Miércoles de Ceniza

Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús...
Imagen: San Pío de Pietrelcina (Padre Pío) recibe la ceniza.
Tradición
En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.
Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fué simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.
Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza.
Significado simbólico de la Ceniza
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.
Fuente: aciprensa (artículo completo)
Otras fuentes sugeridas:
http://blogs.periodistadigital.com/pedro-langa.php/2017/02/26/miercoles-de-ceniza-202
http://webcatolicodejavier.org/ceniza.html

De ganadores y perdedores

Nuestra sociedad tiende a dividirnos en ganadores y perdedores. Desgraciadamente, no reflexionamos con frecuencia sobre la manera cómo afecta esto a nuestras relaciones mutuas ni lo que significa para nosotros como cristianos.
¿Qué significa? En esencia, que nuestras relaciones mutuas tienden a estar demasiado cargadas de competencia y celotipia, porque nos contagiamos demasiado unos a otros con la presión de hacer más, conseguir más y avanzar más rápido. Por ejemplo, aquí están algunos de los eslóganes que hoy se consideran sabios: ¡Gana! ¡Sé el mejor en algo! ¡Muestra a otros que tienes más talento que ellos! ¡Muestra que eres más sofisticado que otros! ¡No pidas disculpa por ponerte el primero! ¡No seas un perdedor!
Estas frases no son precisamente axiomas inocentes que nos animen a trabajar duro; son virus que nos infectan, de modo que casi todo en nuestro mundo conspira ahora con el narcisismo que hay en nosotros para empujarnos a ganar, para establecernos aparte de otros, para sobresalir, para estar en el primer puesto de la clase, para ser el mejor atleta, para ser el que mejor viste, el de mejor aspecto, el de mayor talento musical, el más popular, el más experimentado, el que más ha viajado, el que más sabe de coches, o de películas, o historia, o sexo, o cualquier cosa. A todo trance nos movemos para encontrar algo en lo que podamos superar a otros. A todo trance tratamos de establecernos de alguna manera aparte y por encima de otros. Ahora esa idea está inculcada en nosotros casi genéticamente.
Y por eso tendemos a formar una equivocada opinión de otros y de nuestra propia idea y proyecto. Estructuramos todo exageradamente con intención de conseguir más y sobresalir. Cuando lo logramos, cuando ganamos, cuando somos mejores que otros en algo, nuestras vidas parecen más llenas; nuestra autoimagen se hincha y nos sentimos seguros e importantes. Por el contrario, cuando no podemos sobresalir, cuando sólo somos un rostro más en medio de la multitud, luchamos por mantener una saludable autoimagen.
De cualquier modo, siempre estamos luchando con desconfianza y desagrado, porque no podemos menos que ver constantemente nuestra propia falta de talento, de belleza y de rendimiento en relación con los éxitos de otros. Y así, a la vez, envidiamos y odiamos a aquellos que poseen talento, belleza, poder, riqueza y fama, exaltándolos en adulación aun cuando secretamente esperamos su fracaso, como la multitud que alaba a Jesús el Domingo de Ramos y luego vocifera pidiendo su crucifixión sólo cinco días después.
Esto nos deja en una situación incómoda: ¿Cómo formamos comunidad entre unos y otros cuando nuestros verdaderos talentos y logros son causa de celos y resentimiento, cuando son fuentes de envidia y armas de rivalidad? ¿Cómo nos amamos unos a otros cuando nuestros espíritus competitivos nos hacen ver unos a otros como rivales?
La comunidad sólo se puede dar cuando podemos permitir que los talentos y logros de otros engrandezcan nuestras propias vidas y podemos dejar que nuestros propios talentos y logros engrandezcan, más que amenacen, a otros. Pero, generalmente, somos incapaces de esto. Estamos demasiado infectados de competitividad para permitirnos no dejar que los logros y talentos de otros nos amenacen y actualicen nuestros propios talentos como para exaltar las vidas de otros más bien que dejarnos sobresalir.
Como nuestra cultura, también nosotros tendemos a dividir a la gente en ganadores y perdedores, admirando y odiando a aquellos, mirando por encima del hombro a estos, teniéndose constantemente unos a otros por buenos o malos, tasando los cuerpos, el cabello, la inteligencia, la vestimenta, los talentos y los logros de unos y otros. Pero, mientras hacemos esto, dudamos entre sentirnos deprimidos y empequeñecidos cuando otros nos superan, o inflados y pomposos cuando aparecemos superiores a ellos.
Y esto viene a ser siempre más difícil de superar cuando nos volvemos más obsesionados con nuestra necesidad de sobresalir, ser especiales, ponernos en un asiento superior, llegar a hacernos célebres. Vivimos en una inveterada e incoada celotipia donde los talentos de otros son permanentemente percibidos como amenaza para nosotros. Esto nos deja a la vez ansiosos y menos que fieles a nuestra fe cristiana.
Nuestra fe cristiana nos invita a no compararnos con otros, a no hacer esfuerzos por sobresalir y a no dejarnos ser amenazados por los dones de otro ni celosos de ellos. Nuestra fe nos invita a empalmar un círculo de vida con aquellos que creen que no hay ninguna necesidad de sobresalir o ser especial, y con los que creen que los dones de otros no son una amenaza, sino más bien algo que enriquece todas vidas, incluida la nuestra.
Cuando dividimos a la gente en ganadores y perdedores, entonces nuestros talentos y dones vienen a ser fuentes de envidia y armas de competencia y superioridad. Esto es verdad no sólo para los individuos sino también para las naciones.

Uno de estos eslóganes competitivos de nuestra cultura nos dice: ¡Muéstrame a un buen perdedor y te mostraré a un perdedor! Bueno, visto a la luz de esto, Jesús fue un perdedor. La gente meneaba la cabeza en el momento de su muerte, y no había ningún anillo de campeonato en su dedo. No tenía buen aspecto a los ojos del mundo. ¡Un perdedor! Pero, en su fracaso, todos nosotros obtuvimos la salvación. ¡Allí hubo una lección!
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 27 de febrero de 2017
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Cuando dejes esta tierra, no podrás llevarte lo que hayas recibido, sólo lo que has dado.


"Recuerda que cuando dejes esta tierra, no podrás llevarte nada de lo que hayas recibido, sólo lo que has dado".

San Francisco de Asís

Recopilación de Frases de Santos. Nº29
Recopilación de frases, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales.


"Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti."

"Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti."

San Agustín.

Recopilación de Frases de Santos. Nº28

Recopilación de frases, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales.

Acoger al forastero

En las Escrituras Hebreas, esa parte de la biblia que llamamos el Antiguo Testamento, encontramos un fuerte desafío religioso a acoger al forastero, al extranjero. Esto fue recalcado por dos razones: Primera, porque, en otro tiempo, el pueblo judío mismo había sido extranjero e inmigrante. Sus escrituras continuaron recordándoles que no olvidaran eso. Segunda, ellos creían que la revelación de Dios, casi siempre, nos viene a través del forastero, en lo que es foráneo a nosotros. Esa creencia era integrante de su fe.
Los grandes profetas llevaron esto mucho más lejos. Enseñaron que Dios favorece preferentemente a los pobres y que, consecuentemente, nosotros seremos juzgados -juzgados religiosamente- por la manera como tratemos a los pobres. Los profetas acuñaron este mantra (aún digno de memorizar): La calidad de vuestra fe será juzgada por la calidad de la justicia en la tierra; y la calidad de la justicia en la tierra siempre será juzgada por la manera como les vaya a los huérfanos, las viudas y los forasteros mientras vosotros estáis vivos.
¡Huérfanos, viudas, forasteros! Ese es el código bíblico para los que, en cualquier tiempo dado, son los tres grupos más vulnerables de la sociedad. Y el mensaje de los profetas no se acogió fácilmente. Más bien fue una afrenta para muchos de los piadosos del tiempo que creían firmemente que seríamos juzgados religiosa y moralmente por el rigor y exactitud de nuestra observancia religiosa. Entonces, como ahora, la justicia social estaba con frecuencia marginada religiosamente.
Pero Jesús se alinea con los profetas hebreos. Para él, Dios no sólo hace una opción preferencial por los pobres, sino que Dios está en los pobres. Como tratamos a los pobres es como tratamos a Dios. Además, al mantra de los profetas -que seremos juzgados por la manera como tratemos a los pobres- se le da una expresión normativa en el discurso de Jesús sobre el juicio final en el Evangelio de Mateo, capítulo 25. A todos nosotros nos es familiar, tal vez demasiado familiar, ese texto. Jesús, en efecto, estaba respondiendo a una pregunta: ¿Cómo será el juicio final? ¿Cuál será la prueba? ¿Cómo seremos juzgados?
Su respuesta desconcierta y, tomada sin componendas, es quizás el texto más desafiante de los Evangelios. Nos dice que seremos juzgados, sólo aparentemente, en base a cómo tratemos a los pobres, esto es, sobre la manera como hayamos tratado a los más vulnerables de entre nosotros. Además, en un momento clave, elige “al forastero”, al extranjero, al refugiado: “Era forastero y me acogisteis… o… nunca me acogisteis. Acabamos en el lado acertado o equivocado de Dios por la manera como tratamos al forastero.
Lo que también necesita ser destacado en este texto sobre el juicio final es que ningún grupo -los que acertaron y los que se equivocaron- conocían lo que estaban haciendo. Ambos protestan inicialmente: los primeros, diciendo: “No sabíamos que eras tú al que servíamos”, y los segundos, diciendo: “Si hubiéramos sabido que eras tú, abríamos respondido”. Ambas protestas -según parece- son incongruentes. En el Evangelio de Mateo, el discipulado maduro no cuenta con nosotros porque creamos que nos portamos bien con alguien, cuenta con nosotros sólo por el hecho de que nos portamos bien.
Estos principios bíblicos -creo yo- son muy oportunos hoy ante la cuestión de los refugiados e inmigrantes que estamos afrontando en el mundo occidental. Hoy, sin duda, estamos sufriendo la crisis humanitaria más grande desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Millones de millones de gente, bajo injusta persecución y amenaza de muerte, están siendo arrancados de sus hogares y patrias sin ningún lugar a donde ir ni país o comunidad que los reciba. Como cristianos, no les volvamos la espalda ni los despidamos. Si tenemos que creer a Jesús, nosotros seremos juzgados religiosamente más por la manera como tratemos a los refugiados que por si vamos o no a la iglesia. Cuando nos presentemos ante Dios en el juicio y digamos en protesta: “¿Cuándo te vi forastero y no te acogí?”, es probable que nuestra generación oiga: “Yo era un refugiado sirio, y tú no me acogiste”.
Esto, sin duda, podría sonar ingenuo, superidealista y fundamentalista. La cuestión de refugiados e inmigrantes es a la vez altamente sensible y muy compleja. Los países tienen fronteras que necesitan ser respetadas y defendidas, al igual que sus ciudadanos tienen derecho a estar protegidos. Se entiende que hay muy importantes cuestiones políticas, sociales, económicas y de seguridad que tienen que ser dirigidas. Pero, mientras nosotros, nuestras iglesias y nuestros gobernantes las dirigimos, debemos mantener claro lo que las escrituras, Jesús y las enseñanzas sociales de la iglesia señalan incondicionalmente: Estamos para acoger a los forasteros, independientemente de la inconveniencia e incluso aunque haya peligros.

Por toda suerte de razones pragmáticas, policiales, sociales, económicas y de seguridad, quizás podamos justificar la no acogida al forastero; pero nunca podemos justificar esto en países cristianos. No acoger al forastero es opuesto al auténtico mensaje del corazón de Jesús y nos hace olvidar demasiado fácilmente que también nosotros fuimos una vez los forasteros.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 21 de febrero de 2017
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Operacion Clavel

El pasado fin de semana tuvo lugar  la Operación Clavel de los Jóvenes de la Parroquia con motivo de la campaña contra el hambre.

El proyecto es un albergue para adolescentes y jóvenes en Mozambique.




Quien a Dios tiene nada le falta. ¡Sólo Dios basta!

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
¡Sólo Dios basta!



Santa Teresa de Jesús


Recopilación de Frases de Santos. Nº27


Recopilación de frases, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituale

Besa a menudo, con afecto, a Jesús y le compensarás por el beso sacrílego del apóstol Judas

Besa a menudo, con afecto, a Jesús y le compensarás por el beso sacrílego del apóstol Judas.


San Pio de Pietrelcina (Padre Pío)


Recopilación de Frases de Santos. Nº26


Recopilación de frases, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales

San Claudio de la Colombiere. 15 de febrero

la Iglesia
Católica conmemora a San Claudio de la Colombiere, sacerdote jesuita francés del siglo XVII, que escribió sobre las visiones del Sagrado Corazón de Jesús de otra gran santa: Margarita María Alacoque.
Cuando canonizó a Claudio en 1992, el entonces Beato Juan Pablo II lo presentó como modelo jesuita, recordando cómo "se entregó por completo al Sagrado Corazón, 'siempre abrasado de amor.' Incluso practicó olvido de sí mismo con el fin de alcanzar la pureza del amor y de elevar el mundo a Dios".
Fuente: aciprensa
Para saber más: corazones.org

SI ESTÁS ENAMORADO ¡NO TE CASES!

San Valentín

San Valentín

San Valentín era un sacerdote que hacia el siglo III ejercía en Roma. Gobernaba el emperador Claudio II, quien decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes, porque en su opinión los solteros sin familia eran mejores soldados, ya que tenían menos ataduras . El sacerdote consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador. Celebraba en secreto matrimonios para jóvenes enamorados (de ahí se ha popularizado que San Valentín sea el patrón de los enamorados). El emperador Claudio se enteró y como San Valentín gozaba de un gran prestigio en Roma, el emperador lo llamó a Palacio. San Valentín aprovechó aquella ocasión para hacer proselitismo del cristianismo.
Aunque en un principio Claudio II mostró interés, el ejército y el Gobernador de Roma, llamado Calpurnio, le persuadieron para quitárselo de la cabeza.
El emperador Claudio dio entonces orden de que encarcelasen a Valentín. Entonces, el oficial Asterius, encargado de encarcelarle, quiso ridiculizar y poner a prueba a Valentín. Le retó a que devolviese la vista a una hija suya, llamada Julia, que nació ciega. Valentín aceptó y en nombre del Señor, le devolvió la vista.

Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. De todas formas, Valentín siguió preso y el débil emperador Claudio finalmente ordenó que lo martirizaran y ejecutaran el 14 de Febrero del año 270. La joven Julia, agradecida al santo, plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. De ahí que  el almendro sea símbolo de amor y amistad duraderos.

La fecha de celebración del 14 de febrero fue establecida por el Papa Gelasio para honrar a San Valentín entre el año 496 y el 498 después de Cristo. Los restos mortales de San Valentín se conservan actualmente en la Basílica de su mismo nombre, que está situada en la ciudad italiana de Terni (Italia). Cada 14 de febrero se celebra en dicho templo, una acto de compromiso por parte de diferentes parejas que quieren contraer matrimonio al año siguiente. 

La costumbre de intercambiar regalos y cartas de amor el 14 de febrero nació en Gran Bretaña y en Francia durante la Edad Media, entre la caída del Imperio Romano y mediados del siglo XV.
San Valentín

Los norteamericanos adoptaron la costumbre a principios del siglo XVIII. Los avances de la imprenta y el bajón en los precios del servicio postal incentivaron el envío de saludos por San Valentín. Hacia 1840, Esther A. Howland comenzó a vender las primeras tarjetas postales masivas de San Valentín en Estados Unidos.


Aunque sean los enamorados los que principalmente celebran este día, sin embargo hoy en día se festeja también a todos aquellos que comparten la amistad, ya sea maestros, parientes, compañeros de trabajo y todo el que siente, tenga la edad que tenga, el olor del amor que, como flor de primavera, nunca debe perder su agradable perfume.
¡Les deseo un feliz día de los enamorados y de la amistad!
GRACIAS a Javier López
Web católico de Javierhttp://webcatolicodejavier.org/sanvalentin.html

Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible


"Comienza haciendo lo que es necesario,
después lo que es posible y
de repente estarás haciendo lo imposible".


San Francisco de Asís

Recopilación de Frases de Santos. Nº25

Recopilación de frases, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales

Moralización amargada. Precioso artículo de Ron Rolheiser.

Uno de los peligros inherentes a intentar pasar toda una vida de fidelidad cristiana es que somos propensos a volvernos moralizadores amargados, hermanos mayores del hijo pródigo, airados y celosos de la supergenerosa misericordia de Dios, amargados  de que las personas que se descarrían y se pierden puedan acceder tan fácilmente a la mesa del banquete celestial.
Pero esto no es exclusivo de los fieles practicantes. Es parte de la lucha universal por crecer sin amargura ni ira. Pasamos la primera mitad de nuestras vidas luchando con el sexto mandamiento, y la última mitad luchando con el quinto: ¡No matarás!  Mucho antes de que uno sea abatido por una pistola, es abatido por una palabra, y antes de ser abatido por una palabra, es abatido por un pensamiento. Todos nosotros alimentamos pensamientos asesinos: ¿Quién se piensa que es ése? Y se hace más y más duro no pensarlos conforme vamos creciendo.
Crecer sin amargura ni ira es de hecho, psicológica y espiritualmente, nuestra batalla final. La gran psicóloga suiza Alice Miller sugiere que la tarea primaria de la segunda mitad de la vida es la del luto, luto por nuestras heridas para no hacernos amargados ni iracundos. Tenemos que mostrar pesar -dice- hasta que nuestros verdaderos fundamentos se conmuevan; de otra manera nuestras heridas desapesadumbradas nos dejarán para siempre propensos a la amargura, ira y juicios indiferentes.
Al fin del día hay un solo imperativo espiritual que permanece: No estamos destinados a morir en ira y amargura. Y así, conforme crecemos, podemos reducir nuestro vocabulario a una sola palabra: Perdonar, perdonar, perdonar. Sólo el perdón puede salvarnos de la amargura y la ira.
Verdaderamente, hay pocos textos del Evangelio tan aleccionadores como el pasaje evangélico del hijo pródigo. Como los buenos comentarios sobre este texto se afanan en señalar, el personaje central de esta historia no es el hijo pródigo sino el padre, y el mensaje central del texto es su supergenerosa misericordia. Él es un padre que trata de tener a sus dos hijos en su casa (siendo su casa una imagen del cielo). Pero el hijo más pequeño está, por largo tiempo, fuera de casa por debilidad, mientras el mayor está tan manifiestamente fuera de casa por una amargura y una ira que ha agriado su fidelidad. A diferencia del padre, que está agradecido y gozoso porque su hijo descarriado ha vuelto a casa, el hermano mayor está furioso y amargado de que el padre no ha negado su misericordia y de que a su errante hermano no le castigó primero ni hizo cumplir ciertas condiciones antes de que le diera la bienvenida en su vuelta a casa.
Actualmente, hay un hermano mayor de esta condición en todos nosotros. Lo vemos, por ejemplo, en la fuerte resistencia que muchos cristianos, admirablemente fieles y practicantes, expresan a propósito de cierta gente que recibe la comunión en la Eucaristía. Por supuesto, hay aquí legítimas cuestiones eclesiales, relacionadas con el foro público y el escándalo, que necesitan ser resueltas, como trató de hacer el reciente Sínodo sobre la Vida y la Familia. Pero ese sínodo también destacó la resistencia que muchos sienten hacia las personas que ellos consideran indignas de recibir la comunión en la Eucaristía.
Al margen de las cuestiones eclesiales que dan color a esto, aquellos de nosotros que luchamos con algunos otros que van a la comunión deberíamos, sin embargo, preguntarnos: ¿Por qué me incomoda esto? ¿Por qué estoy molesto de que otro se acerque a comulgar? ¿Cuál es de hecho la razón de mi resistencia? ¿Qué podría estar diciendo esto de mí? ¿Está mi corazón lo bastante comprensivo y maduro, justamente ahora, para ir al cielo, para sentarme a la mesa del banquete con todos?
¿Tengo el coraje y la humildad de hacerme esta pregunta: No soy semejante al hermano mayor que se queda fuera de la casa, amargado de que alguien que parece indigno reciba el amor y la bendición del Padre?
Pero necesitamos preguntarnos eso con actitud comprensiva. No somos malas personas; resulta sólo que cierta moralización amarga es un riesgo profesional para nosotros. Sin embargo, necesitamos preguntarnos estas duras cuestiones, por nuestro propio bien, no sea que, ciegos a nosotros mismos, vengamos a ser el hermano mayor del hijo pródigo.
Paradójica, irónica, extrañamente, pero podemos ser cristianos fieles, moralmente rectos, formales, asistentes a la iglesia, que prediquemos el evangelio a otros, y, al mismo tiempo, carguemos dentro de nosotros una ira, amargura e inconsciente envidia de la persona sin moral que nos tiene plantados fuera de la casa de la celebración, impedidos de entrar porque estamos enojados de lo amplio e indiscriminante que es el abrazo de nuestro propio Dios.
Pero esa debilidad y bipolaridad ya han sido tomadas en cuenta. La historia del Hijo Pródigo acaba, no con el gozo del padre por el retorno de su hijo pecador, sino con el padre a la puerta de la casa, rogando amablemente a su hijo mayor que deponga su amargura y entre a la fiesta. No sabemos cómo acaba esa historia, pero, dados el celoso amor y la infinita paciencia de Dios, hay poca razón para dudar de que al fin el hermano mayor entrara a casa y se sentara a la mesa con su hermano pródigo.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 13 de febrero de 2017
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LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ

Es una antigua tradición en la Iglesia preparar la fiesta de San José, el 19 de marzo, con la contemplación de los dolores y gozos del Santo Patriarca durante los siete domingos anteriores a su fiesta.

DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ
De la mano de san José iremos contemplando los dolores: aquellos momentos en los que tuvo que pasar las pruebas que el Señor le tenía preparadas, los momentos que se entregó de forma plena al querer de Dios, aun sin comprender del todo lo que tenía guardado para él.

También iremos meditando los gozos de san José: la alegría y la felicidad de compartir su vida junto a su esposa, la Santísima Virgen y el Niño. El gozo de saberse en las manos de un Dios que le había escogido para tan gran tarea.

Los cristianos siempre han visto en san José un ejemplo de entrega y de fe en Dios y podemos considerarlo maestro de oración. Fue él, después de la Virgen, quien más de cerca trató al Niño Dios, quien tuvo con él el trato más amable y sencillo.




Dichoso el que camina en la voluntad del Señor


6º domingo del tiempo ordinario

De devociones absurdas y santos con cara agria, buen Señor, ¡Líbranos!

"De devociones absurdas 
y santos con cara agria, 
buen Señor, ¡Líbranos!."

 Santa Teresa de Ávila

Recopilación de Frases de Santos. Nº24

Recopilación de frases, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales

Haz las cosas pequeñas con gran amor


"Haz las cosas pequeñas con gran amor" 

Madre Teresa

Recopilación de Frases de Santos. Nº23

Recopilación de frases, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales

El poder de Dios como impotencia. Artículo de Ron Rolheiser.


El novelista y ensayista francés Léon Bloy hizo una vez este comentario sobre el poder de Dios en nuestro mundo: “Parece que Dios se ha condenado hasta el fin de los tiempos a no ejercer ningún derecho inmediato de amo sobre criado ni de rey sobre súbdito. Podemos hacer lo que queremos. Él se defenderá sólo por su paciencia y su belleza”.
¡Dios se defiende sólo por su paciencia y su belleza! ¡Qué cierto! ¡Y qué significativo para nuestra comprensión del poder!
La manera como nosotros entendemos el poder va invariablemente unida a cómo vemos ejercido el poder en nuestro mundo. Nuestro mundo entiende el poder precisamente como una fuerza que puede dominarlo sobre otros, una fuerza que puede apremiar a otros a obedecer. En nuestro mundo, se entiende que el poder es verdadero sólo cuando puede mantenerse poderosamente para hacer a otros obedecerlo. Para nosotros, la gente fuerte tiene poder, las reglas políticas tienen poder, los sistemas económicos tienen poder, los billonarios tienen poder, los ricos y los famosos tienen poder, los cuerpos musculosos tienen poder y el valentón del patio de recreo tiene poder; poder que puede hacer que te rindas, de un modo u otro.
Pero tal noción de poder es adolescente y superficial. El poder que puede hacer que te rindas es sólo una clase de poder y, al fin, no la más transformativa. El verdadero poder es moral. El verdadero poder es el poder de la verdad, la belleza y la paciencia. Paradójicamente, el verdadero poder parece generalmente desvalido. Por ejemplo: Si pones en la misma habitación a un atleta poderosamente musculoso, al director ejecutivo de una pujante corporación, a un valentón de patio de recreo, a una estrella de cine ganadora de un premio de academia y a un bebé, ¿quién posee el mayor poder? Al fin, el bebé. Al fin del día, la impotencia del bebé predomina sobre el músculo físico, el músculo económico y el músculo carismático. Los bebés limpian moralmente una estancia, practican exorcismos; incluso las personas más insensibles tienen cuidado con su lenguaje alrededor de un bebé.
Esa es la clase de poder que Dios reveló en la encarnación. Contra casi toda humana expectación, Dios nació en este mundo no como Superman ni Superstar, sino como bebé, incapaz de atender sus propias necesidades. Y así es como Dios está siempre esencialmente presente en nuestras vidas. Annie Dillard, la escritora que ganó el premio Pulitzer, sugiere que así es como nosotros encontramos siempre a Dios en nuestras vidas, como un infante desvalido que yace en el pesebre y al que necesitamos recoger, alimentar y abastecer proveyéndole de carne humana.
Tiene razón, y su visión, como la de Léon Bloy, tiene amplias implicaciones en cómo entendemos en nuestras vidas el poder de Dios y su aparente silencio.
Primero, el poder de Dios en nuestras vidas. Cuando examinamos el relato bíblico de Adán y Eva y el pecado original, vemos que la motivación primaria de comer la manzana fue su deseo de atrapar de alguna manera la divinidad, llegar a ser como Dios. Querían el mismo poder de Dios. Pero ellos, como nosotros, entendieron mal lo que constituye el genuino poder. San Pablo nos muestra la antítesis de eso en la manera como él describe a Jesús en el famoso himno cristológico de la epístola a los filipenses. Pablo escribe allí que Jesús no consideró la igualdad con Dios algo a lo que aferrarse, sino más bien que se llenó de ese poder para venir a ser desvalido, confiando que este vacío y desvalimiento serían por fin el poder más transformativo de todos. Jesús se sometió al desvalimiento para llegar a ser verdaderamente poderoso.
Esa visión puede derramar luz sobre cómo entendemos la aparente ausencia de Dios en nuestro mundo. ¿Cómo podríamos comprender lo que con frecuencia es llamado “el silencio de Dios”? ¿Dónde estaba Dios durante el Holocausto? ¿Dónde está Dios durante los desastres naturales que matan a miles de personas? ¿Dónde está Dios cuando accidentes y enfermedades sin sentido se llevan la vida de incontables personas? ¿Por qué no interviene Dios poderosamente?
Dios está presente e interviniendo en todas estas situaciones, pero no de la manera como ordinariamente entendemos la presencia, el poder y la intervención. Dios está presente del modo como la belleza está presente, del modo como un recién nacido indefenso e inocente está presente y del modo en que la verdad como agente moral está siempre presente. Dios nunca está silencioso, porque la belleza, la inocencia, el desvalimiento y la verdad nunca están silenciosos. Están siempre presentes e interviniendo; pero, a diferencia del poder humano ordinario, están presentes de un modo que es completamente no-manipulativo y plenamente respetuoso de la libertad. El poder de Dios, como el de un recién nacido, como el poder de la belleza misma, respeta totalmente.
Cuando miramos las luchas que hay en nuestro mundo y en nuestras vidas privadas, frecuentemente parece como que el poder divino siempre está siendo superado por el poder humano. Como al personaje de dibujos animados Ziggy le gusta decir: Los pobres aún están siendo atropellados en nuestro mundo. Pero, como David, de pie con sólo una honda de niño ante Goliat, un gigante que parece arrollador en lo tocante a músculo y hierro; y justo como los apóstoles, a los que se les pide que preparen cinco pequeñas barras de pan y dos insignificantes peces ante una multitud de 5000, Dios siempre parece decepcionar en nuestro mundo.

Pero sabemos bien cómo acaban estas historias.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes, 6 de febrero de 2017
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El grupo de cáritas informa a la parroquia

Movimiento económico de cáritas parroquial
Enero a diciembre de 2016
GRACIAS:
Desde Cáritas parroquial queremos agradecer vuestra generosidad. Gracias a ella podemos trabajar por y para los colectivos más necesitados de nuestra sociedad.

BOLSA DE TRABAJO
Seguimos necesitando vuestras ofertas de trabajo para empleadas/empleados de hogar, cuidado de enfermos, personas mayores,etc.
Martes de 17 a 19 horas.

Somos punto de recogida de ropa usada, y así, parte del PROYECTO KOOPERA: Reciclaje, puestos de trabajo, atención a las personas y familias.
VISITA nuestra tienda de 2ª mano:  Calle Uría 31

INGRESOS

Colectas
29.131,00
Donativos en C/C y despacho de cáritas
  9.123,00
Saldo 2015
18.921,00
TOTAL INGRESOS
57.157,00




AYUDAS

Cáritas Arciprestal. 50% colecta
24.509,00
Cáritas Diocesana
  4.455,00
Cáritas Haití
  2.360,00
Familias necesitadas de la parroquia
  6.897,00
Donativo a la cocina económica
  1.200,00
Gastos varios (papelería,imprenta..)
     649,00
Campaña de Navidad
(entrega el 3/01/17)
14.491,00
 TOTAL AYUDAS
54.561,00