada persona.
Los santos experimentaron la necesidad de entrar en una fragua para dar plenitud a la única vida que habían recibido como un don gratuito. Ese nacer de nuevo transformados que no entendía el sabio fariseo Nicodemo. Ofrezco unas citas:
San Ignacio de Loyola: “Es necesario que, quienquiera que se conoce, los reconozca en sí (los males); pues no dejará de haberlo en el estado de la presente miseria, hasta que en la FRAGUA  del eterno amor de nuestro Criador y Señor se consuma toda nuestra malicia, siendo de Él  penetradas y del todo poseídas nuestras ánimas”…
San Juan de la Cruz: “Por estos trabajos, en que Dios al alma y sentido pone, va cobrando virtudes, porque la virtud en la flaqueza se perfecciona (2Cor. 12,9), y en el ejercicio de pasiones se labra. Porque no puede servir y acomodarse el hierro en la inteligencia del artífice si no es por el fuego y el martillo, según del  fuego dice Jeremías (Lam. 1,13): “Envió fuego en mis huesos y enseñome”. Y del martillo dice: “Castigásteme, Señor y quedé enseñado” (31,18).
Alphonse y Rachel Goetemann: “Como el fuego que penetra el hierro cuando éste se introduce en la fragua,el hierro guarda la sustancia del metal, pero se convierte y hace real que le habilita y literalmente la transfigura…Hoy como ayer, Cristo nos invita a subir al monte santo, el Tabor, para entrar con Él en el fuego divino. La meditación nos abre, concretamente ese camino.”
Recordemos que Claret dice que  el hierro se pone rusiente al entrar en la fragua del Corazón de María y en el fuego del meditación y ejercicios espirituales.
Sin corazones transformados no hay Evangelización.
La Exhortación sinodal de los laicos después de describir una sociedad fragmentada (nº 4-6), reclama que todos los discípulos de Jesús debemos  rehacer el tejido cristiano de las comunidades eclesiales. El objetivo de la “Nueva Evangelización” es la formación  de comunidades cristianas maduras, en las que se palpe la adhesión a la persona de Cristo. El encuentro con Él consigue una existencia vivida en la caridad y el servicio. (Cfr, Chisti fideeles laici, 34).
Una empresa tan alucinante exige tener un punto de partida en el corazón de cada creyente Sin conversión personal, no ha conversión pastoral, ni transformación de actitudes, estructuras y talante de las parroquias y de la variedad de grupos comunitarios que hoy crecen.
El primer núcleo de la alegoría claretiana exige ese primer paso de salida de apoyos humanos y poner  toda el alma en el deseo de transformase para seer saeta lanzada contra el mal.
Es hora de poner la mano en el corazón y nuestro hierro en la fragua. Cuidar ese corazón, que como dijo el poeta: ¡Alma!, llévame con tiento el corazón, ¡ Por Dios alma! con mucho tiento. ¡¡que lleva vino de consagración!

Lealtad y patriotismo revisitados

Como cristianos, creemos que llevamos la imagen de Dios en nosotros y esta es nuestra más profunda realidad. Hemos sido creados a imagen de Dios. Pero concebimos esta imagen de una forma demasiado ingenua, romantica y piadosa. Imaginamos que en algún lugar dentro de nosotros hay un bello icono de Dios estampado en nuestras almas. Puede ser, pero Dios, tal y como afirma la Escritura, es más que un icono. Dios es fuego -libre, infinito, inefable, incontenible. (Ron Rolheiser, OMI)
En un reciente artículo publicado en la revista America, Grant Kapian, expresando su opinión sobre el desafío de la resurrección, hace este comentario: “A diferencia de las anteriores comunidades en las que el vínculo entre los miembros se forja a través de aquellos a quienes excluye y usa como chivos expiatorios, la gratuidad de la resurrección permite una comunidad modelada por perdonados-perdonadores”.
Lo que está diciendo, entre otras cosas, es que mayormente formamos la comunidad por demonización y exclusión, esto es, conectamos unos con otros más en base a aquello en lo que estamos en contra y odiamos que en base  a aquello en lo que estamos a favor y juzgamos de gran valor. La cruz y la resurrección -y el mensaje de Jesús en general- nos invitan a una madurez más profunda con la que somos invitados a formar comunidad  unos con otros en base al amor y la inclusión más bien que sobre el odio y la demonización.
¿Cómo usamos de chivo expiatorio, demonizamos y excluimos de manera que formemos comunidad unos y otros? Algunos antropólogos, particularmente  René Girard y Gil Baille, nos han hecho algunas buenas observaciones sobre cómo el uso de chivo expiatorio y la demonización funcionaron en tiempos antiguos y cómo funcionan ahora.
En resumen, aquí está cómo trabajan: Hasta que no podemos conseguir un cierto nivel de madurez, tanto personal como colectivo, formaremos siempre la comunidad por chivo expiatorio. Imaginaos esta situación: Algunos de nosotros (familia y colegas) vamos de comida. Casi siempre habrá tensiones divisorias entre nosotros: choques de personalidad, celos, heridas del pasado, y diferencias religiosas, ideológicas y políticas. Pero éstas pueden permanecer soterradas y podemos gozar juntos de una agradable comida. ¿De qué manera? Hablando sobre otra gente con la que no congeniamos, despreciamos, tememos o encontramos particularmente rara o excéntrica. Mientras los demonizamos haciendo hincapié en lo terribles, malos, raros o excéntricos que son, nuestras propias diferencias se escabullen admirablemente bajo la superficie y formamos lazos de empatía y mutualidad entre unos y otros. Demonizando a otros, encontramos sociedad entre nosotros. Por supuesto, eres reacio a excusarte e ir al baño por miedo a que, en tu ausencia, tú podrías ser muy bien la nueva vianda  del menú.
Además, hacemos que también en nuestras vidas individuales se mantenga la balanza. Si somos honrados, todos probablemente tenemos que admitir la tendencia que tenemos a afirmarnos reprochando a algún otro nuestras  ansiedades y malos sentimientos. Por ejemplo: Salimos de casa una mañana y, por diversas razones, empezamos a sentirnos de mal genio, agitados y enfadados. Muy probablemente, no tardaremos demasiado en fijar esa inquietud en algún otro, inculpándolo, consciente o inconscientemente, de nuestro mal sentimiento. ¡Nuestra sensación es que, si no fuera por esa persona, nosotros no estaríamos sintiendo estas cosas! ¡Algún otro tiene la culpa de nuestra agitación! Una vez que hemos hecho esto, empezamos a sentirnos mejor porque acabamos de hacer a algún otro responsable de nuestro dolor. Como un colorido comentario sobre esto, me gusta citar  a un amigo que ofrece este axioma: Si las dos primeras personas con que te encuentras por la mañana son irritantes y duras para tratar con ellas, hay una gran probabilidad de que seas tú la que resulta irritante y dura de  trato.
Tristemente, vemos que esto tiene lugar en el mundo, en conjunto. Nuestras iglesias y nuestra política prosperan en esto. Tanto en nuestras iglesias como en nuestras comunidades municipales, tendemos a formar comunidad a nuestro propio modo demonizando a otros. Nuestras diferencias no tienen que ser tratadas ni nosotros tenemos que tratar de las cosas que ayudan a causar esas diferencias, porque podemos culpar de nuestros problemas a algún otro. No raramente, grupos eclesiales se juntan haciendo esto, los  políticos son elegidos haciendo esto, y las guerras son justificadas y hechas sobre esta base; y los ricos y sanos conceptos de  lealtad, patriotismo y afiliación religiosa entonces vienen a ser perjudiciales, porque ahora se arraigan viendo las diferencias principalmente como una amenaza más que viéndolas como trayendo una más completa revelación de Dios en nuestras vidas.
Por supuesto, a veces lo que es diferente plantea una verdadera amenaza, y esa amenaza tiene que ser combatida. Pero, incluso entonces, debemos continuar mirando dentro de nosotros mismos y examinando lo que en nosotros podría ser cómplice causando esa división, odio o celos, que ahora están siendo proyectados sobre nosotros. La amenaza positiva debe ser combatida, pero la mejor manera de hacerlo es como Jesús hizo frente a las amenazas, a saber, con amor, empatía y perdón. Demonizar a otros para crear comunidad entre nosotros no es el modo de Jesús ni el modo de la madurez humana.
La lealtad a uno mismo, la lealtad a la religión de uno, la lealtad al país de uno y la lealtad a los valores morales de uno deben estar basadas en lo que es bueno y preciado en la familia, comunidad, religión, país y principios morales de uno, y no en el miedo y los sentimientos negativos hacia otros.
La lección que hay en Jesús, especialmente en su muerte y resurrección, es que la genuina religión, la genuina madurez, la genuina lealtad y el genuino patriotismo se basan en dejarnos ser formados con amplitud de miras por lo que no emana de nuestra propia condición.   
Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano) - 

Papa en Santa Marta: Hagan memoria. La memoria nos acerca a Dios





Durante su homilía de este jueves en Casa Santa Marta, el Papa pidió que el cristiano siempre 'haga memoria' de la forma en la que Dios ha aparecido en su vida.

El Papa dijo que la memoria acerca a Dios y recuerda su obra desde el esplendor de Adán en la Creación. 

PAPA FRANCISCO
"Yo les aconsejo esto, sencillamente: ¡hagan memoria! ¿Cómo ha sido mi vida, cómo ha sido mi jornada hoy, o cómo ha sido este último año? Memoria. ¿Cómo han sido mis relaciones con el Señor? Memoria de las cosas bellas, grandes que el Señor ha hecho en la vida de cada uno de nosotros”. 

Francisco explicó que hay que agradecer a Jesús desde el corazón las veces que ha estado al lado a pesar de renegar de Él.


EXTRACTOS DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente: Radio Vaticana)
"Volver hacia atrás para ver cómo Dios nos ha salvado, recorrer el camino – con el corazón y con la mente –  con la memoria, y llegar así a Jesús. Es el mismo Jesús, en el momento más grande de su vida – jueves y viernes, en la Cena – en que nos ha dado su Cuerpo y su Sangre, y ha dicho: ‘Hagan esto en memoria mía’. La memoria de Jesús. Tener memoria acerca de cómo Dios nos ha salvado”. 

"Hace bien al corazón cristiano hacer memoria de mi camino, de mi propio camino: acerca de cómo el Señor me ha conducido hasta aquí, cómo me ha llevado de la mano. Y las veces que yo le he dicho al Señor: ‘¡No! ¡Aléjate! ¡No quiero!’. El Señor respeta. ¡Es respetuoso! Pero hacer memoria, tener memoria de la propia vida y del propio camino. Retomar esto y hacerlo con frecuencia. ‘En aquel tiempo Dios me ha dado esta gracia y yo he respondido así, he hecho esto, aquello, aquello… Me ha acompañado…’. Y así llegamos a un nuevo encuentro, al encuentro de la gratitud”. 

"La memoria nos acerca a Dios. La memoria de aquella obra que Dios ha hecho en nosotros, en esta re-creación, en esta re-generación, que nos trae más que el antiguo esplendor que tenía Adán en la primera creación. Yo les aconsejo esto, sencillamente: ¡hagan memoria! ¿Cómo ha sido mi vida, cómo ha sido mi jornada hoy, o cómo ha sido este último año? Memoria. ¿Cómo han sido mis relaciones con el Señor? Memoria de las cosas bellas, grandes que el Señor ha hecho en la vida de cada uno de nosotros”. 

Amor: una proyección y una realidad

@Ron Rolheiser, OMI
Fuente:
El afamado escritor  junguiano Robert Johnson hace esta observación sobre el enamoramiento: “Enamorarse es proyectar la parte más noble e infinitamente valiosa del ser de uno en otro ser humano.  …Tenemos que decir que la divinidad que vemos en otros está verdaderamente ahí, pero no tenemos derecho a verla hasta que no hayamos quitado nuestras propias proyecciones.  …Hacer esta sutil distinción es la más delicada y difícil tarea de la vida”.
Y verdaderamente lo es. Separar lo que es genuino en el amor y lo que es proyección resulta verdaderamente una de las tareas más delicadas y difíciles de la vida. Por ejemplo, cuando a veces podemos enamorarnos -y lo hacemos- de personas que son totalmente inconvenientes para nosotros y sabemos por experiencia que, una vez que nuestro primer enamoramiento se ha acabado, nuestra pasión puede volverse muy rápidamente en indiferencia e incluso en odio. Por esta razón, podríamos preguntar: ¿A quién o qué estamos amando, de hecho, en esos mágicos momentos de enamoramiento cuando vemos tanta bondad y divinidad dentro de otra persona? ¿Estamos enamorados, de hecho, de esa persona o, como sugiere Johnson, simplemente estamos proyectando algunas de nuestras propias nobles cualidades sobre esa otra de modo que, en realidad, esto es más un auto-amor que un amor verdadero?
La respuesta a eso, como destaca Johnson, es compleja. La bondad y la nobleza que vemos en la otra persona están de hecho ahí, normalmente al menos; sin embargo, hasta una cierta proyección, una idealización dentro de la cual envolvemos al otro, es despojada sin que de hecho amemos o valoremos a esa otra.
Como ejemplo: Imaginaos a un hombre enamorándose de una mujer. En esa temprana etapa del amor, sus sentimientos por ella son muy fuertes, incluso obsesivos, y sus ojos están abiertos mayormente sólo a sus buenas cualidades y ciegos a sus defectos. Verdaderamente, en esta etapa, sus defectos pueden aparecer incluso atractivos más bien que problemáticos. Por supuesto, como la amarga experiencia nos enseña, ése no será el caso una vez que el enamoramiento se desvanezca.
Y así, nos quedamos con una importante pregunta: ¿Están realmente ahí esas maravillosas cualidades que tan naturalmente vemos en otra persona en las primeras etapas de amor? Sí, absolutamente. Están ahí, pero puede ser que no resulten lo que de hecho estamos viendo. Como Johnson destaca -y como los escritores espirituales aseguran por todas partes-, en esta etapa del amor existe la siempre-presente posibilidad de que las bellas cualidades que estamos viendo en alguien sean más una proyección de nosotros mismos que verdaderos dones que vemos en su interior. Aunque la otra persona posea de hecho esos dones, lo que de verdad estamos viendo es una proyección de nosotros mismos, una idealización con la que hemos envuelto al otro, de modo que en realidad, en esta etapa, no estamos tan enamorados del otro como estamos enamorados de ciertas buenas cualidades que hay dentro de nosotros. Por esto podemos enamorarnos de gente de muy diferentes temperamentos y virtud; y, en una temprana etapa de nuestro amor, siempre tenemos los mismos sentimientos.
Por eso también enamorarse es una cosa tan ambigua y necesita el discernimiento  ofrecido por el tiempo y el consejo de los amigos sabios y la familia. Podemos enamorarnos de muchas clases diferentes de personas, incluso algunas que son muy inconvenientes para nosotros. El corazón, como afirma Pascal, tiene sus razones, algunas de las cuales no siempre son favorables a nuestra salud de largo alcance.
¿Qué lección hay aquí? Simplemente ésta: En todas nuestras relaciones íntimas deberíamos ser conscientes de nuestra natural propensión a proyectar nuestras propias cualidades más nobles sobre la otra persona y ser conscientes también de que no amamos verdaderamente y apreciamos a esa otra persona hasta que hemos retirado esa proyección, de modo que estemos viendo de hecho la bondad de la otra persona, no la nuestra propia. Lo mismo resulta válido en cuanto al odio de algún otro. De igual manera como tendemos a idealizar a otros, también tendemos a demonizarlos, proyectando nuestro propio lado oscuro sobre ellos y vistiéndolos con nuestras propias peores cualidades. Así, por lógica de Robert Johnson, no tenemos derecho a odiar a uno hasta que hayamos retirado nuestra propia  oscura proyección. Sobre-demonizamos como también sobre-idealizamos.
En su clásica novela Stoner, John Williams describe para nosotros cómo su protagonista entiende el amor: “En su extremada juventud, Stoner había pensado en el amor como un estado absoluto de ser al cual, si fuera afortunado, alguien podría encontrar acceso; en su madurez, había decidido que eso era el cielo de una falsa religión, hacia el cual uno debería mirar con un ameno escepticismo, un desdén delicadamente familiar y una desconcertada nostalgia. Ahora, en su media edad, empezaba a saber que eso no era ni un estado de gracia ni una ilusión; lo vio como un acto humano de conveniencia, una condición que estaba inventada y modificada, momento a momento y día a día, por la voluntad y la inteligencia y el corazón”.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano) - 

La era de la verdad

La era de la verdad

Alfredo Mª Pérez Oliver, cmf - 
Cuando era joven me hizo mella una frase que encontré por ahí volando y vino a posarse en mi alma “ Una vida en plenitud o una vida frustrada depende de dos o tres “sí” o dos o tres “ no” que se pronuncian cuando se tienen dieciocho o veinte años.
En la Bula ‘Misericordiae vultus’ el Papa Francisco escribe. “Su misericordia no es una idea abstracta, sino una realidad con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o  una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo.” (nº 6)
Esta Providencia se manifiesta en el joven Claret que en 1825, a los 18 años, ya está en Barcelona entusiasmado, un delirio dice él, por la fabricación. Los progresos fueron tan enormes y su habilidad para mejorar las muestras llegadas del extranjero, que algunos industriales ofrecen a su padre crear una sociedad.  Mientras tanto ¿qué pasa en su alma?
Al escribir la autobiografía en el otoño de su vida, comprende perfectamente que su Padre Dios no había olvidado que en sus fervores de niño-adolescente se había ofrecido para dedicar su vida a su santo servicio.
Pero ya joven no se acuerda, porque la obsesión por los adelantos textiles le tiene tan atrapado que confiesa que “de cuantas cosas he estudiado y en cuantas me he aplicado durante la vida, de ninguna he entendido tanto como de la fabricación.”
Fueron tres años fabriles y febriles, de modo que “durante la Misa tenía más máquinas en la cabeza que santos en los altares”. (Aut.67)
La araña textil iba envolviendo al joven. Esos hilos finos y sutiles tenían que ser rotos por situaciones más fuertes que los hilos de esa cárcel de tela de araña.
Y la Providencia acude en su ayuda en el momento oportuno.
Los desengaños.
  • Por encargo de la familia visitaba a un paisano que vivía en una posada. En una de las vistas el amigo está ausente y la posadera le invita a  esperar y no tarda en insinuarse descaradamente. Escribe: “Y yo habiendo invocado a María Santísima y forcejeando con todas mis fuerzas  escapé…” (Aut.72)
  •  El segundo desengaño que golpea la base de valores que ha adquirido en su familia  y Parroquia le llega de una falsa amistad. Un compañero le invita a hacer compañía para incrementar intereses económicos. Acepta, pero deja al amigo la administración. Juegan a la lotería y se van defendiendo entre pequeños premios y reintegros, hasta que cae la suerte de un premio muy considerable, pero el amigo escapa y además roba las joyas de la señora de la posada. La denuncia por parte de la señora es rápida e indica el sospechoso. Y efectivamente el ladrón es apresado y condenado. Nuestro Claret que ha palpado el peligro serio, de usar y tirar, contra la castidad, aquí sufre la traición del amigo: “No es posible explicar el golpe que me dio este percance; no por la pérdida de intereses que eran muchos, sino por el honor. Pensaba ¿qué dirá la gente? Se creerán que tú eres cómplice… Era tanta la confusión y vergüenza que apenas me atrevía a salir por la calle.” (Aut.75).
  • El tercer desengaño le llega por el peligro de perder la vida en plena juventud. Un aviso que le hizo ver claro la fragilidad de la existencia humana. Por descanso fue a pasear por la playa de la mar vieja, tras la Barceloneta. De repente una ola enorme, seguida de otra, lo arrastran mar adentro. No sabe nadar. Y en el apuro emerge su confianza en la Virgen a la que invoca angustiado. Sin saber cómo, se halla a salvo en la orilla: “Me horripilé al pensar en el peligro del que había escapado por medio de María Santísima.”(Aut.73).
  •  Ya, al escribir por obediencia sus memorias, los interpreta claramente como “golpes que me daba Dios para despertarme y hacerme salir de los peligros del mundo.” (Aut.73) “¡Qué acíbar tan particular usasteis para destetarme de la Babilonia!” (Aut.76).
 Pero faltaba el golpe definitivo. Y no tardó en llegar.
Quid prodest?
La Palabra de Dios es espada de doble filo que llega hasta el tuétano. Así la recuerda el anciano arzobispo: “En medio de esta barahúnda de cosas, estando oyendo la Santa Misa, me acordé de haber leído desde muy niño aquellas palabras del Evangelio: ¿De qué le sirve al hombre el ganar todo el mundo, si finalmente pierde su alma? Esta sentencia me causó una profunda impresión. Fue para mí una saeta que me hirió el corazón; yo pensaba y discurría qué haría, pero no acertaba.
Me hallé como Saulo en el camino de Damasco, me faltaba un Ananías que me dijese lo que había que hacer.” (Aut.68-69)
Ha llegado la hora de la verdad. Una hora que no puede solucionarse con medias soluciones para nadar y guardar la ropa.
Comprender no de una manera teórica, sino vivencial, la llamada que el Papa Francisco ha puesto de moda: “Iglesia en salida “, no es fácil. Lo que implica que todo el discipulado de Jesús se ponga en marcha: en salida. No apoyarse en realidades humanas, aún legítimas. Legítimo era para Abrahán estar seguro en su tierra y en su tribu. Pero Yahwé le exige “¡Sal de tu tierra!”. Claret entiende que ha de dejar totalmenter su futuro en la industria textil. Hubiera podido decidir compaginar su vocación humana, que le tiraba con fuerza, ser un experto textil y una vida cristiana más exigente. Pero la llamada era más radical: sal de tu vocación humana, de tus apoyos humanos y busca  los planes de Dios sobre tu vida, que no son los mismos que tú habías planeado.
El P. Foucauld reconoce que desde que se derrumbó su ateismos y creyó en Dios, comprendió que sólo podría vivir para Dios. Y comenzó su salida en peregrinación al último lugar. Larga peregrinación…hasta ser asesinado por los tuaregs.
Y a Jonás llega la misión: deja tu vida tranquila. Sal y ve a Nínive…sal de tu comodidad. Y a Jeremías: “No digas soy un niño, porque irás donde yo te envíe” Sugiero que, personalmente, cada lector busque casos en la historia -y en su contorno-en los que el Señor cambia los planes y ofrece otros que se pueden acatar o rechazar, como lo hizo el joven rico que se fue triste.
Quede claro que es imprescindible salir del espacio magnético que apega con fuerza misteriosa a los planes personales. Sin esta salida no se podrá ser el hierro libre y frío que está dispuesto a entrar en la fragua para moldearse según los planes de Dios. Estamos ya en el primer núcleo que vivió Claret.  Ya en el taller del cerrajero y el calor de la Fragua caldea el ambiente que prepara para entrar confiado en la Fragua.
Quiero recordar la máxima historia de amor se da en una joven adolescente de Nazaret. No tenía otro centro de atracción que la voluntad del Señor. Ese amor era su imán Por eso cuando advierte, por el anuncio del Arcángel que Dios tiene un plan para Ella, con toda el alma olvidó su plan y con todo su ser dijo que SÍ al Plan de Dios y la salvación vino al mundo.

Beata Margherita da Città di Castello. Ciega, coja, jorobada y abandonada por sus padres


«La vida de esta beata, tan maltratada por la naturaleza y por su cercano entorno, brilla en todo su fulgor enseñándonos lo que sucede cuando el infortunio de nacer malherida se troca en gracia y misericordia divinas»

Tan mal considerada fue esta beata en su más cercano entorno que, exceptuando las humildes personas de bondadoso corazón que la ayudaron, incluidos los dominicos, durante un tiempo pocos pudieron entrever la finísima obra de orfebrería que Dios realizaba en ella cincelando su espíritu con la deslumbrante e inigualable luz de su belleza. Con el ejemplo de su vida, y las gracias de las que fue adornada, se asesta un mazazo a los prejuicios, a la fría conceptualización de una persona por su aspecto externo que, en este caso concreto, fue acompañada de una falta de piedad inaudita. Porque Margherita nació en 1287 en el castillo de Metola (perteneciente entonces a la Massa Trabaria), provincia de Pesaro y Urbino, Italia, con dolorosas deformidades.
Afectada de ceguera, lisiada –con ostensible cojera y una prominente joroba– simplemente por su debilidad, y no es poco, debería haber polarizado en ella toda la ternura de sus padres Parisio y Emilia. Además, siendo nobles y pudientes podrían haberla colmado de atenciones. No fue así. Su llegada parecía obedecer a una desgracia más que a una bendición. Una joven hermosa y saludable habría encajado perfectamente en tan selecto entorno. Pero no era su caso. Siendo la primogénita, la pobre criatura defraudó las esperanzas de su padre que hubiera deseado un varón, y se hizo acreedora de su desdén. La confiaron a una persona del servicio y fue bautizada por el capellán de la fortaleza con absoluta discreción, por no decir casi de forma clandestina. No había lugar para ella en el castillo.
Para mantenerla a resguardo de miradas ajenas, fue recluida en una celda. Cuando fortuitamente fue descubierta por unos invitados, la trasladaron a un habitáculo construido en las inmediaciones de la fortaleza, en una zona boscosa, con un ventanuco para introducir la comida. Tenía 6 años y sus padres no habían vuelto a verla desde que nació. Así que la condenaron a vivir en una fría cárcel. ¡Cuánta desgracia junta! Tan solo el capellán, que le enseñó a orar, pudo apreciar la inteligencia que le adornaba y cómo iba creciendo pertrechada en la sabiduría que proviene de la gracia divina.
Nueve años permaneció en tan inhóspito lugar, sola, contando únicamente con la visita puntual del sacerdote y alguna esporádica de Emilia. En ese tiempo ya había aprendido a reconocer el amor de Dios que acoge a sus hijos con infinita misericordia al margen de defectos y debilidades. En Cristo crucificado halló el modelo a seguir para abrazarse a la cruz, gozosa de poner a sus pies sus particulares sufrimientos regados con muchas lágrimas. El estallido de la guerra obligó a sus padres a aceptarla en la fortaleza, aunque la trataron como a una prisionera manteniéndola en el sótano en pésimas condiciones. Confortada por el capellán, soportaba tanta ignominia con entereza y confianza.
Hacia los 15 años un día fue conducida por sus padres a Città di Castello para solicitar la mediación de un franciscano, (puede que fuese el lego fray Giacomo, fallecido poco tiempo antes con fama de santidad, y ante cuya tumba se produjeron algunos milagros) y lograr su curación. Para ello hicieron un fatigoso viaje atravesando los Apeninos. Da la impresión de que buscaban, sobre todo, librarse de tan embarazosa presencia. Como no obtuvieron lo que deseaban, dejaron a la muchacha en una iglesia abandonada, a su libre albedrío.
La ceguera del corazón, infinitamente más tenebrosa que la física, era atuendo de los padres de Margherita. Obviamente, Dios en su infinita misericordia no iba a desentenderse de esta hija predilecta, tan cruelmente tratada. Y como hace con todos, de forma especial con los que están inmersos en el drama del sufrimiento, la bendeciría de forma singular. Así pues, aunque la joven deambuló llena de angustia como una vagabunda, mendigos, y luego campesinos de gran corazón, se apiadaron de ella. Se cumplía su honda impresión de que, aunque sus padres la desampararon, Dios nunca la abandonaría. Hacia sus 20 años ingresó en un convento, parece que regido por oblatas, que prescindieron de ella al no soportar la presencia de tanta virtud en un claustro de costumbres algo laxas, como era aquél en esos momentos. Para vivir con un santo hace falta disponerse a la exigente entrega consignada en el evangelio, de lo contrario se corre el riesgo de sucumbir ante las propias flaquezas. Es lo que entonces ocurrió.
De nuevo en la calle, Margherita fue acogida por un bondadoso matrimonio compuesto por Venturino y Grigia. La Orden de predicadores la aceptó como laica y durante treinta años vistió el hábito de la Tercera Orden de santo Domingo feliz al poder encarnar la riqueza de este carisma. Gran penitente, acostumbrada a la austeridad, a las mortificaciones y a la oración, fue escalando las altas vías de la contemplación. Con su ejemplo conmovía a la gente que acudía a ella en busca de consejo. Era especialmente devota de la Sagrada Familia y tuvo debilidad por los pobres y los enfermos, a los que socorrió junto a los reclusos y a los moribundos.
Aprendió de memoria el Salterio y solía meditar en el misterio de la Encarnación. Fue agraciada con éxtasis, junto a los dones de profecía y milagros. Murió el 13 de abril de 1320. Según parece, en su corazón encontraron tres perlas que tenían esculpidas respectivamente las imágenes de Jesús, María y José. Quienes la conocían le habían escuchado decir en numerosas ocasiones: «¡Oh, si supierais el tesoro que guardo en mi corazón, os maravillaríais!». Su cuerpo, que se conserva incorrupto –como se constató al abrir el ataúd para darle nueva sepultura el 9 de junio de 1558–, se venera bajo el altar mayor de la basílica de San Domenico en Città di Castello. Pablo V la beatificó el 19 de octubre de 1609. El prelado que se hallaba en Urbino en 1988 la proclamó patrona de los ciegos para esa diócesis.
Fuente: https://es.zenit.org/articles/beata-margherita-da-citta-di-castello-13-de-abril/