La gracia de Dios lo acompañaba.

 





Sagrada Familia

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Dame, Señor, una mirada capaz de reconocerte

Comentario


**• La escena de la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén sugiere el trasfondo teológico de este fragmento: la antigua alianza cede el puesto a la nueva, reconociendo en Jesús-Nińo al Mesías doliente y al Salvador universal de los pueblos. El relato, ambientado en el templo, lugar de la presencia de Dios y de la revelación profética es rico en referencias bíblicas (cf. Mal 3; 2 Sm 6; Is 49,6) y consta de dos partes: la presentación de la escena (w. 22-24) y la profecía de Simeón (w. 25-35).

María y José, obedientes a la ley hebraica, entran en el templo como sencillos miembros pobres del pueblo de Dios para ofrecer su primogénito al Seńor y para la purificación de la madre (cf. Ex 13,2-16; Lv 12,1-8). Confianza y abandono en Dios cualifican esta ofrenda de Jesús-Nińo, anticipo de la verdadera ofrenda del Hijo al Padre que se cumplirá en el Calvario. Pero el centro de la escena está constituido por la profecía de Simeón Ťhombre justo y piadoso de Dios, que esperaba el consuelo de Israelť (v. 25). Guiado por el Espíritu va al templo y, reconociendo en Jesús al Mesías esperado, estalla en un saludo festivo unido a una confesión de fe: las antiguas Ťpromesasť se han cumplido; él ha visto al Salvador, gloria del pueblo de Israel, luz y salvación para todas las gentes; ahora su fin está marcado por el triunfo de la vida. Pero esta luz del Mesías tendrá el reflejo del dolor, porque Jesús será Ťsigno de contradicciónť (v. 34) y la misma Madre será implicada en el destino de sufrimiento del Hijo (v. 35).

El texto, desde el v.35, es la conclusión de la escena de la presentación de Jesús en el templo y consta de dos partes. El testimonio de la profetisa Ana (w. 36-38) y el retorno de la familia de Jesús a Nazaret (w. 39-40).

Según la ley hebraica para garantizar la veracidad de un hecho se requería la declaración de dos testigos. Tras el anciano Simeón he aquí a la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, viuda, rica en ańos, mujer de oración y de penitencia (w. 36-37). Es otra persona pobre según Dios, genuina representante de aquellos que esperaban la salvación de Israel. Ana alaba al Seńor por haber reconocido en Jesús-Nińo, presentado en el templo, al esperado Mesías, y difunde la noticia sobre él a cuantos vivían abiertos al evento de la salvación (v. 38)

Después el evangelista concluye la escena bíblica con la observación sobre el crecimiento de Jesús en Nazaret: iba creciendo en saber, en estatura y el favor de Dios lo acompańabať (v. 40). De la vida oculta de Jesús se dice bien poco, pero este poco es suficiente para captar el espíritu y apreciar el ambiente en que vivía el Salvador: sus padres eran obedientes y fieles a la ley y Jesús crecía en sabiduría, lleno como estaba de los dones de gracia con que el Padre lo colmaba (cf. v. 52; 1 Sm 2,26). Una comunidad que se abre al reino de Dios en el respeto a la voluntad del Padre.



Cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana. Sagrada Familia. Primer domingo después de Navidad.

 Es cierto, no existe la familia perfecta, no existen esposos perfectos, padres perfectos ni hijos perfectos, y si no se enojan, yo diría suegras perfectas. Pero eso no impide que no sean la respuesta para el mañana. 

   Dios nos estimula al amor y el amor siempre se compromete con las personas que ama. 
   Por eso, cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana”.
(Mensaje que el Papa Francisco dio a las familias el 22 de septiembre de 2015 durante su visita a Cuba).
BELÉN DE LA VIDA
Por Joan Manuel Serrat.
¡¡Cómo hacer todos juntos un Belén, la Navidad de la vida!!


NAVIDAD
Por José Luis Perales.
“Mientras haya ternura, habrá Navidad”.

Se celebra el Domingo que cae dentro de la octava de Navidad o, en su defecto, el 30 de diciembre. Fiesta en que celebramos el núcleo familiar en el que «Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y antes los hombres». Su finalidad es promover y afianzar el desarrollo de la familia desde sus raíces humanas y cristianas con el ejemplo e intercesión de la Familia de Nazaret. «Nazaret -decía Pablo VI- es la escuela donde se comienza a entender la vida de Jesús: la escuela del Evangelio. Una lección de silencio ante todo. Una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe lo que es la familia, su comunión de amor, su austera y sencilla belleza, su carácter sagrado e inviolable. Una lección de trabajo. ¡Nazaret, oh casa del "Hijo del Carpintero"!». El Catecismo comenta: En nuestros días las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Vaticano II llama a la familia "Iglesia doméstica". En el seno de la familia, los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y su ejemplo. El hogar es la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo". Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.- Oración: Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Fuente: Santa Clara de Estella

San Juan, Apóstol y Evangelista.

Juan es definido en su Evangelio como el discípulo a quien Jesús amaba. Gracias a los signos especiales de predilección que Jesús le manifestó en momentos muy significativos de su vida, Juan fue estrechamente ligado a la Historia de la salvación. El primer signo que le demostró el grande afecto de Jesús consistió en que fue llamado a ser su discípulo junto con Andrés, el hermano de Pedro, por medio de Juan el Bautista que bautizaba en el río Jordán y de quien ya eran discípulos. La segunda señal de predilección fue el haber sido un testigo directo de algunos hechos de la vida de Jesús, que luego él reelaboró en el cuarto evangelio, en un modo teológico muy distinto a los evangelios sinópticos. Y el tercer momento en el cual Jesús mismo le hizo sentir su amistad y su hermandad tan particular fue cuando Jesús, a punto de entregar su espíritu, lo quiso asociar de un modo privilegiado al misterio de la Encarnación, confiándolo expresamente a su madre: "aquí tienes a tu hijo"; y encargándole expresamente a su madre: "aquí tienes a tu madre".

A Juan lo encontramos en el círculo estrecho de los apóstoles que acompañaron a Jesús cuando realizó algunas de las "señales" más importantes, En efecto, cuando Jesús resucitó a la hija de Jairo, cuando se transfiguró en el Monte Tabor, y durante la agonía en Getsemaní. Además del Evangelio, es autor de tres Epístolas y del Apocalipsis, el último libro de la Biblia. 

Lectio: Primera lectura: 1 Juan 1,1-4. Queridos hermanos: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de la vida, pues la vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó. Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Os escribimos estas cosas para que vuestro gozo sea completo.

El breve prólogo de la carta de Juan, que expone los diversos criterios para entrar en comunión con Dios, nos presenta un itinerario de fe sobre los compromisos de la vida cristiana que emanan de la caridad y sobre las precauciones contra el pecado.

El evangelista fundamenta la fe cristiana sobre el argumento de su testimonio ocular que es la "palabra de la vida" y sobre algunos episodios esenciales descritos de modo sintético y concreto. Juan, sin embargo, aquí pone el acento no tanto sobre la "Palabra", como en el prólogo de su evangelio, sino sobre la "vida" que Jesús posee y dona. Todo tiene comienzo en la experiencia del apóstol vivida en contacto directo con Jesús, que Juan presenta con hechos históricos documentables: "Nosotros hemos oído... visto... tocado... contemplado la palabra de la vida". Esta experiencia llega a ser más tarde en el Apóstol testimonio y ejemplo coherente; este testimonio se hace anuncio valiente a los otros para que participen del mismo don; además, el anuncio genera la comunión entre los hermanos de la comunidad, comunión que, en realidad, es auténtica participación en la vida trinitaria con el Padre y el Hijo Jesús. Por último, esta comunión hace brotar el fruto de la alegría que colma el corazón. Pero un elemento importante, subrayado por Juan, es el reiterativo "nosotros", que nos pone ante la tradición de la escuela de Juan: tradición que desarrolla el testimonio del discípulo amado, basado en la "vida divina" hecha visible en Jesús y que el testigo nos ha hecho conocer.

Evangelio: Juan 20,2-8. El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro se volvió corriendo a la ciudad para contárselo a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús tanto quería. Les dijo: -Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto. Pedro y el otro discípulo se fueron rápidamente al sepulcro. Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo adelantó a Pedro y llegó antes que él. Al asomarse al interior vio que las vendas de lino estaban allí; pero no entró. Siguiéndole los pasos llegó Simón Pedro que entró en el sepulcro, comprobó que las vendas de lino estaban allí. Estaba también el paño que habían colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba con las vendas, sino doblado y colocado aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó.

En estos pocos versículos se nos narran los hechos ocurridos la mañana de Pascua, que tienen como protagonista primera a María Magdalena y después a Pedro y Juan. La noche espiritual en la que los discípulos están hundidos cederá el puesto a la experiencia de la fe, que toma el relevo junto a la tumba vacía, signo de la presencia del Resucitado. Ante la noticia de que la piedra ha sido retirada del sepulcro y de que el cuerpo de Jesús no estaba allí, Pedro y el discípulo amado corren al sepulcro. Su carrera revela su amor y veneración y hace pensar en el ansia de la Iglesia que busca signos visibles del Señor, especialmente cuando se encuentra en dificultades por su ausencia y no logra verlo. Los responsables de la Iglesia de los orígenes viven la experiencia de la búsqueda de los signos visibles del Señor. Juan llega antes que Pedro al sepulcro por su intuición de discípulo amado, pero Pedro entra primero por su función eclesial. Observados el orden y la paz que reinaban en él, el discípulo amado se abre a la visión de la fe, creyendo en los signos visibles del Señor: "Vio y creyó". No es aún la fe perfecta en la resurrección. Para esto será necesario que el espíritu del discípulo se abra a la inteligencia de la Escritura, que vea al Señor en persona y que reciba de él el don del Espíritu Santo.

Meditatio: La figura de Juan es de fundamental importancia en la Iglesia primitiva, no sólo por su condición de discípulo amado por el Señor, sino sobre todo por habernos dado con su contemplación el Jesús más íntimo, el que se revela Hijo de Dios hecho carne, venido a desvelarnos el rostro del Padre y el camino que lleva a la comunión con él. Entre los varios títulos que la tradición antigua atribuye a Juan destaca el de teólogo, porque el objetivo de sus escritos es creer en Jesús, Mesías e Hijo de Dios. El símbolo del evangelista es el águila, porque, como declara un dicho rabínico, es como el único pájaro que puede mirar el sol (que para Juan es Cristo) sin quedar deslumbrado. Y su presencia en la comunidad cristiana, que en todo tiempo debe estar a la búsqueda de los signos visibles del Señor, es la de la contemplación y la comprensión penetrante de la Palabra de vida.

Son muchos los carismas en la Iglesia, todos preciosos y necesarios, como, por ejemplo, el carisma de la institución de Pedro o el de la profecía de Juan. Sólo el respeto recíproco y la búsqueda común en el compartir sincero y atento a los dones del Espíritu, permite adentrarse en el misterio. El ejemplo de la búsqueda común y de la ayuda entre hermanos de la misma fe, de que claramente nos habla el discípulo amado, lleva necesariamente a reencontrarse juntos, reunidos en el reconocimiento de los signos del Resucitado.

Contemplatio: Señor Jesús, quien escoge amarte no queda defraudado porque nada se puede amar mejor y más provechosamente que a ti, y esta esperanza nunca decae. No hay miedo de excederse en la medida, porque en amarte a ti no está prescrita ninguna medida. No hay que temer a la muerte, que pone fin a las amistades del mundo, porque la vida no puede morir. En el amarte a ti no hay que temer ofensa alguna, porque no puede haberlas, si no se desea otra cosa que el amor. No se insinúa sospecha alguna, porque tu juzgas según el testimonio de la conciencia que ama. Ésta es la suavidad que excluye el temor.

!Verbo devorador, ardiente de justicia, Verbo de amor, Verbo de toda perfección, Verbo de ternura. Verbo devorador a quien nada puede escapar! Verbo que compendias en ti toda la ley y los profetas. Del que tiene tal amor, dice abiertamente la Verdad estas palabras: "El que acepta mis mandatos y los cumple, este me ama". Se debe saber también que el amor de Dios no se mide por sentimientos momentáneos, sino por la perseverancia de la voluntad. El hombre debe unir su voluntad a la de Dios, de modo que la voluntad humana consienta todo lo que dispone la voluntad divina, sin querer esto o aquello si no es porque sabe que lo quiere Dios. Esto significa amar a Dios de modo absoluto. En efecto, la misma voluntad no es otra cosa que amor (Elredo de Rievoulx, Discurso sobre el amor de Dios).

Para la lectura espiritual: Sentirse amado es el origen y la plenitud de la vida del Espíritu. Digo esto porque, apenas comprendemos un destello de esta verdad, nos ponemos a la búsqueda de su plenitud y no descansamos hasta haber logrado encontrarla. Desde el momento en que reivindicamos la verdad de sentirnos amados, afrontamos la llamada a llegar a ser lo que somos. Llegar a sentirnos los amados: he aquí el itinerario espiritual que debemos hacer. Las palabras de san Agustín: "Mi alma está inquieta hasta reposar en ti, Dios mío", definen bien este itinerario.

Sé que el hecho de estar a la constante búsqueda de Dios, en continua tensión por descubrir la plenitud del amor, con el deseo vehemente de llegar a la completa verdad, me dice que he saboreado ya algo de Dios, del amor y de la verdad. Puedo buscar sólo algo que, de algún modo, he encontrado ya (H. J. M. Nouwen, Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular, Madrid s.f.). Gracias a: Santa Clara de Estella

Encender una vela de adviento. Artículo.

En los días del apartheid que se dio en Sudáfrica, los cristianos tenían la costumbre de encender velas y colocarlas en sus ventanas como un signo, para ellos y los demás, de que confiaban en que algún día esta injusticia llegaría a su fin. Una vela encendida en una ventana era un signo de esperanza y de declaración política. El gobierno no pasó por alto el mensaje. Aprobó una ley que ilegalizaba la colocación de una vela encendida en una ventana, falta que equivalía a la posesión de un arma de fuego; ambas fueron consideradas igualmente peligrosas. Esto vino a ser, en definitiva, una broma entre los niños: “¡A nuestro gobierno le asustan las velas encendidas!”

¡Y así debía de ser! Las velas encendidas, más que las armas de fuego, derrocaron el apartheid. La esperanza, no las armas, es lo que en conclusión transforma las cosas. Encender una vela como un gesto de esperanza es decirte a ti mismo y a los demás que, a pesar de cualquier cosa que podría estar sucediendo en el mundo, vosotros aún estáis fomentando una visión de paz y unidad que se funda sobre algo que está más allá del estado presente de las cosas y por encima de las realidades y poderes más profundos que aquello que el mundo admite. Encender una vela es manifestar públicamente que vosotros tenéis fe en que eso, al fin y al cabo, más que aquello visto en el noticiario de la noche, determinará el resultado final de las cosas. Hay también otros poderes actuando. Encender una vela es un gesto de desafío político y un gesto de esperanza.

¿En qué consiste la esperanza?

Primero, no es ilusión. Puedo desear ganar la lotería, pero ese deseo, en sí mismo, no contiene ningún poder real para hacer que suceda. Segundo, la esperanza no es simplemente optimismo temperamental, temperamento optimista que siempre ve el lado transparente de las cosas. Un optimismo firme sobre las cosas a veces puede ser útil, pero no es ningún fundamento para la esperanza; de igual manera que las ilusiones, está falto de poder para hacer que su propio sueño se convierta en realidad. Finalmente, la esperanza no es simplemente observación aguda ni sentido común, talento para apartar lo real de lo aparente. Útil como es esto, todavía no llega a ser esperanza. ¿Por qué no?

Porque la esperanza no se apoya sobre la aguda declaración de los hechos empíricos, sino sobre la creencia en una serie más profunda de realidades: la existencia de Dios, el poder de Dios, la bondad de Dios y la promesa que dimana de eso.

Se cuenta una historia sobre Pierre Teilhard de Chardin que ayuda a ilustrar esto. Teilhard no era muy dado a hacerse ilusiones ni tampoco era un temperamento optimista; tendía más bien hacia un realismo amante de la soledad. Aun así, era un hombre de auténtica esperanza. Por ejemplo, en una ocasión, después de dar una conferencia donde desplegó una visión en la que, en definitiva, la unidad y la paz se llevarán a cabo en la tierra de un modo que corre parejo con la visión de la escritura, le desafiaron algunos colegas con esta objeción: “Esa es una visión maravillosa e idealista de las cosas, pero supón que explotamos el mundo con una bomba nuclear; entonces ¿qué pasa con tu teoría?” Teilhard respondió: “Eso retrocedería las cosas algunos millones de años, pero esto aún llegará a cumplirse, no porque yo lo diga ni porque los hechos lo indiquen ahora mismo, sino porque Dios lo prometió, y en la resurrección de Jesús ha mostrado que Él es suficientemente poderoso para cumplir esa promesa”.

La esperanza, como podemos comprobar por esto, requiere a la vez fe y paciencia. Actúa como la levadura, no como un horno microondas. Jim Wallis, el fundador de Sojourners (“Extranjeros”), expresa esto pintorescamente: “Todos los políticos son iguales”, dice, “levantan un dedo y comprueban en qué dirección está soplando el viento; después deciden en ese sentido. Eso nunca cambiará, aun cuando cambiemos de políticos. ¡Así, pues, debemos cambiar el viento! ¡Esa es tarea de la esperanza: cambiar el viento!”

Cuando nos fijamos en lo que ha cambiado moralmente este mundo -desde las grandes tradiciones religiosas surgidas de los desiertos, cuevas y catacumbas, y que ayudaron a transformar moralmente culturas completas hasta ser derrocado el apartheid de Sudáfrica- nos damos cuenta de que eso ha sucedido precisamente cuando individuos y grupos encendieron velas y esperaron suficiente tiempo hasta que cambió el viento.

Encendemos las velas de Adviento exactamente con eso en nuestra mente, aceptando que cambiar el viento supone un largo proceso, las noticias de la noche no siempre serán positivas, los mercados de valores no siempre subirán, las defensas más sofisticadas del mundo no siempre nos defenderán del terrorismo, y las seculares ideologías liberal y conservadora no pondrán fin al egoísmo en este planeta. 

A pesar de todo, nosotros continuamos encendiendo velas y mantenemos la esperanza a todas luces, no en razón de un empeoramiento o mejoramiento del noticiario de la noche, sino porque la realidad más profunda de todas es que Dios existe, que el centro se mantiene firme, que hay en definitiva un bondadoso Señor que regula este universo, y este Señor es suficientemente poderoso para volver a poner en orden los átomos del planeta y levantar a nueva vida los cuerpos muertos. Encendemos las velas de esperanza porque Dios, que es el sumo poder, ha prometido fundar un reino de amor y paz en esta tierra, y es lo suficientemente bondadoso, compasivo y poderoso para, en conclusión, hacer que esto suceda. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) Fuente: Ciudad Redonda.org

Solemnidad de la Natividad del Señor.


 Navidad
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Al aproximarse la Navidad el año 1223, Francisco de Asís llamó a si a su amigo Ser Giovanni Vellita y le dijo: «Hay en los bosques de Greccio una gruta que me recuerda la de Belén. He pensado celebrar allí la santa noche». Entiende Ser Giovanni y lo organiza todo según el deseo del santo.

Cuando llegó la noche los fieles, acudieron en masa desde los alrededores cantando salmos adentrándose en la floresta. A la luz de las antorchas llegaron a la gruta, donde estaba para celebrarse la misa. El altar estaba dispuesto sobre un pesebre y ¡unto a él yacían un asno y un buey.

Cuando el sacerdote se disponía a repartir el Cuerpo de Cristo a los fieles se vio una luz deslumbrante en torno al Santo. En sus descarnados brazos, que salían de las mangas del sayal, sostenía un niñito frágil y adormecido; pero como Francisco, en un acto de amor, atrajo contra su pecho el cuerpo tembloroso del pequeño, este se despertó, le sonrió y le acarició la descarnada mejilla. Los que lo vieron comprendieron que aquel niño era Jesús que, adormecido en el corazón de muchos, Francisco, con el ejemplo de su vida, había despertado (De la tradición franciscana).

Gracias a: Rezando Voy, franciscanos.org, ofminmaculada.org, santaclaradeestella.es, y Ciudad Redonda.org

Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra

 



Domingo 4º de Adviento

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Tú eres mi padre, mi Dios, mi roca, mi salvación

Comentario



*•*• Dos son los centros de interés fundamentales en el texto lucano de la anunciación a María: el anuncio del nacimiento de Jesús y la vocación de María a ser sierva del Seńor.

Jesucristo se presenta como el Ťsignoť de la fidelidad de Dios, que mantiene las promesas hechas a David: ŤSe llamará Hijo del Altísimo, el Seńor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá finť (w. 32-33). Todos los elementos de la promesa a David se funden y realizan en

Jesucristo porque es el Mesías perteneciente a la familia davídica y es el Hijo hecho hombre, el nuevo templo, la casa que Dios ha preparado para que Dios y el hombre se encuentren. Además el pueblo de Dios, la casa de Jacob, encuentra finalmente en Jesús al rey que lleva a cabo el verdadero ideal del Reino, un ideal de justicia, de paz y fraternidad.

Por consiguiente, la obra de Dios, su fidelidad y su don es lo que constituye el centro. Pero el evangelio narra las cosas observando la actitud de María, como la que hace posible este don con su Ťsíť. Es el polo opuesto a David: sin sueńos de grandeza, no ocupa en la sociedad una posición que le permita influir en los grandes proyectos humanos, sino que su casa está abierta de par en par cuando el ángel Ťentra a su presenciať como mensajero divino. María cree firmemente en la fidelidad de Dios y se pone a disposición de su designio:

Aquí está la esclava del Seńor, hágase en mí según tu palabrať (v. 38).


Alégrate... que el Amor de Dios te ilumine.

#OdresNuevos #CalendarioDeAdviento #PatriyNacho

Es Navidad. Artículo.

La grisácea claridad de este día invernal se desvanece pronto en la lejanía. Antes que cierre la noche, las luces de los escaparates iluminan la calle, creando una atmósfera cálida y acogedora. El rojizo resplandor de los farolillos se refleja en las ropas y el rostro de los transeúntes. Van de un lado a otro, se paran frente vitrinas y puestos. Forman pequeños o grandes corrillos, y comentan con ilusión cuanto ven.

Los vendedores ambulantes se afanan en su tarea. La nieve cubre el pavimento adoquinado. Un mozo de reparto tira de su rudimentario trineo, en el que transporta una cesta con botellas. Un par de chiquillos merodean al paso de un pastelero que avanza decidido, equilibrando con garbo la preciosa mercancía que pende en los extremos de ese artesanal yugo: probablemente venda los æbleskiver, esa especie de bollitos redondos untados en mermelada, las galletas de jengibre, o buñuelos, tan típicos de la Navidad danesa. 

Abrigada con un chal de lana negro, con el que se cubre graciosamente desde la cabeza, una niña vende las tradicionales muñecas de trapo y los soldaditos de hojalata planos con los que se adornan ventanas y chimeneas en las casas. Completa su oferta con nubes de azúcar.

Los caballeros usan abrigos largos y sombrero de copa o bombín. Hacia nosotros se dirige, ya de retirada a casa, una señorita con varios paquetes en la mano, bien envueltos, recién comprados.
Reina gran animación en esta calle de Copenhague. Es la alegría de la Navidad: el Niño Dios ha nacido. Afloran los sentimientos de bondad, la inclinación al perdón, el deseo de compartir y el gusto de ofrecer regalos como señal de ese afecto. 

Todos piensan en la Nochebuena, el momento culminante las celebraciones navideñas. Las familias se reúnen al calor de una mesa bien servida, en la que no faltan las carnes, los pescados y una importante variedad de postres. Tras la cena, se encienden velas en el árbol de Navidad, se cantan villancicos junto y se cuentan historias. La paz reina en las casas.

Al día siguiente, a los pies del árbol, habrá un montón de paquetes con lazos, de todos los tamaños, bien envueltos y cada uno con un nombre escrito en un letrerito. Nuevamente alborozo, agradecimientos y abrazos. Es Navidad.
 

¡Feliz Navidad y que San Antonio te proteja y bendiga siempre!






Es Navidad. Colección particular 1890. 
Erik Ludwig Henningsen: fue un destacado pintor danés conocido por sus obras costumbristas y de realismo social. Nació en Copenhague en 1855. Hijo de un tendero y hermano menor de Frants Henningsen, que también era pintor.

Mostró un talento artístico desde muy joven, comenzando a trabajar con el pintor decorativo A. Hellesen. También tomó lecciones de dibujo de forma privada con Christian Nielsen y fue admitido en la Real Academia Danesa de Bellas Artes en 1873. Se graduó en 1877 y ganó varios premios y distinciones, incluida la Medalla Anual de la Academia en 1887 y 1890, el Premio Ancher en 1889, y en 1892 una beca de viaje de 100 coronas danesas. Formó parte del grupo Bogstaveligheden, un foro de defensa de los ideales humanitarios y el debate.

Sus viajes lo llevaron a Alemania, Italia, Francia y Países Bajos. Hacia el cambio de siglo, Henningsen pintó principalmente escenas históricas. Un ejemplo es su mural en el salón de banquetes del edificio principal de la Universidad de Copenhague y en las dos primeras décadas del siglo XX obras de género de la vida de la burguesía. También trabajó como ilustrador, tanto para la revista semanal Ude og Hjemme como para libros como Pietro Krohns Peters Jul (1914).

En 1900, las cervecerías Tuborg convocaron un concurso para un "cartel publicitario decorativo" con motivo de su 25 aniversario. El primer premio, dotado con una suma de 10.000 coronas danesas, se lo llevó Jens Ferdinand Willumsen, pero finalmente fue el trabajo de Henningsen, conocido como The Thirsty Man, el que puso en producción la cervecería. Desde entonces ha adquirido un estatus icónico y se ha convertido en uno de los carteles más inmediatamente reconocibles en Dinamarca.

Falleció el 28 de noviembre de 1930 en Gentofte, Dinamarca, dejando una huella significativa en la escena artística danesa y europea de su época. Fuente: 
www.unavelaasanantonio.es

¿Cómo va a ser esta Navidad? ¿Cuáles son tus prioridades?

#OdresNuevos #CalendarioDeAdviento #PatriyNacho

Jesús entró en el mundo por la puerta de servicio.

En muchos hogares acomodados de la España de los años 60 solía haber dos puertas de acceso: la puerta noble y la puerta de servicio. Por esta última accedía a la casa el personal de servicio, y también se utilizaba para el ingreso de suministros y alimentos.

Si bien es cierto que tal práctica chirriaría con la sensibilidad igualitaria de nuestros días, me atrevo a afirmar que, aunque hoy seamos amantes de las formas igualitarias, lo cierto es que, cualquier parecido con la realidad que padecemos es mera coincidencia; de forma que la crisis que vivimos en España y en buena parte del mundo, es, fundamentalmente, consecuencia de la ambición por el poder. El poder se ha convertido en la droga más codiciada, hasta el punto de que sus adictos están dispuestos a tensar al máximo las relaciones sociales y la misma legalidad, con el único objetivo de poder mantenerse en él. En palabras de Tácito, político e historiador romano de finales del siglo I d.C.: “Para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio”.

Ciertamente, la ambición por el poder es la droga sociopolítica de nuestro tiempo. Es algo que se ha ido gestando poco a poco, en una deriva en la que cada vez hay más estado y menos sociedad. El continuo intervencionismo estatalista sobre todas las realidades sociales, ha conllevado la disminución de las iniciativas sociales (en ocasiones, su cuasi estatalización). Lo cierto es que los estados han acumulado un inmenso poder, de forma que quienes los rigen, difícilmente lo hacen con la actitud de quien administra algo que no es suyo, sino que, embriagados por esa droga, se consideran dueños y señores de los bienes y del destino de los pueblos.

Frente a esta deriva, merece la pena reflexionar sobre la concepción cristiana del “poder”, en la cual se combinan de forma equilibrada cuatro dimensiones: ‘potestas’ (potestad), ‘auctoritas’ (autoridad), ‘paternitas’ (paternidad) y ‘fraternitas’ (fraternidad).

En primer lugar, distinguimos claramente entre ‘potestas’ y ‘auctoritas’. No es suficiente tener la capacidad decisoria (‘potestas), sino que es necesaria la autoridad moral (‘auctoritas’): el testimonio de vida coherente y la competencia personal. Por desgracia, estamos siendo testigos de hasta qué punto se puede imponer el rodillo de la potestad legal, sin autoridad moral alguna… El problema de fondo es que la concepción moderna de poder está desligada de la ‘paternitas’ (capacidad de generar vida y hacerla crecer), lo cual hace imposible la ‘fraternitas’ (capacidad de compartir el poder con los demás, suscitando corresponsabilidad).

El nacimiento de Jesús en Belén fue testigo de este conflicto. El rey Herodes tembló ante la noticia del nacimiento de un rey, temiendo que pudiera poner en peligro su propio poder. Y treinta años más tarde, por mucho que Jesús le dijera a Pilato que su reino no era de este mundo, la ‘auctoritas’ de Jesús le resultó molesta al gobernador romano, y sigue molestando a quienes ejercen la ‘potestas’ sin autoridad moral alguna…

La forma en la que Dios vino al mundo, nos mostró la veracidad de la conocida frase de Fiodor Dostoievski: “Dios no está junto al poder. Él está solo en la verdad”. Como decía San Juan Pablo II en la encíclica Veritatis Splendor: «El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo (…) Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder (…) La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por lo tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana» (VS., nº 99).

El antídoto a la droga del poder es la imagen del Dios hecho niño. Como dice Benedicto XVI en su libro La Bendición de la Navidad: “Dios viene sin armas porque no quiere conquistar desde el exterior, sino ganar desde el interior, transformar desde dentro. Si acaso hay algo que puede vencer al hombre, su arrogancia, su violencia y su codicia, es la indefensión del niño”.

Pues bien, volviendo al título de este breve artículo: Jesús entró en el mundo por la puerta de servicio, ofreciéndonos la sanación de la ambición por el poder: la humildad de quien no aspira a su propia gloria, sino que solo busca la gloria de Dios, a través del amor y del servicio… En palabras del Papa Francisco: “El verdadero poder es el servicio” ¡Os deseo una Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo! José Ignacio Munilla Aguirre. Obispo de Orihuela-Alicante. Fuente.

¿Tú quién eres?.....Yo soy la voz que grita en el desierto

 





Domingo 3º de Adviento

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¡Alégrate! ¡Levántate! ¡Sígueme!

Comentario



La última frase de este fragmento (v. 28) nos indica que Juan desarrolla su ministerio en ŤBetania, en la otra orilla del Jordánť. El significado mismo del nombre del lugar -Ťcasa del testimonioť- puede tener valor simbólico, porque indica exactamente lo que debe llegar a ser toda comunidad: una verdadera casa del testimonio.

Cualquier página evangélica ilustra en qué consiste concretamente el testimonio. A una "comisión de encuesta" enviada desde Jerusalén para identificar su identidad, el Bautista responde remitiendo a Jesús: ŤNo era él la luz, sino testigo de la luzť (v. 6); y luego: ŤNo lo soy, yo soy la vozť (w. 21-22). El Bautista, según el evangelio de Juan, no es un predicador o un asceta, sino exactamente el modelo por excelencia del testigo: en la casa de la comunidad cristiana, el comportamiento que debe distinguir a todos es precisamente el suyo. Nadie puede decir: ŤYo soyť, pero cada uno debe remitir más allá de sí mismo, a Jesucristo. Cada uno puede y debe ser "signo" de Jesús para el otro, manteniendo la capacidad de desaparecer, exactamente como el Bautista.

Cada uno es un signo útil, incluso necesario, pero precisamente por ser signo no es algo definitivo. Para ser testigos es preciso ser antes oyentes. Poniendo en escena a Juan Bautista que seńala a Jesús, el evangelista quiere decir que la verdad está ya presente: ŤEn medio de vosotros hay uno que no conocéisť. Esta expresión recuerda el tema veterotestamentario de la sabiduría escondida, que no puede conocerse si ella misma no se manifiesta. Jesús es esta sabiduría que se manifiesta al hombre.