Olivenza (Badajoz) conmemora los 69 años del 'milagro del arroz'

'Veíamos cómo del fondo de la olla no dejaban de brotar granos de arroz'
Hace 69 años que Olivenza se estremeció con la multiplicación de granos que saciaron el hambre de decenas de bocas. Junto al milagro de los panes y los peces, es el único hecho de este tipo que ha reconocido el Vaticano.
«Veíamos cómo del fondo de la olla no dejaban de brotar granos de arroz condimentado. Era una olla pequeña de dos o tres litros y el arroz enseguida rebosaba; lo sacábamos y lo depositábamos en otras ollas más grandes, de esas de matanza de quince o veinte litros. Y volvíamos a la olla pequeña y del fondo seguía brotando arroz hasta que se volvía a llenar... No lo olvidaré jamás. Era prodigioso, la cosa más grande que yo he visto nunca y estaba sucediendo delante de muchas otras personas». Lo relata entusiasmado Francisco González, un ilustre vecino de Olivenza (Badajoz) que a sus 87 lucidísimos años recuerda, como si lo estuviera reviviendo, el «milagro» que presenció aquel 23 de enero de 1949 cuando era un mozalbete de 18. Aquel «maravilloso» episodio marcó para siempre a Francisco y a cuantos fueron testigos directos de la multiplicación de los granos de arroz para saciar el hambre de las familias más pobres del pueblo.
Como Fernanda Blasco que también estaba allí para contarlo. A sus 94 años Fernanda, toda una institución en Olivenza, cuenta sin perder detalle lo que sucedió aquel domingo en el Hogar de Nazaret, la actual casa parroquial, una institución benéfica que montó el entonces cura del pueblo. Se llamaba don Luis Zambrano y era un hombre muy caritativo y preocupado por la hambruna que se vivía en plena posguerra en las zonas rurales. El sacerdote se las ingenió para que los niños tuvieran al menos un plato caliente con que llenar el estómago, pero se dio cuenta de que también había muchos padres y madres que no tenían qué comer. Entonces pidió a las familias más pudientes que echaran una mano y los domingos llevaran alimentos al Hogar de Nazaret. Pero ese domingo la familia de turno no apareció y se encontraron con decenas de bocas hambrientas y apenas «tres cazones» de arroz que Leandra Rebollo, la cocinera de la institución, decidió calentar «en una olla pequeñita» para que por lo menos pudiera comer una familia. Leandra, la cocinera, echó los puñados de arroz en la olla mientras decía ‘Ay, beato, y tus pobres sin comida’, invocando al Beato Juan Macías, al que tenía devoción por ser de su pueblo, Ribera del Fresno.
«Entonces», rememora Fernanda, «la cocinera se fue a hacer otras cosas y al volver vio que la olla rebosaba de arroz y sin salirse. Enseguida nos avisaron y allí estuvimos presenciando lo que era un hecho extraordinario». La nonagenaria mujer habla del lance como si lo estuviera contemplando de nuevo. «Veíamos cómo brotaba el arroz condimentado del fondo de la olla y que se llenaba una y otra vez».
–¿Creyó que era una broma?
–Yo no vi el arroz que se echó al principio, pero al empezar a vaciar la olla para ir llenando las vasijas para los niños y mayores, veíamos cómo del fondo de la olla empezaban a brotar otra vez granos de arroz condimentado hasta que se llenó otra vez. Terminaron de comer los niños hasta saciarse y trajeron algunas ollas grandes de matanza que se llenaron con el arroz que brotaba de la olla pequeña que estaba en la hornilla que tampoco hizo falta alimentar con carbón vegetal durante todas las horas que obró el milagro, desde la una hasta las cinco de la tarde en que llegaron diciendo que ya no había más casas a las que llevar arroz, que ya habían comido todos. El milagro lo vio todo el mundo que quiso.
«El arroz no dejaba de brotar del fondo de la olla... ¡no lo olvidaré en mi vida!»
Francisco González se enorgullece de ser uno de aquellos privilegiados. «Yo lo probé y estaba bueno. El arroz salía ya condimentado de la olla pequeña. Aquello duró cuatro horas, hasta que el cura decidió retirar la cazuela porque todos habían comido».
El boca a boca extendió el milagro por toda la comarca y el Vaticano empezó a hacer sus propias averiguaciones si bien, como la Iglesia se toma su tiempo para estas cosas, el tribunal eclesiástico no se formó en el Obispado de Badajoz hasta 1961. Desfilaron 22 testigos y el canónigo de la Catedral de Badajoz actuó como ‘abogado del diablo’ de la causa. Los declarantes juraron su testimonio sobre los Evangelios y bajo pena de excomunión. Todos defendieron con convicción la tesis del milagro. Trece años después, en 1974, el Vaticano lo certificó como tal, y el entonces Papa Pablo VI canonizó al Beato Juan Macías el 28 de septiembre de 1975. Desde la multiplicación bíblica de los panes y los peces no se tiene constancia de ninguna multiplicación de alimentos reconocida por el Vaticano, salvo la de Olivenza. «Creemos que este episodio no es suficientemente conocido y queremos potenciarlo porque aún hay gente viva que fue testigo del mismo. Fuente  / hoy.es 

Relato de una mujer curada

Aquella tarde rodeaba a Jesús tanta gente que yo apenas podía distinguir su rostro, todos querían estar cerca de él. Pensé que nadie repararía en mí, ni siquiera él se daría cuenta de que yo lo tocaba. Me acerqué por detrás, rápidamente, cerré los ojos y puse mi mano llena de deseo sobre el borde de su manto… Si pudiera describirte lo que experimenté en ese instante, aquella fuerza que detuvo la sangre, que ensanchó mis ganas de vivir, el poder entrar en relación con los otros, no tener que seguir ocultándome, sentir en mi cuerpo que estaba curada… Iba a salir corriendo cuando él preguntó: «¿Quién me ha tocado?»  Muchos se habían apretujado sobre él, pero yo sabía que preguntaba por mí. Me llamó ‘hija’, y era en su boca una bendición, queriéndome como si me conociera desde siempre, como si me hubiera estado esperando desde hacía mucho tiempo, y dijo que mi fe me había curado y que me fuera en paz. Después he revivido muchas veces lo que pasó aquella tarde, como una memoria dichosa que me acompaña, y creo cada vez más que lo de mi fe lo decía para quitarse importancia pues sé, desde entonces, que es sólo esa fuerza que sale de él la que puede curarnos. (Mariola López Villanueva). Evangelio del día 30 de enero
Fuente: Rezando Voy

Superar las divisiones que nos dividen

Vivimos en un mundo de profundas divisiones. Por dondequiera vemos polarización, gente amargamente dividida entre sí por ideología, política, teoría económica, creencias morales y teología. Tendemos a usar categorías super-simplistas en las que entender estas divisiones: la izquierda y la derecha oponiéndose mutuamente, liberales y conservadores en desacuerdo, pro-vida rivalizando con pro-elección.
Virtualmente, cada evento social y moral es una zona de guerra: la situación de las mujeres, el cambio climático, los roles de género, la sexualidad, el matrimonio y la familia como instituciones, el papel del gobierno, cómo tiene que ser entendida la comunidad LGBTQ, entre otros problemas. Y nuestras iglesias no están exentas: con demasiada frecuencia no somos capaces de estar de acuerdo en algo. La cortesía ha desaparecido del discurso público incluso en nuestras iglesias, donde hay ahora tanta división y hostilidad en cada denominación cuanta hay entre ellas. Más y más, no somos capaces de discutir abiertamente ninguna cuestión sensible, aun en nuestras propias familias. En cambio, discutimos de política, religión y valores sólo en nuestros propios círculos ideológicos; y ahí, más que desafiarnos unos a otros, principalmente acabamos sustentándonos mutuamente en nuestros prejuicios y enfados, haciéndonos así más intolerantes, amargados y críticos.
La escritura llama a esto enemistad, odio; y en verdad, ese es su propio nombre. Nos estamos convirtiendo en gente llena de odio que cargamos y justificamos este odio nuestro en terrenos  religiosos y morales. Sólo necesitamos ver las noticias cualquier noche para comprobar esto. ¿Cómo superarlo?
A nivel más grande en política y religión, es duro ver cómo estos amargos puntos de visión siempre estarán levantados, especialmente cuando tanto de nuestro discurso político está alimentando y ensanchando la división. Lo que se necesita es nada menos que la conversión religiosa, un cambio religioso del corazón, y eso es casual en la persona. El corazón colectivo cambiará sólo cuando los corazones individuales lo hagan primero. Ayudamos a conservar la sanidad del mundo salvaguardando primero nuestra propia sanidad; pero eso no es tarea fácil.
No es tan simple como coincidir todos en tener mejores pensamientos. Ni -según parece- encontraremos mucho motivo común en nuestros diálogos públicos.  El diálogo que se necesita no se consigue fácilmente; ciertamente no lo hemos conseguido aún. Muchos grupos están intentándolo, pero sin mucho éxito. Generalmente, lo que sucede es que incluso el diálogo mejor intentado degenera rápidamente en un intento de marcar por parte de cada lado sus propios puntos ideológicos más bien que tratar genuinamente de entenderse unos con otros. ¿Dónde nos deja eso?
La verdadera respuesta -creo yo- se halla en una comprensión de cómo la cruz y muerte de Jesús mueve a reconciliación. El autor de la Carta a los Efesios nos dice que Jesús destruyó la barrera de la hostilidad que existía entre las comunidades creando una sola persona donde en otro tiempo había habido dos, e hizo esto “reconciliando a ambas (comunidades) en un solo cuerpo mediante su cruz, dando muerte en él a esa enemistad”. (Ef 2, 16).
¿Cómo la cruz de Cristo da muerte a la enemistad? No por arte de magia. Jesús no destruyó las divisiones entre nosotros pagando místicamente alguna deuda por nuestros pecados a través de su sufrimiento, como si Dios necesitase ser aplacado por la sangre para perdonarnos y abrir las puertas del cielo. Esa imagen es simplemente la metáfora que hay detrás de nuestro icono y lenguaje a propósito de estar limpios de pecado y salvados por la sangre de Cristo. Lo que sucedió en la cruz y muerte de Jesús es algo que pide nuestra imitación, no simplemente nuestra admiración. Lo que sucedió en la cruz y muerte de Jesús es un ejemplo para que nosotros lo imitemos. ¿Qué tenemos que imitar?
Lo que Jesús hizo en su pasión y muerte fue transformar la amargura y división más que volver a transmitirlas y devolverlas del mismo modo. En el amor que mostró en su pasión y muerte, Jesús hizo esto: Acogió el odio, lo guardó dentro de sí, lo transformó y lo devolvió amor. Acogió la amargura, la guardó, la transformó y la devolvió gracia. Acogió las maldiciones, las guardó, las transformó y las devolvió cordialidad. Acogió el asesinato, lo guardó, lo transformó y lo devolvió perdón. Y acogió la enemistad, la amarga división, la guardó, la transformó y por medio de eso nos reveló el profundo secreto al formar comunidad, a saber,  necesitamos quitar el odio que nos divide absorbiéndolo y tomándolo en nosotros mismos, y así transformándolo. Como un depurador de agua  que retiene en sí las toxinas y el veneno y devuelve sólo agua pura, nosotros debemos retener en nosotros mismos las toxinas que envenenan la tierra de la comunidad y devolver sólo gracia y apertura a todos. Ese es el único secreto para superar la división.
Vivimos en tiempos creadores de amargas divisiones, sin hacer nada por un encuentro amistoso sobre cualquier cuestión  sensible de política, economía, moralidad y religión. Esta paralización continuará hasta que, uno por uno, todos nosotros transformemos en vez de inflamar y volver a transmitir el odio que nos divide.

SEGUNDO LLORENTE. EL LEGENDARIO MISIONERO JESUITA DEL POLO NORTE

El día 26 de enero celebramos el aniversario de la muerte del Padre Segundo Llorente, misionero jesuita que pasó 40 años en Alaska, evangelizando a los esquimales.
Este sacerdote jesuita y ante todo misionero en Akulurak (Alaska) en pleno Círculo Polar Ártico, nació el 18 de Noviembre de 1906 en Mansilla Mayor (León, España) Murió el 26 de Enero de 1989 en Spokane (estado de Washington, USA). Fue enterrado el 30 de Enero en Desmet (estado de Idaho, USA)
A los 17 años decidió ser sacerdote. A los 19, ser misionero. Buscó en el mapa el lugar más recóndito, difícil en todo el mundo, y obtuvo permiso para ir a Alaska. Cerca de 40 años entre los eskimales, al uno y otro lado del Río Yukón, recorrió kms. y kms. Estuvo largas temporadas en Akurulak, Bethel, Kotzebué y Alakanuk, pero sus crónicas más famosas son las que se conocen con ese mismo nombre recogidas en un libro llamado "Crónicas Akulurakeñas".
Visitó España una vez en 1963 con el fin (único propósito) de suscitar vocaciones.
Escribió 12 libros sobre Alaska a lo largo de su vida, todos en español. Hablaba inglés perfectamente, lo había estudiado en Kansas ( 4 años, durante los estudios de teología), y llegó a hablar (él decía "chapurrear") el eskimal.
Envió miles de crónicas, invitando con su profunda y habitual alegría, a la vocación sacerdotal y a misionar, y cartas y artículos describiendo la vida y anécdotas esquimales, que pronto se iban publicando en una revista de Misiones, principalmente en la ya extinguida "El Siglo de las Misiones". Dichos artículos seleccionados y recopilados dieron lugar más tarde a varios libros, tales como: 
"En el País de los eternos hielos" "Memoirs of a Yukon Priest"
"En las costas del mar de Bering" "Crónicas Akulurakeñas"
"Trineos Eskimales" "Aventuras del Círculo Polar"
  Pero el libro por excelencia, donde se agrupa con pleno acierto una selección antológica de todos los libros citados, es: "40 años en el Círculo Polar", recopilado por su propio hermano Amando, también sacerdote jesuíta, y por D. José A. Mestre. El libro lleva el prólogo y el epílogo del P. Amando, que son ya un disfrute del perfil de este "Hércules de Dios y de las Misiones", que no quiso negarle nada a Dios y que estaba felicísimo de ser sacerdote, como cita varias veces en sus escritos, concretamente en el siguiente párrafo del libro antes citado:" Ni la Stma. Virgen ni los Ángeles pueden hacer lo que hace diariamente un sacerdote. Cristo pudo haber arreglado las cosas de otro modo; pero de hecho escogió la intervención del sacerdote, de quien se reviste él mismo, para obrar la salvación de la humanidad. Entre las promesas a los devotos de su sagrado Corazón no podía faltar una especialísina para sus sacerdotes a quienes promete la gracia de ablandar los corazones más endurecidos." Fuente

Esto fue lo que Doña Trinidad de 99 años le dijo al Papa Francisco

Doña Trinidad Peralta tiene 99 años y no puede ver. El sábado 20 de enero de 2018 tuvo la oportunidad de saludar al Papa Francisco y recibir su bendición en la ciudad de Trujillo, en el norte del Perú.
El Santo Padre iba en el papamóvil en las calles del centro de la ciudad cuando ordenó detener el vehículo para saludarla.
En declaraciones a RPP, Trinidad contó que “el Papa me vio de lejos y me agarró la mano y me dio la bendición. Me preguntó de dónde venía y cuántos hijos tenía". "Que bondadosa que es usted", le dijo el Pontífice a la mujer.
Francisco tuvo este gesto para con esta mujer natural de Chiclayo, otra importante ciudad del norte del Perú, luego de ver el letrero que portaba su hijo Antonio que decía: “Me llamo Trinidad, cumplo 99 años. No veo. Quiero tocar tu manito".
“Le besé su manito. He tenido la dicha de verlo cerca. Será un momento que no olvidaré en el resto de mi vida”, comentó Trinidad, que tiene 12 hijos, 38 nietos, 35 bisnietos y 8 tataranietos.
La anciana relató que le dijo al Pontífice que siempre reza por él y que Francisco le obsequió un rosario como recuerdo de este encuentro que ella no olvidará jamás. Fuente

Periodista rompe en llanto y conmueve a televidentes al ver al Papa en Perú

Una periodista peruana conmovió a los televidentes al no poder contener las lágrimas de emoción cuando vio por primera vez al Papa Francisco en la ciudad de Trujillo y recibir su bendición.



¿Puedes perder tu vocación?

Recientemente recibí una carta de un hombre que me comunicó que aún estaba profundamente obsesionado por una historia que había oído en una escuela primaria muchos años antes. Uno de sus profesores de religión les había leído una historia sobre un sacerdote que fue a visitar a un amigo de infancia. Estando con su amigo, el sacerdote notó que, aunque su amigo estaba bastante alegre y afable, parecía que le quedaba en el fondo algo de tristeza. Cuando le preguntó a su amigo sobre ello, su amigo confesó que “había perdido su salvación”, porque había sentido una llamada al sacerdocio cuando era joven, pero en cambio había escogido casarse. Ahora -sentía él- no había redención existencial de eso. Había tenido vocación y la había perdido; y, con eso, también había perdido definitivamente su ocasión de ser feliz. Aunque se encontraba bastante feliz de casado, sentía que iba a llevar para siempre el estigma de haber sido infiel al no aceptar su vocación dada por Dios.
Fui educado con historias como esa. Eran parte del catolicismo de mi juventud. Nos enseñaron a creer que Dios te asignaba una cierta vocación en el mundo, esto es, sacerdote, monja, persona casada o soltera; y, si no aceptabas eso cuando conocías tu llamada, entonces habías “desperdiciado” o “perdido” tu vocación, y la consecuencia sería una permanente tristeza e incluso el peligro de perder el cielo. Tales eran las historias vocacionales de mi juventud; y -la verdad sea dicha- yo fui al seminario para llegar a ser sacerdote con esa insistencia como una sombra en mi mente. Pero fue sólo una sombra. No accedí a la vida religiosa y al sacerdocio por temor, aunque algunos temores morales jugaron un papel en ello, como debían. El temor también puede ser una cosa sana.
Pero puede ser igualmente insana. No es sano entender a Dios y tu vocación como algo que pueda hacerte perder la felicidad y salvación por una singular elección hecha siendo aún joven. Dios no actúa así.
Ciertamente somos llamados por Dios a una vocación que debemos discernir en conciencia, en comunidad, en circunstancias y con los talentos que hemos recibido. Para un cristiano, la existencia no antecede a la esencia. Nacemos con un proyecto, con una misión en la vida. En la escritura hay muchos textos claros sobre esto: Jesús, orando durante noches enteras con el fin de conocer la voluntad de su Padre; Pedro, reclutado sobre una roca para ser conducido por un ceñidor que lo llevará a donde él más bien no iría; Pablo, siendo dirigido a Damasco e instruido por un anciano sobre su vocación; Moisés, siendo llamado a realizar una tarea porque vio el sufrimiento de su pueblo; y todos nosotros, recibiendo el desafío de usar nuestros talentos o ser privados de ellos. Todos somos llamados a la misión, y así cada uno de nosotros tiene una vocación. No somos moralmente libres de vivir nuestras vidas simplemente para nosotros mismos.
Pero Dios no nos da precisamente una ocasión que, si desaprovechamos o rechazamos, nos dejará tristes para siempre. No. Cada vez que nosotros cerramos una puerta, Dios nos abre otra nueva. Dios nos da 77x7 ocasiones, y después más que eso, si es necesario. La vocación no es tanto cuestión de acertar bien (¿A qué específicamente fui destinado?) sino, mejor, cuestión de entregarse en fe y amor a la situación que hemos escogido (o por la que, más frecuentemente, hemos sido escogidos por algunas circunstancias). No deberíamos vivir en insano temor de esto. Dios continúa amándonos y desando nuestra felicidad, aun cuando no siempre prosigamos a donde somos idealmente llamados.
Recientemente oí una homilía en una iglesia en la que un sacerdote comparó a Dios con un GPS, un Sistema de Posicionamiento Global, esto es, ese instrumento computerizado, completado con voz humana, que incontables personas tienen hoy en sus coches y a las que da instrucciones sobre cómo alcanzar su destino. Uno de sus rasgos es este: A pesar de las muchas veces que te descuides o desobedezcas su orden, la voz nunca expresa impaciencia, ni te grita, ni renuncia a ti. Dice simplemente: ”Recalculando”. Antes o después, sin importar cuántas veces te has descuidado, te lleva a casa.
Aun con lo grata que es esa imagen, todavía resulta una analogía muy débil comparada con la manera de entender la paciencia y el perdón de Dios. Ninguno de nosotros debería estar largo tiempo afectado de tristeza y temor por sentir que hemos perdido nuestra vocación, a no ser que estemos llevando una vida egoísta. La abnegación más bien que el egoísmo, una vida empeñada en el servicio más bien que en el confort, sin adivinar correctamente, constituye la vocación de uno. Nuestra vocación cristiana es hacer de lo que en verdad estamos viviendo -casado, sacerdote, religioso, soltero en el mundo- una vida de abnegación y servicio a otros. La felicidad y la salvación dependen de eso, no de adivinar correctamente.

Solo un sí

Señor, me doy cuenta de que todo lo que me pides es un simple ‘sí’, un simple acto de confianza para que, de ese modo, la elección que tú haces por mí dé frutos en mi vida.

No quiero estar tan ocupado con mi forma de vivir, mis planes y proyectos, mis parientes, amigos y conocidos, que no me dé cuenta siquiera de que Tú estás conmigo, más cerca que ningún otro.

No quiero ser ciego a los gestos de amor que vienen de tus manos, ni sordo a las palabras amorosas que vienen de tu boca.

Quiero verte cuando caminas conmigo y escucharte cuando me hablas.

                                                  (Teilhard de Chardin, sj)

INFORME DE LA CAMPAÑA DE NAVIDAD DICIEMBRE’17

                   


 INGRESOS:

Colecta extraordinaria            5,840.00
Campaña de los jóvenes        5,240.00
Donativos                              1,635.00
TOTAL                                                           12,672.71

GASTOS:

Entrega a cáritas Arciprestal de  oviedo           12,672.71


Con los alimentos recibidos se entregaron 25 cestas  navideñas a familias de la parroquia


   

Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.


 Domingo 3º del tiempo ordinario


ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA

Cuentan que en una carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa?  !Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.
La lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos más en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos".
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de su fortaleza y de trabajar juntos bajo la guía y experiencia del carpintero.
Así actúa el Espíritu Santo en la comunidad cristiana y en el corazón de cada uno de nosotros cuando le aceptamos como guía de nuestra vida: refuerza y multiplica lo bueno que hay en  nosotros y lo pone al servicio de la comunidad. Fuente

¡CUÁNTO VALES!

Alfredo, con el rostro abatido de pesar, se reúne con su amiga Marisa en un restaurante para tomar un café. Deprimido, descargó en ella sus angustias... que si el trabajo, la crisis actual, la escasez de dinero, la relación con su pareja, su vocación... todo parecía ir mal en su vida.
Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 100 euros y le dijo: -"Alfredo, ¿quieres este billete?"
Alfredo, un poco confundido al principio, le dijo: -"Claro Marisa... son 100 euros, ¿quién no los querría?" Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo.
Mostrando la estrujada pelotita verde a Alfredo, volvió a preguntarle: -"¿Y ahora lo quieres igual?"
-"Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 100 euros. Claro que los tomaré si me lo entregas."
Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado. -"¿Lo sigues queriendo?"
-"Mira Marisa, sigo sin entender qué pretendes, pero ese es un billete de 100 euros y mientras no lo rompas, conserva su valor..."
-"Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido... Lo que debes preguntarte es CUÁNTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado".
Alfredo se quedó mirando a Marisa sin atinar con palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro. Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó: -"Toma, guárdalo para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal... Pero me debes un billete nuevo de 100 euros para poder usarlo con el próximo amigo que lo necesite!" Le dio un beso en la mejilla a Alfredo -quien aún no había pronunciado palabra- y levantándose de su silla se alejó rumbo a la puerta.
Alfredo volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó en su billetera y dotado de una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta. Fuente

El tabú de hoy ya no es el sexo sino Dios

El Arzobispo de París (Francia), Mons. Michel Aupetit, aseguró que el tabú del mundo de hoy ya no es el sexo, sino Dios, pues la gente se avergüenza cuando habla de Él.
En entrevista concedida al diario francés Le Monde el 11 de enero, recogida por La Croix, el Prelado habló sobre una serie de temas como la inmigración, la fe en Francia, el derecho a la vida y la educación religiosa en la escuela.
Sobre esto último, el Prelado cuestionó “¿Qué es la trascendencia? ¿Por qué reza el hombre? ¿No se puede hablar de Dios? ¡Es un tabú, Dios, hoy! Ya no es el sexo, es Dios. Ya no hay derecho a hablar de Dios, si se hace la gente se avergüenza”.
El Arzobispo, que tomó posesión de la sede de París el pasado 6 de enero, recordó que al principio vivió la fe solo, pues incluso dos de sus abuelos eran “anticlericales de los pies a la cabeza”.
“Mis amigos no eran practicantes y desde hacía tiempo viví la fe aislado”. “Lo único que mi madre me enseñó fue el Padre Nuestro y el Ave María. A partir de estas dos oraciones aprendí a hablar con Dios, pero en secreto. Nadie sabía nada”, recordó Mons. Aupetit.
Ahora, indicó, “si se cuenta a las personas practicantes, vemos que los católicos son indudablemente una minoría”.
Recordando luego los años en los que trabajó como médico, el Prelado explicó que su profesión le permitió “amar a la gente independientemente de quien sea cada uno” y “acoger de manera incondicional a las personas que tocan a la puerta”.
“Esto nos abre a todos y la Iglesia está abierta a todos. No se le pide a la gente sus documentos o su certificado de bautizo a quienes entran”, dijo el Prelado, que comentó además que “en invierno los sin techo vienen a cobijarse, los dejamos tranquilos. Otros vienen simplemente para tener un rato de reposo y silencio”.
Tras expresar su rechazo al aborto y la eutanasia, el Arzobispo de París lamentó que actualmente “se elimine a las personas con discapacidad antes de nacer. ¿Eso qué quiere decir? He atendido a estas personas durante once años. Ellas me han enseñado más que todos mis otros pacientes”.
Mons. Michel Aupetit nació el 23 de marzo de 1951 en Versalles. Estudió medicina y trabajó en ese campo durante 12 años, especializándose en bioética. En 1990 ingresó al seminario y fue ordenado sacerdote el 24 de junio de 1995. Fue nombrado Obispo Auxiliar de París el 2 de febrero de 2013. El 4 de abril de 2014 fue transferido a la sede episcopal de Nanterre. El 6 de enero tomó posesión de la Arquidiócesis de París. Fuente

Las tres heridas del matrimonio



El popular poema de Miguel Hernández presenta al que viene con tres heridas: la de la vida, la del amor, la de la muerte. Y ese que viene somos todos. Y cada uno de nosotros. Y esas tres heridas afectan a la persona y a su red de relaciones. Especialmente a la relación cualitativamente más libre e inclusiva que es la relación matrimonial.
1) La herida de la vida: La vida humana es un camino de búsquedas. Las impulsan las necesidades y los deseos. Estamos hechos para la salida y el encuentro, para la relación. Y no cualquier tipo de relación, sino aquella que hace experimentar la unidad. Hecha de intimidad y de libertad, la unidad conyugal (serán los dos una sola carne) saca a cada uno de las mazmorras de la soledad,  realiza la complementariedad y el encuentro de una manera excelente.
La herida que tenemos que curar es la del sinsentido. El sentido de la vida está siempre amenazado por la presencia del mal, del dolor, de la injusticia y de la muerte. ¿Cómo afirmar el sentido espléndido de la vida frente al poder del dolor y de la muerte que la amenaza?  Es imposible vivir y no sentir la fragilidad, la precariedad humana. Son los poros de nuestra finitud y contingencia. Y no hay seguros de vida contra la caducidad. Y eso que hay muchos momentos en los que queremos detener el tiempo.
Por más que lo pretenda, tampoco la relación conyugal puede asegurar la propia vida. Está compuesta de química y de ternura, de sensualidad y de imaginación, de donación y recepción. La dinámica del amor conyugal lleva a confesar: te necesito. Te amo. Necesito que tú vivas. Los hijos nos necesitan como padres. Pero… Es cierto que hay remedios que ayudan a cicatrizar.  En el fondo, sin embargo, todos sabemos que la herida de la vida es incurable.
2) La herida de la muerte: Desde que nacemos llevamos la fecha de caducidad inscrita en la palma de nuestras manos. Es un tatuaje indeleble. Somos mortales toda nuestra vida. Aspiramos profundamente a la unidad, a la pervivencia. Y sufrimos la incomunicación, la ruptura, la separación. La dinámica del amor matrimonial es una lucha contra la muerte. Se expresa con fuerza en la tendencia a la procreación. Tiene mucho atractivo el perpetuar el apellido. Es una forma de no morir del todo. El clamor de la vida a través de la cadena de las generaciones grita con fuerza en la sangre. Y es que “a la vida le gusta la vida”. Es verdad, sin embargo, que aun en los momentos de mayor generatividad y expansión, somos peregrinos de la vida, heridos de muerte. Y estamos en la cuenta atrás. No hay privilegios ante la muerte. Ella no tiene en cuenta el estrago que hace en la relación del matrimonio enamorado. No atiende a protestas.
3) La herida del amor: La dinámica del amor y del deseo pide que el amado no se muera nunca. Necesito que viva. La  herida del amor se expresa en forma de eros, de filia, de posesión y donación. El amor  humano aspira a la experiencia del agape, amor incondicional.  Ansía  ser amor perdurable. Queremos un amor a prueba del desgaste; pero también el amor está sometido al paso demoledor del tiempo cronológico y del tiempo personal. Cierto es que amar a alguien es decirle: es bueno que tú existas. Cuando quieres realmente a alguien lo afirmas y lo confirmas. Pero  el amor conyugal, con toda la belleza y la energía que irradia,  no  es capaz de curar la herida de la soledad personal. Nacemos solos y morimos solos. Incluso los enamorados y los casados. Ellos saben bien: el auténtico amor es un grito de resurrección. Bonifacio Fernandez, cmf - Martes, 16 de enero de 2018 @ciudadredonda

Cómo todo puede tener un final feliz

Hay una frase en los escritos de Juliana de Norwich, la famosa mística del siglo XIV y quizás la primera de los teólogos en escribir en inglés, que es citada sin fin por predicadores, poetas y escritores: "Todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien".  Es su enseñanza característica.
Todos entendemos por intuición lo que eso significa. Es nuestro fundamento para la esperanza. Al fin, la buena voluntad triunfará. Pero la frase adquiere un significado añadido cuando se ve en su contexto original. ¿Qué es lo que Juliana trataba de decir cuando acuñó esa frase?
Ella estaba luchando con el problema del mal, del pecado y del sufrimiento: ¿Por qué Dios los permite? Si Dios es todoamoroso y todopoderoso, ¿qué explicación posible puede haber para el hecho de que Dios nos deje sufrir, nos deje pecar y deje que el mal esté presente en todo el mundo? ¿Por qué Dios no creó un mundo sin pecado, donde todos fuéramos perfectamente  felices desde el nacimiento en adelante?
Juliana había oído bastantes sermones en la iglesia para saber la normal respuesta apologética a eso, a saber, que Dios lo permite porque Dios nos dio el gran don de la libertad. Con eso viene la inevitabilidad del pecado y todas sus tristes consecuencias. Esa es una respuesta válida, aunque uno lo ha visto con frecuencia como demasiado abstracto para ofrecernos mucho consuelo cuando estamos sufriendo. Pero Juliana, a pesar de ser una hija leal de la iglesia y de haber sido educada en esa respuesta, no la sigue. Ella ofrece algo diferente.
Para ella, Dios permite el mal, el pecado y el sufrimiento porque Dios los usará al fin para crear para todos un modo más profundo de felicidad de lo que habrían experimentado si el pecado, el mal y el sufrimiento no hubieran estado allí. Al final, esto negativo funcionará en favor de la creación de algo positivo más profundo.
Dejadme citar a Juliana en el original (el inglés medieval en que ella escribió): Jesús, en esta visión me informó de todo lo que yo necesitaba que me fuera respondido por esta palabra y dijo: El pecado es necesario, pero todo resultará bien, y todo resultará bien, y todo género de cosas resultará bien.
Ella nos comunica que Jesús dice que el pecado es “behovely”. En inglés medieval, behovely tiene tres connotaciones: “útil”, “ventajoso”, “necesario”. En su visión, el pecado, el mal y el sufrimiento son al fin ventajosos e incluso necesarios al traernos a un sentido más profundo y una felicidad más grande. (No diferente de lo que cantamos en nuestro gran himno de Pascua: Oh feliz culpa, oh necesario pecado de Adán).
Lo que Juliana quiere que saquemos de esto no es la idea de que el pecado y el mal son de pequeñas consecuencias sino más bien que Dios, siendo tan inimaginable en amor y poder, es capaz de sacar buenas cosas del mal: felicidad, del sufrimiento; y redención, del pecado, de un modo que no podemos comprender. Esta es la respuesta de Juliana a la pregunta: ¿Por qué Dios permite el mal? Ella responde no contestando, porque, en esencia, nunca puede ser imaginada una respuesta adecuada. Más bien, coloca la cuestión en una teología de Dios, en el cual, más allá de lo que podamos imaginar hoy por hoy y más allá de lo que la teología puede explicar de hecho, el poder y el amor de Dios harán al fin todas las cosas bien: enjugar toda lágrima, redimir todo mal, borrar todo mal recuerdo, descongelar todo corazón frío y convertir en felicidad todo tipo de sufrimiento. Hay incluso una insinuación en esto de que el triunfo final de Dios será vaciar el infierno mismo, de modo que, de verdad, absolutamente todo tipo de ser resultará bien.
En una siguiente visión, Juliana recibió de Dios cinco veces la seguridad de que Dios  tiene facultad, puede, quiere y hará bien todas las cosas, y nosotros mismos lo veremos.
Todo esto es afirmado, por supuesto, en un concepto particular de Dios. El Dios en el que Juliana de Norwich nos invita a creer es un Dios que está precisamente más allá de nuestra imaginación en poder y amor. Cualquier Dios que podemos imaginar es incapaz de hacer bien todo tipo de ser (como muchos críticos ateos ya han señalado). Esto, no exactamente verdadero en términos de querer imaginar el poder de Dios, es particularmente verdadero en términos de querer imaginar el amor de Dios. Es inimaginable en nuestra condición humana presente pintar a alguien, Dios o humano,  que no pueda ser ofendido, sea incapaz de airarse, no tome en cuenta nada contra alguien a pesar del mal que éste pueda haber perpetrado, y que (como Juliana describe a Dios) esté completamente relajado y tenga un rostro como una maravillosa sinfonía. El Dios de nuestra imaginación, reforzado por cierta falsa interpretación de la escritura, se ofende, se aíra, toma venganza y hace frente al pecado con rabia. Tal Dios es incapaz de hacer bien todo tipo de cosas. Pero tal Dios tampoco es el Dios que reveló Jesús.
Si estuviéramos para mirar en los ojos de Dios, dice Juliana, lo que veríamos allí “derretiría nuestros corazones con amor y los partiría en dos con éxtasis”.

Paz perfecta

  
Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron.
   El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
   La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
   La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.
   Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en su nido...
   ¿Paz perfecta... ? ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
   El Rey escogió la segunda.  ¿Sabes por qué?
   El rey explicaba que "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz." ¿Y tú... ?.... ¿sabes dónde o con quién está la verdadera paz de tu corazón?... Fuente

Una lágrima se evapora, una flor sobre mi tumba se marchita, pero una oración por mi alma, la recoge Dios.

"Una lágrima se evapora, una flor sobre mi tumba se marchita, mas una oración por mi alma la recoge Dios. No lloréis, amados míos, Voy a unirme con Dios y os espero en el cielo. Yo muero, pero mi amor no muere, yo os amaré en el cielo como los he amado en la tierra. A todos los que me habéis querido os pido que roguéis por mí, que es la mayor prueba de cariño.


San Agustín.
Frases y curiosidades de Santos y de la Iglesia #46

Recopilación de frases, curiosidades, lemas, dichos y pequeñas inspiraciones espirituales.
Parroquia del Corazón de María de Oviedo.

Mis 10 libros preferidos de 2017

El gusto es subjetivo. Tenlo presente mientras comparto contigo esta lista de los diez libros que más me han llamado la atención durante el pasado año. Pueden dejarte frio, o puedes enfadarte conmigo porque los elogio. Se tu propio crítico aquí y no tengas miedo a ser crítico con mi propio gusto. Nadie compra todo lo que se anuncia en una tienda.
Así que ¿cuales son esos 10 libros que mas me han llegado este pasado año?
Primero, destaco algunas maravillosas biografías religiosas:
  • Kate Hennessey’s, Dorothy Day, El mundo se salvará por la belleza. (The World Will be Saved by Beauty.) Para mí este libro es un tesoro. Como nieta de Dorothy Day, Kate Hennessey tuvo una provilediada relación íntima con Dotothy, pero esta relación también tuvo sus dolores de cabeza y angustias. Dorothy era una persona compleja que cuando la llamaban santa, reaccionaba diciendo: “¡No quiero que me despidan tan a la ligera!”. Este libro captura ambas caras, la santa y la mujer reacia a dicha etiqueta.
  • Jim Forest. Jugando en la guarida del León. Una Biografía y memoria de Daniel Berrigan ( At Play in the Lion’s Den – A Biography and Memoir of Daniel).Una gran visión sobre quién era Danel Berrigan, como hombre, como jesuita, como amigo y como profeta. Hay numerosas biografías que se han escrito sobre Barrigan, pero ninguna, me aventuro a afirmar, sobrepasa esta. Forest conoce muy bien de quien habla.
  • Suzanne M. Wolfe, Las confesiones de X, una novela. (The Confessions of X, A Novel.) Este libro es ficticiamente biográfico, una historia de de la amante de san Agustín, el amor de san Agustín por ella, su hijo y el papel de santa Mónica en romper esa relación. No histórica pero suficientemente bien ambientada como para hacerla creíble.
A continuación, algunas auotbiografías religiosas:
  • Kareem Abdul-Jabbar, Coach Wooden and Me, Our 50-Year Friendship On and Off the Court (El entrenador Wooden y yo, nuestra amistad de 50 años dentro y fuera de la Corte). Te podrías preguntar porque pongo este libro en la lista como una auotibiografía religiosa, pero basta con que se lea el libro para responder a la pregunta. Este no es un libro sobre deportes, sino un libro que reflexiona profundamente sobre la vida, su significado, la amistad, la raza y la religión. Criado como católico romano, Kareen Abdul-Jabbar comparte con franqueza qué ocasiono su conversión religiosa al Islam. Aquí hay lecciones que podemos aprender. Es una historia maravillosamente cálida en medio de todo el dolor que comparte.
  • Macy Halford, My Utmost, A Devotional Memoir. (Mi máximo. Una memoria devocional). Como cristiana evangélica, Halford creció con una fe profunda, pero que no fue fuertemente cuestionada en su juventud. De joven se trasladó a Nueva York y más tarde a París para convertirse en escritora. Rodeada ahora sobre todo por amigos y colegas que consideran la fe como una ingenuidad, luchó por enraizar su fe de la infancia más profundamente y resistir el desafío del nuevo mundo en el que vive. Su lucha y su eventualmente sólido aterrizaje dentro de la fe de su niñez puede ser una ayuda para todos nosotros, sin importar la denominación, mientras luchamos por mantener nuestra fe en un mundo demasiado adulto.
  • Bryan Stevenson, Just Mercy, A Story of Justice and Redemption. (Sólo misericordia. Una historia de justicia y redención). Bryan Stevenson es un abogado educado en Harvard que ha elegido poner su talento a trabajar ayudando a los pobres, en este caso, prisioneros en el pasillo de los condenados a muerte que no tienen ninguna manera de ayudarse a si mismos. Los temas del racismo, la pobreza, la desigualdad, y cómo estamos ciegos ante ellos, son el frentye y el centro de esta poderoso libro.
  • Nina Riggs, The Bright Hour – A Memoir of Living and Dying. (La Hora luminosa - Una Memoria sobre Vivir y Morir.) Nina Riggs murió en febrero y este libro comparte sus blogs mientras que ella, una joven madre con dos hijos preadolescentes, paso por un cáncer terminal, junto con su mejor amiga, también una joven madre, que también se está muriendo de cáncer. Murieron con una semana de diferencia. Aunque Riggs no habla de una fe explícita, se enfrenta a la vida y a la muerte con un coraje, empuje e ingenio que sería la envidia de una santa. Un libro delicioso y profundo: te reirás, llorarás y aprenderás a enfrentarte a la muerte.
Un buen libro en el área del existencialismo:
  • Sarah Blackwell, At the Existentialist Café, Freedom, Being, and Apricot Cocktails. (En el café de los existencialistas.)Se trata de uno de los mejores libros escritos sobre el existencialismo que es accesible a lectores no profesionales. Te introducirá en los gigantes de la filosofía existencialista: Sartre, Heidegger, Simone de Beauvoir, Merleau-Ponty, Camus, Husserl, and Jaspers. Bakewell cree que uno puede entender a un pensador filosófico con mayor precisión si también se tiene una imagen de su vida: “Las ideas son interesantes, pero la gente es muchísimo más interesante aún”. Aquellos que no tienen conocimientos filosóficos pueden sentirse perdidos ocasionalmente pero si continuas leyendo pronto se encontrarán de nuevo fascinados por las vidas de estos famosos , coloridos pensadores.
Finalmente, dos libros de espiritualidad, donde el pedigrí de los autores es suficiente recomendación:
  • Tomas Halik, I Want You to Be – On The God of Love. (Quiero ser – en el Dios del Amor). Halik, un sacerdote checoslovaco, es un renombrado escritor espiritual, ganador del premio Templenton. Este es un libro de una rara visión y profundidad.
  • Henri Nouwen, Beyond the Mirror, Reflections on Death and Life. (Más allá del espejo, reflexiones de muerte y vida). Nowen no necesita introducción, pero este es un libro único dentro de su corpus, relatando su experiencia cercana a la muerte consecuencia de un serio accidente.
¡El gusto puede ser subjetivo, pero estos son buenos libros!