Ver lo que está cerca de nuestras puertas. Artículo.

Henri Nouwen sugirió una vez que si quieres entender la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, puedes leer cien libros de historia y ver mil horas de documentales en vídeo, o puedes leer el Diario de Ana Frank. En esa memoria única de la joven encarcelada y posteriormente ejecutada por los nazis, verás, de primera mano, la tragedia de la guerra y lo que la guerra hace al alma humana.

Lo mismo podría decirse de la crisis de los refugiados que se está produciendo ahora en las fronteras de todo el mundo. Según las estadísticas de las Naciones Unidas, hay hoy en día más de ochenta millones de refugiados, desplazados, sin hogar, sin nación, asustados y a menudo hambrientos en las fronteras de todo el mundo. Dos tercios de ellos son mujeres y niños, y la gran mayoría no están allí por elección, buscando una mejor oportunidad económica en otro país. La gran mayoría de ellos han sido expulsados de sus hogares y de sus países por la guerra, la violencia, el hambre, la limpieza étnica y religiosa, y por el miedo a perder sus vidas.

Para muchos de nosotros, se trata de un problema abstracto y sin rostro. Sentimos una simpatía genérica por su situación, pero no lo suficientemente profunda como para quitarnos el sueño, inquietar nuestra conciencia o hacer que estemos dispuestos a sacrificar parte de nuestra propia comodidad y seguridad para hacer algo por ellos o presionar a nuestros gobiernos para que actúen. De hecho, con demasiada frecuencia somos excesivamente protectores de nuestras fronteras y de la vida acomodada y cómoda que llevamos dentro de nuestras sociedades. ¡Este es nuestro país! ¡Nuestro hogar! Hemos trabajado duro para conseguir lo que tenemos. ¡Es injusto para nosotros tener que lidiar con esta gente! Deberían volver a sus países y dejarnos en paz.

Necesitamos una llamada de atención. Un libro reciente, una novela, de Jeanine Cummins, “American Dirt”, nos ofrece un relato ficticio de una joven mexicana que, debido a la violencia y al miedo a la muerte, tuvo que dejar atrás su vida y huir con su hijo pequeño en un intento de llegar a las fronteras de Estados Unidos como inmigrante indocumentada. A decir verdad, el libro ha sido muy criticado por muchos porque no siempre se ajusta a los hechos exactos. A la inversa, también ha sido muy alabado por muchos otros. Sea como fuere, la conclusión es que se trata de una historia impactante y una llamada de atención, que pretende despertarnos a la tragedia real de quienes, por razones de pobreza, violencia, hambruna, miedo y desesperanza, se ven obligados a huir de sus países en busca de una vida mejor (¡o de cualquier vida!) en otro lugar. Independientemente de las imperfecciones del libro, ayuda a romper la abstracción en la que podemos apoyarnos para protegernos frente del tema de los refugiados hoy en día.

Hay que reconocer que la cuestión no es sencilla. La protección de nuestras fronteras y la entrada libre de millones de personas en nuestros países son cuestiones extremadamente complejas. Sin embargo, como hombres y mujeres que comparten una humanidad y un planeta común con estos refugiados, ¿podemos seguir siendo insensibles a su situación? Además, como cristianos, ¿aceptamos ese principio fundamental y no negociable dentro de la doctrina social cristiana que dice que el mundo pertenece a todos por igual y no podemos sostener ninguna creencia nacionalista que diga, explícita o implícitamente, que nuestro país es nuestro y no tenemos obligación de compartirlo con los demás? Defender esto es anticristiano y va en contra de las claras enseñanzas de Jesús.

Creo que todos podríamos contemplar cierta parábola de Jesús (Lucas 16, 19-31) en la que cuenta la historia de un hombre rico que ignoró a un hombre pobre sentado en su puerta y se negó a compartir su comida con él. El pobre muere y se encuentra en el seno de Abraham. El rico también muere y se encuentra atormentado por la sed en el Hades. Le ruega a Abraham que envíe al pobre, al que había ignorado durante su vida, para que le traiga agua para saciar su sed, pero resulta que esto no es posible. Jesús nos dice que hay una "brecha insalvable" entre ambos. Siempre hemos asumido de forma simplista que esta brecha insalvable es la brecha entre el cielo y el infierno, pero ese no es exactamente el punto de la parábola. La brecha insalvable es la brecha que ya existe ahora entre los ricos y los pobres, y la lección es que es mejor que intentemos salvar esa brecha ahora, en esta vida.

Fíjate en que Jesús no dice que el rico sea un mal hombre, o que no se haya ganado sus riquezas honestamente, o que no sea un ciudadano honrado, o que no vaya a la iglesia, o que sea infiel a su mujer, o que sea un mal padre para sus hijos. Sólo dice que tenía un defecto, uno mortal: dentro de su riqueza no respondió a un hombre hambriento sentado en los límites de la casa. Ron Rolheriser - 

Haciendo un viaje recesivo. Artículo.

En un pasaje particularmente emotivo de su poema La hoja y la nube, Mary Oliver se imagina ante la tumba de su madre y su padre, reflexionando sobre sus vidas. Ellos distaban mucho de ser perfectos, y ella no endulza sus faltas. Señala abiertamente el abatimiento del alma de su madre y la inmadura fe de su padre. Sabe que muchas de sus propias luchas tienen sus raíces ahí. Pero no está visitando sus tumbas para echarles las culpas. Se encuentra ahí para darles un honrado beso de despedida, finalmente en paz con sus vidas menos que perfectas y su influencia sobre ella. Les da gracias por todo, lo bueno y lo malo, les desea todo lo bueno en la tierra profunda, y después dice: “Pero no les daré el beso de la complicidad. No les haré responsables de mi vida”.

Todos nosotros haríamos bien en realizar esta clase de viaje recesivo en términos de revisar nuestra primera educación religiosa Una tumba llena de interés. Desgraciadamente, muchos de nosotros no siempre permanecemos ahí lo suficiente como para separar de verdad lo que nos bendijo y lo que nos hirió cuando algunos agentes humanos muy falibles nos presentaron a Dios. Hoy es normal (casi de moda) que la gente mire hacia atrás sólo negativamente recordando su primera educación religiosa. Ciertamente muchos hablan de estar “en recuperación” de ello y con frecuencia culpan de toda clase de desgracias y neurosis en sus vidas a esa su primera educación religiosa.

Sin duda, algo de esto es válido; la primera educación religiosa deja una marca permanente en nosotros. Sin embargo, lo debemos a nosotros mismos, a nuestros padres, a nuestros primeros maestros y a la honradez de ordenar lo positivo y negativo de nuestro primer fundamento religioso y, como Mary Oliver, hacer las paces con él, aun cuando no podamos darle el beso de la complicidad.

¿Cuál es mi propia historia? Para mí, el despertar a la conciencia y el despertar a Dios y la iglesia estuvieron intrincadamente enlazados. El Catolicismo Romano de aquel tiempo fue el aire que respiramos cuando niños y este fue el Catolicismo Romano previo al Vaticano II, un Catolicismo repleto de aspectos positivos y negativos. La espiritualidad de mi infancia fue de verdades absolutas, de reglas no negociables, de fuertes demandas, de tribalismo y de estrecha inclusión Nosotros, y sólo nosotros, éramos la única fe verdadera. Además, todo esto era suscrito por un Dios que mantenía una escrupulosa mirada sobre cada acción tuya, no te daba permiso fácilmente para cometer un error, consideraba el sexto mandamiento sobre todos los demás, usaba le vergüenza como arma y estaba frunciendo el ceño la mayor parte del tiempo.

Pero eso distaba de ser todo. Había otro lado del todo diferente. La familia, la comunidad y la iglesia que me cristianó tenían vínculos comunales que la mayoría de las comunidades hoy sólo pueden envidiar. Tú eras ciertamente parte de un cuerpo, una familia y una comunidad que encarnaba un sentido de trascendencia que hacía de la fe algo natural y de la comunidad parte de tu verdadera identidad. Sabías que eras hijo de Dios y sabías también que eras criatura moral con auténticas responsabilidades para con los demás y para con Dios. Conocías tu significación eternal, tu dignidad esencial y la responsabilidad moral que venía con eso, y no podías eximirte de ello.

Lo que todo esto realizó fue cimentarte existencialmente en una verdad humana, moral y religiosa muy fundamental y no negociable, esto es, que tu vida no era simplemente tuya en propiedad para hacer con ella todo lo que quisieras. Sabías de alguna manera que no podías ignorar, a no ser a modo de infidelidad, que eras constitutivamente social, interdependiente, eclesial, y que Dios te colocaba en esta tierra no sólo para proporcionarte una vida buena. Tenías una vocación, un cierto deber que servir, y Dios, la familia, la comunidad y la iglesia podían pedirte que entregaras tu vida. Hoy veo esta señal particular en mi alma como uno de los más preciosos de todos los dones que recibí de la espiritualidad de mi niñez. Cualesquiera demonios que vinieron con eso no importaron por demás.

Además los demonios pueden ser arrojados fuera, y la mayoría de ellos enterrados en la catequesis de mi infancia han sido exorcizados poco a poco a través de los años. ¿Qué factor hizo eso? Muchas cosas: años de estudio y enseñanza de teología, leer buena literatura, tener buenos directores espirituales, ver una robusta y gozosa salud en mujeres y hombres de fe, perseverar en mi propio intento obstinado (y lejos de ser perfecto) por ser fiel a la oración, la Eucaristía y la comunidad eclesial durante seis décadas, y sobre todo, la gracia de Dios.

Hoy miro hacia atrás sobre mi primera educación religiosa de una manera en la que los aspectos negativos son eclipsados por los positivos. Estoy agradecido por todo ello, incluso su rigidez inicial, la timidez, el tribalismo, la pusilanimidad y los falsos temores de Dios, porque algo en todo eso me cimentó y me enseñó lo que en definitiva es importante. Ciertamente, la rigidez, la timidez, el tribalismo y el exceso de precaución no son un mal lugar desde donde empezar, porque después de que aflojan su empuñadura, eres libre para el resto de tu vida. ¡No hay regalo pequeño!.Ron Rolheriser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Desarmado y peligroso. Artículo.

Después de su primer arresto, el activista pacífico Daniel Berrigan pasó a la clandestinidad. Tras cuatro meses, fue capturado, pero clandestino durante esos meses, aunque sin ninguna amenaza para nadie, le pusieron en la lista de los Diez más buscados del FBI. Aquí se dio cierta ironía que no pasó desapercibida. Alguien publicó un cartel de él con este pie de foto: ¡Se busca: Notorio consagrante de pan y vino. Perturbador de guerras y perverso quemador de papel! Se ha sabido que el fugitivo lleva el Nuevo Testamento y habría que acercarse a él con extrema precaución. Desarmado y peligroso.

¡Desarmado y peligroso! Por ridículo que pueda sonar, expresa la verdadera amenaza a la injusticia, violencia y guerra. El desarme es peligroso. Alguien que está genuinamente inerme es en definitiva el que plantea el mayor peligro de desorden, inmoralidad y violencia. La violencia puede resistir la violencia, pero puede ser abatida por la no-violencia. He aquí algunos ejemplos.

En nuestra propia generación, tenemos el ejemplo de Christian de Cherge, uno de los siete monjes cistercienses que fueron secuestrados y más tarde asesinados por extremistas islamistas en Argelia en 1996. Su itinerario, y el de los otros monjes que murieron con él, está relatado en algunos libros (incluso algunas de sus propias cartas y diarios) y en la galardonada película De dioses y hombres. Viviendo en una pequeña comunidad de nueve monjes en un remoto pueblo musulmán del norte de Argelia, Christian y su comunidad eran muy queridos por esa comunidad musulmana y, siendo ciudadanos franceses y gozando de la protección de esa ciudadanía, su presencia constituía una cierta protección para los habitantes contra los terroristas islamistas. Desgraciadamente, la situación no iba a durar.

La víspera de Navidad, 1995, recibieron una primera visita de los terroristas con el claro aviso de que harían mejor en marcharse antes que llegar a ser sus víctimas. Tanto el gobierno francés como el argelino les ofrecieron protección armada. Christian, actuando por su cuenta al principio, contra el criterio de la mayoría de su propia comunidad, rehusó categóricamente protección armada. En vez de ello, su oración fue esta: Frente a esta violencia, desármanos, Señor. Su respuesta a la amenaza fue el desarme completo. Finalmente, toda su comunidad se le unió en esa actitud.

Seis meses más tarde, fueron secuestrados y asesinados, pero el triunfo fue de ellos. Su testimonio de fidelidad fue el singular don más poderoso que pudieron haber dado a los pobres y vulnerables lugareños a los que buscaban proteger, y su testimonio moral al mundo educará a las generaciones venideras, mucho tiempo después de que este particular género de terrorismo haya tenido su día. Christian de Cherge y su comunidad estaban desarmados y eran peligrosos.

 Existen innumerables ejemplos semejantes de otras personas que estaban desarmadas y eran peligrosas. Rosa Parks, desarmada y aparentemente impotente contra las leyes racistas del momento, fue una de las figuras fundamentales en dar fin a la segregación racial en EE. UU., como lo fue Martin Luther King. La lista de peligrosas personas desarmadas es infinita: Mahatma Gandhi, Thomas Merton, Dorothy Day, Desmond Tutu, Óscar Romero, Franz Jagerstatter, Dorothy Stang, Daniel Berrigan, Elizabeth McAlister, Michael Rodrigo, Stan Rother y Jim Wallis, entre otros. Sobre todo, por supuesto, Jesús.

Jesús estaba desarmado y era tan peligroso que las autoridades de su tiempo vieron necesario matarlo. Su completa no-violencia constituyó la mayor amenaza al orden establecido por esas autoridades. Observad cómo tanto las autoridades civiles como las religiosas del tiempo no temían tanto a un asesino armado cuanto temieron a un Jesús desarmado… ¡Libéranos, Barrabás! ¡Preferimos tratar con un asesino armado que con un hombre desarmado que profesa la no-violencia y que dice a la gente que ofrezca la otra mejilla! Dadles crédito por ser astutos. Inconscientemente, reconocieron la verdadera amenaza, alguien que está desarmado, no-violento y que ofrece la otra mejilla.

Sin embargo, ofrecer la otra mejilla debe ser entendido con propiedad. No es algo pasivo, sumiso. Lo contrario. Al dar este consejo, Jesús especifica que sea la mejilla derecha. ¿Por qué esta especificación aparentemente curiosa? Porque se está refiriendo a una práctica culturalmente sancionada en el tiempo en que un superior podía abofetear ritualmente a un inferior en la mejilla con la intención no tanto de infligir dolor físico cuanto dejar a la otra persona conocer su lugar: ¡Yo soy tu superior, conoce tu lugar! La bofetada se propinaba con el reverso de la mano derecha, mirando a la otra persona, y de esa suerte fuera a parar a la mejilla de la otra persona. Ahora bien, en esa postura, su verdadera violencia quedaría mayormente oculta porque parecería limpia, estética y como algo culturalmente aceptado.

Con todo, si uno estuviera para ofrecer la otra mejilla, la izquierda, la violencia estaría expuesta. ¿Cómo? Primero, porque ahora la bofetada caería torpemente y parecería violenta; segundo, la persona que la recibiera estaría mandando una señal clara. El cambio de postura no sólo expondría la violencia sino también estaría diciendo: aún puedes abofetearme, pero no como superior a inferior; el viejo orden ha acabado.

Desarmado y peligroso. No llevar más armas que la integridad moral es la mayor amenaza a todo lo que no está bien. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano) - 

Por los pequeños y medianos empresarios – El Video del Papa 08 – Agosto ...

Todo el mundo sabe que la crisis que aún no hemos dejado atrás tiene unas gravísimas consecuencias socioeconómicas. No solo en las grandes empresas, sino sobre todo entre los pequeños y medianos empresarios, los artesanos, “los de los comercios, los talleres, la limpieza, el transporte y tantos otros”. Su sacrificio para encontrar una salida a esta crisis, para salvar su negocio y a sus empleados, está siendo enorme. Ellos “con valor, con esfuerzo, con sacrificio, invierten en la vida, generando bienestar, oportunidades y trabajo”. El Papa Francisco ha querido agradecerles su labor en su intención de oración para el mes de agosto. Unámonos a su agradecimiento compartiendo este video.
“Como consecuencia de la pandemia y de las guerras, el mundo se enfrenta a una grave crisis socioeconómica. ¡Todavía no nos dimos cuenta!
Y entre los grandes perjudicados están los pequeños y medianos empresarios.
Los de los comercios, los talleres, la limpieza, el transporte y tantos otros.
Los que no salen en las listas de los más ricos y poderosos y, a pesar de las dificultades, crean puestos de trabajo manteniendo su responsabilidad social.
Los que invierten en el bien común en lugar de esconder su dinero en paraísos fiscales.
Todos ellos dedican una enorme capacidad creativa a cambiar las cosas desde abajo, desde donde siempre sale la mejor creatividad.
Y con valor, con esfuerzo, con sacrificio, invierten en la vida generando bienestar, oportunidades y trabajo.
Recemos para que los pequeños y medianos empresarios, duramente afectados por la crisis económica y social, encuentren los medios necesarios para continuar su actividad al servicio de las comunidades en las que viven”.

¿Por qué hay algo en vez de nada? Artículo.

El teólogo belga Jan Walgrave, que dirigió mi tesis doctoral, fue un verdadero intelectual y, además, singular. Verdadero, en ese su pensamiento, natural e instintivamente gravitado hacia las eternas cuestiones filosóficas de esencia y existencia. ¿Por qué estamos aquí? ¿Quiénes somos en realidad? Además, era también un intelectual singular, al ser una mezcla poco común de exigente escrutinio intelectual y piedad infantil. Podría ser igualmente apaciguador tanto en su sofisticación intelectual como en su infantilismo.

En uno de nuestros encuentros, me preguntó esto: “¿Te sientas alguna vez en un banco del parque y te preguntas por qué hay algo en vez de nada?” Respondí honradamente: “En verdad, no me acuerdo de haber hecho alguna vez eso muy explícitamente. Como todos los demás, con frecuencia me pregunto de dónde vinimos y cómo hay un Dios detrás de todo eso, pero nunca he contemplado muy explícitamente tu pregunta”. “Bien”, respondió, “¡entonces no eres filósofo!”. Continuó: “Yo pienso sobre esta cuestión todo el tiempo; es la más importante de todas las cuestiones”. (Me consoló del hecho de que nunca podría ser un verdadero filósofo al decirme que tenía una “mente fértil”, que -me dijo- es su propio don)

¿Por qué hay algo en vez de nada? Con toda seguridad, esa es la cuestión esencial. ¿Cómo empezó todo? ¿Quién o qué había al principio y comenzó todo? Además, ¿de dónde vino este quién o qué que le dio comienzo?

La ciencia contemporánea no puede responder a esa cuestión. Puede decirnos lo que sucedió en los orígenes de nuestro universo, el Big Bang, pero eso no nos pone más cerca de responder a la cuestión más importante, a saber, ¿quién o qué dio origen a esa explosión original hace cerca de quince millones de años, que se halla en los orígenes de nuestro universo y dio nacimiento a millones de galaxias? ¿Cómo existía esta fuerza misma?

Como personas de fe, creemos que fue Dios y creemos que Dios no tuvo comienzo. Sin embargo, eso no puede ser conceptualizado ni imaginado. ¿Qué dio origen a Dios? Sin importar si creemos en Dios o no, aún estamos todos con esta cuestión, la pregunta de Walgrave, “por qué hay algo en vez de nada”? Además, esa cuestión se complica más por el hecho de que la creación, al menos vastos segmentos de ella, tiene un claro diseño inteligente. Dado ese hecho, el postulado más creíble frente al que o lo que se halla en los orígenes de todo, demanda que este algo o alguien (del que todo toma sus orígenes) no sea una fuerza bruta y ciega, sino una que sea altamente inteligente y personal.

Tomás de Aquino, que poseía una verdadera mente filosófica, propuso una vez varios argumentos lógicos para tratar de “probar” que Dios existe. Entre sus argumentos, encontramos este: Imagínate que vas andando por un camino y, encontrando una piedra en el suelo, te preguntas: “¿quién puso esa piedra ahí?” Podrías concluir simplemente que siempre ha estado ahí, y no pensar más en ello. Sin embargo, imagínate que vas andando por un camino y, encontrando un reloj que aún está marcando la hora, te preguntas: “¿Quién puso ese reloj ahí?” En este caso, no podrías decir simplemente que siempre ha estado ahí y lo dejas sin más. ¿Por qué? Porque el reloj tiene un claro diseño inteligente que demanda que lo diseñó alguna inteligencia. Además, aún está manteniendo la hora, lo que significa que pudo no haber estado siempre ahí. Alguien lo puso ahí, y en cierto momento exacto de la hora. Así, Tomás de Aquino concluyó que, como muchas cosas en el universo tienen un diseño inteligente, tiene que haber un diseñador inteligente en su orígenes.

Hoy, la mayoría de la gente podría considerar esta lógica un poco ingenua, pero quizá la ingenuidad esté de su parte. Alguien nada menos que Albert Einstein afirmó esto: La armonía de la ley natural revela una inteligencia de tal superioridad que, comparada con ella, todo el pensar y actuar sistemático de los seres humanos es reflejo totalmente insignificante.

Está en lo cierto, y la armonía de la que habla no es sólo la insondable armonía ecológica que los diferentes elementos del mundo físico parecen tener unos con otros y cómo la naturaleza continúa regenerándose a pesar de todo lo que hacemos para destruir su ecología. Más aún, esa armonía de la ley natural (como Einstein la llama) incluye también una innegable unidad entre las leyes de la naturaleza y el orden moral. La ley del karma y la ley de la naturaleza son una única y misma cosa, todas de una sola pieza, como es la ley de la gravedad y el Espíritu Santo. Lo físico y lo moral son parte de una sola sinfonía. El aire que exhalamos en el universo es el aire que vamos a inhalar, física y moralmente.

Rara vez me siento en un banco del parque y me pregunto: “¿por qué hay algo en vez de nada?” Pero por otro lado, como dijo Jan Walgrave, yo no soy filósofo. ¡Mi esperanza es que este pequeño recorrido por la filosofía no sea prueba de eso! Ron Rolheriser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) -